Poesía cubana actual: Reynaldo Zaldívar

Me levanto temprano. Talo árboles.

Un bosque me nace dentro del pecho.

Aquí se puede respirar la corteza y el sudor y el hacha.

Nada como respirar esta trilogía:

corteza/ sudor/ hacha.

Otro golpe y otro árbol.

Preferiría pastorear vacas,

hornear panes.

Pero si un bosque te nace dentro del pecho

no queda más que talarlo

o dejar que poco a poco los árboles te asfixien.


Virginia tenía los ojos grandes y hundidos sobre el rostro hundido

Una tarde tocó a mi puerta y me dijo:

«John —ella siempre me decía John— 

conocí a un tipo, le hice el amor 

y tuve asco por primera vez de un hombre». 

Virginia y yo nos emborrachamos esa noche. 

Seis años después regresó, 

con unas maletas y un niño y me dijo:

«John —después de seis años aún me decía John— 

este niño se te parece un poco».


lo que más me atrae del mundo

es la siguiente oportunidad de evitarlo.

y ando todo el día con el cerrojo puesto

ensayando el desequilibrio.


Reynaldo Zaldívar Osorio (Fray Benito, Cuba, 1993) Tiene publicado los libros Carne Roja (2019) y Desequilibrio (2020), ambos por Ediciones La Luz. Posé números premios por su trabajo poético, entre los que sobresalen La Isla en Peso y El Árbol que Silba y Canta. Carne roja resultó un éxito editorial y se presentó, además de Cuba, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Textos suyos han sido musicalizados, publicados en audiolibros y aparecen en revistas, periódicos y antologías de numerosos países. Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC).

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Muestra poética de Sebastián Miranda Brenes

                                                                                                                        Gestión por María Macaya

Muestra de Jaguar Cementerio (libro inédito):


Los descendientes del Jaguar

“…conozco la selva, conozco los ríos, conozco la vida, inclusive las piedras… Sarayacu es una tierra viva, es una  selva viviente… [los seres espirituales y ancestros] muchos se escondieron, otros murieron cuando se reventó, ellos son los que sostienen la selva…”

- Sabino Gualinga (líder comunidad de Sarayacu, declaraciones ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, en 2011.)

Imagínate que hombres armados bajen de helicópteros
cerquen tu iglesia
y de la noche a la mañana te impidan el paso
y por más que protestes
te expulsen a macanazos
por más que reclames
te amenacen con bocas de fuego
por más que insistas te quemen la casa o tu cuerpo

imagínate
que ya no puedas ir los domingos a hincarte ante Dios
y ofrendarle tu dinero o sacrificio
qué te griten
                           NO JODAN
                               ahí no hay más que yeso hueco en un altar vacío
y que un día de pocos
escuches tractores demoliendo las paredes de tu iglesia
observes caer sus cruces
mires las imágenes de tus santos
desmoronarse decapitadas

mires colapsar las cúpulas
y cuando todo se cubre de polvo
justo cuando ves tu catedral en ruinas
sientes como tu Dios escapa
                           o muere
                           o desaparece

comienzas a denunciar el desastre
pero todos se hacen los sordos
y gritas la injusticia
pero todos se hacen los ciegos
y vas a los medios televisivos
para denunciar el acto terrorista
y todos se hacen los mudos
salvo los demoledores
que te gritan CRISTIANO DE MIERDA
         te amenazan de muerte
         te encañonan
y no te queda más que alejarte con la rabia entre los dientes
y soportar el escarnio
de aquellos que terminan de carcajearse
escupiendo sobre la imagen quebrada de Cristo

Pero si en vez de iglesia te hablo de nuestro cerro sagrado
y si en vez de Dios te hablo de espíritus y ancestros
y en vez de dinero y sacrificio te hablo de coca y maíz ofrendados
o te hablo de árboles en vez de cruces
o de ríos en vez de santos

y si en vez de catedral de nuestra ceiba sagrada
y de un bosque que asciende por la montaña
que al detonarse
escapó el Jaguar
               la rapiña
               la serpiente
y murieron nuestros espíritus
y desaparecieron nuestros ancestros

y al denunciar este acto contra la vida
todos se volvieron sordos, o ciegos o mudos
salvo quienes nos gritaron INDIOS DE MIERDA
mientras nos amenazaban y encañonaban
y con la rabia entre los dientes
soportamos el escarnio
de aquellos que terminaron de carcajearse
escupiendo
sobre el cuerpo de Pachamama
convertido en desierto




La Compostura del Agua
                                                                                                                                                                                                                                                      “De los ríos, somos custodios ancestrales el pueblo Lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos, es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta.”
- Berta Cáceres, Honduras

