Muestra poética de Otoniel Guevara

Gestión por María Macaya

Del libro “Los pájaros de Hitchcock”

LÁTIGO. BREVE HISTORIA DE AMOR.

No puedo admitir que los sueños

Sean privilegio de las criaturas humanas.

Lêdo Ivo. [El sueño de los peces].

El látigo sueña con ser enredadera y parir flores.


Que su aroma seduzca a las abejas.

Que los enamorados lo conserven en cajitas de cristal

color turquesa.


Quiere vibrar con la lluvia

en lugar de podrirse.


Quiere ser hormigón, caricia y condimento.

La mano que recibe

a los recién nacidos.

La añeja tibieza de la almohada

que conoce de memoria

el diámetro y cansancio de la dura cabeza.


El látigo proyecta

ceñir a su cintura

un ramo de azucenas.

Atizar en su oreja tres nidos de oropéndolas.


Su aspiración suprema

es marcar con sus pétalos

en el centro de un libro

los versos de un poeta.


El látigo pretende bautizar caracoles,

perfumar las orquídeas, bendecir los amores.


El látigo ha perdido la razón.


CERDO. TRIÁNGULO NORTE.

Nos dividíamos en ebrios y sobrios,

inteligentes e idiotas, ebrios e inteligentes,

sobrios e idiotas.

Efraín Huerta. [Borrador para un testamento].

El cerdo se salvó de morir acuchillado

en un motín carcelario,

se salvó de morir en un barrio contrario.

El cerdo

se salvó de morir en demencia

agrietado

por las salvajes púas

del crédito imperial. Se salvó de morir

violado por su padre.


El cerdo se salvó de ser humano.


LAVA DE QUEZALTEPEQUE. 1979.

Y todo esto pasó con nosotros

Los últimos días del sitio de Tenochtitlán.

[Canto de angustia de la Conquista: la visión de los vencidos]

Playa fúnebre. Cada día

el sol brota con las manos sobre el rostro, espeluznado

de ser el primer testigo del estropicio:

el iluminador de la barbarie.


Encima de las rocas congeladas

el amor fue derrotado cuerpo tras cuerpo.


Algunos de esos cuerpos conservaban la vida

al ser arrojados desde los autos sin luces.

Con trepidantes ráfagas los hicieron melcocha.

Masa desconocida.

Ojos vaciados, huesos triturados, gargantas perforadas,

piel desollada.  


Xipe Totec decapitado.


(¡Cuánta vergüenza para los nobles instrumentos!

El hacha. La sierra. El martillo. El dócil alambre.

Los laboriosos machetes.


Degradados. Humillados. A su pesar malditos)


Concurrieron las bestias vagabundas a perder su inocencia,

a picotear ojos aterrados,

a disputar erizados corazones,

a desvanecerles para siempre los caminos.


Esos cuerpos no conocerán más tumba

que estos ojos insomnes,

insomnes,

para siempre insomnes.


PÁJARO. MISIÓN.

en un oído escéptico

el secreto no es secreto en absoluto

Rumi

Picotea-picotea-picotea.

Raya con su pico. Escribe. Describe.

Picotea-picotea-picotea.

Desentierra fantasmas del polvo.


¿Qué buscará?

¿Qué encontrará?


Sigue picoteando.

Picotea-picotea-picotea.


Talla.

Orfebra.

Mide.

Plumifica.


Hasta dejar en tierra esa palabra nunca antes pronunciada,

surgida de su pico indoblegable, de su artesanía febril.


Ha escrito el irrepetible nombre de Dios

y vuela.


MUJER DE LA CALLE. NOCHE DESIERTA.

El que está hambrienta no se preocupa

por los tabús.

Poesía anónima yoruba. [El hambre].

Llevo un agujero en el estómago y otro en la mano.

Nada cabe en ellos, aunque debería meter ahí a todos los machos que he conocido

y que no podrán asistir a mi funeral

porque, definitivamente,

morir no es mi oficio.


Amo a las mujeres que se hacen peinados altos y se sacan las tetas en los buses

para amamantar a sus pequeños hijos

sin sospechar la cantidad de criminales que irrigan con su leche.


Me quedé sin palillos de dientes, mondadientes me dicen que se llaman.

Yo no entiendo cómo es que pueden fabricarlos.

Los niños son más fáciles de hacer, pero los mondadientes

no mueren en las guerras,

ni te amarran las manos a la espalda,

ni te disparan en las manos,

ni te atraviesan el vientre con una lanza de desprecio.


Otoniel Guevara

El Salvador, 1967. Poeta y editor. Dirige la editorial artesanal “La Chifurnia”. Gran Maestre de poesía por el estado salvadoreño. Ha publicado unos 40 títulos de poesía.

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Poesía de culto: Ana Antillón

Si me envuelve la niebla, yo me elevo

Si me envuelve la niebla, yo me elevo
en su alta soledad y su andar manso;
en su quietud me interno y no me muevo:
es que he encontrado mi alma y ya descanso.

Súbete entre la niebla que oscurece
y hiela las montañas y los cielos,
sube en mi alma que en niebla resplandece:
luciérnaga embriagada de los hielos.

Sube a mi cuerpo que descansa en mi alma,
a mi cuerpo que es tierra entre la niebla,
crece sobre él rompiendo su gris calma:
despertará en la hoguera la tiniebla.

Lentamente tú y yo nos dormiremos
en palpitar de niebla soñolienta.
Germinen dos semillas del invierno.

Estrechamente unidos estaremos
creciendo entre la niebla que nos tienta,
con el sopor extraño de un yo eterno.

Mi cuerpo niño de animal enfermo

Mi cuerpo niño de animal enfermo
se asoma, flor de muerte, hacia la tierra.
Las fauces sin canción lo atraen al sueño.
Cabezas erizadas por el yermo
se arrastran contra el pozo que las cierra,
la órbita vacía estirado el ceño;
mi cuerpo triste aún de carne nueva,
se retuerce y se espanta ante su nada.
Se arrastran los demás, muerte dormida.
Es tentáculo oscuro que lo lleva
y es una piedra enorme, muy helada,
que se encuentran, tardando mi caída.

Araña negra tejiendo

Araña negra tejiendo,
debajo el pozo de sombra,
hila, hila, sobre el árbol,
sobre la tierra y la roca.
Araña sucia mojada
babeando su tela fría;
un pájaro de las sombras
era la araña desnuda.
Escondía su cabeza
y nos enredaba el alma,
nos enseñaba las patas
y nos arañaba el alma.
Se retorcía entre las hojas
un reptil de lengua blanca;
era una araña grandota
que se deshilaba toda,
era un ovillo de vello
que se extendía por el ave.
El aceite de un relámpago
se regaba en los rincones,
sudaba la piedra blanca
al par que fruía la tela,
se devoraba la piedra
una boca desdentada.
El granito se derrite,
se lo carcome una tela
peluda y suave de patas,
de boca fría y desdentada.
El alma se había quedado
entre las garras de un cuerpo.

Desplegada en el aire

Desplegada en el aire,
colgando de un hilillo
que se alarga y se angosta
mientras escupo o chupo,
yo, araña en la tinieblas
con las patas redondas
de gastar las paredes,
con el vientre escaldado
de manejar insectos;
me subo hacia los techos
y me hieren huevillos,
me bajo a los rincones
y me penetro de agua;
vuelvo hacia el aire fresco
y me quedo colgando,
los ojos encogidos
de soledad y viento,
las patas destrozadas
de agitarlas con fuerza.
Rompiendo en la cabeza,
fluyendo en las entrañas,
la baba se me escapa,
me destroza los miembros.
Languidezco vacía
con la cáscara suave
arrugada y desnuda,
colgando aún del aire.

Oigo lento golpear en el compás

Oigo lento golpear en el compás
de los ruidos llegando del camino
dos pasos y dos pasos más.
Escucho la pesada letanía
que ya marca, tocando mi destino,
el cambio oscuro de la vida mía.
Cuento el compás con el que marcha en dos,
y no quiero pedirle al gris paseante
que aleje de mi fin los pasos tardos.

Pero no avanza y empieza en mis oídos
a devolver sus pies de caminante
dos pasos, dos, revueltos en sonidos.
Y terminan, golpeando con el viento,
como un eco tardado de fatiga,
y me quedo, deseando el paso lento
de aquella temerosa sombra amiga.

Con el ojo extraviado en la locura

Con el ojo extraviado en la locura
y la boca entreabierta por los dientes,
viene jadeando en mí un espectral mimo.
Saltó una vez, alud de la ancha altura,
derrumbando su forma en mis salientes.
Desde entonces fui en muerte alado arrimo.
Volotea noche y día sobre ensenadas,
por los bosques tupidos, por los hielos,
llevándome, a la rastra los cabellos.
Angustiada me esfuerzo, fatigadas
las sienes en espanto de los cielos,
descargada mi fuerza en sus destellos.
Desprovisto de gracia en la figura,
encogidos los hombros, va latiendo
apoyado en mi pecho su calcáneo.
Se enciende su humedad de bestia pura,
sorbiendo a soledad lo vivo ardiendo
de las fuerzas deshechas de mi cráneo.

Lame mi cuerpo líquida corriente

Lame mi cuerpo líquida corriente
erizada y sombría. Silenciosa
me he sumergido en la oquedad del agua
dejándome arrastrar dormidamente.
El fondo verde en la humedad reposa;
a través de las capas ardua fragua
levanta chispas negras: el oleaje
envuelve, abrasa los viajeros leves
que deslizan sus formas en mi hueco.
Oigo flotar en torno a mí el ramaje
de brasilla empapada, ardiendo breve.
La ceniza se cierne: aliento seco
que va enjutando el cuerpo remojado.
Por ampollas abiertas brotan soles:
chispecillas de luz en campos míos,
que ha sacado de carnes tibio arado.
A la rastra de negros girasoles
levanta el agua cascarones fríos.

