Aquí se puede respirar la corteza y el sudor y el hacha.
Nada como respirar esta trilogía:
corteza/ sudor/ hacha.
Otro golpe y otro árbol.
Preferiría pastorear vacas,
hornear panes.
Pero si un bosque te nace dentro del pecho
no queda más que talarlo
o dejar que poco a poco los árboles te asfixien.
Virginia tenía los ojos grandes y hundidos sobre el rostro hundido.
Una tarde tocó a mi puerta y me dijo:
«John —ella siempre me decía John—
conocí a un tipo, le hice el amor
y tuve asco por primera vez de un hombre».
Virginia y yo nos emborrachamos esa noche.
Seis años después regresó,
con unas maletas y un niño y me dijo:
«John —después de seis años aún me decía John—
este niño se te parece un poco».
lo que más me atrae del mundo
es la siguiente oportunidad de evitarlo.
y ando todo el día con el cerrojo puesto
ensayando el desequilibrio.
Reynaldo Zaldívar Osorio (Fray Benito, Cuba, 1993) Tiene publicado los libros Carne Roja (2019) y Desequilibrio (2020), ambos por Ediciones La Luz. Posé números premios por su trabajo poético, entre los que sobresalen La Isla en Peso y El Árbol que Silba y Canta. Carne roja resultó un éxito editorial y se presentó, además de Cuba, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Textos suyos han sido musicalizados, publicados en audiolibros y aparecen en revistas, periódicos y antologías de numerosos países. Es miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba (UNEAC).
Gestión por María Macaya
Muestra de Jaguar Cementerio (libro inédito):
Los descendientes del Jaguar“…conozco la selva, conozco los ríos, conozco la vida, inclusive las piedras… Sarayacu es una tierra viva, es una selva viviente… [los seres espirituales y ancestros] muchos se escondieron, otros murieron cuando se reventó, ellos son los que sostienen la selva…”
- Sabino Gualinga (líder comunidad de Sarayacu, declaraciones ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, en 2011.)
Imagínate que hombres armados bajen de helicópteros
cerquen tu iglesia
y de la noche a la mañana te impidan el paso
y por más que protestes
te expulsen a macanazos
por más que reclames
te amenacen con bocas de fuego
por más que insistas te quemen la casa o tu cuerpo
imagínate
que ya no puedas ir los domingos a hincarte ante Dios
y ofrendarle tu dinero o sacrificio
qué te griten
NO JODAN
ahí no hay más que yeso hueco en un altar vacío
y que un día de pocos
escuches tractores demoliendo las paredes de tu iglesia
observes caer sus cruces
mires las imágenes de tus santos
desmoronarse decapitadas
mires colapsar las cúpulas
y cuando todo se cubre de polvo
justo cuando ves tu catedral en ruinas
sientes como tu Dios escapa
o muere
o desaparece
comienzas a denunciar el desastre
pero todos se hacen los sordos
y gritas la injusticia
pero todos se hacen los ciegos
y vas a los medios televisivos
para denunciar el acto terrorista
y todos se hacen los mudos
salvo los demoledores
que te gritan CRISTIANO DE MIERDA
te amenazan de muerte
te encañonan
y no te queda más que alejarte con la rabia entre los dientes
y soportar el escarnio
de aquellos que terminan de carcajearse
escupiendo sobre la imagen quebrada de Cristo
Pero si en vez de iglesia te hablo de nuestro cerro sagrado
y si en vez de Dios te hablo de espíritus y ancestros
y en vez de dinero y sacrificio te hablo de coca y maíz ofrendados
o te hablo de árboles en vez de cruces
o de ríos en vez de santos
y si en vez de catedral de nuestra ceiba sagrada
y de un bosque que asciende por la montaña
que al detonarse
escapó el Jaguar
la rapiña
la serpiente
y murieron nuestros espíritus
y desaparecieron nuestros ancestros
y al denunciar este acto contra la vida
todos se volvieron sordos, o ciegos o mudos
salvo quienes nos gritaron INDIOS DE MIERDA
mientras nos amenazaban y encañonaban
y con la rabia entre los dientes
soportamos el escarnio
de aquellos que terminaron de carcajearse
escupiendo
sobre el cuerpo de Pachamama
convertido en desierto
La Compostura del Agua“De los ríos, somos custodios ancestrales el pueblo Lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos, es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta.”
