Muestra poética de Kari Obando

                                                                             Gestión por María Macaya

Coral mamífera 


Mi cuerpo es una cafetera 
que hierve en la madrugada
mi piel es de hule 
y todo sabe a sal
como mamífera me arrastro 
por la playa
lloro entre el coral muerto 
Floto en la laguna del caos.
Hay un precipicio en cada paso 
estoy hundida en ese charco
frente a casa. 
Y ninguna voz me hace
despertar de este sueño 
Crece dentro
a cada minuto que respiro
como animal nocturno me devora.
mi pálpito se duplica 
Estoy al borde
corro y grito 
en la habitación de mi vientre
Se desploma el pájaro 
desde el árbol gigante 
Me desangro en el centro de la selva
Huyo hacia el fin 






Vida pasada               

                  
En mi continente de piel 
no hay ayeres  
solo una huella dactilar de la casa de tus manos.
Nuestro amor es una criatura no nacida
ahora el tacto huele a noche moribunda. 
Nuestro intento se perdió
en la frontera de ilusiones y miedos 
las caricias están envueltas 
entre las sábanas asustadas de soledad 
sólo moran las bucólicas telarañas.
Pido a los sueños que renazcan 
tus labios en mi pubis lunar 
que germinen
mis poros dilatados 
como frutos caribeños 
bajo los soles
de este amor necesario 
ungido con olores tropicales. 
Rezo a las hormigas 
que trascieguen 
dulce y jengibre
de mis pezones hasta tu boca
Haciendo una danza marina
en el no tiempo de una vida pasada
entre las olas de  tu pecho  y mi espalda.  
                                                                            
                                                         A Roberto y a nuestro amor necesarioÚtero del mundo


Vibra el corazón 
de la tierra 
hasta el pecho del jaguar 
el grito de las abuelas
desprenden el mal del ojo
Yemanja cuando
alguien renace a la orilla 
del mar 
muda de piel
es una sirena
entre llantos fúnebres
ensordece ballenas
porque ha perdido a su hijo.
Sus pezones son de sal 
su boca se desmorona
sobre los ojos de dios.
Abre su vuelo por las noches 
recorre las corrientes
del inconsciente 
Alcanza en sueños
el vuelo de la sombra 
la muerte es solo el portal
de sus entrañas
paren la luz en cuclillas 
frente al útero del mundo.  






De diásporas 


Estamos hechas de frutas tropicales
de clamores y plegarias nocturnas
de plantas que sanan las heridas
estamos hechas de intensas músicas
de raíces despertando en las caderas
de tambores
de conjuros marinos
de sabores y de espíritus
que se alimentan entre cocinas
y recorren las costas
pariendo pueblos hechos de resistencia.

                                                                       A mis afro hermanas 

Kari Obando (1994, Limón, Costa Rica)

Poeta antes que socióloga. Afroactivista, gestora socio cultural del Caribe costarricense.

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Poesía de culto: Ana Antillón

Si me envuelve la niebla, yo me elevo

Si me envuelve la niebla, yo me elevo
en su alta soledad y su andar manso;
en su quietud me interno y no me muevo:
es que he encontrado mi alma y ya descanso.

Súbete entre la niebla que oscurece
y hiela las montañas y los cielos,
sube en mi alma que en niebla resplandece:
luciérnaga embriagada de los hielos.

Sube a mi cuerpo que descansa en mi alma,
a mi cuerpo que es tierra entre la niebla,
crece sobre él rompiendo su gris calma:
despertará en la hoguera la tiniebla.

Lentamente tú y yo nos dormiremos
en palpitar de niebla soñolienta.
Germinen dos semillas del invierno.

Estrechamente unidos estaremos
creciendo entre la niebla que nos tienta,
con el sopor extraño de un yo eterno.

Mi cuerpo niño de animal enfermo

Mi cuerpo niño de animal enfermo
se asoma, flor de muerte, hacia la tierra.
Las fauces sin canción lo atraen al sueño.
Cabezas erizadas por el yermo
se arrastran contra el pozo que las cierra,
la órbita vacía estirado el ceño;
mi cuerpo triste aún de carne nueva,
se retuerce y se espanta ante su nada.
Se arrastran los demás, muerte dormida.
Es tentáculo oscuro que lo lleva
y es una piedra enorme, muy helada,
que se encuentran, tardando mi caída.

Araña negra tejiendo

Araña negra tejiendo,
debajo el pozo de sombra,
hila, hila, sobre el árbol,
sobre la tierra y la roca.
Araña sucia mojada
babeando su tela fría;
un pájaro de las sombras
era la araña desnuda.
Escondía su cabeza
y nos enredaba el alma,
nos enseñaba las patas
y nos arañaba el alma.
Se retorcía entre las hojas
un reptil de lengua blanca;
era una araña grandota
que se deshilaba toda,
era un ovillo de vello
que se extendía por el ave.
El aceite de un relámpago
se regaba en los rincones,
sudaba la piedra blanca
al par que fruía la tela,
se devoraba la piedra
una boca desdentada.
El granito se derrite,
se lo carcome una tela
peluda y suave de patas,
de boca fría y desdentada.
El alma se había quedado
entre las garras de un cuerpo.