Oscilaba eternidad al vaho compacto

Oscilaba eternidad al vaho compacto.
Vibración luminosa en aires huellas,
palpa la oscuridad por lo cercado.
Constante turbia; esconden, al frío tacto,
infiltración moliente las estrellas.
En gravedad redonda de embotado
cerco, lava al vacío corrosivos
lechos; el jadear efervescente
purula solidez llagante, vibra.
Fortaleciendo carne en los activos
fondos, soledad a la corriente,
roe entrañas y amarra con la fibra.
Revienta con las luces de los rastros,
desliza al espesor moviendo bocas.
La descarnante estanque, descompuesta,
midiendo la lamida hondura de astros,
escarpa adormecer; las ebrias rocas,
gravitan removiendo suave cresta.

Turbia en la marcha, el sueño la distancia

Turbia en la marcha, el sueño, la distancia
que balancea la sien entre dos aires;
turbia en la longitud del aire negro
que se vacía en el viento con estruendo.
La imagen agotada que se esfuerza
por estar quieta, viva y descubierta,
pierde la consistencia, al soplo vago
se arrastra a las esquinas y se pega.
La colección variada, sucia y vieja
de imágenes que aplastan las paredes,
mira la redondez de informes vueltas;
los ojos que se vidrian ven el polvo,
las hendiduras yertas que revuelan;
y sigue la hediondez de humores negros
que se vuelven con aire tibio, vómitos.
Urga descongestión el organismo
velado por la fibras que se cruzan
y enturbian la visión de los embriagues;
silba la escalofriante rueda inerte
que aplana por los aires ciegos ruidos.
Y queda mi soledad sin habla y sorda,
murmurando en la enfermedad de horas
que mudan mi destino lentamente.

Arriba, llega, alcanza en monotonía

Arriba, llega, alcanza en monotonía
de unido vuelo el gran enjambre ciego
de bisbisear de insectos motinados
que remueven el día.
Desde un zumbar las alas sin sosiego
por la ebriedad tocados,
van empujando espacio de amalgama
mole contra la falsa cavidad
del cielo que se hunde en caos; el destrozo
con el vigor inflama
al reventar por fuerza; gravedad
se rebasa en los pozos
que consumen de atmósfera aire seco;
bajo el ardor de emburujado bulto
tumultuan respirando larvas plenas,
se alargan por el hueco
vagando un crecimiento muy oculto
del tacto incorporarse a las condenas;
y fraguan sitios duros,
los que resistan del asiduo alcance;
secretando la forma de los sueros
integran alma a los compactos muros.
Internando el avance
un corroer profundo de agujeros.

Del libro Antro Fuego (1955)

Selección: Lovesun Cole

Ana Antillón (1934), poeta y narradora costarricense, autora de los libros: Antro Fuego (1955), Demonios en Caos (1972), Situaciones (2000) y Coruscar (2001). Cursó Antropología y Bibliotecología en la Universidad de Costa Rica. Laboró en la Biblioteca Nacional en la época en que esta era dirigida por el poeta Julián Marchena (1847-1985), y profundizó en el conocimiento de la poética contemporánea de Hispanoamérica. A mediados de la década de los cincuenta tiene relación con los poetas vanguardistas de Nicaragua, como Alfonso Cortés (1893-1969), Carlos Martínez Rivas (1924-1998), y particularmente con Pablo Antonio Cuadra (1912-2002), José Coronel Urtecho (1906-1994) y Ernesto Cardenal (1925-2020). De su obra poética, (nunca premiada), se conocen dos poemarios: Antro Fuego publicado con 21 años, con el que sacudió la sociedad moralista, aldeana y conservadora de la época, y Demonio en Caos; con 38; títulos que dividen la producción de su única y breve etapa poética. En 2001 recibió un homenaje del Ministerio de Cultura en el Día Nacional de la Poesía.

Poesía consagrada Hondureña: Livio Ramírez

Selección por María Macaya

Algunos tendrán miedo
de romperse los ojos
e inventarán ángeles falsos
que digan el poema
pero otros
seguirán escribiéndolo
con los últimos huesos
frente al horror
inmensos
sin poder detenerse
ante el infierno creado
o los posibles hijos de la muerte

Tlatelolco
Bajo la noche funeral
los jóvenes masacrados seguían temblando
todos tenían en los ojos
más o menos el mismo recado
no nos olviden
véngame
te amo

Niño,
el mundo y tus ojos se aman.
Vuelan hacia tu nombre mil puñales.
No miras en el aire
las vivas avenidas que hace el llanto.
¿Cómo decirte niño
que hay un tigre envenenado y ciego
que te anda buscando?
Sueña, niño
sueña
mientras a nosotros
la muerte nos anuda la corbata.

Todo parece que estuviera muerto
pero no
yo siento este volcán de la gente
y un día de estos
las avenidas parecerán serpientes
y amaneceremos con armas
brillando entre los dedos
no sabría decirlo
pero me consta
que algo de nosotros
saldrá implacable ardiendo
que a nadie engañe este aire
solo es el principio del incendio

Un hombre dice amor
de mil maneras
y le dan el horror a cucharadas
míralo ahora
roto bajo el aire
algo quiere decirte
escucha
fíjate
pudiera ser que el hombre seas tú mismo
y es otro quien va dentro de tu traje

Hay hombres de callado apocalipsis
su tiempo es una lenta navaja de semanas
aman un aire muerto y unas veces
se puede ver sobre sus ojos rotos
una enorme niñez asesinada

Arde como fiera (México-UNAM, 1971)

Los amantes
Descendientes del fuego
los amantes son niños salvajes
ferocísimos seres
que no atacan a nadie
descendientes del fuego
no miran
no tienen sentido de la distancia
se precipitan en sí mismos
de ceguera y fulgor están armados

Estás desnuda
la tierra olvida su ballet
nada se mueve
nada existe
solamente tu cuerpo
ante mi ojo de cíclope hechizado
eres una sed extendida de los pies a la frente
desde ti
una primavera furiosa nos reclama

Memoria
Donde hubo amor
hoy quedan solo cisnes de pus
estos lugares muerden
me largo de este sitio
la memoria es un pozo de serpientes.

Descendientes del fuego (1980)
Premio Internacional de Poesía “Platero”
Ginebra, Suiza

Joven poeta
Toma nota del día
lee bien esos signos
escucha atento el pulso de las calles
vibre la realidad en tu cuaderno
mira como los sueños escalan las paredes
la dialéctica agita sobre el mundo
su hermosa cabellera de muchacha salvaje.
Suma tu pecho al vasto, inmenso pecho.
Jura lealtad al fuego
la vida te propone el más hermoso pacto.

Praxis de lo imposible


Livio Ramírez Lozano (Olanchito, Honduras, 1943) Poeta, ensayista, catedrático e investigador universitario. Algunos de sus libros de poesía publicados son: Sangre y estrella, Yo, nosotros, Arde como fiera, Descendientes del fuego, Personajes y otros poemas, Escrito sobre el amanecer, Columna que fluye y Obra reunida.
En 1969 forma parte del Taller de Poesía de la UNAM dirigido por Juan Bañuelos en México D.F. Integra el Movimiento “Punto de Partida” junto a prominentes escritores mexicanos. Funda el primer taller universitario de poesía en Honduras en 1971. Durante los años 90 dirige, junto al poeta Efraín López Nieto y el pintor Juan Ramón Laínez, la Antología Nacional de Poesía. Dicha antología se publica en cuatro tomos por el Ministerio de Cultura. También es ex encargado de negocios de la Embajada de Honduras ante las Naciones Unidas en Ginebra; y realiza estudios doctorales en Derecho, así como post grados en Sociología Política y Altos Estudios Internacionales, en Europa. Es exdirector de la Academia Hondureña de la Lengua y ex director general del Ministerio de Cultura. Dentro de sus reconocimientos se encuentran: Premio Internacional de Poesía Platero (Ginebra, Suiza, 1981), Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa (Honduras, 2000), Premio Nacional de Letras José Trinidad Reyes (UNAH, 2002) y Premio OTLI (Gobierno de México, 2017).

Poesía costarricense actual: Nidia Marina González

Selección por María Macaya

Nota al margen

A mi madre,
un mes antes de su partida

No mueras de noche con la oscuridad sobre las rodillas
cuando el río se duerme y los cantos son grises.
No mueras en luna nueva.
Procura cerrar las puertas del latido con la luz del día.
No mueras a medias. Salta a la desmemoria de un solo olvido.
Cuando estés harta de luz
y te hayas acabado todas las tinieblas,
cierra el aire
boca arriba
sin que el sol se haya ido.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Cuento en negro

Una joven que se tatúa de negro el blanco de los ojos
conoce un cambio: dejar de ser en apariencia sapiens sapiens,
y tal vez dejar de parecerse a sí misma.
Oscurece el blanco y su mirada desaparece entre la bruma,
corre sobre su delgada capa de hielo y cae donde nada se siente,
se envuelve en una gruesa capa de ceniza
y Kafka resuena en el vidrio de su ojo con apariencia de vacío.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Incendio lunar

Ya incendiamos la luna.
No lo registra ningún instrumento sofisticado o antiguo,
nadie escribió al respecto.
La luna es el espejo invertido del Amazonas, el revés de palmas de las manos.
Ya incendiamos la calma, dimos vuelta orbitando el dolor,
les sacamos los ojos a los dioses para percatarnos de que teníamos
vacías las cuencas
en el reflejo que se devuelve.
Ya le tocamos el orgasmo a la muerte tantas veces.
Incendiada la luna es poca piel la que queda para regresar,
es poca lluvia para aplacar el insomnio,
poca,
una nada de nada.

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Ensayo

Hace días que orbito el borde de otros seres y los enhebro con mis
bordes.
Una gata salta a mi lado y me enseña sobre la sutileza y el silencio;
mientras tejo con mis dedos afilados y torpes,
más jirones que dedos por terminar este libro,
(miento, lo sé, hay cosas que nunca se terminan).
Orbito en mis propios filos
y una sensación de gravedad cero me sobrecoge.
Llueve y sucede lo que no debería pasar: suda el mar en medio de la niebla,
en la espalda de Tapezco, su cabellera de silampas.
Un calor de costa pregunta:
¿A dónde la montaña?
¿Son sus cenizas sin cementerio estas que me agitan en el fondo?
Hace mucho que orbito el filo de algún aleph borgiano
y poner punto final a este libro sin conclusiones.
Ensartar mis huesos al polvo de otros huesos,
como si eso fuera a salvarme,
como si yo supiera
(miento de nuevo, nada carece de incertidumbre).
Llueve y orbito en alguna veranera
llueve y mi gata se duerme.
Hace días y noches me obligo a descifrar la muerte,
y ella no hace sino saltar a mi regazo y ronronea,
lo juro, ronronea,
(miento por tercera vez, ella reconoce toda clase de ruidos y los ahoga
consigo).