- Berta Cáceres, Honduras
Estuvimos aquí por la fuerza de los nahuales
intentando recuperar los lugares sagrados
vivimos en la insurgencia como una ceremonia
guiadas por las niñas del agua
-espíritus-mujeres-ancestras-
pues fue aplastada toda nuestra expresión de vida
lesionada toda espiritualidad
la rebelión fue nuestro derecho
en Río Blanco o en Gualcarque
no hubo Guacasco
no intercambiamos sombreros
ni bailamos
ni nos sentamos en las piedras a negociar
por el contrario
nuestro cuerpo fue el territorio donde se concentró la violencia
el enclave instaurado por los prestanombres
el portaviones de otros militares que nos usaron de laboratorio
pero dejemos claro
al sacrificarnos
como las aves durante la Compostura
hicieron de nuestro rostro un símbolo
al igual que la pacaya y los helechos
al igual que el ála
que como la chicha
corre alrededor de los altares
nos convirtieron en ángeles de lluvia
y ahora ofrecemos nuestro espíritu
como tributo
a todas las comunidades
recuerden que somos hijas del copal y la candela
somos la voz de Berta
la de Santos Domínguez
la de Tomás o Lesbia
la del pueblo Lenca implorando justicia
somos la anciana que canta
por todos los hermanos
es la llamada a todos los Santos
el Padre del pueblo diciendo
yo creo que dar la vida
por defender la vida
no es perder la vida
es vivir para siempre
somos el grito tejido por mujeres que exclaman
recordá que somos hijas de Lempira
señoras del cerro
por eso sigamos guiándonos por los astros
veneremos al lagarto y al garrobo
agradezcamos al corazón del Cielo
al corazón de la Tierra
y levanten con cohetes a los que lloran
por eso
les pedimos
que mientras se lavan los ojos con el humo del copal
y hacen la ofrecida al maíz
esculpan en nuestras casas un Lepa de piedra
y en una loza de barro
escriban en Poton
PODRÁN CORTAR LAS RAMAS
PERO NUNCA PODRÁN
MATAR LAS RAÍCESEl cementerio del Jaguar
“200 personas defensoras de la tierra y del medio ambiente fueron asesinadas en 2021”.
Global Witness, 2022.
Les hablamos desde un sitio oculto
en lo más profundo de la montaña
donde nuestro grito es rugido
y nuestra mirada
-siempre desafiante-
se postra en los ojos del Jaguar
que resguarda nuestro espíritu
un lugar subterráneo
submarino
sagrado
donde yacemos quienes ofrendamos la vida
antes de imponernos el silencio
en este cementerio
somos árboles
que resguardan en sus raíces
los secretos de nuestras luchas
somos estalactitas y roca basáltica
tierra y musgo
el inicio de una nueva estirpe
bendecida por el río
protegida por abuelos y nahuales
aquí permanecemos vigilantes
de nuestras tierras
de nuestros seres queridos
a través del vuelo de las lapas
que regresan siempre por la tarde con noticias
aquí les gritamos
no derrochen sus fortunas explorando las selvas
ni enviando satélites o tropas
al igual que el Dorado
este sitio es inaccesible
para quienes tienen pavimentados los ojos
lograron desaparecer nuestros cuerpos
alcanzaron apagar nuestras voces
como al canto de las ranas o las loras
pero nuestra energía es inextinguible
se mueve sutil entre el pasto
empuja al viento y al aguacero
que provoca las crecidas
que arrasan con sus máquinas y sus diques
desde este lugar
alimentamos de calor al huracán
nutrimos de furia las voces de los pájaros
endurecemos la corteza del Poró y del Cedro
y hacemos retumbar las cavernas
para sepultar sus minas
como ustedes hicieron con nuestros huesos
en este cementerio
no ocupamos lápidas
nuestros nombres
están en la memoria de la Ceiba
en los muros de los pueblos
nuestros nombres
habitan dentro del Jaguar
que los ronronea
cuando se acurruca en nuestro pecho.
Sebastián Miranda Brenes (1983, San Pedro de Barva Heredia).
Escritor y gestor ambiental. Es docente del INA y de la UCR y hace 10 años vive en la zona del Caribe costarricense. Ensayos y parte de su obra poética ha sido publicada en diferentes revistas digitales latinoamericanas. En el 2013 publicó su libro Antimateria, dentro de la Colección Cuadernos AmerHispanos, en México. Publicó el libro El sudor de la morfina (Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica 2020), en 2022 publicó Luminiscencia en una coedición con New York Poetry Press, Estados Unidos y Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica. En ese mismo año Fruitsaladshaker ediciones, Costa Rica publicó la segunda edición del libro Antimateria.
La casa que habito es demasiado frágil
vieran cómo se recuesta en la Santa Rita para no ceder
el agua ablanda sus paredes
y el mordisco de la tristeza le perfora las chapas
en este incendio de agua
hasta los recuerdos se derrumban
si tuviera el don de elegir cómo entregar mi vida
sería así
aplastada de lluvia
Tenía un Palán palán en la vereda de la casa
lo cuidaba como si fuera un naranjo
un fresno
un jacarandá
los vecinos los arrancaban
porque sus raíces levantan tejas
quiebran cornisas
y revientan fachadas
ella lo regaba como una ausencia
que no da sombra ni fruto
qué rara que es la poesía
qué rara.
