Pega-mente
Sigo tu espectro y en el camino me hallo a mí mismo:
al niño que hizo hogar en la calle de al lado
imposibilitado por la pobreza de no tener patria
de no tener manos, pies ni alma de refugiado
Sus caninos incrustados en el cemento
son mis centavos que perdí al lanzarlos a la fuente
pidiendo:
que el pecho de mamá no sepa a pegamento
que los puños de papá no lastimen el pecho de mamá que sabe a pegamento
que los chapas amarren los puños de papá para que no lastimen el pecho de mamá que
sabe a pegamento
Y lloro
Porque los puños que caen sobre mi cara
huelen a sangre y pegamento
inhalo
lo que un día fue el pecho de mi madre
rrenacerr
Santificado sea tu hombro
lleno de cicatrices provocadas por doce fantasmas de nicotina.
Retroceder a tus vertebras
es firmar una sentencia de vida, porque la muerte es algo celestial y en tus mejillas
reposa mi piel,
aquella piel que ha mudado de un cuerpo vacío e inquieto
para convertirse en la sombra de la soledad perpetua:
tu tranquilidad perturbada por lunas desnudas y soles danzantes.
Imágenes salidas de tu mente, de tus sueños, de tu pasado dibujado sobre arena
con tinta de odio y con sangre de razone.
SOLO POR HOY
danzo en el resplandor de tus ojos ansiosos y certifico mi declive hacia tu vientre para
morir y (re)nacer veintiséis mil veces, poco más pero nunca menos.
Cenizas
Quedarán reducidas a cenizas tus pestañas inquietas
Y gritaré
¡Por fin soy libre!
Pues, eran tus pestañas las cadenas que me ataban
A la vida
A la melancolía
Ahora que ya no tengo nada
Asomaré mi cara al lugar donde nací
Allí, desnudaré los atrofiados recuerdos de tu piel
Ante la beatificada fotografía de mi madre
Alzaré tu sombra con sogas de cristal
Alabaré con salmos tu nombre
Abriré mi pecho en dos
Cuestionándome
¿Tu alma o mi libertad?
Jonathan León (Loja, Ecuador, 1995). Estudiante de carrera Lengua Literatura de la Universidad Nacional de Loja. Ha publicado en la revista de la carrera “Ripio” en microcuento, poesía y ensayo. En la editorial independiente “Hidden Writers” publicó tres poemas. De igual forma en poesía publicó dos poemas para la revista boliviana de poesía “Margen de Luz”. Obtuvo el tercer lugar en el primer concurso de poesía organizado de la Facultad de la Educación, el Arte y la Comunicación de la Universidad Nacional de Loja y la Casa de la Cultura ecuatoriana Núcleo de Loja. Columnista frecuente de la Gaceta Cultural del Archivo Histórico de Loja. Ha participado como ponente en el Congreso Internacional de Historia “EDUCERE” organizado por el Municipio de Loja y el Archivo Histórico de la ciudad. Asimismo, participó como ponente en el XXI congreso desarrollado por la Asociación de Ecuatorianistas y la Universidad Nacional de Educación.
Meridiano
Con la frente inundada de peces
recorro los naranjos.
Anuncio que la memoria
jamás fallará al subir la peña.
Es allí donde está enterrado
el álbum de flores disecadas
el espejito
y la pintura de la mujer con tacones.
Busco una tarde de pelícanos
frascos y caminatas de selva
aullidos, moluscos y tazas de sal.
Duermo sobre el escritorio
en medio de tantas postales
que me inventan las estaciones.
Blue in Green
En la radio suena la trompeta
el cielo retumba entre los edificios de Nueva York.
Hay que quitarse la ropa y meterse en la cama para escucharlo.
Los despertadores se apagan
hay tiempo suficiente
adivinar el color de las prendas en las fotografías antiguas.
Vale la pena abrir un directorio telefónico
encontrar al que reveló las siluetas en los tocadores.
La trompeta sigue sonando
no hay necesidad de encender las lámparas al pisar las alfombras.
Los reflectores de los autos dibujan jeroglíficos en el rostro.
Colocar una silla frente a la ventana
oler el café del tarro y volver a la cama
esperar la noche para invocar a Miles Davis.
Llamar su atención
Inspirado en el bolero de Roberto Roena
Te miro frente al océano
tu espalda es la memoria que se desliza
y deja huellas de pintura como sendero.
Desde aquí intuyo tu rostro
es la canoa que encuentra al mochuelo.
Sano en la contemplación de tus manos
que señalan la llegada del candil.
Te hago llegar un vendaval recién nacido
o los cimientos de unas piedras al frotarlas.
Me convierto en una ráfaga de brisas
hago cuencos de agua para inventar
un movimiento sereno.
Quizá voltees a mirar algún día.
Vagabundo
A Yuri Buenaventura
Un muchacho moreno sale del platanal.
En un cuarto estrecho un hombre llora
desde la televisión.
El muchacho toca las congas en el metro
y París lo devora.
Ha caído en el río Sena
pero vuelve al metro y recuerda a Jacques Brel
el hombre en la pantalla.
Ha creado un universo lleno de pureza.
Regresa a la tierra ébano para cantarles a los niños
salsa en francés.
Ha nacido África en las profundidades de un puerto
lo inquietante es cómo arrastra la manigua
por todo el mundo.
Estefania Almonacid Velosa (Bogotá, 1991) es periodista y magister en Estudios Literarios de la Universidad Nacional. Es autora del poemario Zalamera, un homenaje a la salsa y el bolero, de la editorial Piedra de Toque (2021). Su trabajo cronístico y literario ha sido publicado en diferentes antologías nacionales e internacionales, y en su blog de periodismo literario Los desvelados. En el 2021 fue otorgada la beca Periodismo Cultural y Crítica Literaria, del Instituto Distrital de las Artes, con el proyecto titulado: “Un recorrido por Bogotá con Emilia Pardo Umaña”. Es autora del libro Emilia por Bogotá (Idartes, 2022), crónica que busca las huellas de una de las pioneras del periodismo en Colombia, Emilia Pardo Umaña.
Pongo la mesa, sirvo la comida y te observo marcharte.
Siento que tengo la cabeza metida entre las piernas, apenas contengo el vómito, las ganas de arrojar todas las sillas y romperle la sombra a la luna.
He buscado el descanso de las escaleras para sentarme a interrogar cada plato roto que ahora ya no puedo buscar en los basureros.
Nada responde, pero toda grita.
No se puede alcanzar ninguna paz con planes de regreso a lugares a los que nunca se ha ido, con una olla de carne a la leña cada sábado, con abrir el oído para que entre el estiércol que sale de una boca que dejó de encontrar tu beso.
El tedio le busca una miga de pan a la esperanza, pero es el mismo tedio el que repite siempre los rituales en los que se acaban las boronas.
Tres metros de soga se sientan en el mismo descanso de la escalera y simulan no ser una invitación a la condena.
El ventanal proyecta un horizonte lleno de luz, de luces; un espejismo que interpreta la Sinfonía Dante en el primer movimiento:
“Abandona toda esperanza, tú que entras aquí.”
Cierra en un fortissimo mientras desciendo con Franz Liszt a mi ajustado infierno personal sentada frente a dos platos de comida.
BUKOWSKI PIDE CHICAS TRANQUILAS Y LIMPIAS CON LINDOS VESTIDOS
“No traigan más una puta por acá” Bukowski
De pronto un hombre al final de su vida, después de repartir sus bienes y sus fuerzas entre mujeres que le han cobrado el amor, requiere una mujer “buena”.
La necesita tanto que logra imaginar todo lo que haría por ella.
Sin construir nunca la vereda, conseguir almohadas para su cabeza o provocar su risa.
La necesita, dice, pide a sus amigos que no le lleven más putas.
Sabe que existe, pero no la encuentra.
Volvé a nacer, Hank, y dejá el alcohol, los celos y los puñetazos en el papel, no en las mujeres que convertiste en putas.
LA ÚLTIMA CARTA
“Y la luna, bajo su oscura capucha, se cae del cielo cada noche, con su hambrienta boca roja para lamer mis cicatrices.” Anne Sexton
Apenas viste el pico de mi iceberg, perdón por el lugar común, no encuentro otro modo de llamarle a esta forma que tuvo la vida de obligarme a tener que buscarte de nuevo para encontrarnos frente a frente en un espacio infinito al que fuiste y yo aún desconozco.
Había secado al sol la bandera blanca que pensaba mostrarle a la muerte, tres parece que fuera un número suficiente, hasta que de nuevo se te hace pequeño el momento y más negro, todo negro el futuro. Y cuando el clavo de la circunstancia te obliga a preguntarte si existe ese tiempo pendiente, o si solo hay un camino en una línea que siempre se quiebra. ¿Cuál futuro?
Yo que nunca he renegado de las cicatrices, me siento harta de serlo yo, cada pedazo de corazón que apenas sana, vuelve a abrirse y el llanto, que de tanto mostrarse a pocos, ya no puede salir, se atora, se queda en el pecho y se hace latido.