La estática del fuego (Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2019)

Mano derecha

La derecha del padre es un sitio en masculino
y por eso Dios está incompleto y solo,
sin una Diosa del lado izquierdo.
¿Cómo se reconocería ella a sí misma
si su imaginario está lleno de estigmas
y esclavas,
de manos atadas a la espalda
obligadas a que todo trazo provenga del grafismo derecho?
Los hijos, debilidad y fortaleza en medio ardor,
secuestrados para la guerra.
Los poros de la ternura desmoronados.
Desaparece el rostro de la madre
y la orfandad es lo que existe.
No puede brillar lo que se cubre bajo tierra.
Por eso tanto miedo
por esto tanta estafa.
Por eso no tenemos remedio en el averno
y todo se ahoga en la violencia contra Gaia,
contra sus múltiples vientres.
Marginadas
igual que la ternura
o las diferencias de la piel.
Pisoteado el amor
toda esperanza es un añico
a la derecha de un padre sin madre
de un dios con barba y sin pechos.
Mientras la guerra y el abismo
mientras la memoria de todas las cosas,
mientras las amputaciones prevalezcan y falten piezas.
Sin lugar para la Diosa
no hay regreso a ninguna parte.

Zurda (Nueva York Poetry Press, 2022.)

Polillas

Las polillas viven de comer entre otras cosas, libros.
Ahuecadas las palabras pierden parte del sonido.
Cuando salen de mi biblioteca
les pido perdón y las aplasto con mis propios dedos
-a las polillas-.
Ellas también tienen que comer
-lo reconozco-
yo solo resguardo hasta donde pueda
el tiempo de la portada muda
y las voces dentro de las páginas
con las que me alimento.
Las polillas sin saberlo
se comen mi hambre.

Zurda (Nueva York Poetry Press, 2022)


Nidia Marina González Vásquez (1964). Artista Plástica, profesora Asociada de la Universidad de Costa Rica y poeta.
Publicada en diversas antologías dentro y fuera del país. Cuenta con los siguientes poemarios publicados: «Cuando nace el Grito«, “Brújula extendida”, “Seres apócrifos”, “Objetos perdidos”, “Bitácora de escritorio y otros viajes”, “La estática del fuego”, “Zurda” y “Anamnesis” (I Premio Latinoamericano de poesía Marta Eugenia Santamaría) En cuento publica “Árbol de papel”. Tiene cinco obras inéditas a esta fecha.

Que sangre: Soledad Castresana

Invocación a la diosa

Acá estoy, Coyolxauhqui, 
borracha de tan extranjera.

Traigo el cuerpo destrozado 
igual que el tuyo,
pero a mí no se me nota.

Como ofrenda, te dejo este hijo
que estoy perdiendo ahora
y mi lengua cruzada de tajos.

Quisiera frotar tus pezones azules, 
que tu leche me llene la boca.



De cuando visité por primera vez el Templo Mayor 

En el campo, el silencio de noche es como un golpe 
de martillo en las orejas. Por eso cuando era chica, 
yo quería un dios o una diosa que me ayudara a dormir.
No me servía un hombre que elegía a otros hombres 
para enviarlos por el mundo a contar sus hazañas.
Ni una virgen que limpiaba con lágrimas
las heridas del hijo, que aceptaba el misterio
y subía a los cielos. Esclava y sin manchas. 
Tampoco, ese hijo que ofrecía la mejilla y después, 
mientras sufría sabiéndose dios,
llamaba al padre llorando de miedo.
No.

Me hubiera encantado tener una diosa 
de torso desnudo, con falda de serpientes,
con rodilleras hechas de cráneos de los tontos 
y los pies bien metidos en el fuego,
que mostrara las piernas abiertas, las garras 
y tuviera un serrucho por lengua.
Que viniera, no a salvarme 
sino a enseñarme a matar a la madre,
que luchara con el hermano deforme 
y perdiera la cabeza entre las piedras.

Ahora, no necesito nada para mí, 
aprendí a dormir sola. Pero para mi hija 
yo quisiera una diosa que sangre.



La Virgen en el mercado

Adherida a la columna, una lámina 
en papel satinado de la Virgen
con su raro disfraz de Guadalupe. 
Quien imprimió esta imagen le agregó 
un poco de su fe, de su alegría. 
Los colores se alejan del gris santo,
alzan vuelo y se encienden y compiten
con las piñatas que cuelgan rabiosas
del techo del mercado en Coyoacán.
Y porque tal vez la acumulación
funciona en ciertos casos, le pusieron
un marco de un millón de rosas rojas
y un diluvio universal de purpurina.
Pero es curioso observar que nada 
le ha cambiado en el gesto a la señora:
sigue quieta, los ojos hacia abajo
y las manos unidas sobre el pecho. 
¡Qué poca vanidad!, me digo y miro
mi perfil de reojo en la vitrina 
sucia de un puestito de tostadas.
Cualquier diosa, yo misma, si tuviera
tales brillos y flores, alzaría 
la vista sonriendo. Aunque en el fondo 
supiera que no soy más que otra mosca
sobre la carne cruda y las guayabas.



Mi madre de visita

Aparece un insecto en la casa, una suerte de grillo
salido de un mal sueño del Creador. 
“Cara de niño” lo llaman. No hay metáfora. 
Investigo y todo es mito: los poderes terribles 
de los ojos, el veneno mortal, el mismísimo 
rostro del maligno tatuado en el abdomen.
No es que yo no sea valiente, 
pero tiendo a procrastinar. Pasa el día y otro día 
y queda el bicho muerto en el rincón.
Hasta que llega mi madre de visita. Desde lejos, 
se lo muestro, lo señalo, se lo explico. Ella, 
nada de escoba ni de escudo, lo agarra de una pata. 
Parece un bebé recién nacido –dice–. No es tan feo.
Y lo mete en la basura.



Si no podés dormir

Lo que podés hacer es un tzompantli: 
poné en el piso los cuerpos de las mujeres 
a las que mataste últimamente, cortales 
la cabeza. Abrile a cada una un agujero 
en los huesos temporales 
de 25 centímetros de diámetro 
y enhebrala en un poste de madera. 
Así con todas.
Dejalas a un metro de distancia, 
más o menos. Podés poner por línea 
cuantas quieras. Después, 
igual que a las ovejas, contalas. 
Poemas de Que sangre (Caleta Olivia, Buenos Aires, 2019)

Soledad Castresana nació en la provincia de La Pampa, Argentina. Publicó los libros de poemas: Carneada (2007), Selección natural (2011), Contra la locura (2015) y Que sangre (2019). Hay poemas suyos en diversas antologías de Argentina y de Latinoamérica. Algunos de sus libros recibieron premios y menciones. Escribe, además, pequeñas crónicas y cuentos. Algunos de ellos han sido premiados y publicados en revistas digitales. En estos días prepara su primer libro de cuentos. Cada tanto, coordina talleres de lectura y escritura, y clínicas de obra. Vivió en Buenos Aires, en Bogotá, en Medellín, en Ciudad de México y en Bangkok. Actualmente reside en San José de Costa Rica. Estos poemas están tomados del libro Que sangre (Caleta Olivia, Buenos Aires, 2019) y se escribieron durante su vida en la CDMX en 2015 y 2016.

Chicas malas: Arabella Salaverry

Chicas malas

Fuimos las chicas malas

Asustamos a vecinos
escandalizamos a señoras
de misal y rosario

Siempre de negro
diluidas entre sombras
y desapareciendo en los espejos

Tomábamos cognac
en tardes clandestinas
mientras el jazz
nos cubría
para escurrirse luego
por los poros

Disfrutábamos la hierba
ocasionalmente
sin compulsiones
cuando queríamos
abrir los ventanales del cielo
  y mirar trasnochadamente lo que hubiese

Nacimos despidiendo guerras
vivimos Vietnam
un acto obsceno
y en la piel
el dolor de Hiroshima y Nagasaki

Nos desvelamos con Sartre
mas fue Simone quien hilvanó
 nuestra protesta

Consideramos a los Beatles
un tanto pueriles
era Piaff
quien nos alimentaba
Trenzamos flores
guirnaldas
pero fuimos suspicaces
con las exportaciones del Norte

Nunca pensamos
que seríamos reinas

Sí quisimos con el Che
ser compañeras

Compartimos cuerpo y alma
sin pedir nada a cambio

La vida ha sido nuestro manifiesto

Encendimos lámparas
para apagar la angustia
de estar vivas

Vivimos tan
pero tan intensamente
que ningún dolor nos fue
ni nos podrá ser jamás ajeno

Fuimos las chicas malas

Olíamos a incienso
A pachulí
  otras veces a menta fresca

Pero el olor
que nos acompañó
fue el de la melancolía

Fuimos las chicas malas
y aunque no lo confiese abiertamente
por el qué dirán
          los hijos
los amigos sensatos
           el perro
los parientes
seguimos y seguiremos siendo
chicas malas


Mi voz

Te presto mi voz
                      hermana

Te presto la escasa lucidez
de este siglo vestido de torturas

Te presto mareas
por si se te ocurre deshacer las rocas

Te presto lo visceral del grito
de algunos animales los olvidados
                                ya en el destierro
                               ya en su último recodo

Te presto también mi voz
para que hablés por ejemplo
de los espejos
donde no se refleja tu impotencia
Para que denunciés
la presencia invisible de tus sueños
Para que nombrés
el pan ausente que frecuenta tu mesa

Te presto mi voz para que hablés
en nombre de los niños borrados
y mencionés 
si te parece
su desesperada esperanza

Te presto mi voz para que denunciés
la fría bayoneta de la muerte
 invitada imprescindible de las guerras
Te presto lo que tengo y lo que no tengo

Lo que soy y lo que quisiera ser
Lo que el tiempo ha dejado de lo humano

lo que los dioses han perdido en el camino

Te presto este poema Del libro Chicas malas (URUK Editores, 2009)


Dónde (poemas de la pandemia)

Me quedo en pausa
No sé si la acción ya fue
o espera en el futuro

No sé si la desmemoria es un momento
entre los tantos donde se hilvana el tiempo

O es el tiempo

todo el tiempo
el antes el ahora el después
cabalgando sobre el inescrutable sueño
de mi espalda

No sé si ya me moví
o aún no dibujo en el aire mi silueta
camino y los pasos se deslíen
conducen a un destino clausurado

Abro un libro y la página fue
la historia se cierra circular
cada hoja agita su soledad perfecta
hermética
termina abandonándome

Reparo entonces que el hilo de la vida
se enreda
y se mezcla y se destiñe
 en el cajón de las cosas olvidadas


De besos (a propósito del poema de Lorca Balada Interior)

Vivo repleta
de primeros de segundos
de terceros besos
los dulces
los amargos
los que fueron
los imaginados
los deseados
los torpes
los sabios
los remisos

Cada uno replicante
en la quebrada honda del recuerdo
sumatoria
para al final en la extensión del beso
delinear la perfección de un beso
el que amaneció
después de los insomnios
en el lado oscuro de la noche

Poema inédito.