Desplegada en el aire

Desplegada en el aire,
colgando de un hilillo
que se alarga y se angosta
mientras escupo o chupo,
yo, araña en la tinieblas
con las patas redondas
de gastar las paredes,
con el vientre escaldado
de manejar insectos;
me subo hacia los techos
y me hieren huevillos,
me bajo a los rincones
y me penetro de agua;
vuelvo hacia el aire fresco
y me quedo colgando,
los ojos encogidos
de soledad y viento,
las patas destrozadas
de agitarlas con fuerza.
Rompiendo en la cabeza,
fluyendo en las entrañas,
la baba se me escapa,
me destroza los miembros.
Languidezco vacía
con la cáscara suave
arrugada y desnuda,
colgando aún del aire.

Oigo lento golpear en el compás

Oigo lento golpear en el compás
de los ruidos llegando del camino
dos pasos y dos pasos más.
Escucho la pesada letanía
que ya marca, tocando mi destino,
el cambio oscuro de la vida mía.
Cuento el compás con el que marcha en dos,
y no quiero pedirle al gris paseante
que aleje de mi fin los pasos tardos.

Pero no avanza y empieza en mis oídos
a devolver sus pies de caminante
dos pasos, dos, revueltos en sonidos.
Y terminan, golpeando con el viento,
como un eco tardado de fatiga,
y me quedo, deseando el paso lento
de aquella temerosa sombra amiga.

Con el ojo extraviado en la locura

Con el ojo extraviado en la locura
y la boca entreabierta por los dientes,
viene jadeando en mí un espectral mimo.
Saltó una vez, alud de la ancha altura,
derrumbando su forma en mis salientes.
Desde entonces fui en muerte alado arrimo.
Volotea noche y día sobre ensenadas,
por los bosques tupidos, por los hielos,
llevándome, a la rastra los cabellos.
Angustiada me esfuerzo, fatigadas
las sienes en espanto de los cielos,
descargada mi fuerza en sus destellos.
Desprovisto de gracia en la figura,
encogidos los hombros, va latiendo
apoyado en mi pecho su calcáneo.
Se enciende su humedad de bestia pura,
sorbiendo a soledad lo vivo ardiendo
de las fuerzas deshechas de mi cráneo.

Lame mi cuerpo líquida corriente

Lame mi cuerpo líquida corriente
erizada y sombría. Silenciosa
me he sumergido en la oquedad del agua
dejándome arrastrar dormidamente.
El fondo verde en la humedad reposa;
a través de las capas ardua fragua
levanta chispas negras: el oleaje
envuelve, abrasa los viajeros leves
que deslizan sus formas en mi hueco.
Oigo flotar en torno a mí el ramaje
de brasilla empapada, ardiendo breve.
La ceniza se cierne: aliento seco
que va enjutando el cuerpo remojado.
Por ampollas abiertas brotan soles:
chispecillas de luz en campos míos,
que ha sacado de carnes tibio arado.
A la rastra de negros girasoles
levanta el agua cascarones fríos.

Oscilaba eternidad al vaho compacto

Oscilaba eternidad al vaho compacto.
Vibración luminosa en aires huellas,
palpa la oscuridad por lo cercado.
Constante turbia; esconden, al frío tacto,
infiltración moliente las estrellas.
En gravedad redonda de embotado
cerco, lava al vacío corrosivos
lechos; el jadear efervescente
purula solidez llagante, vibra.
Fortaleciendo carne en los activos
fondos, soledad a la corriente,
roe entrañas y amarra con la fibra.
Revienta con las luces de los rastros,
desliza al espesor moviendo bocas.
La descarnante estanque, descompuesta,
midiendo la lamida hondura de astros,
escarpa adormecer; las ebrias rocas,
gravitan removiendo suave cresta.

Turbia en la marcha, el sueño la distancia

Turbia en la marcha, el sueño, la distancia
que balancea la sien entre dos aires;
turbia en la longitud del aire negro
que se vacía en el viento con estruendo.
La imagen agotada que se esfuerza
por estar quieta, viva y descubierta,
pierde la consistencia, al soplo vago
se arrastra a las esquinas y se pega.
La colección variada, sucia y vieja
de imágenes que aplastan las paredes,
mira la redondez de informes vueltas;
los ojos que se vidrian ven el polvo,
las hendiduras yertas que revuelan;
y sigue la hediondez de humores negros
que se vuelven con aire tibio, vómitos.
Urga descongestión el organismo
velado por la fibras que se cruzan
y enturbian la visión de los embriagues;
silba la escalofriante rueda inerte
que aplana por los aires ciegos ruidos.
Y queda mi soledad sin habla y sorda,
murmurando en la enfermedad de horas
que mudan mi destino lentamente.

Arriba, llega, alcanza en monotonía

Arriba, llega, alcanza en monotonía
de unido vuelo el gran enjambre ciego
de bisbisear de insectos motinados
que remueven el día.
Desde un zumbar las alas sin sosiego
por la ebriedad tocados,
van empujando espacio de amalgama
mole contra la falsa cavidad
del cielo que se hunde en caos; el destrozo
con el vigor inflama
al reventar por fuerza; gravedad
se rebasa en los pozos
que consumen de atmósfera aire seco;
bajo el ardor de emburujado bulto
tumultuan respirando larvas plenas,
se alargan por el hueco
vagando un crecimiento muy oculto
del tacto incorporarse a las condenas;
y fraguan sitios duros,
los que resistan del asiduo alcance;
secretando la forma de los sueros
integran alma a los compactos muros.
Internando el avance
un corroer profundo de agujeros.