Nosotros nacimos sin casa
(Quizá por eso me hice albañil)
transcurrimos la infancia de la mano de mi madre
como a quien sorprende un diluvio desamparados
buscando techos para ningún sol
para ningún sueño:
de noche sobre la pobreza casi siempre cae el frío
(en mi pueblo el mar sigue siendo un deseo retorcido
como una serpiente embarrada)
con mi hermano muchas veces dormíamos en su casa
mientras nos acomodaba esas mellizas cobijas
que nos cubrían de la vida
y que olían a lejanas flores que nunca tuve en los ojos
le pregunté
¿por qué ninguna de las ventanas que abro tienen detrás el mar
Abuela Yoya?
(siguen siendo sangre amarilla de la tristeza mis preguntas)
(Ella tenía la invisible herramienta que sacaba lo feo
me acarició el desconsuelo con sus manos de durazno tibio)
Pablito
me dijo
es porque todos los mares del mundo
tienen detrás tu ventana
después
es este recuerdo donde el poema
o el sueño
algo para siempre perdí primero
Querida poeta
llueve en el lugar donde leo su poema
fronteras adentro
(me pregunto si esta novedosa tristeza
toma el indefinido contorno de la lluvia)
poeta, dígame:
Cuántas golondrinas caben en una niña
cuántas niñas con sus golondrinas caben en una campana
cuántas campanas con esas niñas y sus golondrinas caben en un grillo
cuántos grillos con campanas y niñas con golondrinas caben en una noche
y cuántas noches con grillos, campanas, niñas, golondrinas,
caben en otra palabra
(ahora los asfódelos,
los que tampoco conozco
y ya no me sueltan)
cuántas palabras se pueden soportar
¡ay poeta!
cómo se protege la más amada herida
escogiendo de la explosión el lugar
la hora
en que estalle el cuerpo todo
como lo hace en flor inocultable
el invisible capullo
Soy Pablo Agustín Secchi, nací en San Pedro, Buenos Aires, Argentina, el seis de mayo de mil novecientos setenta y ocho. Trabajo de albañil desde hace más de veinte años. Hace relativamente poco publiqué en Facebook unos poemas, y a partir de una repercusión inesperada, me han publicado en blogs y páginas de poetas reconocidos y reconocidas, y también en algunas revistas de mi país, además de Cuba, Chile, México y España.
Debajo de mi falda
Hace siglos, desde que me hice niña he podido sacarme el corazón y decorarlo
con cintas, clavarle alfileres, dejarlo sangrar y seguir jugando. Hace siglos,
cuando mis cabellos eran una cascada sobre las piedras, yo volteaba y sonreía
frente al movimiento del agua, mordía mis labios.
Mis pasos oscilan en una cuerda hecha con mis propias arterias, el abismo no
es más que un motivo. Ser mujer fue siempre el salón de los vientos, de música
y aullidos.
El vientre ha sido motivo de censura y de espasmos. Olas y mar salvaje que
se abre a la vida, que se multiplica en eslabones de ceniza. Un ejército de
frases mudas muere con un rostro que se ha anclado en la palma de mi mano,
esa mano acusada de fornicar y ceder a los delirios.
No soy de jaulas en mis cuerdas vocales ni en ningún átomo de mi cuerpo, y a
pesar de los reparos, cada vez que digo mujer, desnudez, amor, sexo, debajo
de mi falda hay un suicidio colectivo de estrellas.
Sacrificio
He llorado tanto tu ausencia como la crucifixión de Cristo,
llantos que harán un hueco en el mármol que guardará mis restos.
Todas tus palabras y el rencor
eran necesarios para desollar la escasa piel que aún quedaba.
Te faltó mirar esas constelaciones que parecían un rebaño
consumando la ceremonia del fracaso.
Los Cantares y el Génesis me absorbían a dentelladas
los evangelios se escribían en la planta de tus pies.
Tragabas perlas disueltas en vinagre.
Nada permanece,
solo tus estatuas, mientras me haces concebir abortos
al ritmo de un viejo saxofón.
Profecía Todo es presagio.
Así arden en mí los significados.
―Antonio Gamoneda
El paisaje se repite bajo un telón de piedra.
El sol es un cíclope que despierta del sueño
y me descubre retozando sobre la hierba.
Un grito interrumpe el sosiego del aire
y descubro entre las rocas que se empujan en el cerco
un escorpión conjurando mi sangre.