Caribe (una vez más el mar con olor a Caribe)

Ese clamor de mar
vivido como único destino
donde los deseos se diluyen
en partículas saladas
recordatorio de lágrima
 presencia rumorosa de la vida
allí y solo allí no caben responsos
heridas
tristeza itinerante

Vedado el dolor
por la fuerza que desata
y revierte hacia el cielo
en un juego incesante
vaivén de la esperanza
fuego que aniquila
Y la sal
Siempre la sal
dibujando senderos
para abofetear fronteras
soliviantar las ansias
liberarte desatarte desnudarte
exponerte de par en par
con tus ventanales abiertos
más su luz que los cerrojos

Y contienes al mar
el mar te arrastra
te signa con vendavales
para ir haciendo ruta
una con anegados santuarios

Esa llave para abrir horizontes
te la confiere el mar
el timón de mando es tuyo
te lo regala el mar
cabalgas tormentas
navegas huracanes

tejes ciudades enredadas
en el laberinto de sus arrecifes
Inventas ciudades dormidas en sus costas
calles cuyo destino es arena
litorales para las más altas ceremonias

Te dedicas a anubarrar tu grito
expresar así esa ansia de caminos
ese levante de corazón abierto
ese alarido preñado
ese regreso a los orígenes

El temblor visceral que te acomete
con la sola dimensión de su presencia

Del poemario Dónde estás Puerto Limón (UNED 2011)


En la ciudad del desierto

En la ciudad del desierto
trocamos los pájaros

Ahora el cielo entintece
su desnuda claridad con los misiles

Ya no hay alas bordeando el horizonte

En la ciudad del desierto
anulamos los pájaros

Solo un resplandor de plata que encandila
solo el pulcro estallido de las bombas
usurpa el espacio de los pájaros

En la ciudad del desierto
con la misma golosa dedicación
sacrificamos pájaros
asesinamos niños y mujeres

Y nos desinfectamos las manos


Llueven pájaros

Llueven pájaros
Azotan las ventanas

Pájaros que son ángeles agobiados

Llueven pájaros
los tejados repiquetean mientras los pájaros
golpean contra el claro de luna

llueven ángeles
que son pájaros
para hablarnos desde el grito infernal
de su caída

llueven pájaros
saetas
flechas malheridas
llueven pájaros
 habitantes desmesurados de las nubes

Estos pájaros que suelen ser ángeles
lloran este planeta que arderá
quemado por nuestro propio desatino

Estos ángeles que suelen ser pájaros
se llenan la garganta con arena
mientras escupen fuego

Sus palabras son entonces pedernales
que nos golpean desde la arremolinada soledad
de la ceguera

Del poemario Llueven pájaros (Editorial UCR, 2015).

New York

Las mariposas se incrustan
en el alto estallido del cemento
Juro que caminé tus avenidas
con la soledad a cuestas
en ese universo de piernas extranjeras
venidas de rincones extraviados

Traté de asir una mano
cualquiera
pero solo la materia fría
la argamasa
el acero
Las palomas bravías no encuentran
donde depositar sus nidos
y un viento de prisas y de ahogos
recorre tus calles ateridas

Sé que hay un mundo escondido en el asfalto
vibra como el corazón de un pájaro carpintero
trato de rescatarlo de la muerte
pero mis manos terminan en muñones

Te prometo
que seguiré hurgando en tus resquicios
hasta encontrar el másti
donde ondeará el desvelo
y la noche entonces
se cubrirá con mareas
y en mi insomnio te seguiré nombrando
hasta que al fin seas mía                          

Arabella Salaverry. Escritora y actriz costarricense. Premio Nacional de Cultura Magón, Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría rama cuento (2016) rama poesía (2019).Una infancia en el Caribe define su presencia literaria. Se forma en varios países latinoamericanos, en donde estudia Artes Dramáticas, Filología y Teatro.  Nueve poemarios publicados en Costa Rica y España, tres libros de cuentos, Impúdicas, Infidelicias e Íntimas y las novelas El sitio de Ariadna y Rastro de sal. En poesía ha publicado: Búscame en la palabra, Llueven Pájaros, Violenta piel, Chicas Malas, Continuidad del aire, Erótica, Dónde estás Puerto Limón, Breviario del deseo esquivo, Arborescencias configuran a la fecha su obra literaria, así como la edición de Mujeres poetas de Costa Rica, Antología Bilingüe 1980-2020, un hito en la historia literaria del país. Traducida al inglés, al turco, polaco, catalán, italiano al húngaro al francés y al bengalí. Recién edita la primera antología bilingüe de poesía de mujeres que se publica en el país, la cual recoge las voces de cincuenta poetas. Se forma en varios países latinoamericanos, en donde estudia Artes Dramáticas y Filología. (México, Venezuela, Guatemala y Costa Rica). Su voz presente en antologías, periódicos, revistas y blogs literarios en Costa Rica, México, Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia, Italia, España, Polonia e India; y en diversos escenarios en recitales personales. Traducida al inglés, francés, polaco, catalán, portugués, italiano, húngaro y bengalí. Ejerció la Presidencia y la Vicepresidencia de ACE (Asociación Costarricense de Escritoras) 2004-2008, 2008-2010; y prosigue su labor de promoción cultural desde la dirección del Grupo EL DUENDE. Jurado en concursos de poesía y narrativa y acreedora de múltiples reconocimientos por su labor. Actriz protagónica y de reparto en más de cincuenta montajes y veinte películas. Trabaja en producción, dirección y actuación para teatro, radio, cine y televisión; imparte talleres de comunicación e imagen y escritura creativa.

Cántigas de Escarnio: Alfonso Chase

CÁRMENES

PARA JEANNE SALZMANN
(1889-1990)
MAESTRA

I

Escribo interna forma que transcribe la pura soledad
del cántico: el cardo y la paloma girando en el magma inicial
de la raíz y el fruto contenidos en la imagen del sueño
que al solo palparlo deviene realidad inmediata
fecha: águila llameante que imagina su propio vuelo.

II

Escribo interna forma bamboleante palabra
inflamada sílaba hacia el mortero loco del espacio
más allá del relámpago y más cerca del confín
en donde los ojos crean eclipses y formas lúcidas
para interpretar el cielo en la aureola austera
del sol cayendo sobre el vaso lustral de la memoria.

III

Escribo con la sangre algún deseo inmediato:
algo que después es estribillo cantado por los otros
palabra deslenguada hirviendo sobre el labio
para decirse su propio lenguaje circular y su estallido.

IV

Escribo enigmas que conciben la pupila como un ojo
abierto y fijo perdido ante su propio rumbo
voluntad de palabra más allá de su significado
Signo puro de un coro que murmura entre la bruma
lo que nos fuera otorgado sin pedirlo.

V

Escribo bamboleante ritmo crujiendo entre las venas
la voz de mi enemigo: anillo sobre el cual descansan
todas las plagas de la tierra y las bendiciones obtusas
necesarias migas para complacer designios que objetamos
al abrir y cerrar todas las puertas dibujadas al frente.

VI

Escribo en libertad de ser solo una voz plural
desperdigada en un grano de luto sobre el mundo.
Escribo en cárcel de palabras rasgo la hoja en dos
y descuajo los ternísimos insectos del lenguaje
asidos al imán de los vocablos: huyen entonces hacia:
mariposas brillando como lunas.

VII

Escribo lentos goces temblando
sobre la piel ajena mascullo lenguajes que ignoramos
bebo en mis propias manos del agua que mana de las venas
absortas en su plena piedad de llama súbita
creciendo volcando construyendo plenas en su
poder de remontarse hasta el agua lustral que arde en vientre
para cubrirnos de sueños mientras un áspero
coro gime entre las sienes su lenguaje de estrellas y de abismos.

2010

Del Libro de los esplendores (2019).


A QUIEN BUSCARE EL CORAZÓN DE LOS LUGARES

Aunque encubras estas cosas en tu corazón, yo sé que
de todas te has acordado.

Job 10-13

A Jack Gerardi

I

Donde nadie sabiendo quiénes somos nos reconoce.  Donde proviniendo de lejanos días alguien extiende su mano y establece el puente, crea las horas y desata a las memorias con el rencor de los perros.

Donde la música, proviniendo de ella misma, hace de nuestro rostro una ceremonia suspensa.

II

Abres tu cuerpo. Tú mismo, llave para todos los sentidos y las hierbas que sobre tu piel se extienden.

Abres los nombres porque para nombrarte el mundo carece de sílabas y las palabras son pretextos para saberte vivo.

Yo te contemplo. Vivo para tu propio tacto y apenas existente para que mi cuerpo pueda justificar su aliento.

III

Apenas amparado a una piel que corresponde a un cuerpo he perdido la voz, la claridad. La noche se hace forma en sí misma y se despliega con vastedad de manos. Se hace polvo a la llegada de todas las palabras y sobrevive por algún milagro posible y acontece en el linaje enemigo que sustenta su base.

IV

¿Cómo ser de la noche y no perder la cualidad de iluminar y desbandar sobre los cuerpos follajes pequeños, espigas como rencores y pródigos insectos?