Del libro Antro Fuego (1955)

Selección: Lovesun Cole

Ana Antillón (1934), poeta y narradora costarricense, autora de los libros: Antro Fuego (1955), Demonios en Caos (1972), Situaciones (2000) y Coruscar (2001). Cursó Antropología y Bibliotecología en la Universidad de Costa Rica. Laboró en la Biblioteca Nacional en la época en que esta era dirigida por el poeta Julián Marchena (1847-1985), y profundizó en el conocimiento de la poética contemporánea de Hispanoamérica. A mediados de la década de los cincuenta tiene relación con los poetas vanguardistas de Nicaragua, como Alfonso Cortés (1893-1969), Carlos Martínez Rivas (1924-1998), y particularmente con Pablo Antonio Cuadra (1912-2002), José Coronel Urtecho (1906-1994) y Ernesto Cardenal (1925-2020). De su obra poética, (nunca premiada), se conocen dos poemarios: Antro Fuego publicado con 21 años, con el que sacudió la sociedad moralista, aldeana y conservadora de la época, y Demonio en Caos; con 38; títulos que dividen la producción de su única y breve etapa poética. En 2001 recibió un homenaje del Ministerio de Cultura en el Día Nacional de la Poesía.

Muestra poética de Florencia del Campo

                                                                    Gestión por María Macaya


Puro egoísmo

Yo no hice ese pacto contigo.
No te dije que podías venir
y robarme el cuerpo y el tiempo, no.
Yo no hice ese pacto contigo.
Que podías venir a mi casa
poner muebles en mi habitación
llenar los rincones con babas
para aromar hasta mi piel, hasta
unas sábanas con seda blanca, no.
Yo no te dije que podías tomar
mis cosas, que podías anularme.
Que podías robarme la belleza
hacer de mí un estropajo sucio.
Que podías dejarme en jirones
transformarme en modos
de materia en fragmentos, en porciones
pequeñas para morirme de hambre
de ser la que era, no
yo no hice un pacto contigo.
Nunca dijimos que podías llorar
todo el rato y yo nunca, que podías
gobernar el imperio de mis tres
cosas, solo tres cosas tenía.
Arrebatarme las manos
robarme el silencio, no, yo no dije
que secuestraras mis pechos,
que acumularas mis síntomas que borraras
mi sexo etéreo.
Tú no me dijiste que ibas a implorar
blandura de algodón mientras apagas
carbones con la boca e intoxicarnos,
si es que dormimos, con el humo que dejas.
Yo no lo hice, no.
Ni siquiera hice un pacto conmigo.
Te traje al mundo sin consultarme.




Arrancarse los pelos

¿De qué va esto?
Hablan de arroz, de biología.
Yo marqué cruces en los casilleros
a tiempo
hice caso a agujas con velocidad
de segundero.
¿Y ahora qué? ¿De qué va el cuerpo?
Yo barrí mis pelos del baño anoche
manipulé el cepillo desde un palo
y al darle vuelta para descargarlo
me sentí muerta, no vieja: muerta
la vida se mostraba enredada en
esas cerdas que barrieron.
Un campo de venas blanco, sistema
nervioso central
yo periférica.
¿Entonces cómo? ¿De qué va el resto?
Crucé el campo con los dedos, los moví
entre las cerdas
y por fin tiré, arranqué aquello, eso que
todos juntos y enredados, pálidos,
glóbulos blancos, parecían formar:
un sistema.
Yo tan anárquica sin método.
¿Luego qué? ¿De qué va el texto?
De pelos con canas que en el cepillo
de suelo conforman esta vida otra
diferente a la que se esperaba que
gestara.
Del sistema circulatorio entre las
cerdas.
¿Qué queda de mi cuerpo?
El arroz era blanco y se pasaba
a nadie le gusta que quede espeso.
Yo apagué el fuego a tiempo, cené el arroz
limpié con sumo esmero el baño.
Luego vino el retroceso:
perder instinto,
paciencia,
deseo,
el pelo.





Mis hijos ajenos


No vine a ser madre, vine
a tener mil hijos y ninguno es mío;
vine a la vendimia a recoger uvas,
trabajo temporario,
y a brindar con otra cepa
cuando haya una ocasión.
No vine a escuchar que soy egoísta
por no ser madre, ni a
que me lo digan mil veces,
por cada hijo que tuve;
vine a recoger el manto
que tapaba un género,
trabajo femenino,
para vestir a otra generación.
Tengo mil hijos y ninguno es mío.
Todos mis hijos ajenos
me recuerdan que vine a
ser madre,
trabajo de escritura,
y a tacharlo todo, renglón
a renglón.




H

Ahora la casa ha quedado en silencio
ahora
como esta h intercalada:
un silencio que no existe
sin el ruido anterior de lo que eres.
Ahora te tumbas
desentendida
y pienso que moriste
pero no entro a comprobarlo:
podrías despertarte con el ruido de la puerta.
Ahora
me da pánico
que ya no respires
pero más pánico que te despiertes.
Ahora que ya da igual el pasado
ahora
es el instante que contiene
la letra que no suena.
Una de cinco.
Las otras cuatro se las reservo al arrepentimiento.
Ahora la h mastica los oídos,
necesita el silencio; callada como muerta
para redimirme.
Solo en la h me perdono el presente.




                        *Los textos forman parte de Mis hijas ajenas (Editorial Sloper, 2020)

Florencia del Campo (Buenos Aires, 1982) vive en Madrid desde 2013. Es Editora por la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), donde también se formó en la carrera de Letras. Publicó las novelas La huésped (Base Editorial, 2016), Madre mía (Caballo de Troya, 2017) y La versión extranjera (Pretextos, 2019), que fue ganadora del L Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro. En poesía publicó los libros Mis hijas ajenas, ganador del Premio La Bolsa de Pipas de Editorial Sloper, y Las casas se caen en verano (Graviola, 2022). Ha publicado, además, en antologías de cuentos y de poesía, y en medios digitales.