Estuvimos aquí por la fuerza de los nahuales
intentando recuperar los lugares sagrados

vivimos en la insurgencia como una ceremonia
guiadas por las niñas del agua
                                                  -espíritus-mujeres-ancestras-
pues fue aplastada toda nuestra expresión de vida
           lesionada toda espiritualidad
                                                                          la rebelión fue nuestro derecho

en Río Blanco o en Gualcarque
no hubo Guacasco
        no intercambiamos sombreros
        ni bailamos
        ni nos sentamos en las piedras a negociar

por el contrario
nuestro cuerpo fue el territorio donde se concentró la violencia

                 el enclave instaurado por los prestanombres
                 el portaviones de otros militares que nos usaron de laboratorio

pero dejemos claro
al sacrificarnos
como las aves durante la Compostura
hicieron de nuestro rostro un símbolo
al igual que la pacaya y los helechos
al igual que el ála
que como la chicha
corre alrededor de los altares

nos convirtieron en ángeles de lluvia
y ahora ofrecemos nuestro espíritu
como tributo
a todas las comunidades

recuerden que somos hijas del copal y la candela
                              somos la voz de Berta
                                            la de Santos Domínguez
                                            la de Tomás o Lesbia
                                            la del pueblo Lenca implorando justicia
somos la anciana que canta
                                                     por todos los hermanos
                                                    es la llamada a todos los Santos
el Padre del pueblo diciendo
                                       yo creo que dar la vida
                                           por defender la vida
                                           no es perder la vida
                                          es vivir para siempre
somos el grito tejido por mujeres que exclaman
                                                                    recordá que somos hijas de Lempira
                                                                               señoras del cerro
por eso sigamos guiándonos por los astros
                                  veneremos al lagarto y al garrobo
                                  agradezcamos al corazón del Cielo
                                                                al corazón de la Tierra
y levanten con cohetes a los que lloran

por eso
les pedimos
que mientras se lavan los ojos con el humo del copal
y hacen la ofrecida al maíz
esculpan en nuestras casas un Lepa de piedra
y en una loza de barro
escriban en Poton
PODRÁN CORTAR LAS RAMAS
PERO NUNCA PODRÁN
MATAR LAS RAÍCES




El cementerio del Jaguar

“200 personas defensoras de la tierra y del medio ambiente fueron asesinadas en 2021”.
Global Witness, 2022.

Les hablamos desde un sitio oculto
en lo más profundo de la montaña
donde nuestro grito es rugido
y nuestra mirada
                               -siempre desafiante-
se postra en los ojos del Jaguar
que resguarda nuestro espíritu

un lugar subterráneo
                  submarino
                  sagrado
donde yacemos quienes ofrendamos la vida
antes de imponernos el silencio

en este cementerio
somos árboles
que resguardan en sus raíces
los secretos de nuestras luchas
       somos estalactitas y roca basáltica
                     tierra y musgo
                     el inicio de una nueva estirpe
                     bendecida por el río
                     protegida por abuelos y nahuales
aquí permanecemos vigilantes
de nuestras tierras
de nuestros seres queridos
a través del vuelo de las lapas
que regresan siempre por la tarde con noticias

aquí les gritamos
no derrochen sus fortunas explorando las selvas
ni enviando satélites o tropas
al igual que el Dorado
este sitio es inaccesible
para quienes tienen pavimentados los ojos

lograron desaparecer nuestros cuerpos
alcanzaron apagar nuestras voces
como al canto de las ranas o las loras

pero nuestra energía es inextinguible
se mueve sutil entre el pasto
empuja al viento y al aguacero
que provoca las crecidas
que arrasan con sus máquinas y sus diques

desde este lugar
alimentamos de calor al huracán
nutrimos de furia las voces de los pájaros
endurecemos la corteza del Poró y del Cedro
y hacemos retumbar las cavernas
para sepultar sus minas
como ustedes hicieron con nuestros huesos

en este cementerio
no ocupamos lápidas
nuestros nombres
están en la memoria de la Ceiba
            en los muros de los pueblos

nuestros nombres
habitan dentro del Jaguar
que los ronronea
cuando se acurruca en nuestro pecho.

Sebastián Miranda Brenes (1983, San Pedro de Barva Heredia).

Escritor y gestor ambiental. Es docente del INA y de la UCR y hace 10 años vive en la zona del Caribe costarricense. Ensayos y parte de su obra poética ha sido publicada en diferentes revistas digitales latinoamericanas. En el 2013 publicó su libro Antimateria, dentro de la Colección Cuadernos AmerHispanos, en México. Publicó el libro El sudor de la morfina (Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica 2020), en 2022 publicó Luminiscencia en una coedición con New York Poetry Press, Estados Unidos y Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica. En ese mismo año Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica publicó la segunda edición del libro Antimateria.