Mi madre, dueña del presagio
palpa las gotas y anticipa un viaje lleno de estaciones,
y sentencia: un camino se romperá en la planta de los pies
el día en que las estrellas duerman profundamente
y un reloj pida disculpas.Olvido
Se enmoheció el sitio donde cuelga nuestra foto:
plegaria con rostros aún sonrientes,
el tuyo, con el cristal como máscara que defiende una sombra
y el mío como un ave amarilla,
que resucitó de la guerra
esta tarde de junio.
Como una matrioshka
Soy aquella que puede habitarse
como se habita una ciudad.
Una estación de rostros femeninos
con ojos que desbaratan los gritos.
Inviernos arropados bajo túnicas de madera.
Artesanas de rituales que conjuran la luna
y acomodan en vasijas de madera
cada historia y su final.
Tegucigalpa
Quiero superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se balancean
desde muchas lenguas. No seré una espectadora, víctima de traficantes de
exorcismos y mercaderes de ojos cerrados que inventan números detrás de
las puertas. Desobedezco cómo me enseñó mi padre, con mi rostro de hambre
a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas que babean sus bocas
para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre. Se puede odiar invocando
ángeles, pero también se puede llenar de huellas y de gritos los campos
sepultados bajo el concreto. Sigo sosteniendo que el paisaje guarda historias
de hombres que han sido sacrificados por el silencio, que sus voces se
entierran en el asfalto para despertar un día en la fiesta de la memoria
recobrada.
Perla Lusete Rivera Núñez, Honduras.
Docente y poeta. Especialista en Literatura por la UPNFM, Maestrante en Literatura Centroamericana. Ha publicado: Sueños de origami 2014; Nudo 2017; Antologia Personale 2019 editada en Venecia Italia; Adversa 2019, por Editorial Àttica de Monterrey México; He sido un pájaro, en El Salvador; Arde en mi vientre, 2022 Malpaso Honduras; Cementerio de plumas por Vocalibus y Literatelia Toluca México. Invitada a festivales y encuentros de poesía en América Latina y Europa. Publicada en revistas y Antologías de poesía en Latinoamérica y Europa. Traducida parcialmente al inglés, afgano, árabe, hindi e italiano.
Sangre materna
Soy exilio del cuerpo de mi madre
la escucho llorar en mis huesos
pero no logro que mi piel se abra y me deje entrar
para que mi mamá me consuele del revés de su mano contra mi cara,
de su letra que con sangre entra y del miedo a recordar la difunta primavera.
Mi mamá trata de cocer la herida de mi nacimiento con las manos de dios
pero ella nos inunda de sangre seca y un llanto amargo.
Y yo no logro escapar de la sangre de mi mamá
Sangre de Ángel
Me sangran las encías por todas las mentiras que arrastra mi boca
puedo sentir como mi alma se desprende de mi cuerpo con violencia
voy a arrancarme la piel para comprobar el vacío
y cubrirte del frío
que exhalan mis paredes
Del amor solo conozco el canibalismo
sus manos rojas están jalando mi vestido mientras trato de leerles un poema
quieren comerse mi corazón mientras palpita
Un Ángel se desangra porque dios cortó sus alas
mientras agoniza me pregunto cómo se sentirá ser pura
Insaciable (Sadismo)
Las palabras me raspan la garganta
hambre de nuevas heridas
saciar la sed de sangre
desgastar las rodillas
ir detrás de la vida con alas podridas
Ven y cuenta mis huesos
que podría jurar que no están completos
Anatomía de la exiliada
El cuerpo exiliado se desdobla
olfateando entre los huecos del recuerdo,
se busca el calor bajo la piel adormecida,
toca esa carne tierna con olor a tierra mojada,
y se saca las piedras acumuladas en los bolsillos.
La lengua del exilio es muda,
su peso hunde el silencio en el centro del pecho,
y en la noche le lame los ojos al rostro que exhala cenizas.
Eso que al atravesar la carne exhausta se siente como un abrazo, es lo familiar, lo que rompe al
cuerpo exiliado.Divinamente
Frente a mi espejo de cenizas
bajo dos dedos por mi garganta desgastada
intentando salvar mi corazón
de los huesos que amenazan con atravesarlo todo.
Mi cuerpo es un jardín de flores abriéndose como heridas.
Todo lo bello rompe,
y yo me estoy partiendo en dos: pariéndome;
pujándome fuera de las paredes ensangrentadas y resbalosas de este baño,
escapó de la herida con una corona de púas adornando mis caderas desgarradas
Estoy creciendo sobre el cadáver de mi infancia.Suspiro
Voy vestida de mentiras a atravesar el umbral de la herida.