Ya no te llegará esta carta, ni todas las cosas que íbamos a decirnos serán realidad. Somos una historia que ni siquiera encontró cómo empezar y se quedó
en el tiempo, derrapó en alguna calle húmeda y oscura para estrellarse y provocarme el grito que ya jamás vas a escuchar.
Y, sin embargo, te escribo la carta, porque quiero poder leértela cada vez que se la lea al mundo y así tal vez llegue a vos como un susurro al otro lado del dolor.
Rebeca Bolaños Cubillo. (1973) Graduada en RRPP y Comunicación y en Bellas Artes. Estudiante de Antropología. Publicó su primer libro “41 meses en pausa” en el 2018 – Editorial Nueva York Poetry Press. En el 2019 la plaqueta “Reporte del tiempo”- Proyecto Editorial La Chifurnia. Su segundo libro se encuentra en revisión. Productora Ejecutiva del FIPCR (2016 y 2017); y de los proyectos Fuego Cruzado y Canto a la Semilla, además de colaboradora del proyecto Ojo de Cuervo – Encuentro Centroamericano de Escritura de Mujeres, iniciado en El Salvador en el año 2019. Certificada como facilitadora de escritura terapéutica y reflexiva por el Fondo @TrustedWords.
Una firme determinación en cada músculo feroz. Un grito desgarrado en las vértebras del hambre.
Una larga cicatriz en la alegría. Un cisne que se ahoga en su belleza más inútil.
Un aroma indescifrable que baja desde las montañas. Un crepúsculo manchado de ángeles promiscuos.
Una trompada con violencia y precisión. Una palabra luminosa de una niña de seis años.
Un abrazo que nos nutre la raíz. Un insomnio que termina donde nace el arcoíris.
Un milagroso amor sin almanaques ni exigencias. Una caricia con regusto a ingenuidad y mariposas de menta.
Una poesía como un hacha que atraviesa la mentira. Un mundo de ilusión donde pululan marionetas.
Canto de guirnaldas
Existe una mujer con quien siempre estoy en éxtasis y acompañado como arriba de un bellísimo milagro que atraviesa las tinieblas.
Existe una mujer cuyo abrazo es como un canto de guirnaldas. Que da el calor del paraíso aunque llegue el invierno. Que libera mariposas en delirio cuando dice buen día.
Existe una mujer cuya cálida luz irreprochable me lava la esperanza y me enciende los huesos.
Necesidades terrenales
Un deseo insatisfecho me hiere de nunca. Un puñado de cenizas me cubre la inocencia. Un cuervo diminuto me agrede las felicidades.
Oigo esa leve melodía del vino macerando.
Sé que la muerte es un portal, sólo un despojo de lo transitorio. Sé que hay una quietud como un orgasmo. Que hay un amor errado que llega hasta el suicidio.
Cuando un sendero se bifurca ya hay una encrucijada. No debo ahogarme por completo absurdamente en las poquísimas necesidades terrenales.
Damián Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Publicó diez libros, todos a través de Certámenes en diferentes editoriales: Omisiones (2010), Portales al vacío (2011), Formas concretas (2013), Silencio de crisálidas (2015), Metástasis (2015), Vértigo insondable (2017), Música del polen (2021), Yamila (2021), Donde orinan los lobos (2021) y Dimensiones de lo breve (2022)
Invocación a la diosa
Acá estoy, Coyolxauhqui,
borracha de tan extranjera.
Traigo el cuerpo destrozado
igual que el tuyo,
pero a mí no se me nota.
Como ofrenda, te dejo este hijo
que estoy perdiendo ahora
y mi lengua cruzada de tajos.
Quisiera frotar tus pezones azules,
que tu leche me llene la boca.
De cuando visité por primera vez el Templo Mayor
En el campo, el silencio de noche es como un golpe
de martillo en las orejas. Por eso cuando era chica,
yo quería un dios o una diosa que me ayudara a dormir.
No me servía un hombre que elegía a otros hombres
para enviarlos por el mundo a contar sus hazañas.
Ni una virgen que limpiaba con lágrimas
las heridas del hijo, que aceptaba el misterio
y subía a los cielos. Esclava y sin manchas.
Tampoco, ese hijo que ofrecía la mejilla y después,
mientras sufría sabiéndose dios,
llamaba al padre llorando de miedo.
No.
Me hubiera encantado tener una diosa
de torso desnudo, con falda de serpientes,
con rodilleras hechas de cráneos de los tontos
y los pies bien metidos en el fuego,
que mostrara las piernas abiertas, las garras
y tuviera un serrucho por lengua.
Que viniera, no a salvarme
sino a enseñarme a matar a la madre,
que luchara con el hermano deforme
y perdiera la cabeza entre las piedras.
Ahora, no necesito nada para mí,
aprendí a dormir sola. Pero para mi hija
yo quisiera una diosa que sangre.
La Virgen en el mercado
Adherida a la columna, una lámina
en papel satinado de la Virgen
con su raro disfraz de Guadalupe.
Quien imprimió esta imagen le agregó
un poco de su fe, de su alegría.
Los colores se alejan del gris santo,
alzan vuelo y se encienden y compiten
con las piñatas que cuelgan rabiosas
del techo del mercado en Coyoacán.
Y porque tal vez la acumulación
funciona en ciertos casos, le pusieron
un marco de un millón de rosas rojas
y un diluvio universal de purpurina.
Pero es curioso observar que nada
le ha cambiado en el gesto a la señora:
sigue quieta, los ojos hacia abajo
y las manos unidas sobre el pecho.
¡Qué poca vanidad!, me digo y miro
mi perfil de reojo en la vitrina
sucia de un puestito de tostadas.
Cualquier diosa, yo misma, si tuviera
tales brillos y flores, alzaría
la vista sonriendo. Aunque en el fondo
supiera que no soy más que otra mosca
sobre la carne cruda y las guayabas.
Mi madre de visita
Aparece un insecto en la casa, una suerte de grillo
salido de un mal sueño del Creador.
“Cara de niño” lo llaman. No hay metáfora.
Investigo y todo es mito: los poderes terribles
de los ojos, el veneno mortal, el mismísimo
rostro del maligno tatuado en el abdomen.
No es que yo no sea valiente,
pero tiendo a procrastinar. Pasa el día y otro día
y queda el bicho muerto en el rincón.
Hasta que llega mi madre de visita. Desde lejos,
se lo muestro, lo señalo, se lo explico. Ella,
nada de escoba ni de escudo, lo agarra de una pata.
Parece un bebé recién nacido –dice–. No es tan feo.
Y lo mete en la basura.
Si no podés dormir
Lo que podés hacer es un tzompantli:
poné en el piso los cuerpos de las mujeres
a las que mataste últimamente, cortales
la cabeza. Abrile a cada una un agujero
en los huesos temporales
de 25 centímetros de diámetro
y enhebrala en un poste de madera.
Así con todas.
Dejalas a un metro de distancia,
más o menos. Podés poner por línea
cuantas quieras. Después,
igual que a las ovejas, contalas.
Poemas de Que sangre (Caleta Olivia, Buenos Aires, 2019)
Soledad Castresana nació en la provincia de La Pampa, Argentina. Publicó los libros de poemas: Carneada (2007), Selección natural (2011), Contra la locura (2015) y Que sangre (2019). Hay poemas suyos en diversas antologías de Argentina y de Latinoamérica. Algunos de sus libros recibieron premios y menciones. Escribe, además, pequeñas crónicas y cuentos. Algunos de ellos han sido premiados y publicados en revistas digitales. En estos días prepara su primer libro de cuentos. Cada tanto, coordina talleres de lectura y escritura, y clínicas de obra. Vivió en Buenos Aires, en Bogotá, en Medellín, en Ciudad de México y en Bangkok. Actualmente reside en San José de Costa Rica. Estos poemas están tomados del libro Que sangre (Caleta Olivia, Buenos Aires, 2019) y se escribieron durante su vida en la CDMX en 2015 y 2016.
No, no quiero los sueños. Es la vida, la realidad la que nos llama. Escucha. Leopoldo de Luis
Deja que te lo explique, no en palabras — que con palabras no se entiende a nadie — sino a mi modo oscuro, que es el claro. Mirta Aguirre
Está aquí, déjame que te lo muestre, en este pequeño espacio de aire, esta dimensión, toda esta anchura de trazas, de briznas aciculares, está en esta brisa ingenua que tanteo con los dedos, que trato de asir para hacer mía, es de sí misma, está aquí. Está en este soplo hecho de desgarros, está en el lápiz que me cae de las manos si abro la palma, está en esta corriente alterna, está en genios y mediocres, en las nubes de las partículas, en las ínfulas extrañas y en el pliegue de las alas de un cóndor negro, en la precipitación de un vidrio que no nos hiere apenas y en los resquicios invisibles de nuestras cicatrices más finas, está en el cieno de los ríos que arrastras a las cimas, en la cima lozana que hallas en la mirada, las miradas tiernas que no adviertes, y las que adviertes, está aquí, no puede estar en ningún otro lado. La recogemos, este soplo que resollamos está hecho de ella. Este vasto espacio que media entre tú y yo, los lugares entre nosotros que no habitamos y que alcanzamos al vuelo con esfuerzo y devoción de céfiro, la verdad es que es esto, está aquí.