Poesía costarricense actual: Johanna Picado Vargas

Estos poemas son parte de su poemario ¨Las Cortezas
Cerebrales¨.

Maldad
Las bestias que llevo adentro ya se mezclaron conmigo: raíces de un árbol centenario,
gritos ahogados en mi casa de sustos, pasillos tenebrosos donde ni yo quiero caminar,
eso son −así son−. Las dejo quitarme gota a gota la sangre y estoy segura de que no
se cansarán hasta volverme un monstruo, quizá siempre lo he sido.

Síndrome de Ghosting
Todos de alguna forma tenemos el síndrome de Ghosting. Huimos, hacemos del papel
fantasmagórico algo tan común que se nos olvida que estamos vivos. Vos huiste de mí,
de repente: no existías, no escribías, no besabas, no respirabas. Cualquier excusa es
buena para borrarme como un garabato mal hecho del cual te sentís avergonzado.
Imagino tus psicofonías como trozos de vidrio que pasan entre la carne. Y por último, lo
único que queda es jugar con el teléfono mientras intentás hablarme desde la silla de al
lado.

Literatura de supermercado
El amor hay que traerlo como a una herida llena de sal o una roncha a punto de
estallar. Anda lleno de curvas porque las líneas rectas no las soporta por mucho
tiempo. Se ahoga fácilmente en la cúspide del pezón y cae en mi ombligo. Hay que
verlo como el primer orgasmo donde se siente un renacer de algo desconocido, luego,
ser adicto es la única salida. –Es ser esclavo más bien–. Colgarlo del llavero habitual
para tener la fe de hallarlo frente a la parada de taxis. Dibujarlo en una banca de su
color para reconocerlo antes y que nadie te lo robe. Al amor hay que soñarlo y meterlo
por todos lados, porque es mejor unírsele que dejarlo al factor sorpresa.

I
Usted y la neblina son
de esas cosas que emborrachan
y uno no hace por donde parar.
He pensado inyectarme su neblina
y pintarme de gris,
quizá comprar una libra de frío e inhalarlo todo.
Buscarme una noche congelada
en alguna montaña suya,
para que mis pies sean azules como el hielo,
caminando en césped muerto.
Como un limbo que me engaña
porque me hace creer que si me pierdo
usted y su agua fría
son mejores que el Sol.

II
Su neblina era perpetua.
Decidió dejar pasar la luz,
solo eso bastó para ahogarme
y matar a golpes el témpano,
hielo color sangre
que reavivó otra vez.
¿Puedo retirar mis pies azules?
Los quiero quitar del medio,
usted no se merece los copos aguja
que crecen en el zacate desangrado.
Me llevo cada letra muerta,
total lo estoy,
y sus venas azules
sirven para ahorcarse,
más efectivas que una hebra
de mi pelo.
Déjeme caminar
adentrarme en el volcán,
quemarme en su plástico,
tal vez así se me quiten sus espinas.
Sus espinas son perpetuas,
eso de la inmortalidad.
es asunto suyo.


Johanna Picado Vargas, Cartago, Costa Rica, 1989

Escritora costarricense, publicista, máster en Comunicación Corporativa y Marketing Digital. Participó en el taller de poesía Tráfico de Influencias en 2013 del Ministerio de Cultura de Costa Rica. En 2019 publicó su primer poemario ¨Las Cortezas Cerebrales¨ con la editorial independiente Ediciones Perro Azul, que fue presentado durante la Feria Internacional del Libro de Costa Rica ese mismo año. Su trabajo se ha incluido en diferentes publicaciones como ensayos y revistas. Actualmente estudia canto lírico y trabaja en comunicación digital en su país.

Poesía ecuatoriana actual: Cristina Pavón

Aniversario

7 de mayo de 1991,
brotó un nombre difuso a espaldas de Dios.
Ocho letras borrosas que no fueron acariciadas por banderas,
un sustantivo olvidado en la bruma,
parido en una maternidad a las 18:30:
Tauro con ascendente en Escorpio.
Cada letra, un cántaro partiéndose sobre luz y tierra.
El primer llanto del nombre escurrió un mar,
la sal pintó caminos azules
que arrastraron a veintinueve mujeres a morar mis ocho letras.
Una a una dibujaron la noche y el día de los años
hasta que el lienzo escupió las primeras conjugaciones violentas
y las cegó,
dejando desprotegida la Tierra.
Manos extrañas fundieron con monedas las lenguas de la infancia:
restos de pelo y sangre sobre los hombros,
afonías, arcadas de horror.
A lo lejos,
un Dios opaco despinta su espalda
mientras las mujeres que fui gimen cenizas.
En centro de la putrefacción, crece un árbol.

(Antología XIII Encuentro de Poesía en Paralelo Cero, El Ángel Editor, 2021)

Cinema

Hermano,
tú y yo invocamos a un dios que nos mira, aburrido,
desde un plano cenital,
reconociéndonos por las espirales de nuestros cráneos.

Hay cierta tenebrosidad en tus pupilas,
tiemblan y se retraen
cuando la luz entra por el ojo del cíclope
para atravesar el pecho
mostrando nuestros colores.

¿Cuántas historias encierra el ojo?, me preguntas
y te respondo: el cíclope deja ver el futuro y el pasado.
Me sonríes,
Somos dos niños cuyos pies flotan
sobre un abismo con cadáveres de canguil y chicles.