V

No decir tu cuerpo. Hablar de la ciudad y de los árboles y de las gentes que en este momento te recorren. Tu mismo mundo, ríos, vegetaciones, manos y ojos de todos creando alguna ciudad de puentes verdosos y jardines a los cuales les ha de ser concedida alguna pareja de amantes, una fuente y tres insectos.

VI

Sobreviven las cosas por la posibilidad de los lenguajes. El polvo es apenas un discurso fragmentado y el aire transcurre por todas las ciudades, como posibilidad para escindir la soledad de alguno.

Todo se satura de purulencia de palabras, se nutre de sílabas y estalla oscuramente, blasfemando, apostrofando. Desbandándose de su centro inicial.

VII

Boca de la noche: tacto de los días. Polvo de todos los instantes gastados cubriendo párpados y pestañas.

Suturas sobre todos los labios. Goce en desbandada, música ciega girando sobre su propio engranaje.

Todo en rigor se tiende en máscara. Dando forma a otra forma algo se cumple y el barniz que se adelgaza es el reflejo del nacimiento de una estrella, para la contención evidente de algún sueño.

VIII

Todo se extiende en cuerpo. Se vuelca sobre muslos y resucita bañado de mundo. Bajo el acto se ocultan los objetos, el agua, las inventadas aves de los sueños y los emblemas de alguna posible crucifixión.

IX

Como si fuera un ciego o piedra o escondido silencio. Tal el vuelo quebrado de alguna semilla con alas, dispuesta a fecundar la tierra o a devolverse a sí misma para cumplirse, me extiendo sobre todos los cuerpos y todos los tactos. Crezco. Sueño en la memoria y me doy a todos los días por la señal de tu cuerpo.

X

Tú solo eres mi patria. A ti te conozco desde la infancia y transcurro por tus brazos y me hundo en tu vientre buscando algún fragmento de mi propio nacimiento. Tú solo me contienes. Me llevas desde siempre en la memoria de un trozo de palabra y te expandes sobre el aire para recorrerme. Tú me das lo esencial. La palabra para hacer el silencio un recuerdo antiguo y de mis párpados algo semejante a la nostalgia.

XI

En el cuerpo somos solo los inventados.

Las pálidas creaciones de nuestras manos que, como espejos, reproducen innumerables fragmentos de nuestro rostro.

A las palabras como al cuerpo. Con toda la libertad de los sentidos. Con la nostalgia de los ancianos y con la piel de los niños.

XII

Brusca, repentina comprensión de las dos manos. Rumor y deslumbramiento del tacto. Constelación de círculos pequeños, presentidos, perdidos sobre las palabras. Hechos silencio. Los tactos se reconocen y se guardan, para siempre, en el escondido silencio de su sangre.

XIII

Todo en sí cumple su deleite. Los amantes apenas saben de la intimidad de la llama y conciben su amor como una semilla desnuda y falta de sol y apenas constelación de labios diminutos que la fuerzan a estallar dentro del suelo.

Porque la carne es el imán y la llama es escombro de alguna luz desbocada.

XIV

Cuando para buscar alianzas de palabras descubro tu boca, encuentro la agonía de todos los lenguajes.

Cuando para expresarme me aproximo a tu cuerpo, convoco, de súbito, a todas las inocencias gastadas ya a los envejecidos vocablos, preñados de polvo y olvidados de su posibilidad de puentes.

XV

A pesar de tus poros y tus brazos y tus muslos desnudos ya que te ovillas en perpetua posición para encontrarte, yo te hallo en los libros y en los poemas y en las calles y en los llantos que resbalan por los muros de las casas.

Yo sé que existen sobre todos y hasta en la clara membrana del aire te repites. Oscuro y asfixiado sobre los cuerpos muertos, celebro algún oficio antiguo, nocturno y propicio de tu desnudez ausente.

XVI

Me preparo. Huyo dentro de mí. Me despeño en las palabras y llamo a guerra al cuerpo, al tacto, al sexo y hasta enfrento al labio el otro aliento.

Cerco al miedo y burlo la locura porque ante el temor de ser la llama soy un agua.

XVII

Como un lápiz que solo escribe poemas o una hoja en blanco, solitaria, el cuero no puede vivir sin las dos manos. Ellas crecieron con el cuerpo y aman la finísima extensión del propio tacto y enamoradas de sí mismas sobreviven gracias a su propio calor.

Por tus manos sé que el mundo existe y que las gentes crecen y que la historia transcurre sobre la pasividad de los objetos.

Tus manos son el testimonio de la muerte y el borde de alguna memoria antigua que repite su oficio por mi cuerpo.

XVIII

Me desplazo en los sonidos. Vestigios tuyos
disecados. Sacramentos podridos en su propia santidad.
El día alza la hostia de tu cuerpo. Las cigarras y el aire
devoran los ojos de las estatuas.
Pasa la lluvia y la ciudad se abre. Nace
para mis pasos y los tuyos.
En el lenguaje muere: tal la agonía
en la garganta rota de algún niño.
Solo un lenguaje poblado de naranjas,
un agua exhausta, carcomida y viva
en su propia contención.
Súbitamente mi cuerpo es música
y anudado a tus manos resucito,
como si alguien, desvestido de nombres,
llenare de signos algún cuarto.

XIX

De lo que en Concilio dijeron los Obispos, los Párrocos, los Diáconos, los Arzobispos y los Cardenales y por último el Romano Pontífice, sobre el cuerpo y su función en la tierra, únicamente estoy de acuerdo en aquello que decía que el cuerpo es semejante al surco y que el amante es la semilla.

De los temores, los exorcismos, los pecados y las excomuniones me río, cuando desnudo, el cuerpo es la formación más hermosa de que Dios existe.

XX

¿Con qué lenguaje soñarte, palparte, saberte? ¿Con el de las palabras o con el de los signos?

Quizá con el del silencio.

Bogotá, octubre, 1969.


RELACIÓN DE LA TRISTÍSIMA
DESTRUCCIÓN DE INDIAS
(1535-1968)

LLAVE DE FUNDACIÓN

Yo tomaban cuanto a su alcance veían:
collares, pectorales, frutas,
mancebos y mujeres, porque
diezmados por el hambre o el horror
ellos se dejaban tomar.
Agobiados por el peso del botín
algunos invasores se ahogaron
al cruzar los ríos
y en el fondo de los canales,
entre escombros,
los niños jugaban con los cuerpos
y los huesos
de los que fueron sus verdugos.
Sesenta y cinco días duró el sitio.
Durante todo ese tiempo
aprendimos a beber la sangre de nuestros hijos
para lograr subsistir
y cuando la ciudad
al fin se rindió,
abrimos todas las puertas
y, tendidos, la boca contra el suelo,
pedimos la pueste para nuestros cuerpos.
Y luego fue la dispersión.
El rumor de aguas llenando los oídos
Y los pájaros mordisqueando los ojos
y los días cayendo como flecas en los caminos.
Y no teníamos comida o escudos o armas
y la ciudad empezó a podrirse
tal una fruta
y los gusanos nacieron de nuestras bocas,
senos y cabellos.
Doquier fue soledad
y lluvia
y sangre
y luego el calicanto
cercando edificios, rincones, templos,
hasta volvernos todos a la vida,
como nacidos de un sueño ligero
en el deslumbramiento del día.

COMBATES HUBO

Combates hubo entre las sierras.
Ojos desparramados entre el verde secreto
de los árboles
y en la oscura galaxia
de las manos.
Armas surgieron. Roncos batallones
de palabras vivas y fusilamientos
detrás de muros y paredes.
Muertes también se registraron
en los códices
y se pusieron las listas de combatientes
a la salida de las escuelas
para que los niños reconocieran
el rostro de sus padres.
Entre secretas rondas
y dispuestos silencios
arrancaron las uñas de algunas compañeras
y los dueños de las tierras extendieron los cercados
y algunas gentes compraron televisores a colores
para ver más nítidamente a la muerte.
Combates hubo en la ciudad.
El agua fue cortada y los niños
estudiaron a la luz de las velas
y el sol no aparecía
y la noche estaba fija sobre todo,
desvelada de estrellas, ropajes
y nombres.
Combate hubo y hubo,
en la ciudad y en la sierra,
hasta que palabra a palabra
llegó el aire de nuevo.
Combates hubo, amigo,
hasta sobre la piel del jade.

PALABRAS PARA UN PRÍNCIPE

Mira que no te acuerdes
de cosa carnal alguna.
Que tu cuerpo un árbol sea
y que en tu alma viva el aire
y se establezcan los pájaros.
Que te reconozcas en el pensamiento
y en el ánimo humilde
y no respondas palabra dura
o golpees con tu bastón a los ancianos.
Allégate a los sabios, a los poetas
y a los niños.

FIESTAS

Para los primeros días mataban
muchos niños.
Para las calendas cada cuerpo
era la historia
de una lejana sucesión de rostros
y en el momento de la muerte
se cumplía algún solsticio.
No los crucificaban, ni los colgaban
entre los ladrones, sino que los extendían
sobre la piedra dura
y luego comían los corazones.
Por la tarde repartían los muslos
y los brazos
y los sexos
entre el pueblo.
De noche, los muros hedían
y la costra oscura de la sangre
atraía moscas y perros
y sonaban los gritos
y sobre todos los rostros
estallaba la fiesta amarilla de la luna.

SORDO REPOSO

El pecho le brillaba
untado de aceites y bálsamos.
Caminaba seguido de ocho pajes
y en las últimas noches retozaba
con cuatro doncellas.
Era alto y melancólico
como si se supiera embalsamado
en sus propias palabras.
Durante trescientos sesenta y cuatro días
vagó por las calles
cegado por su propia belleza
y no fornicaba
en la contemplación
de sus manos.
El día del sacrificio
subió las escaleras con dignidad
y en la muerte
tuvo el oficio
que da la guerra continua con la vida.
Del sabor de su corazón
dice este poema
y la suave memoria de su desnudo cuerpo
fue obstinación de pensamiento
por largos días
en algunas muchachas
y muchachos.