Afuera el sol pone a hervir a la tierra y la briza es violenta,
arranca las hojas de los árboles, lleva el polvo a mi cara, cierra de golpe las puertas.
El calor evapora las lágrimas incrustadas en los ojos,
la nariz, adormecida, solo reconoce el olor a óxido,
los oídos intentan reproducir el sonido del silencio,
la boca va empuñada y seca,
y las manos buscan donde esconderse.
El tiempo camina sobre mí dejando huellas,
carne translúcida, cuarteada y gastada.
Voy dejando la piel regada por la carretera,
mientras que el asfalto se derrite por las lágrimas del sol.
Mis pies cargan el peso muerto de viseras desteñidas,
llevo humo ajeno en los pulmones,
y unas manos de metal me atraviesan la espalda rompiéndome los huesos lentamente.
De vuelta al umbral de la herida, lo único que me queda es un suspiro
Valeria Burgos Nascimento (Cartagena De Indias, 2002). Poeta, estudiante de lingüística y literatura en la Universidad de Cartagena y artista de collage análogo. Sus poemas han sido publicados en Mi Máquina De Escribir Escritores del Mundo, 2021, su poemario De Abismos, Sangre, Olas y Mar, 2021, fue publicado en la antología poética Delirio de Amor, 2021, de la editorial colombiana ITA. Su última colección de poemas, El Exilio de la Inocencia, 2022, fue publicada en La Mal Crianza, la primera revista de las artes escénicas y visuales juveniles de Colombia.
El hacha. La sierra. El martillo. El dócil alambre.
Los laboriosos machetes.
Degradados. Humillados. A su pesar malditos)
Concurrieron las bestias vagabundas a perder su inocencia,
a picotear ojos aterrados,
a disputar erizados corazones,
a desvanecerles para siempre los caminos.
Esos cuerpos no conocerán más tumba
que estos ojos insomnes,
insomnes,
para siempre insomnes.
PÁJARO. MISIÓN.
en un oído escéptico
el secreto no es secreto en absoluto
Rumi
Picotea-picotea-picotea.
Raya con su pico. Escribe. Describe.
Picotea-picotea-picotea.
Desentierra fantasmas del polvo.
¿Qué buscará?
¿Qué encontrará?
Sigue picoteando.
Picotea-picotea-picotea.
Talla.
Orfebra.
Mide.
Plumifica.
Hasta dejar en tierra esa palabra nunca antes pronunciada,
surgida de su pico indoblegable, de su artesanía febril.
Ha escrito el irrepetible nombre de Dios
y vuela.
MUJER DE LA CALLE. NOCHE DESIERTA.
El que está hambrienta no se preocupa
por los tabús.
Poesía anónima yoruba. [El hambre].
Llevo un agujero en el estómago y otro en la mano.
Nada cabe en ellos, aunque debería meter ahí a todos los machos que he conocido
y que no podrán asistir a mi funeral
porque, definitivamente,
morir no es mi oficio.
Amo a las mujeres que se hacen peinados altos y se sacan las tetas en los buses
para amamantar a sus pequeños hijos
sin sospechar la cantidad de criminales que irrigan con su leche.
Me quedé sin palillos de dientes, mondadientes me dicen que se llaman.
Yo no entiendo cómo es que pueden fabricarlos.
Los niños son más fáciles de hacer, pero los mondadientes
no mueren en las guerras,
ni te amarran las manos a la espalda,
ni te disparan en las manos,
ni te atraviesan el vientre con una lanza de desprecio.
Otoniel Guevara
El Salvador, 1967. Poeta y editor. Dirige la editorial artesanal “La Chifurnia”. Gran Maestre de poesía por el estado salvadoreño. Ha publicado unos 40 títulos de poesía.
El tiempo cae de pie. Su consigna es un aplauso, una burbuja que estalla.
Persiste en su hallazgo; río de arena por donde atraviesa el mundo.
Sus agujas son brazos cruzados, un vértice entre lo insatisfecho y el segundo dictado por la resignación.
Los primeros relojeros se quebraron frente al jet lag; nuestros ancestros inventaron el hipo lejos del sol y su mirada pálida al otro lado de la nieve.
Al igual que el mar, vigila su partitura. Es el tiempo y cae de pie como la lluvia.
LOS BUSCADORES
Dejamos la ciudad, sus leyes y semáforos; unimos nuestro espíritu a la columna vertebral.
Sentir es un pacto ligado a la respiración. Sentir es llenar de pájaros el cuerpo.
Dejamos a un lado números y agendas. Palpamos un río.
Es el poder de la montaña. Vivir otras vidas, perder los pasos. Solo hay un sendero: el fondo de uno mismo.