(Poema de «La verdad que no vemos», XVI Premio Águila de Poesía 2020)
Viejo puente otomano
Un poema es un puente otomano que conduce al poema siguiente, que retorna a las ciudades viejas donde ocurrieron las batallas más sangrientas y salva geográficamente las pequeñas distancias del alma. En sus arcos perfectos se apoyan metáforas, metonimias y otros hechos salvajes, ondea el río viendo la arcada lejana desde abajo y al poner el poeta los pies sobre la baranda sabe que la distancia de sus rodillas hasta el río Neretva no tiene en realidad importancia.
(Poema de «La verdad que no vemos», XVI Premio Águila de Poesía 2020)
Ángeles Es preciso que lo sepas: los ángeles existen.
Yo misma los he sentido volar dentro de mis brazos intactos, con la piel pulsándome, ceder en los límites de mi corporalidad andrómina, yo misma los he oído arrancando a cantar en la cabeza y sonaban a cuchichí de perdiz mezclado con cante jondo y he ladeado el cuello, empujado mis orejas, para oírlos mejor.
Yo misma los he olido en algunas noches pétreas, en residuos de mañanas exactas como esta y huelen a carmesí y a ambientador para el baño y sus alas saben a lo que sabe la corteza de los árboles tras la lluvia o a lo que le supo un pedazo de gaviota a Luis Alejandro Velázquez.
Yo misma, yo, los he besado intacta y su transparencia blanca plácida se ha volcado en mis labios, a mí me han derramado verdades como hadas, yo misma, yo, intenté tocarlos, traté de hablarles con lo que quedaba de mi boca.
Y mudando, ellos, los ángeles, sus cuerpos diminutos, pegándome en mi espalda sus alas, preguntaron: ¿Yo misma quien es?
Solo así supe lo supe: los ángeles existen.
(Poema de «Habitantes de un paraíso minúsculo», II Premio de Poesía La Equilibrista)
Huida hacia adentro
Bajar hasta uno mismo y ensuciarse de materia, de mundo… Vicente Gallego
Vengo huyendo de estos hilos rojos, seda cubierta de intestinos, pelos, cicatrices y nervios, me lanzo intrépida hacia el interior mismo y encuentro, más allá de todo esto que debía ser tanto y es tan poco, esto que no somos.
Parece que lo dejé todo donde lo dejaste hace años, lo escondí tan al fondo de nosotros que no puedo encontrarlo.
(Poema de «Habitantes de un paraíso minúsculo», II Premio de Poesía La Equilibrista)
Cuando ya no esté aquí
Se murió diez centímetros tan solo: una pequeña muerte que afectaba a tres muelas careadas y a una uña del pie llamado izquierdo… Ángel González
Mis uñas seguirán creciendo, cuando no esté aquí y siga estando de alguna manera, dejaré de morderme las uñas, mi sangre seguirá corriendo disecada, las plaquetas funcionando, mis pulmones quejumbrarán todo lo que no respiro, y de nadas bombeará el corazón con soplo incontingente estos latidos extraños, mis articulaciones engranarán las poleas graznidas zurrirán inflamados los tendones de la espalda intermedia, crepitarán mis manos pequeñas intentando asir el tiempo tan naranja, hecho de alambres de paraguas rotos los días que no llueva.
Cuando ya no esté y siga estando de esta manera tan tibia y seca, empezaré a decrecer, menguarán las bárbaras tripas de mi estómago encogido, hogar que acogerá entre colonias los parásitos benévolos comiéndose mis uñas.
Pero ahora estoy aquí y me estoy mordiendo las uñas.
(Poema de «Habitantes de un paraíso minúsculo», II Premio de Poesía La Equilibrista)
Remei González Manzanero (Barcelona, 1990). Es poeta y profesora y realiza estudios de doctorado. Autora de La verdad que no vemos (XVI Premio Águila de Poesía, de Aguilar de Campoo 2020), de Habitantes de un paraíso minúsculo (II Premio de Poesía La Equilibrista 2020, publ. 2022) y los cuadernos de La confesión de la carne: Desdenes del vacío (2017) y de El mundo de las almohadas (2017). El resto de su obra se encuentra diseminada en varias antologías y revistas y su próximo poemario, inédito por el momento, ha sido finalista en varios certámenes internacionales. Recientemente, le ha sido otorgado el accésit en la última edición del Certamen Calamonte Joven por el poema «Besos».
Me he mecido como los bejucos perezosos que, en lugar de trepar, se dejan caer con la languidez de la muerte. He extraviado identidad y nombre, he sido una sombra transparente: todo aquello a lo que pertenecía se ha borrado.
Desaparecer, de eso se trata, conservar solo la esencia, despojarse hasta chocar con un corazón abierto, expuesto y palpitante. Que las moscas se posen sobre mis restos, que los zanates celebren un banquete en mi honor. Ser entregada al fuego del sol, al embate de la ola, burlando así a la predestinación, a las arrugas, al polvo de los museos.
No caminar nunca más, perder mis piernas. Que los charancacos altivos repten por mi pecho, se detengan a olisquear y continúen su camino, como si mi cuello fuese uno más de esos troncos atrapados con delicia por los muslos de la tierra.
Que mi sangre se torne del añil del mar y mis ojos del verde de Yojoa. Desprenderme de las últimas cruces, de las últimas sogas. No necesitar ya más de la respiración ni del oxígeno. Que mis cabellos devengan plantas acuáticas y, llegada la hora, en un amanecer radiante, desaprendan la capacidad de flotar:
con suma lentitud me irán hundiendo ―hacia abajo, hacia abajo― hacia ese fondo donde no se distingue el agua del limo, donde ni siquiera la luz podrá venir a rescatarme en el límite del tiempo, en el extremo olvido.
Lago de Yojoa, julio de 2022 Poema inédito
QUIERO MORIR ENTRE LAS FLORES
Quiero morir entre las flores y no ahogada o con una espina de pez atravesando mi garganta. Los pétalos que cubran como sudorosas hormigas mis ojos, ceder así sin ver el testigo de mi duelo a las estatuas.
Y ser vencida por la imperdonable tierra, por sus huestes herradas de sol, para que mi cuerpo estirado por el uso deje de preguntarse qué es esa cosa de que las rocas te devoren o de ser pasto de la hierba.
De El telar de Penélope, Calambur, Madrid, 2008
EL DORADO
Un pájaro cuyo nombre desconozco emite un gorgojeo y después, como azuzado por un recuerdo urgente, sale volando de la rama.
Por encima de las picas de los soldados, escucho el tráfago del viento entre las lianas. La punta de mi arcabuz oscila levemente con el oleaje. Si tan solo un disparo pudiese romper este silencio, marcar el camino certero por las bifurcaciones salvajes del Amazonas. Pero no, mi pregunta hiere:
cuántos quedaremos con vida, cuántos, de los trescientos que salimos de la ciudad de Lima, regresaremos del viaje incauto,
tantos han ungido ya con su sangre las riberas de este río caníbal. Tan solo obstáculos para su liquidez invicta que no conoce piedad, dos bergantines y un fluctuar de balsas, trémulas miradas sobre la superficie.
Vosotras, columnas de follaje, hojas de esmeralda en ruinas, vosotras, que inclináis en una hondísima quietud vuestras ramas bajo los cielos desprendidos que no alcanzamos a divisar, vosotras, torres caídas que se lamentan, astros vegetales que dibujáis quimeras en el aire, vosotras, pobres plantas, hijas de otras constelaciones, atadas a esta tierra pestilente, demasiado húmeda, maldita, nos atraéis hacia el horror, vuestros brazos abiertos nos invitan a compartir un espantoso destino. Cuando alcanzamos la orilla y vamos apartando las flores de bruñidos estambres, exhaláis, como única venganza, un dulce perfume.
Pesadas gotas se hinchan hasta desfallecer por los picos de las hojas. El día oscurece, se desprende de su envoltura doliente, cada atardecer como un manto insonoriza la vida para dejar a su paso un leve susurro, ansioso, anegando el cauce trenzado del río, y la luz del último sol refleja las aguas moribundas, filtra una niebla de mosquitos, se torna menos radiante, nos recuerda que
el hogar de los hombres nunca estará a los pies de este suelo, en esta estación indiferente que es eterna y nunca se sacia.
Cuando se hace de noche, fingimos dormir abrazando nuestros cascos pero empuñamos insomnes las ballestas. Creemos alejar así las pesadillas que se inmiscuyen en nuestras bocas como peces calientes. Pero ninguno saldrá ileso. Enloquecidos, perseguimos un mapa de oro que no existe, estamos remontando esta inmensidad sin objeto, este arañazo putrefacto de desierto, y, sin embargo, naufragamos más cerca del vacío.