Poesía mexicana actual: Lia Quezada

Nueva Santa María
a la de ella menos de mango y más de guanábana
dijiste
pidiendo mi agua
miré nuestros pies
caminábamos al parque
escuchaba tu voz
se confundía con la fuente

nunca pensé que la última vez que te querría sería en sábado

en qué esquina
y a quién
te diré
por última vez





Gansos salvajes

me pregunto si he visto a tu boca
decir todas las palabras
si hay algún día del año
en el que no te haya amado
alguna hora
en la que no te haya besado

verte despertar,
cada mañana,
se siente igual que estar en segundo de primaria
y contemplar
la primera vez que brota un frijol
de un algodón mojado
cuidadosamente guardado en un frasco

quisiera llevar,
como entonces,
un meticuloso diario:
documentar cada uno de tus sonidos
mi lenta y espirada manera de entenderte
el suave susurro con el que me dices que me quieres

Poeta de Eugenia

guardar una flor
entre las páginas de un libro
es lo más parecido
al gesto físico
de hacer una promesa

de entre todas las flores
una bugambilia
no sabías
lo que para mí significan

tu flor, tu promesa
ambas frágiles
pequeñas
quietas
cómo pedirles transparencia
sin atentar contra su naturaleza

será mejor olvidarla, perderla
de qué otra forma tu mirada
de qué otra forma las mañanas

el silencioso acomodo de las vidas
con quién pasarás las noches,
con quién yo las mías


Lia Quezada nació en el 2000 en Guadalajara. Lo primero que escribió fue un sueño. Le han seguido sobre todo poemas. Ocasionalmente los entrega en sobres con dedicatorias en tinta roja. Desde 2019 estudia una licenciatura en Sociología.

Muerte natural / Infarto al miocardio

por Osiris Gaona


 —Buenas noches, Quijano, perdone que lo interrumpa a estas horas de la madrugada. Se trata de uno de esos casos que se llaman de “muerte natural”, quizá le gustaría atender a este cadáver, entiendo que fue su profesor….

°°°

—¡Pero qué mierda es esto!  Quijano, límpiele bien ahí, carajo. Qué le he dicho de hacer cortes limpios para evitar la porquería. No le tenga miedo al bisturí y menos en estos pobres, que ya están bien fríos.

—Lo siento, maestro, le juro que seguí sus instrucciones.

—¡Lo siento, maestro; lo siento, maestro, ¡va!  Pinches mocositos burgueses. Cierre el pico y sirva de algo, Quijano, vaya leyéndome el expediente a ver si eso sí puede.  A ver si alcanzo una torta de bacalao siquiera, ya el brindis y los abrazos valieron madre.

—Matías Espejel Peniche, edad 53 años, soltero, esquizofrenia o similar. Aquí, maestro, tiene una nota rara.

—Rara, rara, pues, qué dice, Quijano.

— “Tratar el caso con prudencia, hijo del coronel Espejel”.

—Mmmmmta, ya salió el peine, este favorcito les va a costar, Quijano, les va a costar. Sacarme en pleno brindis, y más que estaba con la Aurorita.  A ver préndase la grabadora.

—Sí, maestro.

—Cavidad oral normal, salvo un tufo penetrante a petricor, característico de la tierra mojada. El cuerpo no presenta indicios de maltrato, la rigidez post mortem corresponde a la hora que se registra la muerte. Delgadez extrema. Ojeras pronunciadas. Color de piel amarillento similar a los enfermos con tratamiento de quimioterapia. Movimiento inusual en la cavidad intestinal…. Quijano, detenga la grabadora y acérquese. A ver, mire bien y descríbame lo que ve ahí donde apunta mi dedo.

—M m m aestro…

—Qué Quijano, por qué pone esa cara, dígame lo que ve sin miedo.

—Fluidos no pertenecientes a los seres humanos, partículas similares a heces fecales, pues no sé, maestro, parecen de ratón, murciélago o algún mamífero pequeño. El hígado presenta unas muescas en forma de luna.

—Qué más ve ahí, Quijano, mire bien, ¿Qué cree que son esas muescas con ondulaciones?

—Yo diría que son pequeñas mordidas, pero, en el hígado y riñones es imposible

—Bien, Quijano. Lo mismo pensé, creí que el vinito espumoso se me había trepado, nomás de acordarme de la Aurorita, carajo, maldito Espejel. ¿Usted no tomó o sí?

—Cómo cree, maestro, estoy de guardia y soy cristiano.

—Ya decía yo, no desperdicie su vida, Quijano, con santurronerías, al cabo todos acabamos así como este wey, que sabrá Dios qué demonio se le habrá metido.  Esto que acaba de ver no lo repita, Quijano, si no quiere que lo saquen de aquí con camisa de fuerza. Ciertamente, la muerte de este tipo es un caso para expediente secreto, pero se trata del hijo del coronel, habrá que poner que es una muerte natural. Ahí busque entre sus librillos o métase a la red a ver qué chingados encuentra, algo tranquilo, ya sabe, un paro al miocardio, común a los cincuenta. Ahí le encargo el changarro, limpie todo y que pase la noche tranquilito. Piense qué diablos podría haber pasado. Mañana lo discutimos.