Buscar es un oficio milenario.
Buscar el fuego, el aire, el agua. Un propósito de tierra en el camino que abre el sol.
Buscar como quien sana, y el fuego dirá las palabras hacia dentro.
Ver es la respuesta, el origen de la música, la piel de un grillo, el viento en cada hoja, las manos, la sed, el agua, el árbol; la sonrisa de un buscador cuando ha encontrado su visión.
La paz es la primera piedra, la primera habitante del planeta.
Ayunamos y entregamos la palabra. En esta paz la búsqueda despierta.
PRIMERA NOCHE
Hay una certeza: son las cinco de la tarde y voy a ser un árbol.
Estoy sembrado en el terreno baldío que se entregó a mi espíritu.
Lo cruzo de lado a lado, sin más preámbulo que mi perplejidad.
Es tiempo de dormir para los animales del día. Se estiran los animales nocturnos.
Desvelo luminoso, no distingo entre la sed o el insomnio.
La noche es una ballena que descansa. Las estrellas, su escolta.
El aire custodia la luna, hermosa, al otro lado de este musgo cósmico.
Sobrevivo a mi cansancio.
La montaña toma sorbos de tiempo. Abro los ojos y esta es la oscuridad.
La red de lo que veo vuelve vacía en cada intento.
PUERTA DEL ESTE
Aparece la esquina donde nace el tiempo. Es la Puerta del Este. Mis ojos conectan con el Astro Mayor.
Vuelvo a la meditación. Habla el hambre. Los pensamientos del hambre. Agito la voracidad para borrarla.
Cambio su voltaje. Se desvanece. Gana la sed.
Los sueños entran por el sueño y mueren en la realidad. Los veo pasar como ventanas de tren.
Subo al viento y evade su peso.
Es un mareo: se alteran los colores que respiro.
Los sueños se empapan y vuelven con los labios resecos.
Ahora entiendo a nuestros ancestros: nada es más humano que invocar la lluvia.
ESCUELA
Abuelo es el árbol al que me sembraron para encontrarme en la montaña.
El primer día no supe hablar con él; la noche fue larga como un cincel que no estaba en mis manos.
El segundo día dormí al pie de su respiración y la noche se acostó a mi lado.
Al tercer día siguió el martilleo de la sed. Me levanté y abracé su corteza. Con la mirada le pedí que lloviera.
El bosque nuboso habló al cuarto día: “La noche es de los grillos y la mañana es de los pájaros”.
Volví un año después. Reconocí en sus raíces el golpe de un relámpago. La otra mitad, al caer, atravesó mi montaña.
Dennis Ávila (Honduras, 1981). Una selección de sus primeros libros de poesía se reúne en la antología Geometría elemental (2014). En el año 2016, Ediciones Perro Azul (Costa Rica) publicó La infancia es una película de culto, reeditado en El Salvador, Puerto Rico y España. En el año 2017, Amargord Ediciones publicó Ropa Americana, reeditado en México y Jordania. En el año 2019, publicó Historia de la sed (Amargord Ediciones). Su libro, Los excesos milenarios, obtuvo el Premio Internacional de Poesía «Pilar Fernández Labrador» (España, 2020). La Colección Primavera Poética publicó su antología Escuela de pájaros (Perú, 2020).
Gestión por María MacayaCoral mamífera
Mi cuerpo es una cafetera
que hierve en la madrugada
mi piel es de hule
y todo sabe a sal
como mamífera me arrastro
por la playa
lloro entre el coral muerto
Floto en la laguna del caos.
Hay un precipicio en cada paso
estoy hundida en ese charco
frente a casa.
Y ninguna voz me hace
despertar de este sueño
Crece dentro
a cada minuto que respiro
como animal nocturno me devora.
mi pálpito se duplica
Estoy al borde
corro y grito
en la habitación de mi vientre
Se desploma el pájaro
desde el árbol gigante
Me desangro en el centro de la selva
Huyo hacia el fin
Vida pasada
En mi continente de piel
no hay ayeres
solo una huella dactilar de la casa de tus manos.
Nuestro amor es una criatura no nacida
ahora el tacto huele a noche moribunda.
Nuestro intento se perdió
en la frontera de ilusiones y miedos
las caricias están envueltas
entre las sábanas asustadas de soledad
sólo moran las bucólicas telarañas.
Pido a los sueños que renazcan
tus labios en mi pubis lunar
que germinen
mis poros dilatados
como frutos caribeños
bajo los soles
de este amor necesario
ungido con olores tropicales.
Rezo a las hormigas
que trascieguen
dulce y jengibre
de mis pezones hasta tu boca
Haciendo una danza marina
en el no tiempo de una vida pasada
entre las olas de tu pecho y mi espalda.