QUE SON PUERTAS

Charcos de sangre y de palabras.
Palabras muertas y palabras vivas
nos alcanzan,
nos pisan los talones, nos escupen
sus gritos y disputan entre sí.
Los ojos de todas las palabras. Sueltos
sobre la mesa. Luchando por mirarnos,
por romper el silencio y ser testigos
de alguna devastación obstinada.
El agua del canal hierve en palabras.
Sobre sí mismas se arrojan.
Se devoran como perros
y entre babas, aullando,
de destrozan en el suelo.
Pero no temas. Las palabras
guardan sus armas en los dinteles.
Se dispersan como ordenadas huestes
de soldados vencidos
y se pierden, menudas y sonámbulas,
por entre puertas abiertas.

¿1535? : 1968

Nos dejaron caer bombas de napalm,
nos envenenaron las aguas,
sembraron los campos de minas
y nos pusieron trampas
en los jardines.

Los códices se estuvieron silenciosos
y los periodistas
reseñaron que no teníamos miseria,
ni explosión demográfica, y que la tierra
era compartida en común
y no teníamos gases lacrimógenos
o celdas especiales de tortura.

No hubo diarios que informaran
de nuestro llanto
ni teletipos que transmitieran
nuestros gritos.

Ningún compañero empapeló
con proclamas
el vacío de los muros
ni desde los balcones
los francotiradores
hicieron blanco en los yelmos.
Ellos siguieron tomando nuestras tierras
y vendiendo a nuestros niños
y el silencio fue el único camino
para nuestros pasos.

No hubo tableteo de ametralladoras
o golpes con bastones eléctricos,
y bebieron mezcla en vez de Coca Cola
y masticaron peyote en lugar de chiclets
y celebraron gozosos la caída de la ciudad
y la pudrición de sus habitantes.

PEQUEÑA HISTORIA

Toda la noche
escuchó la voz de su hermano
entre las piedras y canales.
Toda la noche batalló con las palabras
hasta hartarse de horror
con el sonido de su propio nombre.
Tres veces cerró la puerta de piedra
de su recámara
y otras tantas el viento la empujó
y lo encontró desnudo y ebrio
entre las mantas.
Al amanecer hizo encender los braceros
y quiso que el incienso lo llenara todo,
hasta que los niños se ahogaran.
Por la tarde se lavó,
fornicó e hizo fiesta
Por la muerte de su hermano
Y de su amigo Tzicquatzin
y los dos mil ochocientos guerreros
que iban a sitiarle.

BATALLA FLORIDA

Donde el agua sin armas
de los dedos
expande nombres y arcabuces.
Donde lo apenas vivido
es contemplado
en su áspera destrucción
por atrapar los pasos
y penosas palabras se levantan
y son puentes.
Donde las flores
se están quietas. Donde lo limpio ofende
y la historia es solo un nombre
encarnado en el instante próximo
que se estalla en sonajas, códices y pasos.
Y a pesar de los crímenes,
los sacrificios y las guerras,
una piedra y otra piedra se levantan
para construir
el rostro de todos.

ÚLTIMO ESTAR

Volcado sobre sí mismo como un río,
pasa los días girando,
leyendo textos
y evitando la cercanía de la carne.
Modera su enojo. Corta puentes
y establece trampas en los ventanales
y esconde las armas
y desesperado mira las estrellas.
Incendios hubo adentro de su sangre
y murió de una pedrada,
como un perro.
De tantos signos adversos,
de tanta traición
y tanta mierda,
ahíto de astrólogos y sueños,
con la cabeza colgada, vacío de su propia sangre,
su cuerpo estuvo muchos días con sus noches
tendido en los mercados,
y el agua temblaba
en todos los canales
y el miedo
picoteaba los ojos
y los labios
de las gentes.

SUEÑO CUMPLIDO

Los soldados apartan la neblina
con sus ametralladoras
y cumplen en las calles
su oficio de insectos.
Lavan raíces. Limpian muros
y raspan a las piedras
con sus cepillos de acero.
En la ciudad: México, Bogotá, Caracas,
los niños salen a la calle de nuevo
y tienen miedo de recibir el sol
en sus ojos y los perros
lamen la sangre de los estudiantes.
Jack y yo
caminamos entre huesos
 y purulencias y destrucción
 de días ceremoniosos y carcomidos
 como si fuera 1535,
pero en 1968 resulta inútil
hablar de antiguas fiestas o navíos
cuando nos queda entre las manos
solo un lenguaje de rifles y gritos.

Tlatelolco, Bogotá, San Francisco, Praga.
1968-1970.


FANFARRIA PARA UNA AMIGA TRISTE

Ingredientes: una acera, una
piedrecita, un zapato, y un be-
llo dibujo con tiza, preferente-
mente de colores.

JULIO CORTÁZAR, Rayuela

Para Zulay Soto

1

Página a descifrar o rito mudo
de su centro impreciso la noche desborda.
Saquea los armarios, abre libros
y desparrama flores viejas y postales
y sin timón se cuela en los rincones
y en ese rito mudo llueve sombras
para cubrir de olvido las palabras.

2

Memoria o desmemoria: a menudo tu tacto

Rendidos a la noche somos suyos.
Abrimos ojos interiores. Puertas viejas
que conducen a corredores
ante los cuales lo innombrado brota
y es creado un lenguaje deslumbrante
para guardar en él las manos
absortas en su propia tibieza.
Conozco de la noche solamente
lo que ella entrecortada engendra.
Sus bordes, su atmósfera,
su acento lleno de serenas mentiras
y el poder de sostener las hojas en el árbol
y sustentar eternamente los besos del amante.
Conozco que la noche es el olvido de la lluvia
o la imagen de un mundo infinito y sin salidas,
engendrado en la matriz de todos los objetos.
Sé de la noche por sus párpados gastados
y la muda forma del agua
y sellada belleza a cuyo peso me rindo.

3

Palabras, mutaciones, signos

Llegó la noche por mi infancia
antigua y el silencio
y brevedad de todos sus minutos.
Quizá también me acerco a ella
al escuchar la voz menguada de los ríos
o los silencios desnudos bajo cielo.
Junto al despliegue de la noche el mundo crece.
En la farmacia
algunos muchachos beben Cola-Cola
y fuman mariguana, hablan a gritos
y hacen silencio repentino
al pasar una muchacha.
Esto es el mundo. El aire que se enreda
en los cabellos de alguna mujer
empuja un poco de la historia
y un insecto muerto es un anuncio pequeño
que advierte y participa
en el secreto ritual de todos nuestros actos.

4

De ti mismo olvidado, él me vigila

Y uno despierta y se levanta
incapaz de reposo y se desploma.
Obstruye la palabra y extiende óxidos
para cubrir a todos los recuerdos.
Sé que estoy vivo y sin embargo
mi rostro ha perdido sus facciones
y se ha gastado en movimientos
para celebrar a todos los recuerdos.
Poblar un parque vacío con la palabra
y darle hojas al árbol
y límite a la fuente y crear con sílabas
el tejado y a la puerta.
Y la voz perseguida de ese todo que somos
y que dialoga en diáspora continua.
Canción es la mirada en suyo fondo
y se escucha un eco sembrado de sonidos:
madriguera en la que vamos a encontrarnos,
cara a cara, huraños y sin rostros.

5

Pequeña agonía de mi padre

Mi padre amasaba las sombras
y creaba sílabas y rostros
que transmitía confiado
y yo soy su hijo con mi disfraz de sombras
y obsesionado de palabras.
Fuer artista, relojero, oficinista
y a veces marinero
y cuando recorrió joven el mundo
tocando la guitarra y bailando el swing y el charleston.
Era alegre
pero suspiraba triste por los tejos, la nieve
                                                                     /y las colinas
de West Virginia o Massachusetts.
Hace años vivía secuestrado
por sí mismo. Escribiendo textos
que olvidaron las sombras
y asistido por la mirada de mi madre.
Para escribir sobre él es necesario el sueño.
El sueño descarnado que verifica que un cuerpo
es siempre el trozo de algún árbol
y el plomo sobre el molde no puede desterrar
la angustia o dispersar el miedo.
Hablo del sueño sembrador de fechas.
El que pasa su mano sobre el tiempo
y el terror del ajusticiado
al contemplar los restos de su cuerpo.
Nunca más solos frente al sueño. Abrid
todas las puertas y ventanas.
Dejad que la luz y los mendigos
forcejeen ante el umbral
y dejadlos entrar al festín del sueño
que transcurre y esparce su libertad sobre los cuerpos.
Caminaba mi padre siempre como por sí mismo,
buscando la razón de sus manos
y sus ojos y las huellas de nuestros viejos abuelos
que vendían delicatesen en Manhataan.
Y escribía nombres extraños en el Libro de Zohar
y criaba las plantas y cortaba las rosas
y copiaba mis poemas en su oficina.
De memoria en memoria,
húmedo de recuerdos se enfermó de pronto
y escuchando música a oscuras
creía ver el perfil de algún amigo
donde solo eran sombras
y nunca aceptó completamente la muerte del Che
o que en Vietnam del Norte
los niños sigan yendo a la escuela bajo el suelo.
Se murió de círculo en círculo.
Irrecuperable para sí mismo
en la orfandad de nuestras miradas
y desde el principio en la música
y desde siempre en la tierra.
Y unos niños cantaron el salmo catorce
y un pequeño fragmento de la Misa Criolla.
Tal es su historia. Como toda biografía:
un parpadeo, un pequeño acaso de algo
entrevisto por diminutas rendijas.
Un rostro sin escape, un cuerpo para siempre
debajo del aire, único en la tierra
en un monólogo mudo y una pequeña placa:      

Our beloved father
1903     1968

6

De lo que de ella conozco

Ante el lugar señalado abro la puerta
y el corazón y las dos manos.
Riego mi voz y soy recompensado
al recibir las voces del mundo.
Crezco sobre mis ojos y soy arrastrado
a celebrar el silencio prolongado
en la piel de dos amantes ayuntados.
Con insistencia castigo a las palabras.
Conjugo un verbo y creo del corazón
de cada sílaba la oscuridad sonora.
Sé que me agobia la noche.
Pero canto lo que de ella conozco
y satisfago una deuda
con su bondad de panecillo rancio.