°°°

—Soy Matías Espejel, doctor.

—¿Qué pasa, Matías?

—Lo de siempre, doctor Hernández, ese dolor intenso en el costado derecho, a la altura de la cintura y los riñones, cada vez se incrementa más, Doctor.

—Pero si ya hemos hecho todas las pruebas de orina, sangre, ultrasonidos, y no hemos encontrado nada.

—Me están comiendo por dentro, entiendo que me vean como un bicho raro, piensan que estoy loco, estoy seguro, doctor, siento movimientos en mi intestino esas criaturas. Recorren mi cuerpo siguiendo los laberintos de mis entrañas, las mordidas y el dolor se incrementan en la noche, en el silencio, no puedo dormir. Me veo en el espejo y no me reconozco, esas ojeras negruzcas me hacen parecer un paquidermo. Se lo juro, doctor, los he escuchado comunicarse con esos sonidos guturales y siniestros de los animales que entablan un diálogo aterrador. Acaso usted nunca ha experimentado la mordida de un gato o un perro; algo similar siento de manera constante. Evidentemente sus mandíbulas deben ser pequeñas para morderme por dentro.

—Matías, entiendo perfecto lo que me ha dicho, sin embargo, soy hombre de ciencia no puedo hacer más sin evidencias palpables. Le sugeriría que regrese al psiquiatra.

—No estoy loco doctor. Le digo lo que siento. Usted cree que no me gustaría sentirme bien, despertar un día sin este dolor, poder dormir, tener una vida normal. Con todo lo que pasa Teresa se llevó a mis hijos y vivo solo con los malditos seres nocturnos.  Odio la compasión de mi padre, el coronel del ejército que se avergüenza de su hijo débil. Lo que más me duele es que duden de mi salud mental. Estoy harto de que me miren con compasión asquerosa. Haga algo doctor, algo debe existir, no debo ser el único ser que le haya pasado esto.

—Lo entiendo y lo lamento, dese una vuelta mañana por el consultorio y lo revisaremos nuevamente, algo haremos.

—Gracias, doctor, gracias.


Osiris Gaona Pineda. Nació en 1969. En Ciudad de México, Tlatelolco. Es bióloga egresada de la Facultad de Ciencias, UNAM. Ha trabajado por 20 años en el Instituto de Ecología, UNAM. Su experiencia se centra en la Conservación y Manejo de Vertebrados. Mención Honorífica y cándidata a la medalla Alfonso Caso en Doctorado en Ciencias Biológiccas.

Realizo el diplomado en la SOGEM con mención honorífica en la segunda generación en línea marzo-agosto 2022. Recientemente publicó su primer libro Señora de la noche, microrrelatos presentados en la Biblióteca Central Manuel Cepeda Peraza. Ha publicado un par de cuentos en Aquitania ediciones, en Mujeres en el Enjambre, en la Nigüenta que cuenta programa de Costa Rica ha relatado sus cuentos.

Poesía argentina actual: Pablo Agustín Secchi

La casa que habito es demasiado frágil

vieran cómo se recuesta en la Santa Rita para no ceder

el agua ablanda sus paredes

y el mordisco de la tristeza le perfora las chapas

en este incendio de agua

hasta los recuerdos se derrumban

si tuviera el don de elegir cómo entregar mi vida

sería así



aplastada de lluvia


Tenía un Palán palán en la vereda de la casa

lo cuidaba como si fuera un naranjo

un fresno

un jacarandá



los vecinos los arrancaban

porque sus raíces levantan tejas


quiebran cornisas

y revientan fachadas


ella lo regaba como una ausencia

que no da sombra ni fruto


qué rara que es la poesía

qué rara.



Nosotros nacimos sin casa

(Quizá por eso me hice albañil)

transcurrimos la infancia de la mano de mi madre

como a quien sorprende un diluvio desamparados

buscando techos para ningún sol

para ningún sueño:

de noche sobre la pobreza casi siempre cae el frío


(en mi pueblo el mar sigue siendo un deseo retorcido

como una serpiente embarrada)


con mi hermano muchas veces dormíamos en su casa


mientras nos acomodaba esas mellizas cobijas

que nos cubrían de la vida

y que olían a lejanas flores que nunca tuve en los ojos

le pregunté

¿por qué ninguna de las ventanas que abro tienen detrás el mar

Abuela Yoya?