En nuestras mejillas se dibujan formas de caleidoscopio
pestañeamos,
dios se ha sentado a admirar al cíclope junto a nosotros.

Sobre las butacas,
hay pieles proyectadas en varios idiomas.

(Inédito, 2021)

El jardín del cíclope

Un regalo de la luz
es poder explorar
la pupila del amor
cuando madura y se ensancha
como un fruto redondo
que creemos perdurable.

(Inédito, 2022)

Nuestros desaparecidos

son espinas que atraviesan la memoria.
La memoria
es una bandera desgarrada
que ondea y salpica sangre en nuestras frentes.

Mi frente
y tu frente, tu frente radiosa*
son un puente tendido sobre
crujidos de auxilillo
lápidas
y huesos sin nombre.
A millares surgir, a millares surgir*.

Nuestros desaparecidos,
son patrimonio nacional
salvaguardado y conservado por la indiferencia.
Son los muros heridos de una patria hueca
como una “o” violenta
dibujada entre las sienes.

Nuestros desaparecidos
son la fecha y el sector de la ciudad
donde se desintegraron sus nombres
y apellidos.

Nuestros desaparecidos
son un cartel adherido
con lágrimas de un bosque invisible
que se seca y se seca
mientras los aguarda.

Nuestros desaparecidos,
no saben que están desaparecidos
hasta que reconocen el llanto
de ese amor,
que los busca
a oscuras.

Versos del Himno Nacional del Ecuador*

(Inédito, 2022)

Huérfana

A Georg Trakl

Padre,
la noche está herida, gime como un animal
y las huestes del tiempo huelen mi miedo.
en la superficie oscura los cántaros se parten
derramando la sangre de los pájaros.

En la aldea de la huérfana,
los niños se marchitan ante la voz de un dios sodomita.
la niña viento
busca dormir en los campos.

Oye cómo los ángeles lloran desplumando sus alas
en un sacrificio de amor.

Hay un lugar en tus ojos, padre,
donde las lámparas de aceite alumbran,
cubres con hojas de otoño mi desnudez
y el agua se tiñe de luna

La huérfana danza en los negros arbustos
que coronan tu frente.

Padre,
mi cuerpo rueda en el campo de rastrojos
mientras la lluvia negra comienza a caer.

Desde la tumba, padre,
la novia del viento nos cantará a los dos.

Padre,
detrás de mí,
los dementes muertos hieden.
Asaltaré el bosque
para buscar a la huérfana y a la hermana que perdiste.

Padre, lloverás siempre en mis ojos…

Llora la huérfana,
           la huérfana
                es mi espejo

Padre, arroja mi cuerpo a las parcas
Para que tejan la nueva humanidad con mi carne.

(90 Revoluciones, Mecánica Giratoria, 2015)

CRISTINA PAVÓN BURBANO (Quito, Ecuador – 1991) Es licenciada en Periodismo y maestrante de Gestión Cultural de la Universitat Oberta de Catalunya. Varios de sus poemas fueron publicados en las antologías: 90 Revoluciones (Ecuador, 2015), Tea Party 4 (Chile, 2015), Silvestres y Eléctricas (Chile, 2016), Humo sonámbulo (Ecuador, 2021), Décimo Tercer Encuentro de Poesía en Paralelo Cero (Ecuador, 2021). Sus textos también han sido publicados en revistas y blogs como: Eterna Cadencia, Círculo de Poesía, Escrituras Indie, Cráneo de Pangea, Santa Rabia Poetry entre otros. Participó como invitada en el V Festival de Poesía de Lima (Perú, 2014), el Festival Mayúscula (Ecuador, 2020) y el Décimo Tercer Encuentro Internacional de Poesía en Paralelo Cero (Ecuador, 2021).

Poesía costarricense actual: Nidia Marina González

Selección por María Macaya

Nota al margen

A mi madre,
un mes antes de su partida

No mueras de noche con la oscuridad sobre las rodillas
cuando el río se duerme y los cantos son grises.
No mueras en luna nueva.
Procura cerrar las puertas del latido con la luz del día.
No mueras a medias. Salta a la desmemoria de un solo olvido.
Cuando estés harta de luz
y te hayas acabado todas las tinieblas,
cierra el aire
boca arriba
sin que el sol se haya ido.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Cuento en negro

Una joven que se tatúa de negro el blanco de los ojos
conoce un cambio: dejar de ser en apariencia sapiens sapiens,
y tal vez dejar de parecerse a sí misma.
Oscurece el blanco y su mirada desaparece entre la bruma,
corre sobre su delgada capa de hielo y cae donde nada se siente,
se envuelve en una gruesa capa de ceniza
y Kafka resuena en el vidrio de su ojo con apariencia de vacío.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Incendio lunar

Ya incendiamos la luna.
No lo registra ningún instrumento sofisticado o antiguo,
nadie escribió al respecto.
La luna es el espejo invertido del Amazonas, el revés de palmas de las manos.
Ya incendiamos la calma, dimos vuelta orbitando el dolor,
les sacamos los ojos a los dioses para percatarnos de que teníamos
vacías las cuencas
en el reflejo que se devuelve.
Ya le tocamos el orgasmo a la muerte tantas veces.
Incendiada la luna es poca piel la que queda para regresar,
es poca lluvia para aplacar el insomnio,
poca,
una nada de nada.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Ensayo