De Cartografía humana, poemario inédito
MARGARITA LEOZ (Pamplona, España, 1980) Licenciada en Filología Francesa por la Universidad de Salamanca y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona. Autora del libro de poesía El telar de Penélope (Calambur, 2008), de los libros de relatos Segunda residencia (Tropo Editores, 2011) y Flores fuera de estación (Seix Barral, 2019) y de la novela Punta Albatros (Seix Barral, 2022). Sus artículos y sus críticas literarias han aparecido en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Revista 5W, Litoral. En 2021 fue seleccionada para el proyecto «10 de 30» de la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo), que elige a los diez mejores escritores españoles menores de cuarenta años para promover su obra en el extranjero.
Asustamos a vecinos escandalizamos a señoras de misal y rosario
Siempre de negro diluidas entre sombras y desapareciendo en los espejos
Tomábamos cognac en tardes clandestinas mientras el jazz nos cubría para escurrirse luego por los poros
Disfrutábamos la hierba ocasionalmente sin compulsiones cuando queríamos abrir los ventanales del cielo y mirar trasnochadamente lo que hubiese
Nacimos despidiendo guerras vivimos Vietnam un acto obsceno y en la piel el dolor de Hiroshima y Nagasaki
Nos desvelamos con Sartre mas fue Simone quien hilvanó nuestra protesta
Consideramos a los Beatles un tanto pueriles era Piaff quien nos alimentaba Trenzamos flores guirnaldas pero fuimos suspicaces con las exportaciones del Norte
Nunca pensamos que seríamos reinas
Sí quisimos con el Che ser compañeras
Compartimos cuerpo y alma sin pedir nada a cambio
La vida ha sido nuestro manifiesto
Encendimos lámparas para apagar la angustia de estar vivas
Vivimos tan pero tan intensamente que ningún dolor nos fue ni nos podrá ser jamás ajeno
Fuimos las chicas malas
Olíamos a incienso A pachulí otras veces a menta fresca
Pero el olor que nos acompañó fue el de la melancolía
Fuimos las chicas malas y aunque no lo confiese abiertamente por el qué dirán los hijos los amigos sensatos el perro los parientes seguimos y seguiremos siendo chicas malas
Mi voz
Te presto mi voz hermana
Te presto la escasa lucidez de este siglo vestido de torturas
Te presto mareas por si se te ocurre deshacer las rocas
Te presto lo visceral del grito de algunos animales los olvidados ya en el destierro ya en su último recodo
Te presto también mi voz para que hablés por ejemplo de los espejos donde no se refleja tu impotencia Para que denunciés la presencia invisible de tus sueños Para que nombrés el pan ausente que frecuenta tu mesa
Te presto mi voz para que hablés en nombre de los niños borrados y mencionés si te parece su desesperada esperanza
Te presto mi voz para que denunciés la fría bayoneta de la muerte invitada imprescindible de las guerras Te presto lo que tengo y lo que no tengo
Lo que soy y lo que quisiera ser Lo que el tiempo ha dejado de lo humano
lo que los dioses han perdido en el camino
Te presto este poema Del libro Chicas malas (URUK Editores, 2009)
Dónde (poemas de la pandemia)
Me quedo en pausa No sé si la acción ya fue o espera en el futuro
No sé si la desmemoria es un momento entre los tantos donde se hilvana el tiempo
O es el tiempo
todo el tiempo el antes el ahora el después cabalgando sobre el inescrutable sueño de mi espalda
No sé si ya me moví o aún no dibujo en el aire mi silueta camino y los pasos se deslíen conducen a un destino clausurado
Abro un libro y la página fue la historia se cierra circular cada hoja agita su soledad perfecta hermética termina abandonándome
Reparo entonces que el hilo de la vida se enreda y se mezcla y se destiñe en el cajón de las cosas olvidadas
De besos (a propósito del poema de Lorca Balada Interior)
Vivo repleta de primeros de segundos de terceros besos los dulces los amargos los que fueron los imaginados los deseados los torpes los sabios los remisos
Cada uno replicante en la quebrada honda del recuerdo sumatoria para al final en la extensión del beso delinear la perfección de un beso el que amaneció después de los insomnios en el lado oscuro de la noche
Poema inédito.
Caribe (una vez más el mar con olor a Caribe)
Ese clamor de mar vivido como único destino donde los deseos se diluyen en partículas saladas recordatorio de lágrima presencia rumorosa de la vida allí y solo allí no caben responsos heridas tristeza itinerante
Vedado el dolor por la fuerza que desata y revierte hacia el cielo en un juego incesante vaivén de la esperanza fuego que aniquila Y la sal Siempre la sal dibujando senderos para abofetear fronteras soliviantar las ansias liberarte desatarte desnudarte exponerte de par en par con tus ventanales abiertos más su luz que los cerrojos
Y contienes al mar el mar te arrastra te signa con vendavales para ir haciendo ruta una con anegados santuarios
Esa llave para abrir horizontes te la confiere el mar el timón de mando es tuyo te lo regala el mar cabalgas tormentas navegas huracanes
tejes ciudades enredadas en el laberinto de sus arrecifes Inventas ciudades dormidas en sus costas calles cuyo destino es arena litorales para las más altas ceremonias
Te dedicas a anubarrar tu grito expresar así esa ansia de caminos ese levante de corazón abierto ese alarido preñado ese regreso a los orígenes
El temblor visceral que te acomete con la sola dimensión de su presencia
Del poemario Dónde estás Puerto Limón (UNED 2011)
En la ciudad del desierto
En la ciudad del desierto trocamos los pájaros
Ahora el cielo entintece su desnuda claridad con los misiles
Ya no hay alas bordeando el horizonte
En la ciudad del desierto anulamos los pájaros
Solo un resplandor de plata que encandila solo el pulcro estallido de las bombas usurpa el espacio de los pájaros
En la ciudad del desierto con la misma golosa dedicación sacrificamos pájaros asesinamos niños y mujeres
Y nos desinfectamos las manos
Llueven pájaros
Llueven pájaros Azotan las ventanas
Pájaros que son ángeles agobiados
Llueven pájaros los tejados repiquetean mientras los pájaros golpean contra el claro de luna
llueven ángeles que son pájaros para hablarnos desde el grito infernal de su caída
llueven pájaros saetas flechas malheridas llueven pájaros habitantes desmesurados de las nubes
Estos pájaros que suelen ser ángeles lloran este planeta que arderá quemado por nuestro propio desatino
Estos ángeles que suelen ser pájaros se llenan la garganta con arena mientras escupen fuego
Sus palabras son entonces pedernales que nos golpean desde la arremolinada soledad de la ceguera
Del poemario Llueven pájaros (Editorial UCR, 2015).
New York
Las mariposas se incrustan en el alto estallido del cemento Juro que caminé tus avenidas con la soledad a cuestas en ese universo de piernas extranjeras venidas de rincones extraviados
Traté de asir una mano cualquiera pero solo la materia fría la argamasa el acero Las palomas bravías no encuentran donde depositar sus nidos y un viento de prisas y de ahogos recorre tus calles ateridas
Sé que hay un mundo escondido en el asfalto vibra como el corazón de un pájaro carpintero trato de rescatarlo de la muerte pero mis manos terminan en muñones
Te prometo que seguiré hurgando en tus resquicios hasta encontrar el másti donde ondeará el desvelo y la noche entonces se cubrirá con mareas y en mi insomnio te seguiré nombrando hasta que al fin seas mía
Arabella Salaverry. Escritora y actriz costarricense. Premio Nacional de Cultura Magón, Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría rama cuento (2016) rama poesía (2019).Una infancia en el Caribe define su presencia literaria. Se forma en varios países latinoamericanos, en donde estudia Artes Dramáticas, Filología y Teatro. Nueve poemarios publicados en Costa Rica y España, tres libros de cuentos, Impúdicas, Infidelicias e Íntimas y las novelas El sitio de Ariadna y Rastro de sal. En poesía ha publicado: Búscame en la palabra, Llueven Pájaros, Violenta piel, Chicas Malas, Continuidad del aire, Erótica, Dónde estás Puerto Limón, Breviario del deseo esquivo, Arborescencias configuran a la fecha su obra literaria, así como la edición de Mujeres poetas de Costa Rica, Antología Bilingüe 1980-2020, un hito en la historia literaria del país. Traducida al inglés, al turco, polaco, catalán, italiano al húngaro al francés y al bengalí. Recién edita la primera antología bilingüe de poesía de mujeres que se publica en el país, la cual recoge las voces de cincuenta poetas. Se forma en varios países latinoamericanos, en donde estudia Artes Dramáticas y Filología. (México, Venezuela, Guatemala y Costa Rica). Su voz presente en antologías, periódicos, revistas y blogs literarios en Costa Rica, México, Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia, Italia, España, Polonia e India; y en diversos escenarios en recitales personales. Traducida al inglés, francés, polaco, catalán, portugués, italiano, húngaro y bengalí. Ejerció la Presidencia y la Vicepresidencia de ACE (Asociación Costarricense de Escritoras) 2004-2008, 2008-2010; y prosigue su labor de promoción cultural desde la dirección del Grupo EL DUENDE. Jurado en concursos de poesía y narrativa y acreedora de múltiples reconocimientos por su labor. Actriz protagónica y de reparto en más de cincuenta montajes y veinte películas. Trabaja en producción, dirección y actuación para teatro, radio, cine y televisión; imparte talleres de comunicación e imagen y escritura creativa.