(siguen siendo sangre amarilla de la tristeza mis preguntas)

(Ella tenía la invisible herramienta que sacaba lo feo

me acarició el desconsuelo con sus manos de durazno tibio)

Pablito

me dijo

es porque todos los mares del mundo

tienen detrás tu ventana


después

es este recuerdo donde el poema

o el sueño

algo para siempre perdí primero




Querida poeta

llueve en el lugar donde leo su poema

fronteras adentro

(me pregunto si esta novedosa tristeza

toma el indefinido contorno de la lluvia)

poeta, dígame:

Cuántas golondrinas caben en una niña

cuántas niñas con sus golondrinas caben en una campana

cuántas campanas con esas niñas y sus golondrinas caben en un grillo

cuántos grillos con campanas y niñas con golondrinas caben en una noche

y cuántas noches con grillos, campanas, niñas, golondrinas,

caben en otra palabra

(ahora los asfódelos,

los que tampoco conozco

y ya no me sueltan)

cuántas palabras se pueden soportar

¡ay poeta!

cómo se protege la más amada herida

escogiendo de la explosión el lugar

la hora

en que estalle el cuerpo todo

como lo hace en flor inocultable

el invisible capullo


Soy Pablo Agustín Secchi, nací en San Pedro, Buenos Aires, Argentina, el seis de mayo de mil novecientos setenta y ocho. Trabajo de albañil desde hace más de veinte años. Hace relativamente poco publiqué en Facebook unos poemas, y a partir de una repercusión inesperada, me han publicado en blogs y páginas de poetas reconocidos y reconocidas, y también en algunas revistas de mi país, además de Cuba, Chile, México y España.

Muestra poética de Perla Rivera

Gestión por María Macaya


Debajo de mi falda

Hace siglos, desde que me hice niña he podido sacarme el corazón y decorarlo
con cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos,
cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y sonreía
frente al movimiento del agua, mordía mis labios.

 Mis pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias, el abismo no
es más que un motivo. Ser mujer fue siempre el salón de los vientos, de música
y aullidos.

 El vientre ha sido motivo de censura y de espasmos. Olas y mar salvaje que
se abre a la vida, que se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de
frases mudas muere con un rostro que se ha anclado en la palma de mi mano,
esa mano acusada de fornicar y ceder a los delirios.

 No soy de jaulas en mis cuerdas vocales ni en ningún átomo de mi cuerpo, y a
pesar de los reparos, cada vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo
de mi falda hay un suicidio colectivo de estrellas.





Sacrificio

He llorado tanto tu ausencia como la crucifixión de Cristo,
llantos que harán un hueco en el mármol que guardará mis restos.
 
Todas tus palabras y el rencor
eran necesarios para desollar la escasa piel que aún quedaba.
 
Te faltó mirar esas constelaciones que parecían un rebaño
consumando la ceremonia del fracaso.
 
Los Cantares y el Génesis me absorbían a dentelladas
los evangelios se escribían en la planta de tus pies.
Tragabas perlas disueltas en vinagre.
 
Nada permanece,
solo tus estatuas, mientras me haces concebir abortos
al ritmo de un viejo saxofón.





Profecía

                                                                                                                                                                                               Todo es presagio.
                                                                                                                                                                                                                              Así arden en mí los significados.
                                                                                                                                                                                             ―Antonio Gamoneda

El paisaje se repite bajo un telón de piedra.
El sol es un cíclope que despierta del sueño
y me descubre retozando sobre la hierba.

Un grito interrumpe el sosiego del aire
y descubro entre las rocas que se empujan en el cerco
un escorpión conjurando mi sangre.

Mi madre, dueña del presagio
palpa las gotas y anticipa un viaje lleno de estaciones,
y sentencia: un camino se romperá en la planta de los pies
el día en que las estrellas duerman profundamente
y un reloj pida disculpas.





Olvido

Se enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria con rostros aún sonrientes,
el tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
y el mío como un ave amarilla,
que resucitó de la guerra
esta tarde de junio.





Como una matrioshka 

Soy aquella que puede habitarse
como se habita una ciudad. 

Una estación de rostros femeninos
con ojos que desbaratan los gritos.
Inviernos arropados bajo túnicas de madera.
Artesanas de rituales que conjuran la luna
y acomodan en vasijas de madera
cada historia y su final.





Tegucigalpa

Quiero superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se balancean
desde muchas lenguas. No seré una espectadora, víctima de traficantes de
exorcismos y mercaderes de ojos cerrados que inventan números detrás de
las puertas. Desobedezco cómo me enseñó mi padre, con mi rostro de hambre
a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas que babean sus bocas
para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre. Se puede odiar invocando
ángeles, pero también se puede llenar de huellas y de gritos los campos
sepultados bajo el concreto. Sigo sosteniendo que el paisaje guarda historias
de hombres que han sido sacrificados por el silencio, que sus voces se
entierran en el asfalto para despertar un día en la fiesta de la memoria
recobrada.

Perla Lusete Rivera Núñez, Honduras.

Docente y poeta. Especialista en Literatura por la UPNFM, Maestrante en Literatura Centroamericana. Ha publicado: Sueños de origami 2014; Nudo 2017; Antologia Personale 2019 editada en Venecia Italia; Adversa 2019, por Editorial Àttica de Monterrey México; He sido un pájaro, en El Salvador; Arde en mi vientre, 2022 Malpaso Honduras; Cementerio de plumas por Vocalibus y Literatelia Toluca México. Invitada a festivales y encuentros de poesía en América Latina y Europa. Publicada en revistas y Antologías de poesía en Latinoamérica y Europa. Traducida parcialmente al inglés, afgano, árabe, hindi e italiano.