Hace días que orbito el borde de otros seres y los enhebro con mis
bordes.
Una gata salta a mi lado y me enseña sobre la sutileza y el silencio;
mientras tejo con mis dedos afilados y torpes,
más jirones que dedos por terminar este libro,
(miento, lo sé, hay cosas que nunca se terminan).
Orbito en mis propios filos
y una sensación de gravedad cero me sobrecoge.
Llueve y sucede lo que no debería pasar: suda el mar en medio de la niebla,
en la espalda de Tapezco, su cabellera de silampas.
Un calor de costa pregunta:
¿A dónde la montaña?
¿Son sus cenizas sin cementerio estas que me agitan en el fondo?
Hace mucho que orbito el filo de algún aleph borgiano
y poner punto final a este libro sin conclusiones.
Ensartar mis huesos al polvo de otros huesos,
como si eso fuera a salvarme,
como si yo supiera
(miento de nuevo, nada carece de incertidumbre).
Llueve y orbito en alguna veranera
llueve y mi gata se duerme.
Hace días y noches me obligo a descifrar la muerte,
y ella no hace sino saltar a mi regazo y ronronea,
lo juro, ronronea,
(miento por tercera vez, ella reconoce toda clase de ruidos y los ahoga
consigo).

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Mano derecha

La derecha del padre es un sitio en masculino
y por eso Dios está incompleto y solo,
sin una Diosa del lado izquierdo.
¿Cómo se reconocería ella a sí misma
si su imaginario está lleno de estigmas
y esclavas,
de manos atadas a la espalda
obligadas a que todo trazo provenga del grafismo derecho?
Los hijos, debilidad y fortaleza en medio ardor,
secuestrados para la guerra.
Los poros de la ternura desmoronados.
Desaparece el rostro de la madre
y la orfandad es lo que existe.
No puede brillar lo que se cubre bajo tierra.
Por eso tanto miedo
por esto tanta estafa.
Por eso no tenemos remedio en el averno
y todo se ahoga en la violencia contra Gaia,
contra sus múltiples vientres.
Marginadas
igual que la ternura
o las diferencias de la piel.
Pisoteado el amor
toda esperanza es un añico
a la derecha de un padre sin madre
de un dios con barba y sin pechos.
Mientras la guerra y el abismo
mientras la memoria de todas las cosas,
mientras las amputaciones prevalezcan y falten piezas.
Sin lugar para la Diosa
no hay regreso a ninguna parte.

Zurda (Nueva York Poetry Press, 2022.)

Polillas

Las polillas viven de comer entre otras cosas, libros.
Ahuecadas las palabras pierden parte del sonido.
Cuando salen de mi biblioteca
les pido perdón y las aplasto con mis propios dedos
-a las polillas-.
Ellas también tienen que comer
-lo reconozco-
yo solo resguardo hasta donde pueda
el tiempo de la portada muda
y las voces dentro de las páginas
con las que me alimento.
Las polillas sin saberlo
se comen mi hambre.

Zurda (Nueva York Poetry Press, 2022)


Nidia Marina González Vásquez (1964). Artista Plástica, profesora Asociada de la Universidad de Costa Rica y poeta.
Publicada en diversas antologías dentro y fuera del país. Cuenta con los siguientes poemarios publicados: «Cuando nace el Grito«, “Brújula extendida”, “Seres apócrifos”, “Objetos perdidos”, “Bitácora de escritorio y otros viajes”, “La estática del fuego”, “Zurda” y “Anamnesis” (I Premio Latinoamericano de poesía Marta Eugenia Santamaría) En cuento publica “Árbol de papel”. Tiene cinco obras inéditas a esta fecha.

Poesía ecuatoriana actual: Jonathan León

Pega-mente

Sigo tu espectro y en el camino me hallo a mí mismo:
al niño que hizo hogar en la calle de al lado
imposibilitado por la pobreza de no tener patria
de no tener manos, pies ni alma de refugiado
Sus caninos incrustados en el cemento
son mis centavos que perdí al lanzarlos a la fuente

pidiendo:

que el pecho de mamá no sepa a pegamento

que los puños de papá no lastimen el pecho de mamá que sabe a pegamento
 
que los chapas amarren los puños de papá para que no lastimen el pecho de mamá que

sabe a pegamento

Y lloro

Porque los puños que caen sobre mi cara
huelen a sangre y pegamento

inhalo

lo que un día fue el pecho de mi madre



rrenacerr


Santificado sea tu hombro

lleno de cicatrices provocadas por doce fantasmas de nicotina.

Retroceder a tus vertebras

es firmar una sentencia de vida, porque la muerte es algo celestial y en tus mejillas

reposa mi piel,

aquella piel que ha mudado de un cuerpo vacío e inquieto
para convertirse en la sombra de la soledad perpetua:
tu tranquilidad perturbada por lunas desnudas y soles danzantes.
Imágenes salidas de tu mente, de tus sueños, de tu pasado dibujado sobre arena

con tinta de odio y con sangre de razone.

SOLO POR HOY

danzo en el resplandor de tus ojos ansiosos y certifico mi declive hacia tu vientre para
morir y (re)nacer veintiséis mil veces, poco más pero nunca menos.




Cenizas


Quedarán reducidas a cenizas tus pestañas inquietas

Y gritaré
¡Por fin soy libre!

Pues, eran tus pestañas las cadenas que me ataban

A la vida
A la melancolía
Ahora que ya no tengo nada
Asomaré mi cara al lugar donde nací
Allí, desnudaré los atrofiados recuerdos de tu piel
Ante la beatificada fotografía de mi madre
Alzaré tu sombra con sogas de cristal
Alabaré con salmos tu nombre
Abriré mi pecho en dos
Cuestionándome
¿Tu alma o mi libertad?