7

La total estación

Que del verano nazca, crezca y ramifique
la total estación.
La siempre viajera buscando
un cuerpo o una orilla,
reúne fragmentos para hacerse
o completarse en la noche.
La música profunda escuchada hacia dentro
que crea sonidos que solo en silencio repercuten.
La estación que es río, que es mujer
y madre de mí mismo
y sin embargo procede de mi carne.
Solo el aire la puede contener
con su desordenada luz
rondando por los cuerpos y escondida al final
por entre vellos y linfas.
Mirándola mudante en un espejo,
sus dos senos firmes y nocturnos
la separan de la traición del tiempo.
Duerme sobre sí misma. Envuelve al mundo.
Lo recrea y lo libra de la prisión del aire.
Que del verano nace y es invierno
y otoño y a veces primavera
con su verdor pequeño y su musgo transitorio.

8

Oboe sostenido para mis amigos lejanos

Acogido en tu piel y desplegado
me llego hasta tus ojos,
ahuecando mis manos para contener las voces
y al invierno y a las melodías
que se escapan de los bares y retroceden
en duro combate con el viento
hasta su lugar de origen.
Alguien a quien he olvidado
me dijo que hay un día
dispuesto para todos nosotros.
A pesar de los diarios y las agencias de noticias
y los vigilantes consumidos en la mirada
de sus propias fechorías
y a pesar de los impuestos y la apatía de los jóvenes.
He encontrado en ese día varios rostros
de mis amigos y vecinos.
Yo pienso en una mesa en que estaremos todos.
En el día de las manos abiertas
y en el cerillo que incendie el granero
en que se esconden las sombras.
Voy invisible de un oído al otro.
Me adelgazo y me adentro en las casas vacías
y en las llenas de gentes
y en las llenas de nada.

9

Color de lluvia, mi ciudad se te asemeja

Debo decir de mi ciudad.
Cartago huele a pan horneado,
a eucalipto, y es justo decirlo, a veces a boñiga.
Es una ciudad pagada de sí misma
que sin embargo amo
como si fuera una muchacha flaca
o una abuela impertinente.
Vive de historias
que ella misma se inventa
y que hemos visto crecer detrás de las cortinas,
donde débiles ancianas
de lenguas móviles, y por ello diminutas,
cuentas chismes o dicen oraciones,
olvidadas en roídos misales.
Cartago tiene acequias
bordeadas de berros y de peces
y árboles grandes de los que cuelgan
nidos de oropéndolas y piapias.
Esta ciudad se nutre de nombres antiguos casonas
y de poetas que adoran lechuzas
y monseñores que tenían hijos con las criadas.
Cartago es un recuerdo de botella sellada.
De don Ricardo Jiménez con bombín
jugando al escondite con Beatriz Zamora
                                                                   /en los corrales
y terremotos suspensos sobre todas las torres
y lágrimas lentas y campesinas
cayendo sobre surcos y huertas.
Mi ciudad es como el polvo de gofio
o las escapadas para buscar gusanos y abejones
en potreros y patios.
Debo decir de esta ciudad verde y oscura
que tanto se asemeja a tus gestos simples
y a tus palabras gastadas.
Hablar del mueble
dentro del cual las polillas enloquecen
porque sus nuevos dueños
han barnizado las puertas y victrolas
y han quemado las sillas que olvidaron
los antiguos señores y han echado al fuego
los empapelados de flores inmensas.
Cartago es reaccionaria
y triste y solitaria
a pesar de las casas nuevas
y la súbita invasión
de algunos nuevos apellidos.
Sobre sus calles todavía repercuten
los tacones
de alguna beata rezagada
y a veces una señora vieja
toca el piano, Chopin o Schumann, puede ser,
cuando los peones vienen de las fincas
y en la plaza los chicos descalzos
y con el torso desnudo y dorado
juegan al fútbol o hablan de muchachas.
Cartago es una ciudad de nombre masculino
y sexo femenino,
que amo porque ya no tiene estaciones
y casi no le quedan parques o estatuas
y en medio de una batalla entre la niebla y el aire
sus colibríes emigraron al norte.
Es una isla diminuta
y a ella pertenezco pues se te parece
y porque el corazón y el sueño quedan para siempre
en el paisaje dentro del cual
olvidamos la inocencia.

10

A menudo un final apenas desemboca.

Como se anuncia una estación perpetua.
Como se mueve la nieve
y empiezan a brotar los insectos
y las hojas y la hierba sobre el aire,
una nocturna barcarola sobre la piel del mundo
va creciendo.
Nazco a una boca o quizás a una pupila.

San José, enero de 1970.


ODA A NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES

A Eunice Odio

Coelorum reginae, Angelorum Dominae Reipublicae
de Costa Rica dilectae ac delectae Patronae…

MONS. VÍCTOR SANABRIA M.

El alfiler va ahondando
al duro corazón de piedra. Miguel,
desde la cumbre, hirsuto toca la gota
de agua santa, raspando la intensidad
de la piedra. La cera recibe el último
deseo del peregrino. La bruja, tonta,
en su arabesco ingiere su ración
de trementina, para evitar que se le pudra
la garganta. Las rodillas, testarudas, luchan
contra la lustral alfombra del pecado. Rafael
recibe el lagrimal con toscas manos espectrales
y la placenta se pega suavemente al aire,
dulcemente sonámbula en su sueño. La sierpe
inmóvil cae: los fieros colmillos
atacando el seno de la Virgen.
El abismo pesado del lenguaje goteando en el reloj
no escuece el humo de los ojos. El agua santa mana
y brota de la ceniza algún augurio: alfombra o molusco
para raspar los milagros. La vela, sedienta,
ataca al ángulo desnudo de la luz, bailando
sobre la espalda fúlgida de los peregrinos,
sin preocuparse de la patinada aridez
bajo la nave del ojo.
María, hierática, lentísima
entre las cortes celestiales, sostenida
por la forma superior del jaguar,
protege al Hijo por sobre la transmigración
de la substancia. María, esposa de José,
el hijo de Jacob y nieto de Mattán,
la madre invisible de Emmanuel.
Tegumento misterioso esta mujer que vence
a las arañas. Discípula del Sol,
madrépora mineralizada por ángeles de seda.
He aquí la velocidad de su cuerpo irguiéndose:
              Alma y cuerpo subiendo,
              desperdigándose en átomos.
              Arde. Sube
por sobre el círculo benéfico, triturando serpientes
legañosas, polen pascual que la cubre
como diminuta cariátide de piedra avanzando
entre caballitos de mar. Sello erguido
como un pedestal silbante entre las ruinas.
              Esta es la esencia del amor:
La destrucción del tálamo, el cumplimiento
                                                        /exacto del designio:
La flor silbante en vilo por la noche.
La metamorfosis de la rosa en hálito de Dios:
El címbalo hecho agua sobre el rostro del Crucificado.

1-2 de agosto de 1972, San José

Del libro Cántigas de Escarnio (2018).

Selección: Lovesun Cole

ALFONSO CHASE (Cartago, 1944) es uno de los escritores costarricenses más destacados e influyentes. Participó activamente en la fundación de la Universidad Nacional (UNA), de la cual fue catedrático, y donde se desempeñó como profesor de talleres literarios, asesor cultural de Rectoría, docente investigador en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje y director de Extensión del Centro de Estudios Generales, entre otros cargos. Asimismo, ocupó puestos de diversa naturaleza en varias instituciones de Costa Rica, entre las que podemos citar la Editorial Costa Rica (ECR), la Asociación de Autores y el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (MCJD), del cual fue cofundador (1970). Ha publicado los poemarios: Música solar. Antología poética: 1966-2016 (2017), Cántigas de Escarnio (2018), Piélagos (2017), Jardines de asfalto (1995), entre otros. En novela; Los juegos furtivos (1967), Las puertas de la noche (1975), El pavo real y la mariposa (1996), entre otros. En cuento; Mirar con inocencia (1975), Ella usaba bikini (1991), Fábula de fábulas (1979), entre otros En ensayo; Nuestra señora de los ángeles: madre de la cultura, (1996), Los herederos de la promesa (1997). Y compilaciones; La hora del cuento, (textos para secundarios, 1982), Las armas de luz (poesía de la América Central, 1985), entre otros. Ha sido profesor en universidades de Estados Unidos, México, Cuba, Venezuela y Guatemala y jurado de los principales premios literarios del continente americano. Es miembro PHI BETA DELTA, de la Honor Society for International Scholars, miembro extranjero de honor de la Popular Culture Association (PCA), ambas de EE.UU. Y pertenece al capítulo costarricense de la International Board on Books for Young People (IBBY). Poemas y relatos suyos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, polaco, serbiocroata, ruso y griego moderno, entre otros, e incluidos en numerosas antologías. Premio Nacional de Cultura (1999), Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en las ramas de poesía (1967 y 1995), cuento (1975), novela (1968 y 1996) y ensayo (1986). Premio Carmen Lyra de literatura infantil (1978). Reconocimiento Doctorado 𝘩𝘰𝘯𝘰𝘳𝘪𝘴 𝘤𝘢𝘶𝘴𝘢 de la Universidad Nacional de Costa Rica (2022).

Poesía y patrias: Carlos Calero

Sobre la cabeza de un perro

Tu memoria respira olores sagrados, grises, turbulentos; olores insatisfechos por el
derribo donde anidan palomas hojalateras, palomas vende ropa y helados. En los techos
viven reptiles sastres que visten corbatas y gabanes. Los insectos observan la infidelidad
de las amapolas. La casa de tu memoria amanece, no cambia de ropa, de penumbra ni
los sueños; no se peina con un espejo; no se lava el rostro ni usa collares de ballenas en
su cuello; no limpia telarañas ni exhala vapor de arroyos. La vida es atrapada por el
misterio, entre jardines y respaldos de las sillas, para que la casa espere a los viajeros,
cuando no ven más que un horizonte sobre la cabeza de un perro.

Ecología

No jugamos las cartas ni dados frente al manto de la muerte. Anunciamos el sepulcro.
¿Y la ardilla, el perezoso, las larvas, las crías de águilas vírgenes? En el bosque existen
tumbas culpables. El canto migra a los pájaros para que retornen. Nos bajan y quitan los
clavos. Trasladan muerte a las arboledas. Sabemos que ninguno pondrá sus talones en el
paraíso sin perder la honra ni la memoria sagrada de la selva.