Dos poemas de Manuel Colina


PENTHOUSE

Roncas sobre la noche

a pierna suelta.

A pesar de la noche

roncas a pierna suelta.

A pesar de que aquí

ha varios años que es de noche

roncas a pierna suelta.

¿Cuándo comenzó

la noche uniforme?

¿Cómo es que no hay más Sol?

¿En todo el mundo se ciñe

semejante oscuridad?

Hoy como ayer como mañana

la noche está estrellada y

las personas cada vez más blancas,

pronto transparentes y tú

roncas a pierna suelta,

ronroneas y duermes

como un gato casero y castrado.


HELADA

No hubo en tu camino

piedra con la cual tropezar,

lluvia que te mojara

hasta ahogarte

o sol riguroso 

sobre tu piel.

De todo supiste, nariz

en los libros, papilas

en los diarios,

un ojo al televisor y otro

para maestros e infinitas

autoridades.

Conociste el desierto

pero éste no agrietó tus labios.

Te hiciste al mar

sin que alguna ola te revolcase

ni el salitre hiciera mella

en tus costas claras.

Asististe a la tundra: palaciega 

junto a la chimenea

te confundiste cómoda

con la nieve.


Manuel Colina. México, Distrito Federal, 1985. Ha publicado dos poemarios: El fin de la escritura (Grafos, 2016) y [Acto de ausencia] (Universidad del Claustro de Sor Juana y Casa editorial Abismos, 2016). Obtuvo una mención honorífica en el Concurso Nacional de Poesía Descifrar el Laberinto y un apoyo para la creación del gobierno de México. Otra parte de su obra se encuentra reunida en antologías y dispersa en publicaciones periódicas nacionales.

X y otros poemas de Juan Pablo Jaime Nieto


Poema Anarquista

La gran mesa está servida con pan, Jamaica y frutas. Mesa oblonga llena de invitados.

Sun Ra ha tomado su lugar frente a un plato pequeño de nueces indias, chasqueando ritmos

en su muslo mientras prueba los nogales. En sus gafas oscuras los comensales se reflejan

transformados en silbido dentro de su jazz mind.

(And the jazz mind expands)  |  Nuclear war. If you push that button

Miles, Pharoa, Charlie, Chet. La gran mesa está servida al fraseo de sus carcajadas y el olor de

las cadenas fundidas en trompetas y trombones. Un hombre toma a una mujer para tatuar un

baile a medio patio. Un grito colorido los premia: “¡Den el mundo a esos como postre!”

(la mesa como mundo) |  If they push that button, what you gonna do?

La gran mesa está servida para el tuerto el contrahecho el tartamudo. Ya el aceite, ya el maíz, los

acordes y un encontronazo de la hechicería negra free, swing, ácida, beebop. Los prójimos y las

mujeres se toman de las manos escuchando la vegetación sonora de los cien jazzistas.       

(y la música de jazz mind)  | If they push that button goodbye

Más tarde, la noticia se ha expandido ya: la alcaldía está en llamas. El fuego cruje imitando el rocío

de unos platillos. Prójimas y hombres se toman de las manos para hacer silencio. Sun Ra formaliza

un epitafio saxofónico, pianístico, soul, blues que adereza los sabores de esta, la gran mesa  

rectangular.


La balada del apocalipsis

1.

El fin se acerca, pero… No temáis. Es solo una guasa demoniaca del que ha venido a apostar con

Dios. ¿Y qué se han jugado? La divina vanidad. Así que carga con tu abrigo. La noche durará.

2.

En la finca las manos de los peones se beatificaron. Las herramientas han quedado abatidas.

El patrón, desesperado, culpa al mayoral que, confundido, culpa al flojo látigo.

En las manos de los peones nacen brasas, y el patrón y el capataz se miran consumando su derrota.

Se marchan extraviados sin saber qué hay delante de ellos.

Con sonrisa las mujeres preparan pan. Mañana, la luna ya no brillará en las cadenas.  

3.

Mi amor, ¡mi hermosa compañera!, he traído una vela a tus manos para que la alces esta noche sobre

la encanecida ciudad.

Sabes que ahora temo ir a los conciertos: ¿es que acaso el ángel se disfrazará de trompetista para

improvisar el fin de los tiempos? Y no es que tema al apocalipsis, sino a que el concierto esté

incompleto.

Por ello, alza la luz, mi amor compañera, dame tu mano y alaba.

Yo escucharé tu voz como quien mira el anochecer con sus estrellas y celajes, cantando como un

salterio triste y a la vez esperanzado, tañido por el eros de tu cuerpo.

Y al romperse el sello séptimo seguiré afirmando “Aquí me quedo. Aquí contigo”, mi hermosa

compañera. 