Escribo interna forma que transcribe la pura soledad del cántico: el cardo y la paloma girando en el magma inicial de la raíz y el fruto contenidos en la imagen del sueño que al solo palparlo deviene realidad inmediata fecha: águila llameante que imagina su propio vuelo.
II
Escribo interna forma bamboleante palabra inflamada sílaba hacia el mortero loco del espacio más allá del relámpago y más cerca del confín en donde los ojos crean eclipses y formas lúcidas para interpretar el cielo en la aureola austera del sol cayendo sobre el vaso lustral de la memoria.
III
Escribo con la sangre algún deseo inmediato: algo que después es estribillo cantado por los otros palabra deslenguada hirviendo sobre el labio para decirse su propio lenguaje circular y su estallido.
IV
Escribo enigmas que conciben la pupila como un ojo abierto y fijo perdido ante su propio rumbo voluntad de palabra más allá de su significado Signo puro de un coro que murmura entre la bruma lo que nos fuera otorgado sin pedirlo.
V
Escribo bamboleante ritmo crujiendo entre las venas la voz de mi enemigo: anillo sobre el cual descansan todas las plagas de la tierra y las bendiciones obtusas necesarias migas para complacer designios que objetamos al abrir y cerrar todas las puertas dibujadas al frente.
VI
Escribo en libertad de ser solo una voz plural desperdigada en un grano de luto sobre el mundo. Escribo en cárcel de palabras rasgo la hoja en dos y descuajo los ternísimos insectos del lenguaje asidos al imán de los vocablos: huyen entonces hacia: mariposas brillando como lunas.
VII
Escribo lentos goces temblando sobre la piel ajena mascullo lenguajes que ignoramos bebo en mis propias manos del agua que mana de las venas absortas en su plena piedad de llama súbita creciendo volcando construyendo plenas en su poder de remontarse hasta el agua lustral que arde en vientre para cubrirnos de sueños mientras un áspero coro gime entre las sienes su lenguaje de estrellas y de abismos.
2010
Del Libro de los esplendores (2019).
A QUIEN BUSCARE EL CORAZÓN DE LOS LUGARES
Aunque encubras estas cosas en tu corazón, yo sé que de todas te has acordado. Job 10-13
A Jack Gerardi
I
Donde nadie sabiendo quiénes somos nos reconoce. Donde proviniendo de lejanos días alguien extiende su mano y establece el puente, crea las horas y desata a las memorias con el rencor de los perros.
Donde la música, proviniendo de ella misma, hace de nuestro rostro una ceremonia suspensa.
II
Abres tu cuerpo. Tú mismo, llave para todos los sentidos y las hierbas que sobre tu piel se extienden.
Abres los nombres porque para nombrarte el mundo carece de sílabas y las palabras son pretextos para saberte vivo.
Yo te contemplo. Vivo para tu propio tacto y apenas existente para que mi cuerpo pueda justificar su aliento.
III
Apenas amparado a una piel que corresponde a un cuerpo he perdido la voz, la claridad. La noche se hace forma en sí misma y se despliega con vastedad de manos. Se hace polvo a la llegada de todas las palabras y sobrevive por algún milagro posible y acontece en el linaje enemigo que sustenta su base.
IV
¿Cómo ser de la noche y no perder la cualidad de iluminar y desbandar sobre los cuerpos follajes pequeños, espigas como rencores y pródigos insectos?
V
No decir tu cuerpo. Hablar de la ciudad y de los árboles y de las gentes que en este momento te recorren. Tu mismo mundo, ríos, vegetaciones, manos y ojos de todos creando alguna ciudad de puentes verdosos y jardines a los cuales les ha de ser concedida alguna pareja de amantes, una fuente y tres insectos.
VI
Sobreviven las cosas por la posibilidad de los lenguajes. El polvo es apenas un discurso fragmentado y el aire transcurre por todas las ciudades, como posibilidad para escindir la soledad de alguno.
Todo se satura de purulencia de palabras, se nutre de sílabas y estalla oscuramente, blasfemando, apostrofando. Desbandándose de su centro inicial.
VII
Boca de la noche: tacto de los días. Polvo de todos los instantes gastados cubriendo párpados y pestañas.
Suturas sobre todos los labios. Goce en desbandada, música ciega girando sobre su propio engranaje.
Todo en rigor se tiende en máscara. Dando forma a otra forma algo se cumple y el barniz que se adelgaza es el reflejo del nacimiento de una estrella, para la contención evidente de algún sueño.
VIII
Todo se extiende en cuerpo. Se vuelca sobre muslos y resucita bañado de mundo. Bajo el acto se ocultan los objetos, el agua, las inventadas aves de los sueños y los emblemas de alguna posible crucifixión.
IX
Como si fuera un ciego o piedra o escondido silencio. Tal el vuelo quebrado de alguna semilla con alas, dispuesta a fecundar la tierra o a devolverse a sí misma para cumplirse, me extiendo sobre todos los cuerpos y todos los tactos. Crezco. Sueño en la memoria y me doy a todos los días por la señal de tu cuerpo.
X
Tú solo eres mi patria. A ti te conozco desde la infancia y transcurro por tus brazos y me hundo en tu vientre buscando algún fragmento de mi propio nacimiento. Tú solo me contienes. Me llevas desde siempre en la memoria de un trozo de palabra y te expandes sobre el aire para recorrerme. Tú me das lo esencial. La palabra para hacer el silencio un recuerdo antiguo y de mis párpados algo semejante a la nostalgia.
XI
En el cuerpo somos solo los inventados.
Las pálidas creaciones de nuestras manos que, como espejos, reproducen innumerables fragmentos de nuestro rostro.
A las palabras como al cuerpo. Con toda la libertad de los sentidos. Con la nostalgia de los ancianos y con la piel de los niños.
XII
Brusca, repentina comprensión de las dos manos. Rumor y deslumbramiento del tacto. Constelación de círculos pequeños, presentidos, perdidos sobre las palabras. Hechos silencio. Los tactos se reconocen y se guardan, para siempre, en el escondido silencio de su sangre.
XIII
Todo en sí cumple su deleite. Los amantes apenas saben de la intimidad de la llama y conciben su amor como una semilla desnuda y falta de sol y apenas constelación de labios diminutos que la fuerzan a estallar dentro del suelo.
Porque la carne es el imán y la llama es escombro de alguna luz desbocada.
XIV
Cuando para buscar alianzas de palabras descubro tu boca, encuentro la agonía de todos los lenguajes.
Cuando para expresarme me aproximo a tu cuerpo, convoco, de súbito, a todas las inocencias gastadas ya a los envejecidos vocablos, preñados de polvo y olvidados de su posibilidad de puentes.
XV
A pesar de tus poros y tus brazos y tus muslos desnudos ya que te ovillas en perpetua posición para encontrarte, yo te hallo en los libros y en los poemas y en las calles y en los llantos que resbalan por los muros de las casas.
Yo sé que existen sobre todos y hasta en la clara membrana del aire te repites. Oscuro y asfixiado sobre los cuerpos muertos, celebro algún oficio antiguo, nocturno y propicio de tu desnudez ausente.
XVI
Me preparo. Huyo dentro de mí. Me despeño en las palabras y llamo a guerra al cuerpo, al tacto, al sexo y hasta enfrento al labio el otro aliento.
Cerco al miedo y burlo la locura porque ante el temor de ser la llama soy un agua.
XVII
Como un lápiz que solo escribe poemas o una hoja en blanco, solitaria, el cuero no puede vivir sin las dos manos. Ellas crecieron con el cuerpo y aman la finísima extensión del propio tacto y enamoradas de sí mismas sobreviven gracias a su propio calor.
Por tus manos sé que el mundo existe y que las gentes crecen y que la historia transcurre sobre la pasividad de los objetos.
Tus manos son el testimonio de la muerte y el borde de alguna memoria antigua que repite su oficio por mi cuerpo.
XVIII
Me desplazo en los sonidos. Vestigios tuyos disecados. Sacramentos podridos en su propia santidad. El día alza la hostia de tu cuerpo. Las cigarras y el aire devoran los ojos de las estatuas. Pasa la lluvia y la ciudad se abre. Nace para mis pasos y los tuyos. En el lenguaje muere: tal la agonía en la garganta rota de algún niño. Solo un lenguaje poblado de naranjas, un agua exhausta, carcomida y viva en su propia contención. Súbitamente mi cuerpo es música y anudado a tus manos resucito, como si alguien, desvestido de nombres, llenare de signos algún cuarto.