A Roberto y a nuestro amor necesarioÚtero del mundo
Vibra el corazón
de la tierra
hasta el pecho del jaguar
el grito de las abuelas
desprenden el mal del ojo
Yemanja cuando
alguien renace a la orilla
del mar
muda de piel
es una sirena
entre llantos fúnebres
ensordece ballenas
porque ha perdido a su hijo.
Sus pezones son de sal
su boca se desmorona
sobre los ojos de dios.
Abre su vuelo por las noches
recorre las corrientes
del inconsciente
Alcanza en sueños
el vuelo de la sombra
la muerte es solo el portal
de sus entrañas
paren la luz en cuclillas
frente al útero del mundo.
De diásporas
Estamos hechas de frutas tropicales
de clamores y plegarias nocturnas
de plantas que sanan las heridas
estamos hechas de intensas músicas
de raíces despertando en las caderas
de tambores
de conjuros marinos
de sabores y de espíritus
que se alimentan entre cocinas
y recorren las costas
pariendo pueblos hechos de resistencia.
A mis afro hermanas
Kari Obando (1994, Limón, Costa Rica)
Poeta antes que socióloga. Afroactivista, gestora socio cultural del Caribe costarricense.
Gestión por María Macaya
Puro egoísmo
Yo no hice ese pacto contigo.
No te dije que podías venir
y robarme el cuerpo y el tiempo, no.
Yo no hice ese pacto contigo.
Que podías venir a mi casa
poner muebles en mi habitación
llenar los rincones con babas
para aromar hasta mi piel, hasta
unas sábanas con seda blanca, no.
Yo no te dije que podías tomar
mis cosas, que podías anularme.
Que podías robarme la belleza
hacer de mí un estropajo sucio.
Que podías dejarme en jirones
transformarme en modos
de materia en fragmentos, en porciones
pequeñas para morirme de hambre
de ser la que era, no
yo no hice un pacto contigo.
Nunca dijimos que podías llorar
todo el rato y yo nunca, que podías
gobernar el imperio de mis tres
cosas, solo tres cosas tenía.
Arrebatarme las manos
robarme el silencio, no, yo no dije
que secuestraras mis pechos,
que acumularas mis síntomas que borraras
mi sexo etéreo.
Tú no me dijiste que ibas a implorar
blandura de algodón mientras apagas
carbones con la boca e intoxicarnos,
si es que dormimos, con el humo que dejas.
Yo no lo hice, no.
Ni siquiera hice un pacto conmigo.
Te traje al mundo sin consultarme.
Arrancarse los pelos
¿De qué va esto?
Hablan de arroz, de biología.
Yo marqué cruces en los casilleros
a tiempo
hice caso a agujas con velocidad
de segundero.
¿Y ahora qué? ¿De qué va el cuerpo?
Yo barrí mis pelos del baño anoche
manipulé el cepillo desde un palo
y al darle vuelta para descargarlo
me sentí muerta, no vieja: muerta
la vida se mostraba enredada en
esas cerdas que barrieron.
Un campo de venas blanco, sistema
nervioso central
yo periférica.
¿Entonces cómo? ¿De qué va el resto?
Crucé el campo con los dedos, los moví
entre las cerdas
y por fin tiré, arranqué aquello, eso que
todos juntos y enredados, pálidos,
glóbulos blancos, parecían formar:
un sistema.
Yo tan anárquica sin método.
¿Luego qué? ¿De qué va el texto?
De pelos con canas que en el cepillo
de suelo conforman esta vida otra
diferente a la que se esperaba que
gestara.
Del sistema circulatorio entre las
cerdas.
¿Qué queda de mi cuerpo?
El arroz era blanco y se pasaba
a nadie le gusta que quede espeso.
Yo apagué el fuego a tiempo, cené el arroz
limpié con sumo esmero el baño.
Luego vino el retroceso:
perder instinto,
paciencia,
deseo,
el pelo.
Mis hijos ajenos
No vine a ser madre, vine
a tener mil hijos y ninguno es mío;
vine a la vendimia a recoger uvas,
trabajo temporario,
y a brindar con otra cepa
cuando haya una ocasión.
No vine a escuchar que soy egoísta
por no ser madre, ni a
que me lo digan mil veces,
por cada hijo que tuve;
vine a recoger el manto
que tapaba un género,
trabajo femenino,
para vestir a otra generación.
Tengo mil hijos y ninguno es mío.
Todos mis hijos ajenos
me recuerdan que vine a
ser madre,
trabajo de escritura,
y a tacharlo todo, renglón
a renglón.
H
Ahora la casa ha quedado en silencio
ahora
como esta h intercalada:
un silencio que no existe
sin el ruido anterior de lo que eres.