¿Ahora qué falta?

No hablemos de ruinas. Echa bulbos el tiempo, acumula frío el recuerdo entre senderos
de piedras, árboles y sombras que reniegan del espejismo. No existe otro camino. La
infancia soy yo. Veo entrar a la muerte, con luciérnagas y aldeas de tierra. Un
camposanto en Masaya es el destino. Mi voz habla de tripulaciones que caen de los
ataúdes. Y entonces pregunto: ¿Ahora qué falta?

Victoria

No he descifrado la sandalia de tus sueños.
Decilo con el corazón sobre la tierra o la sangre de los santos mendigos.
Esta verdad, como una manta, cubre mis ojos.
Quiero escarbar las grietas que crujen.
Tus ojos solo ven ruinas de estatuas, no encuentran a los amantes.
Que no me nieguen tu sacrificio feroz por los muertos
ni la virtud esencial de los inocentes.
El silencio te hace fuerte.
Que se levante el amor con su canto y el océano.
Pretendo una canción de tribu y nieve en las montañas.
No sé si confiar en la soledad, las caravanas o éxodos, o los sepulcros
y conquistas de quien muere si ama.
Desconozco el instante de tu gloria.
Hubo un idioma, hubo profecía en el arbusto con llamas
y la hojarasca del risco sagrado.
Las palabras son mi destino.
Huye, muerte, lejos de nuestros hijos,
no intentes invadir sus sueños.


Nicaragua, 1953. Se naturaliza costarricense. Fue docente en secundaria y la universidad. Gestor cultural. Ha publicado en poesía: El humano oficio, La costumbre del reflejo, Paradojas de la mandíbula, Arquitecturas de la sospecha, Cornisas del asombro, Geometrías del cangrejo y otros poemas, Las cartas sobre la mesa. Antología Generación de los Ochenta. Poesía Nicaragüense. Ganó la convocatoria del Centro Nicaragüense de escritores con su libro El humano oficio. Mención de honor en el Concurso de Poesía Leonel Rugama. Una plaquete Muerden Estrellas. En el 2021 publica Hielo en el horizonte, con la Editorial El Ángel Editor. Ha sido publicado en revistas como Carátula, Altazor, Nueva York Poetry Review, Círculo de Poesía, El Hilo Azul, Andrómeda, Isla Negra y otras. Ha sido invitado a múltiples festivales de poesía en Centroamérica; Primavera Poética de Perú, Bogotá y Paralelo Cero, Ecuador.

Poesía mexicana actual: Margarito Cuellar

TIERRA NATAL (1)


El cajero automático sonríe
mientras arroja billetes de baja denominación.
¿Y el menú de este restaurante de paso como nosotros?
Los pasajeros alimentan a Gula y a Pereza
o bajan a estirar las piernas.
Una mujer se transparenta a bocanadas de humo
y envejece al instante. Toda la vida ha estado ahí.

El horizonte engulle al autobús.
Un aluvión borra casas   sombras   jardines de las grietas.
Los parques olvidan al héroe que los deja.

Nací acá, mas los lobos aúllan
como si nunca nos hubiéramos visto.


TIERRA NATAL (2)

Sacudan mi memoria: hallarán frutos secos
siluetas que tropiezan con fantasmas
y calles sin regreso.

No siento mío este remedo de árboles
ni la plancha de tierra que se abre si la pisas.
¿De quién este paisaje de víboras descalzas
mapas en blanco   región sin para cuándo?

Los héroes trovan hazañas

a una audiencia de jubilados en harapos
que cabecean al son de las palomas.

¿Quién reconoce como propio un círculo de auras?
Yo no. Y sólo voy de paso.



CUERVOS

Vuelan en círculos
y con graznidos sellan
su pacto con la noche.
Al descender comprueban
que la carroña sigue
en el baldío de la existencia.

Sus largas patas descienden
y libres ya de toda cautela
hacen de los despojos su pira funeraria.

El cuervo sanea el aire
y pasa de la escala más baja
a la cumbre de la belleza.

                              (De En el hotel de la vida todos somos extranjeros,
                                                Laberinto/ Conarte, México, 2021)




LUNA ABRIÉNDOSE CAMINO EN LA ZARZA DE NIEBLA

Se ascienda o se descienda
se vaya al sur o a otro planeta

los caminos conducen a la diosa.
Luna Abriéndose Paso en la Zarza de Niebla
Barco sin Capitán
Asteroides Bajo el Arco Perfecto de su Espalda.

Mas hay caminos a lo alto de una escalera
y la única señal que distingue
desde ese punto el náufrago
       un resplandor de estrella
       que flota con la idea
       de integrarse a la vida.

                                                             Noviembre 10 de 2014


ARMA BLANCA

A veces cuando el frío es muy intenso
y no hay calefacción que aliente
me acuerdo del cuchillo que dejaste
clavado en algún sitio
entre el olvido y la esperanza
de que un día volvieras a sanar las heridas.
O a enterrarlo más hondo. Da igual
el que un día te cantó
ha muerto varias veces de distintas maneras.

Así como la hoja me habla de ti   siempre
pero más animosa en los inviernos


antes que tú hubo balas
y autos que atropellaron mis heridas.

Ninguna de estas muertes importa
sólo el filero   tuyo como un pacto de acero
me recuerda:
      El amor no es en la vida cualquier cosa.

Y todavía hechas limón a las heridas
para que no se olvide nuestra prenda de amor
¡oh   asesina hermosa!

                                                                 Junio 22 de 2017
                                                                       (Inéditos)

Margarito Cuéllar. Poeta mexicano originario de San Luis Potosí, México. Radica en Monterrey, Nuevo León. Libros recientes: En el hotel de la vida todos somos extranjeros (Laberinto/Conarte, México, 2021); Heridas luminosas que se quiebran (Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2021); Nadie, salvo el mundo (Moguer, Huelva, España, 2020). Con el libro Teoría de la belleza (Instituto Sinaloense de Cultura, 2018) obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía Festival de la Lira 2019 organizado por el Banco del Austro de Cuenca, Ecuador. Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez 2020 convocado por la Diputación de Huelva. Con Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas obtuvo en 2021 el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (Salamanca, España). En diciembre del 2020 obtuvo el Premio Internacional de Poesía Golden Magnolia de Shanghái.

Poesía costarricense actual: Vilma Vargas Robles

       Cinco poemas de CUARTO CRECIENTE POESÍA REUNIDA (Guayaba Ediciones, 2019)



Las palabras

Las palabras no son de este mundo,
sino cuando caen a tierra
semejantes a frutos o demonios.
Vivir ha sido convocarlas.
Tengo una sola almohada,
un sólo respaldar,
pero cuido mi vaso,
mi risa;
en la espesura de las hierbas inclino mi cabeza.

Y también he llorado,
pequeña,
mal agarrada a la vida.

Mirad:
la belleza de un oficio me ha encorvado.




Maldición

El día, arco torpe, te ciñe.
Como una última paloma que se salva miras la soledad,
el surco de la luna donde ya no hay nadie.
Se aviva la cicatriz de los muros helados.
¿Dónde están las cosas que pugnaban por
formarse,
saltando ardientes?
Árbol segado es tu memoria.
Te has muerto varias veces:
si resucitas te volverás a morir.




Foco suspenso

Por primera vez un poco de calma.
No importa que esté aquí el insomnio
perseverando como un asunto de señoras
o como el sol que jamás se impacienta.
Oscuro es el ámbito del que creyó:
vuelve con sus seres crepitando.
Por primera vez un poco de calma.
Descubre esos rostros,
explora esos brazos,
círculo estrecho entre luna y tierra
que la mañana apaga.
Vuelve el insomnio:
voz que lee la noche



Me preguntas

Me preguntas cómo estoy
aún no he escrito el libro
tampoco ha crecido el árbol
no hay una noche ni día completos
más bien recorro
con una lagartija
a cierta hora las paredes
y llego a donde el mar dejó de ser una isla
hasta extender allí mi oscura inocencia.




Dolo

Debo encender la luz
y que inunde el verde rata.
Debo comer y no ser un garabato.
En mi bandeja, la maldad
deja caer su flor de plástico.
Debo quemar la flor,
comerme el incendio,
echarme a dormir aun sobre ceniza.

                                                         Selección: Byron Ramírez

Vilma Vargas Robles (Costa Rica, 1961) Realizó estudios de sociología, derecho, y literatura en la Universidad de Costa Rica. Ha publicado los libros: El fuego y la siesta (1983), Premio centroamericano Juan Ramón Molina del Ministerio de Cultura de Honduras; El ojo de la cerradura (1993), Editorial de la Universidad de Costa Rica con prólogo de Jorge Boccanera; Oro de la vida (1996) Editorial Macondo, prólogo de Isaac Felipe Azofeifa; El fuego y la siesta (2004) Editorial Costa Rica, prólogo de Yadira Calvo y José María Zonta. Quizá el mañana (2007) Editorial de la Universidad de Costa Rica. Letra espina (2016) Editorial Arboleda y Cuarto Creciente. Poesía reunida (2019) Guayaba Ediciones. Su obra ha sido publicada en las siguientes antologías: Voces indómitas o las poetas en Costa Rica, selección, prólogo y notas de Sonia Marta Mora 162 y Flora Ovares, Editorial Mujeres, Costa Rica, 1994. Sostener la palabra, Antología de poesía costarricense contemporánea, compilador Adriano Corrales Arias, Instituto Tecnológico de Costa Rica, Lunada poética, Poesía costarricense actual, compilador Armando Rodríguez Ballesteros, Ediciones Andrómeda, Costa Rica, 2006. Es cofundadora de Casa Poesía en el 202. Participó en el Primer Festival de Poesía en Granada, Nicaragua, 2005; en el Congreso de Escritores de Centroamérica de la Universidad Tecnológica de Panamá, 2005; y el VI Congreso de Escritores Latinoamericanos, organizado por el Instituto Tecnológico de Costa Rica, 2009. Ha sido invitada al Festival de Poesía de Sao Paulo, de la Secretaría de Cultura de Sao Paulo y de la UNESCO.