XIX
De lo que en Concilio dijeron los Obispos, los Párrocos, los Diáconos, los Arzobispos y los Cardenales y por último el Romano Pontífice, sobre el cuerpo y su función en la tierra, únicamente estoy de acuerdo en aquello que decía que el cuerpo es semejante al surco y que el amante es la semilla.
De los temores, los exorcismos, los pecados y las excomuniones me río, cuando desnudo, el cuerpo es la formación más hermosa de que Dios existe.
XX
¿Con qué lenguaje soñarte, palparte, saberte? ¿Con el de las palabras o con el de los signos?
Quizá con el del silencio.
Bogotá, octubre, 1969.
RELACIÓN DE LA TRISTÍSIMA DESTRUCCIÓN DE INDIAS (1535-1968)
LLAVE DE FUNDACIÓN
Yo tomaban cuanto a su alcance veían: collares, pectorales, frutas, mancebos y mujeres, porque diezmados por el hambre o el horror ellos se dejaban tomar. Agobiados por el peso del botín algunos invasores se ahogaron al cruzar los ríos y en el fondo de los canales, entre escombros, los niños jugaban con los cuerpos y los huesos de los que fueron sus verdugos. Sesenta y cinco días duró el sitio. Durante todo ese tiempo aprendimos a beber la sangre de nuestros hijos para lograr subsistir y cuando la ciudad al fin se rindió, abrimos todas las puertas y, tendidos, la boca contra el suelo, pedimos la pueste para nuestros cuerpos. Y luego fue la dispersión. El rumor de aguas llenando los oídos Y los pájaros mordisqueando los ojos y los días cayendo como flecas en los caminos. Y no teníamos comida o escudos o armas y la ciudad empezó a podrirse tal una fruta y los gusanos nacieron de nuestras bocas, senos y cabellos. Doquier fue soledad y lluvia y sangre y luego el calicanto cercando edificios, rincones, templos, hasta volvernos todos a la vida, como nacidos de un sueño ligero en el deslumbramiento del día.
COMBATES HUBO
Combates hubo entre las sierras. Ojos desparramados entre el verde secreto de los árboles y en la oscura galaxia de las manos. Armas surgieron. Roncos batallones de palabras vivas y fusilamientos detrás de muros y paredes. Muertes también se registraron en los códices y se pusieron las listas de combatientes a la salida de las escuelas para que los niños reconocieran el rostro de sus padres. Entre secretas rondas y dispuestos silencios arrancaron las uñas de algunas compañeras y los dueños de las tierras extendieron los cercados y algunas gentes compraron televisores a colores para ver más nítidamente a la muerte. Combates hubo en la ciudad. El agua fue cortada y los niños estudiaron a la luz de las velas y el sol no aparecía y la noche estaba fija sobre todo, desvelada de estrellas, ropajes y nombres. Combate hubo y hubo, en la ciudad y en la sierra, hasta que palabra a palabra llegó el aire de nuevo. Combates hubo, amigo, hasta sobre la piel del jade.
PALABRAS PARA UN PRÍNCIPE
Mira que no te acuerdes de cosa carnal alguna. Que tu cuerpo un árbol sea y que en tu alma viva el aire y se establezcan los pájaros. Que te reconozcas en el pensamiento y en el ánimo humilde y no respondas palabra dura o golpees con tu bastón a los ancianos. Allégate a los sabios, a los poetas y a los niños.
FIESTAS
Para los primeros días mataban muchos niños. Para las calendas cada cuerpo era la historia de una lejana sucesión de rostros y en el momento de la muerte se cumplía algún solsticio. No los crucificaban, ni los colgaban entre los ladrones, sino que los extendían sobre la piedra dura y luego comían los corazones. Por la tarde repartían los muslos y los brazos y los sexos entre el pueblo. De noche, los muros hedían y la costra oscura de la sangre atraía moscas y perros y sonaban los gritos y sobre todos los rostros estallaba la fiesta amarilla de la luna.
SORDO REPOSO
El pecho le brillaba untado de aceites y bálsamos. Caminaba seguido de ocho pajes y en las últimas noches retozaba con cuatro doncellas. Era alto y melancólico como si se supiera embalsamado en sus propias palabras. Durante trescientos sesenta y cuatro días vagó por las calles cegado por su propia belleza y no fornicaba en la contemplación de sus manos. El día del sacrificio subió las escaleras con dignidad y en la muerte tuvo el oficio que da la guerra continua con la vida. Del sabor de su corazón dice este poema y la suave memoria de su desnudo cuerpo fue obstinación de pensamiento por largos días en algunas muchachas y muchachos.
QUE SON PUERTAS
Charcos de sangre y de palabras. Palabras muertas y palabras vivas nos alcanzan, nos pisan los talones, nos escupen sus gritos y disputan entre sí. Los ojos de todas las palabras. Sueltos sobre la mesa. Luchando por mirarnos, por romper el silencio y ser testigos de alguna devastación obstinada. El agua del canal hierve en palabras. Sobre sí mismas se arrojan. Se devoran como perros y entre babas, aullando, de destrozan en el suelo. Pero no temas. Las palabras guardan sus armas en los dinteles. Se dispersan como ordenadas huestes de soldados vencidos y se pierden, menudas y sonámbulas, por entre puertas abiertas.
¿1535? : 1968
Nos dejaron caer bombas de napalm, nos envenenaron las aguas, sembraron los campos de minas y nos pusieron trampas en los jardines.
Los códices se estuvieron silenciosos y los periodistas reseñaron que no teníamos miseria, ni explosión demográfica, y que la tierra era compartida en común y no teníamos gases lacrimógenos o celdas especiales de tortura.
No hubo diarios que informaran de nuestro llanto ni teletipos que transmitieran nuestros gritos.
Ningún compañero empapeló con proclamas el vacío de los muros ni desde los balcones los francotiradores hicieron blanco en los yelmos. Ellos siguieron tomando nuestras tierras y vendiendo a nuestros niños y el silencio fue el único camino para nuestros pasos.
No hubo tableteo de ametralladoras o golpes con bastones eléctricos, y bebieron mezcla en vez de Coca Cola y masticaron peyote en lugar de chiclets y celebraron gozosos la caída de la ciudad y la pudrición de sus habitantes.
PEQUEÑA HISTORIA
Toda la noche escuchó la voz de su hermano entre las piedras y canales. Toda la noche batalló con las palabras hasta hartarse de horror con el sonido de su propio nombre. Tres veces cerró la puerta de piedra de su recámara y otras tantas el viento la empujó y lo encontró desnudo y ebrio entre las mantas. Al amanecer hizo encender los braceros y quiso que el incienso lo llenara todo, hasta que los niños se ahogaran. Por la tarde se lavó, fornicó e hizo fiesta Por la muerte de su hermano Y de su amigo Tzicquatzin y los dos mil ochocientos guerreros que iban a sitiarle.
BATALLA FLORIDA
Donde el agua sin armas de los dedos expande nombres y arcabuces. Donde lo apenas vivido es contemplado en su áspera destrucción por atrapar los pasos y penosas palabras se levantan y son puentes. Donde las flores se están quietas. Donde lo limpio ofende y la historia es solo un nombre encarnado en el instante próximo que se estalla en sonajas, códices y pasos. Y a pesar de los crímenes, los sacrificios y las guerras, una piedra y otra piedra se levantan para construir el rostro de todos.
ÚLTIMO ESTAR
Volcado sobre sí mismo como un río, pasa los días girando, leyendo textos y evitando la cercanía de la carne. Modera su enojo. Corta puentes y establece trampas en los ventanales y esconde las armas y desesperado mira las estrellas. Incendios hubo adentro de su sangre y murió de una pedrada, como un perro. De tantos signos adversos, de tanta traición y tanta mierda, ahíto de astrólogos y sueños, con la cabeza colgada, vacío de su propia sangre, su cuerpo estuvo muchos días con sus noches tendido en los mercados, y el agua temblaba en todos los canales y el miedo picoteaba los ojos y los labios de las gentes.
SUEÑO CUMPLIDO
Los soldados apartan la neblina con sus ametralladoras y cumplen en las calles su oficio de insectos. Lavan raíces. Limpian muros y raspan a las piedras con sus cepillos de acero. En la ciudad: México, Bogotá, Caracas, los niños salen a la calle de nuevo y tienen miedo de recibir el sol en sus ojos y los perros lamen la sangre de los estudiantes. Jack y yo caminamos entre huesos y purulencias y destrucción de días ceremoniosos y carcomidos como si fuera 1535, pero en 1968 resulta inútil hablar de antiguas fiestas o navíos cuando nos queda entre las manos solo un lenguaje de rifles y gritos.