Ahora te tumbas
desentendida
y pienso que moriste
pero no entro a comprobarlo:
podrías despertarte con el ruido de la puerta.
Ahora
me da pánico
que ya no respires
pero más pánico que te despiertes.
Ahora que ya da igual el pasado
ahora
es el instante que contiene
la letra que no suena.
Una de cinco.
Las otras cuatro se las reservo al arrepentimiento.
Ahora la h mastica los oídos,
necesita el silencio; callada como muerta
para redimirme.
Solo en la h me perdono el presente.
*Los textos forman parte de Mis hijas ajenas (Editorial Sloper, 2020)
Florencia del Campo (Buenos Aires, 1982) vive en Madrid desde 2013. Es Editora por la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), donde también se formó en la carrera de Letras. Publicó las novelas La huésped (Base Editorial, 2016), Madre mía (Caballo de Troya, 2017) y La versión extranjera (Pretextos, 2019), que fue ganadora del L Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro. En poesía publicó los libros Mis hijas ajenas, ganador del Premio La Bolsa de Pipas de Editorial Sloper, y Las casas se caen en verano (Graviola, 2022). Ha publicado, además, en antologías de cuentos y de poesía, y en medios digitales.
Estos poemas son parte de su poemario ¨Las Cortezas Cerebrales¨.
Maldad Las bestias que llevo adentro ya se mezclaron conmigo: raíces de un árbol centenario, gritos ahogados en mi casa de sustos, pasillos tenebrosos donde ni yo quiero caminar, eso son −así son−. Las dejo quitarme gota a gota la sangre y estoy segura de que no se cansarán hasta volverme un monstruo, quizá siempre lo he sido.
Síndrome de Ghosting Todos de alguna forma tenemos el síndrome de Ghosting. Huimos, hacemos del papel fantasmagórico algo tan común que se nos olvida que estamos vivos. Vos huiste de mí, de repente: no existías, no escribías, no besabas, no respirabas. Cualquier excusa es buena para borrarme como un garabato mal hecho del cual te sentís avergonzado. Imagino tus psicofonías como trozos de vidrio que pasan entre la carne. Y por último, lo único que queda es jugar con el teléfono mientras intentás hablarme desde la silla de al lado.
Literatura de supermercado El amor hay que traerlo como a una herida llena de sal o una roncha a punto de estallar. Anda lleno de curvas porque las líneas rectas no las soporta por mucho tiempo. Se ahoga fácilmente en la cúspide del pezón y cae en mi ombligo. Hay que verlo como el primer orgasmo donde se siente un renacer de algo desconocido, luego, ser adicto es la única salida. –Es ser esclavo más bien–. Colgarlo del llavero habitual para tener la fe de hallarlo frente a la parada de taxis. Dibujarlo en una banca de su color para reconocerlo antes y que nadie te lo robe. Al amor hay que soñarlo y meterlo por todos lados, porque es mejor unírsele que dejarlo al factor sorpresa.
I Usted y la neblina son de esas cosas que emborrachan y uno no hace por donde parar. He pensado inyectarme su neblina y pintarme de gris, quizá comprar una libra de frío e inhalarlo todo. Buscarme una noche congelada en alguna montaña suya, para que mis pies sean azules como el hielo, caminando en césped muerto. Como un limbo que me engaña porque me hace creer que si me pierdo usted y su agua fría son mejores que el Sol.
II Su neblina era perpetua. Decidió dejar pasar la luz, solo eso bastó para ahogarme y matar a golpes el témpano, hielo color sangre que reavivó otra vez. ¿Puedo retirar mis pies azules? Los quiero quitar del medio, usted no se merece los copos aguja que crecen en el zacate desangrado. Me llevo cada letra muerta, total lo estoy, y sus venas azules sirven para ahorcarse, más efectivas que una hebra de mi pelo. Déjeme caminar adentrarme en el volcán, quemarme en su plástico, tal vez así se me quiten sus espinas. Sus espinas son perpetuas, eso de la inmortalidad. es asunto suyo.
Johanna Picado Vargas, Cartago, Costa Rica, 1989
Escritora costarricense, publicista, máster en Comunicación Corporativa y Marketing Digital. Participó en el taller de poesía Tráfico de Influencias en 2013 del Ministerio de Cultura de Costa Rica. En 2019 publicó su primer poemario ¨Las Cortezas Cerebrales¨ con la editorial independiente Ediciones Perro Azul, que fue presentado durante la Feria Internacional del Libro de Costa Rica ese mismo año. Su trabajo se ha incluido en diferentes publicaciones como ensayos y revistas. Actualmente estudia canto lírico y trabaja en comunicación digital en su país.