X

En la última hora, en la letra final, no termina.

El tiempo la extiende,

Al norte y al sur cabalga batiendo el ovillo de su hondo cabello.

En la última hora comienza la sucesiva.

Su piel vestida de sol es el bronce inequívoco para su gaya sonrisa.

El campo ahí vive, y cuelga de su bengala el jadeo y la esencia a café,

Ahí exprime la arena del manantial y juega en el agua, debajo de la cascada, desnuda…

Felizmente desnuda.


Juan Pablo Jaime Nieto es originario de Celaya, Gto. Es licenciado en filosofía por la Universidad del Claustro Sor Juana, maestro en Filosofía Contemporánea Aplicada por la Universidad Autónoma de Querétaro y actual candidato a doctor en Filosofía por la Universidad de Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Profesor en el en seminario diocesano de Celaya, Gto. Ha publicado en diferentes journals especializados, en la revista “Tiempo de derechos” y en la compilación “Voces de la laja” convocado por el Sistema Municipal de Cultura de Celaya.

Poesía colombiana actual: Valeria Burgos Nascimento

Sangre materna


Soy exilio del cuerpo de mi madre
la escucho llorar en mis huesos
pero no logro que mi piel se abra y me deje entrar
para que mi mamá me consuele del revés de su mano contra mi cara,
de su letra que con sangre entra y del miedo a recordar la difunta primavera.
Mi mamá trata de cocer la herida de mi nacimiento con las manos de dios
pero ella nos inunda de sangre seca y un llanto amargo.
Y yo no logro escapar de la sangre de mi mamá





Sangre de Ángel


Me sangran las encías por todas las mentiras que arrastra mi boca
puedo sentir como mi alma se desprende de mi cuerpo con violencia
voy a arrancarme la piel para comprobar el vacío
y cubrirte del frío
que exhalan mis paredes

Del amor solo conozco el canibalismo
sus manos rojas están jalando mi vestido mientras trato de leerles un poema
quieren comerse mi corazón mientras palpita

Un Ángel se desangra porque dios cortó sus alas
mientras agoniza me pregunto cómo se sentirá ser pura




Insaciable (Sadismo)


Las palabras me raspan la garganta
hambre de nuevas heridas
saciar la sed de sangre
desgastar las rodillas
ir detrás de la vida con alas podridas

Ven y cuenta mis huesos
que podría jurar que no están completos




Anatomía de la exiliada


El cuerpo exiliado se desdobla
olfateando entre los huecos del recuerdo,
se busca el calor bajo la piel adormecida,
toca esa carne tierna con olor a tierra mojada,
y se saca las piedras acumuladas en los bolsillos.
La lengua del exilio es muda,
su peso hunde el silencio en el centro del pecho,
y en la noche le lame los ojos al rostro que exhala cenizas.

Eso que al atravesar la carne exhausta se siente como un abrazo, es lo familiar, lo que rompe al
cuerpo exiliado.





Divinamente


Frente a mi espejo de cenizas
bajo dos dedos por mi garganta desgastada
intentando salvar mi corazón
de los huesos que amenazan con atravesarlo todo.
Mi cuerpo es un jardín de flores abriéndose como heridas.
Todo lo bello rompe,
y yo me estoy partiendo en dos: pariéndome;
pujándome fuera de las paredes ensangrentadas y resbalosas de este baño,
escapó de la herida con una corona de púas adornando mis caderas desgarradas


                                               Estoy creciendo sobre el cadáver de mi infancia.




Suspiro


Voy vestida de mentiras a atravesar el umbral de la herida.
Afuera el sol pone a hervir a la tierra y la briza es violenta,
arranca las hojas de los árboles, lleva el polvo a mi cara, cierra de golpe las puertas.
El calor evapora las lágrimas incrustadas en los ojos,
la nariz, adormecida, solo reconoce el olor a óxido,
los oídos intentan reproducir el sonido del silencio,
la boca va empuñada y seca,
y las manos buscan donde esconderse.
El tiempo camina sobre mí dejando huellas,
carne translúcida, cuarteada y gastada.
Voy dejando la piel regada por la carretera,
mientras que el asfalto se derrite por las lágrimas del sol.
Mis pies cargan el peso muerto de viseras desteñidas,
llevo humo ajeno en los pulmones,
y unas manos de metal me atraviesan la espalda rompiéndome los huesos lentamente.

                               De vuelta al umbral de la herida, lo único que me queda es un suspiro

Valeria Burgos Nascimento (Cartagena De Indias, 2002). Poeta, estudiante de lingüística y literatura en la Universidad de Cartagena y artista de collage análogo. Sus poemas han sido publicados en Mi Máquina De Escribir Escritores del Mundo, 2021, su poemario De Abismos, Sangre, Olas y Mar, 2021, fue publicado en la antología poética Delirio de Amor, 2021, de la editorial colombiana ITA. Su última colección de poemas, El Exilio de la Inocencia, 2022, fue publicada en La Mal Crianza, la primera revista de las artes escénicas y visuales juveniles de Colombia.