Tlatelolco, Bogotá, San Francisco, Praga. 1968-1970.
FANFARRIA PARA UNA AMIGA TRISTE
Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato, y un be- llo dibujo con tiza, preferente- mente de colores.
JULIO CORTÁZAR, Rayuela
Para Zulay Soto
1
Página a descifrar o rito mudo de su centro impreciso la noche desborda. Saquea los armarios, abre libros y desparrama flores viejas y postales y sin timón se cuela en los rincones y en ese rito mudo llueve sombras para cubrir de olvido las palabras.
2
Memoria o desmemoria: a menudo tu tacto
Rendidos a la noche somos suyos. Abrimos ojos interiores. Puertas viejas que conducen a corredores ante los cuales lo innombrado brota y es creado un lenguaje deslumbrante para guardar en él las manos absortas en su propia tibieza. Conozco de la noche solamente lo que ella entrecortada engendra. Sus bordes, su atmósfera, su acento lleno de serenas mentiras y el poder de sostener las hojas en el árbol y sustentar eternamente los besos del amante. Conozco que la noche es el olvido de la lluvia o la imagen de un mundo infinito y sin salidas, engendrado en la matriz de todos los objetos. Sé de la noche por sus párpados gastados y la muda forma del agua y sellada belleza a cuyo peso me rindo.
3
Palabras, mutaciones, signos
Llegó la noche por mi infancia antigua y el silencio y brevedad de todos sus minutos. Quizá también me acerco a ella al escuchar la voz menguada de los ríos o los silencios desnudos bajo cielo. Junto al despliegue de la noche el mundo crece. En la farmacia algunos muchachos beben Cola-Cola y fuman mariguana, hablan a gritos y hacen silencio repentino al pasar una muchacha. Esto es el mundo. El aire que se enreda en los cabellos de alguna mujer empuja un poco de la historia y un insecto muerto es un anuncio pequeño que advierte y participa en el secreto ritual de todos nuestros actos.
4
De ti mismo olvidado, él me vigila
Y uno despierta y se levanta incapaz de reposo y se desploma. Obstruye la palabra y extiende óxidos para cubrir a todos los recuerdos. Sé que estoy vivo y sin embargo mi rostro ha perdido sus facciones y se ha gastado en movimientos para celebrar a todos los recuerdos. Poblar un parque vacío con la palabra y darle hojas al árbol y límite a la fuente y crear con sílabas el tejado y a la puerta. Y la voz perseguida de ese todo que somos y que dialoga en diáspora continua. Canción es la mirada en suyo fondo y se escucha un eco sembrado de sonidos: madriguera en la que vamos a encontrarnos, cara a cara, huraños y sin rostros.
5
Pequeña agonía de mi padre
Mi padre amasaba las sombras y creaba sílabas y rostros que transmitía confiado y yo soy su hijo con mi disfraz de sombras y obsesionado de palabras. Fuer artista, relojero, oficinista y a veces marinero y cuando recorrió joven el mundo tocando la guitarra y bailando el swing y el charleston. Era alegre pero suspiraba triste por los tejos, la nieve /y las colinas de West Virginia o Massachusetts. Hace años vivía secuestrado por sí mismo. Escribiendo textos que olvidaron las sombras y asistido por la mirada de mi madre. Para escribir sobre él es necesario el sueño. El sueño descarnado que verifica que un cuerpo es siempre el trozo de algún árbol y el plomo sobre el molde no puede desterrar la angustia o dispersar el miedo. Hablo del sueño sembrador de fechas. El que pasa su mano sobre el tiempo y el terror del ajusticiado al contemplar los restos de su cuerpo. Nunca más solos frente al sueño. Abrid todas las puertas y ventanas. Dejad que la luz y los mendigos forcejeen ante el umbral y dejadlos entrar al festín del sueño que transcurre y esparce su libertad sobre los cuerpos. Caminaba mi padre siempre como por sí mismo, buscando la razón de sus manos y sus ojos y las huellas de nuestros viejos abuelos que vendían delicatesen en Manhataan. Y escribía nombres extraños en el Libro de Zohar y criaba las plantas y cortaba las rosas y copiaba mis poemas en su oficina. De memoria en memoria, húmedo de recuerdos se enfermó de pronto y escuchando música a oscuras creía ver el perfil de algún amigo donde solo eran sombras y nunca aceptó completamente la muerte del Che o que en Vietnam del Norte los niños sigan yendo a la escuela bajo el suelo. Se murió de círculo en círculo. Irrecuperable para sí mismo en la orfandad de nuestras miradas y desde el principio en la música y desde siempre en la tierra. Y unos niños cantaron el salmo catorce y un pequeño fragmento de la Misa Criolla. Tal es su historia. Como toda biografía: un parpadeo, un pequeño acaso de algo entrevisto por diminutas rendijas. Un rostro sin escape, un cuerpo para siempre debajo del aire, único en la tierra en un monólogo mudo y una pequeña placa:
Our beloved father 1903 1968
6
De lo que de ella conozco
Ante el lugar señalado abro la puerta y el corazón y las dos manos. Riego mi voz y soy recompensado al recibir las voces del mundo. Crezco sobre mis ojos y soy arrastrado a celebrar el silencio prolongado en la piel de dos amantes ayuntados. Con insistencia castigo a las palabras. Conjugo un verbo y creo del corazón de cada sílaba la oscuridad sonora. Sé que me agobia la noche. Pero canto lo que de ella conozco y satisfago una deuda con su bondad de panecillo rancio.
7
La total estación
Que del verano nazca, crezca y ramifique la total estación. La siempre viajera buscando un cuerpo o una orilla, reúne fragmentos para hacerse o completarse en la noche. La música profunda escuchada hacia dentro que crea sonidos que solo en silencio repercuten. La estación que es río, que es mujer y madre de mí mismo y sin embargo procede de mi carne. Solo el aire la puede contener con su desordenada luz rondando por los cuerpos y escondida al final por entre vellos y linfas. Mirándola mudante en un espejo, sus dos senos firmes y nocturnos la separan de la traición del tiempo. Duerme sobre sí misma. Envuelve al mundo. Lo recrea y lo libra de la prisión del aire. Que del verano nace y es invierno y otoño y a veces primavera con su verdor pequeño y su musgo transitorio.
8
Oboe sostenido para mis amigos lejanos
Acogido en tu piel y desplegado me llego hasta tus ojos, ahuecando mis manos para contener las voces y al invierno y a las melodías que se escapan de los bares y retroceden en duro combate con el viento hasta su lugar de origen. Alguien a quien he olvidado me dijo que hay un día dispuesto para todos nosotros. A pesar de los diarios y las agencias de noticias y los vigilantes consumidos en la mirada de sus propias fechorías y a pesar de los impuestos y la apatía de los jóvenes. He encontrado en ese día varios rostros de mis amigos y vecinos. Yo pienso en una mesa en que estaremos todos. En el día de las manos abiertas y en el cerillo que incendie el granero en que se esconden las sombras. Voy invisible de un oído al otro. Me adelgazo y me adentro en las casas vacías y en las llenas de gentes y en las llenas de nada.
9
Color de lluvia, mi ciudad se te asemeja
Debo decir de mi ciudad. Cartago huele a pan horneado, a eucalipto, y es justo decirlo, a veces a boñiga. Es una ciudad pagada de sí misma que sin embargo amo como si fuera una muchacha flaca o una abuela impertinente. Vive de historias que ella misma se inventa y que hemos visto crecer detrás de las cortinas, donde débiles ancianas de lenguas móviles, y por ello diminutas, cuentas chismes o dicen oraciones, olvidadas en roídos misales. Cartago tiene acequias bordeadas de berros y de peces y árboles grandes de los que cuelgan nidos de oropéndolas y piapias. Esta ciudad se nutre de nombres antiguos casonas y de poetas que adoran lechuzas y monseñores que tenían hijos con las criadas. Cartago es un recuerdo de botella sellada. De don Ricardo Jiménez con bombín jugando al escondite con Beatriz Zamora /en los corrales y terremotos suspensos sobre todas las torres y lágrimas lentas y campesinas cayendo sobre surcos y huertas. Mi ciudad es como el polvo de gofio o las escapadas para buscar gusanos y abejones en potreros y patios. Debo decir de esta ciudad verde y oscura que tanto se asemeja a tus gestos simples y a tus palabras gastadas. Hablar del mueble dentro del cual las polillas enloquecen porque sus nuevos dueños han barnizado las puertas y victrolas y han quemado las sillas que olvidaron los antiguos señores y han echado al fuego los empapelados de flores inmensas. Cartago es reaccionaria y triste y solitaria a pesar de las casas nuevas y la súbita invasión de algunos nuevos apellidos. Sobre sus calles todavía repercuten los tacones de alguna beata rezagada y a veces una señora vieja toca el piano, Chopin o Schumann, puede ser, cuando los peones vienen de las fincas y en la plaza los chicos descalzos y con el torso desnudo y dorado juegan al fútbol o hablan de muchachas. Cartago es una ciudad de nombre masculino y sexo femenino, que amo porque ya no tiene estaciones y casi no le quedan parques o estatuas y en medio de una batalla entre la niebla y el aire sus colibríes emigraron al norte. Es una isla diminuta y a ella pertenezco pues se te parece y porque el corazón y el sueño quedan para siempre en el paisaje dentro del cual olvidamos la inocencia.