Jonathan León (Loja, Ecuador, 1995). Estudiante de carrera Lengua Literatura de la Universidad Nacional de Loja. Ha publicado en la revista de la carrera “Ripio” en microcuento, poesía y ensayo. En la editorial independiente “Hidden Writers” publicó tres poemas. De igual forma en poesía publicó dos poemas para la revista boliviana de poesía “Margen de Luz”. Obtuvo el tercer lugar en el primer concurso de poesía organizado de la Facultad de la Educación, el Arte y la Comunicación de la Universidad Nacional de Loja y la Casa de la Cultura ecuatoriana Núcleo de Loja. Columnista frecuente de la Gaceta Cultural del Archivo Histórico de Loja. Ha participado como ponente en el Congreso Internacional de Historia “EDUCERE” organizado por el Municipio de Loja y el Archivo Histórico de la ciudad. Asimismo, participó como ponente en el XXI congreso desarrollado por la Asociación de Ecuatorianistas y la Universidad Nacional de Educación.

Poesía colombiana actual: Estefania Almonacid Velosa

Meridiano

Con la frente inundada de peces
recorro los naranjos.
Anuncio que la memoria
jamás fallará al subir la peña.
Es allí donde está enterrado
el álbum de flores disecadas
el espejito
y la pintura de la mujer con tacones.
Busco una tarde de pelícanos
frascos y caminatas de selva
aullidos, moluscos y tazas de sal.
Duermo sobre el escritorio
en medio de tantas postales
que me inventan las estaciones.



Blue in Green
 
En la radio suena la trompeta
el cielo retumba entre los edificios de Nueva York.
Hay que quitarse la ropa y meterse en la cama para escucharlo.
Los despertadores se apagan 
hay tiempo suficiente
adivinar el color de las prendas en las fotografías antiguas. 
Vale la pena abrir un directorio telefónico
encontrar al que reveló las siluetas en los tocadores.
La trompeta sigue sonando
no hay necesidad de encender las lámparas al pisar las alfombras.
Los reflectores de los autos dibujan jeroglíficos en el rostro.
Colocar una silla frente a la ventana
oler el café del tarro y volver a la cama 
esperar la noche para invocar a Miles Davis. 




Llamar su atención
 
                                  Inspirado en el bolero de Roberto Roena
 
Te miro frente al océano
tu espalda es la memoria que se desliza
y deja huellas de pintura como sendero.
Desde aquí intuyo tu rostro
es la canoa que encuentra al mochuelo.
Sano en la contemplación de tus manos
que señalan la llegada del candil.
Te hago llegar un vendaval recién nacido
o los cimientos de unas piedras al frotarlas.
Me convierto en una ráfaga de brisas
hago cuencos de agua para inventar
un movimiento sereno.
Quizá voltees a mirar algún día.




Vagabundo

                                                            A Yuri Buenaventura

Un muchacho moreno sale del platanal.
En un cuarto estrecho un hombre llora
desde la televisión.
El muchacho toca las congas en el metro
y París lo devora.
Ha caído en el río Sena
pero vuelve al metro y recuerda a Jacques Brel
el hombre en la pantalla.
Ha creado un universo lleno de pureza.
Regresa a la tierra ébano para cantarles a los niños
salsa en francés.
Ha nacido África en las profundidades de un puerto
lo inquietante es cómo arrastra la manigua
por todo el mundo.


Estefania Almonacid Velosa (Bogotá, 1991) es periodista y magister en Estudios Literarios de la Universidad Nacional. Es autora del poemario Zalamera, un homenaje a la salsa y el bolero, de la editorial Piedra de Toque (2021). Su trabajo cronístico y literario ha sido publicado en diferentes antologías nacionales e internacionales, y en su blog de periodismo literario Los desvelados. En el 2021 fue otorgada la beca Periodismo Cultural y Crítica Literaria, del Instituto Distrital de las Artes, con el proyecto titulado: “Un recorrido por Bogotá con Emilia Pardo Umaña”. Es autora del libro Emilia por Bogotá (Idartes, 2022), crónica que busca las huellas de una de las pioneras del periodismo en Colombia, Emilia Pardo Umaña.

Poesía costarricense actual: Rebeca Bolaños Cubillo.

FANFARRIA DE METALES

Pongo la mesa, sirvo la comida
y te observo marcharte.

Siento que tengo la cabeza
metida entre las piernas,
apenas contengo el vómito,
las ganas de arrojar todas las sillas
y romperle la sombra a la luna.

He buscado el descanso de las escaleras
para sentarme a interrogar cada plato roto
que ahora ya no puedo buscar en los basureros.

Nada responde, pero toda grita.

No se puede alcanzar ninguna paz
con planes de regreso
a lugares a los que nunca se ha ido,
con una olla de carne a la leña cada sábado,
con abrir el oído para que entre el estiércol
que sale de una boca
que dejó de encontrar tu beso.

El tedio le busca una miga de pan a la esperanza,
pero es el mismo tedio
el que repite siempre los rituales
en los que se acaban las boronas.

Tres metros de soga
se sientan en el mismo descanso
de la escalera
y simulan no ser una invitación
a la condena.

El ventanal proyecta un horizonte
lleno de luz, de luces;
un espejismo que interpreta
la Sinfonía Dante
en el primer movimiento:

“Abandona toda esperanza,
tú que entras aquí.”