Muestra poética de Otoniel Guevara

Gestión por María Macaya

Del libro “Los pájaros de Hitchcock”

LÁTIGO. BREVE HISTORIA DE AMOR.

No puedo admitir que los sueños

Sean privilegio de las criaturas humanas.

Lêdo Ivo. [El sueño de los peces].

El látigo sueña con ser enredadera y parir flores.


Que su aroma seduzca a las abejas.

Que los enamorados lo conserven en cajitas de cristal

color turquesa.


Quiere vibrar con la lluvia

en lugar de podrirse.


Quiere ser hormigón, caricia y condimento.

La mano que recibe

a los recién nacidos.

La añeja tibieza de la almohada

que conoce de memoria

el diámetro y cansancio de la dura cabeza.


El látigo proyecta

ceñir a su cintura

un ramo de azucenas.

Atizar en su oreja tres nidos de oropéndolas.


Su aspiración suprema

es marcar con sus pétalos

en el centro de un libro

los versos de un poeta.


El látigo pretende bautizar caracoles,

perfumar las orquídeas, bendecir los amores.


El látigo ha perdido la razón.


CERDO. TRIÁNGULO NORTE.

Nos dividíamos en ebrios y sobrios,

inteligentes e idiotas, ebrios e inteligentes,

sobrios e idiotas.

Efraín Huerta. [Borrador para un testamento].

El cerdo se salvó de morir acuchillado

en un motín carcelario,

se salvó de morir en un barrio contrario.

El cerdo

se salvó de morir en demencia

agrietado

por las salvajes púas

del crédito imperial. Se salvó de morir

violado por su padre.


El cerdo se salvó de ser humano.


LAVA DE QUEZALTEPEQUE. 1979.

Y todo esto pasó con nosotros

Los últimos días del sitio de Tenochtitlán.

[Canto de angustia de la Conquista: la visión de los vencidos]

Playa fúnebre. Cada día

el sol brota con las manos sobre el rostro, espeluznado

de ser el primer testigo del estropicio:

el iluminador de la barbarie.


Encima de las rocas congeladas

el amor fue derrotado cuerpo tras cuerpo.


Algunos de esos cuerpos conservaban la vida

al ser arrojados desde los autos sin luces.

Con trepidantes ráfagas los hicieron melcocha.

Masa desconocida.

Ojos vaciados, huesos triturados, gargantas perforadas,

piel desollada.  


Xipe Totec decapitado.


(¡Cuánta vergüenza para los nobles instrumentos!

El hacha. La sierra. El martillo. El dócil alambre.

Los laboriosos machetes.


Degradados. Humillados. A su pesar malditos)


Concurrieron las bestias vagabundas a perder su inocencia,

a picotear ojos aterrados,

a disputar erizados corazones,

a desvanecerles para siempre los caminos.


Esos cuerpos no conocerán más tumba

que estos ojos insomnes,

insomnes,

para siempre insomnes.


PÁJARO. MISIÓN.

en un oído escéptico

el secreto no es secreto en absoluto

Rumi

Picotea-picotea-picotea.

Raya con su pico. Escribe. Describe.

Picotea-picotea-picotea.

Desentierra fantasmas del polvo.


¿Qué buscará?

¿Qué encontrará?


Sigue picoteando.

Picotea-picotea-picotea.


Talla.

Orfebra.

Mide.

Plumifica.


Hasta dejar en tierra esa palabra nunca antes pronunciada,

surgida de su pico indoblegable, de su artesanía febril.


Ha escrito el irrepetible nombre de Dios

y vuela.


MUJER DE LA CALLE. NOCHE DESIERTA.

El que está hambrienta no se preocupa

por los tabús.

Poesía anónima yoruba. [El hambre].

Llevo un agujero en el estómago y otro en la mano.

Nada cabe en ellos, aunque debería meter ahí a todos los machos que he conocido

y que no podrán asistir a mi funeral

porque, definitivamente,

morir no es mi oficio.


Amo a las mujeres que se hacen peinados altos y se sacan las tetas en los buses

para amamantar a sus pequeños hijos

sin sospechar la cantidad de criminales que irrigan con su leche.


Me quedé sin palillos de dientes, mondadientes me dicen que se llaman.

Yo no entiendo cómo es que pueden fabricarlos.

Los niños son más fáciles de hacer, pero los mondadientes

no mueren en las guerras,

ni te amarran las manos a la espalda,

ni te disparan en las manos,

ni te atraviesan el vientre con una lanza de desprecio.


Otoniel Guevara

El Salvador, 1967. Poeta y editor. Dirige la editorial artesanal “La Chifurnia”. Gran Maestre de poesía por el estado salvadoreño. Ha publicado unos 40 títulos de poesía.