10
A menudo un final apenas desemboca.
Como se anuncia una estación perpetua. Como se mueve la nieve y empiezan a brotar los insectos y las hojas y la hierba sobre el aire, una nocturna barcarola sobre la piel del mundo va creciendo. Nazco a una boca o quizás a una pupila.
San José, enero de 1970.
ODA A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
A Eunice Odio
Coelorum reginae, Angelorum Dominae Reipublicae de Costa Rica dilectae ac delectae Patronae…
MONS. VÍCTOR SANABRIA M.
El alfiler va ahondando al duro corazón de piedra. Miguel, desde la cumbre, hirsuto toca la gota de agua santa, raspando la intensidad de la piedra. La cera recibe el último deseo del peregrino. La bruja, tonta, en su arabesco ingiere su ración de trementina, para evitar que se le pudra la garganta. Las rodillas, testarudas, luchan contra la lustral alfombra del pecado. Rafael recibe el lagrimal con toscas manos espectrales y la placenta se pega suavemente al aire, dulcemente sonámbula en su sueño. La sierpe inmóvil cae: los fieros colmillos atacando el seno de la Virgen. El abismo pesado del lenguaje goteando en el reloj no escuece el humo de los ojos. El agua santa mana y brota de la ceniza algún augurio: alfombra o molusco para raspar los milagros. La vela, sedienta, ataca al ángulo desnudo de la luz, bailando sobre la espalda fúlgida de los peregrinos, sin preocuparse de la patinada aridez bajo la nave del ojo. María, hierática, lentísima entre las cortes celestiales, sostenida por la forma superior del jaguar, protege al Hijo por sobre la transmigración de la substancia. María, esposa de José, el hijo de Jacob y nieto de Mattán, la madre invisible de Emmanuel. Tegumento misterioso esta mujer que vence a las arañas. Discípula del Sol, madrépora mineralizada por ángeles de seda. He aquí la velocidad de su cuerpo irguiéndose: Alma y cuerpo subiendo, desperdigándose en átomos. Arde. Sube por sobre el círculo benéfico, triturando serpientes legañosas, polen pascual que la cubre como diminuta cariátide de piedra avanzando entre caballitos de mar. Sello erguido como un pedestal silbante entre las ruinas. Esta es la esencia del amor: La destrucción del tálamo, el cumplimiento /exacto del designio: La flor silbante en vilo por la noche. La metamorfosis de la rosa en hálito de Dios: El címbalo hecho agua sobre el rostro del Crucificado.
1-2 de agosto de 1972, San José
Del libro Cántigas de Escarnio (2018).
Selección: Lovesun Cole
ALFONSO CHASE (Cartago, 1944) es uno de los escritores costarricenses más destacados e influyentes. Participó activamente en la fundación de la Universidad Nacional (UNA), de la cual fue catedrático, y donde se desempeñó como profesor de talleres literarios, asesor cultural de Rectoría, docente investigador en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje y director de Extensión del Centro de Estudios Generales, entre otros cargos. Asimismo, ocupó puestos de diversa naturaleza en varias instituciones de Costa Rica, entre las que podemos citar la Editorial Costa Rica (ECR), la Asociación de Autores y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), del cual fue cofundador (1970). Ha publicado los poemarios: Música solar. Antología poética: 1966-2016 (2017), Cántigas de Escarnio (2018), Piélagos (2017), Jardines de asfalto (1995), entre otros. En novela; Los juegos furtivos (1967), Las puertas de la noche (1975), El pavo real y la mariposa (1996), entre otros. En cuento; Mirar con inocencia (1975), Ella usaba bikini (1991), Fábula de fábulas (1979), entre otros En ensayo; Nuestra señora de los ángeles: madre de la cultura, (1996), Los herederos de la promesa (1997). Y compilaciones; La hora del cuento, (textos para secundarios, 1982), Las armas de luz (poesía de la América Central, 1985), entre otros. Ha sido profesor en universidades de Estados Unidos, México, Cuba, Venezuela y Guatemala y jurado de los principales premios literarios del continente americano. Es miembro PHI BETA DELTA, de la Honor Society for International Scholars, miembro extranjero de honor de la Popular Culture Association (PCA), ambas de EE.UU. Y pertenece al capítulo costarricense de la International Board on Books for Young People (IBBY). Poemas y relatos suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, polaco, serbiocroata, ruso y griego moderno, entre otros, e incluidos en numerosas antologías. Premio Nacional de Cultura (1999), Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en las ramas de poesía (1967 y 1995), cuento (1975), novela (1968 y 1996) y ensayo (1986). Premio Carmen Lyra de literatura infantil (1978). Reconocimiento Doctorado 𝘩𝘰𝘯𝘰𝘳𝘪𝘴 𝘤𝘢𝘶𝘴𝘢 de la Universidad Nacional de Costa Rica (2022).
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Tengo el ansia desarraigada del aire,
una insuficiencia de luz
envolviéndome las nostalgias,
aun las que creía guardadas
en los cajones de mis parpados dormidos,
porque enganché a tu vientre
mi rosa de los vientos
los ojos de Juana
y el gris tristísimo de la higuera.
Tengo una nostalgia libre
dormida
en el pretérito del suspiro
porque anhelo la paz
sostenida con un hilo de nylon
sobre esta piel
olorosa a mañanas y naranjas
sin esquirlas de añil sobre el insomnio.
Tengo, pero ¿qué tengo?
si no tengo nada,
sólo mi cabellera extendida
reinando inútil
y descaradamente satisfecha
sobre tu almohada.
Alusión a Juana de Ibarbourou26
Me gustan los monstruos.
Ese amor teratológico
cargado de significación inmaterial
de sentimientos contrapuestos,
revelador de secretos amnióticos
de acciones prohibidas,
de confusión y cuestionamientos.
Proyección de las regiones oscuras
en el mar de mi psique
donde la supervivencia orbita
en medio de
la involuntaria colección de propiedades
que fluctúan entre el amor y el miedo.
Un solo ojo
tres corazones bombeando sangre azul,
veo su cara de ave mientras dibuja herbolarios
para camuflar sus cicatrices
víctima también.
Unidos ahora por la resiliencia
acepto los juegos que la claridad refleja ocasionalmente
en las paredes más ocultas del ser
y así
decido girar la llave exhibida
en el cerrojo más antiguo
al centro del pecho.
Ambos del poemario Transgredir(se), Torremozas 2019DESDE FUERA DE LA CAJA
Un caracol me mira con sorpresa
desde su manera de soñar,
no puedo negar que su presencia
es el recurso simple de algún recuerdo
para ver la luz.
En esta versión de la realidad,
mi voz es un frasco de tinta
para experimentar la palabra
y salpicar paredes blancas en la caída,
desde todas las coordenadas
donde la rosa de los vientos
inmersa en un mar oscuro y quieto,
sirva de anclaje en la distancia.
Aprendo el oficio
de salirme del cuadrado,
pongo a prueba
la fuerza de mi intención
esa que me libera
de la parálisis expectante del silencio.
En este ámbito del experimento
donde convergen tantas cosas salvajes
y la pasión es espiral,
se gestan sueños,
pequeños mundos de sal
mientras todo reposa
sobre la fragilidad de su circunferencia.
Contemplo la imagen
para seducirla, para hacerla mía,
letra a letra
pese al efímero instante en que aparece,
sutil y húmeda como rastro de molusco.
Entonces, un escozor en la consciencia
parecido a las sombras de los árboles
empieza a callar la noche,
y es un juego añejar la palabra
en el último estadio de la metamorfosis
que dará a luz al poema,
si no
habrá que convertirlo en briznas del aire
resquebrajarlo con pizcas de luz
para que lo sueñen niños y monstruos
sin que nos demos cuenta.
Para Jon Andion, con Intertextos de su obra
Gestión por María Macaya
Marianella Sáenz Mora (Costa Rica) Turismóloga graduada de UMCA y ULACIT. Poeta, narradora, gestora cultural orientada a la acción social. Además escribe haiku y literatura infantil (inédita).Facilitadora de talleres de fomento de lectura de poesía contemporánea, creación literaria inicial y de poesía como herramienta terapéutica. Ha publicado tres poemarios y participa en más de una veintena de antologías internacionales. Su obra ha obtenido reconocimientos tanto dentro como fuera de su país, cabe destacar el Primer Lugar en la categoría de cuento del Concurso Literario Gonzalo Rojas Pizarro, Chile (2020) y el Segundo Lugar en Poesía del Certamen Literario Brunca (2015), Sede de Occidente de la Universidad Nacional de Costa Rica.