Cierra en un fortissimo
mientras desciendo con Franz Liszt
a mi ajustado infierno personal
sentada frente a dos platos de comida.

BUKOWSKI PIDE CHICAS TRANQUILAS Y LIMPIAS CON LINDOS VESTIDOS

“No traigan más una puta por acá”
Bukowski

De pronto un hombre al final de su vida,
después de repartir sus bienes y sus fuerzas
entre mujeres que le han cobrado el amor,
requiere una mujer “buena”.

La necesita tanto que logra imaginar
todo lo que haría por ella.

Sin construir nunca la vereda,
conseguir almohadas para su cabeza
o provocar su risa.

La necesita, dice,
pide a sus amigos que no le lleven más putas.

Sabe que existe,
pero no la encuentra.

Volvé a nacer, Hank,
y dejá el alcohol, los celos y los puñetazos en el papel,
no en las mujeres que convertiste en putas.

LA ÚLTIMA CARTA

“Y la luna,
bajo su oscura capucha,
se cae del cielo cada noche,
con su hambrienta boca roja
para lamer mis cicatrices.”
Anne Sexton

Apenas viste el pico de mi iceberg, perdón por el lugar común, no encuentro otro
modo de llamarle a esta forma que tuvo la vida de obligarme a tener que buscarte
de nuevo para encontrarnos frente a frente en un espacio infinito al que fuiste y yo
aún desconozco.

Había secado al sol la bandera blanca que pensaba mostrarle a la muerte, tres
parece que fuera un número suficiente, hasta que de nuevo se te hace pequeño el
momento y más negro, todo negro el futuro. Y cuando el clavo de la circunstancia
te obliga a preguntarte si existe ese tiempo pendiente, o si solo hay un camino en
una línea que siempre se quiebra. ¿Cuál futuro?

Yo que nunca he renegado de las cicatrices, me siento harta de serlo yo, cada
pedazo de corazón que apenas sana, vuelve a abrirse y el llanto, que de tanto
mostrarse a pocos, ya no puede salir, se atora, se queda en el pecho y se hace
latido.

Ya no te llegará esta carta, ni todas las cosas que íbamos a decirnos serán
realidad. Somos una historia que ni siquiera encontró cómo empezar y se quedó

en el tiempo, derrapó en alguna calle húmeda y oscura para estrellarse y
provocarme el grito que ya jamás vas a escuchar.

Y, sin embargo, te escribo la carta, porque quiero poder leértela cada vez que se
la lea al mundo y así tal vez llegue a vos como un susurro al otro lado del dolor.


Rebeca Bolaños Cubillo. (1973) Graduada en RRPP y Comunicación y en Bellas Artes. Estudiante de Antropología. Publicó su primer libro “41 meses en pausa” en el 2018 – Editorial Nueva York Poetry Press. En el 2019 la plaqueta “Reporte del tiempo”- Proyecto Editorial La Chifurnia.
Su segundo libro se encuentra en revisión.
Productora Ejecutiva del FIPCR (2016 y 2017); y de los proyectos Fuego Cruzado y Canto a la Semilla, además de colaboradora del proyecto Ojo de Cuervo – Encuentro Centroamericano de Escritura de Mujeres, iniciado en El Salvador en el año 2019.
Certificada como facilitadora de escritura terapéutica y reflexiva por el Fondo @TrustedWords.

Poesía argentina actual: Damián Jerónimo Andreñuk

Donde nace el arcoíris

Una firme determinación en cada músculo feroz.
Un grito desgarrado en las vértebras del hambre.

Una larga cicatriz en la alegría.
Un cisne que se ahoga en su belleza más inútil.

Un aroma indescifrable que baja desde las montañas.
Un crepúsculo manchado de ángeles promiscuos.

Una trompada con violencia y precisión.
Una palabra luminosa de una niña de seis años.

Un abrazo que nos nutre la raíz.
Un insomnio que termina donde nace el arcoíris.

Un milagroso amor sin almanaques ni exigencias.
Una caricia con regusto a ingenuidad y mariposas de menta.

Una poesía como un hacha que atraviesa la mentira.
Un mundo de ilusión donde pululan marionetas.

Canto de guirnaldas

Existe una mujer
con quien siempre estoy en éxtasis
y acompañado
como arriba de un bellísimo milagro
que atraviesa las tinieblas.

Existe una mujer
cuyo abrazo es como un canto de guirnaldas.
Que da el calor del paraíso aunque llegue el invierno.
Que libera mariposas en delirio
cuando dice buen día.

Existe una mujer
cuya cálida luz irreprochable
me lava la esperanza
y me enciende los huesos.

Necesidades terrenales

Un deseo insatisfecho me hiere de nunca.
Un puñado de cenizas me cubre la inocencia.
Un cuervo diminuto me agrede las felicidades.

Oigo esa leve melodía del vino macerando.

Sé que la muerte es un portal,
sólo un despojo de lo transitorio.
Sé que hay una quietud
como un orgasmo.
Que hay un amor errado
que llega hasta el suicidio.

Cuando un sendero se bifurca
ya hay una encrucijada.
No debo ahogarme por completo absurdamente
en las poquísimas necesidades terrenales.


Damián Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Publicó diez libros, todos a través de Certámenes en diferentes editoriales: Omisiones (2010), Portales al vacío (2011), Formas concretas (2013), Silencio de crisálidas (2015), Metástasis (2015), Vértigo insondable (2017), Música del polen (2021), Yamila (2021), Donde orinan los lobos (2021) y Dimensiones de lo breve (2022)