Penélope frente al reloj: una interpelación al tiempo

por Odeth Osorio Orduña


I

El poemario Penélope frente al reloj, del poeta mexicano Francisco Trejo, ganó el Premio Internacional Paralelo Cero 2019. Es un libro que actualiza la lectura poética de figuras clásicas como Edipo, Telémaco y Penélope, la esposa suspendida en el tiempo a la espera del regreso de Odiseo; pero además de esto, es un libro que abre una hendidura a través de la cual atraviesa un rayo de luz para iluminar una de las formas en que el poeta se ve a sí mismo a partir del devenir de su memoria, su presente y su destino.

II

La producción poética Francisco Trejo tiene un recorrido particular, desde Rosaleda, La cobija de Ares y El Tábano canta en los hoteles cultiva el género epigramático. Dentro de este espacio se desprenden símbolos e imágenes que el lenguaje poético convierte en sensaciones. Aunado a esto, en el poemario Canción de la tijera en el ovillo, el poeta se sumerge en las grietas del mito del Minotauro, deja entre ver la guarida que el poeta busca con tanto ímpetu entre la luz para “salir de la casa de mi cuerpo, la casa que habito o que me habita” (Trejo 2017,16).

Penélope frente al reloj es, en su forma, un poemario distinto, pero se desprende de la misma raigambre que caracteriza a sus antecesores; la figuración del lenguaje convertida en sensaciones “soy como la más endeble de las telas, porque a veces me destrozo, hasta las lágrimas” (Trejo 2019, 20) y la implacable resistencia al tiempo a través de las grietas que la palabra abre para conocer la voz del poeta: “¿Qué fui para mi padre en sus veinte años de distancia?” (81).

El poemario pone de manifiesto una intimidad que va de la voz poética al lector, consiguiendo en su lectura una subjetivación de aquella, a través de la historicidad del relato poético. Consta de cuatro partes, en verso libre, y un epílogo. En la primera parte se destaca la presencia de la figura de Penélope; en la segunda parte, la voz lírica se centra en la memoria de la infancia y se distingue la silueta del padre; en la tercera parte, la voz lírica adquiere mayor protagonismo, la figura que se acentúa es Telémaco; la cuarta parte se compone de un entretejido de cartas que tienen la intención de reducir la distancia entre la mirada hacia el pasado y el presente. El epílogo, por otra parte, revela un monólogo que reúne todos los fragmentos de los que se compone el relato poético.

El ritmo del poemario viene del discurrir de la voz lírica. Conocemos la historia de Penélope, o más bien de Teresa, por la isotopía en los poemas: la memoria, “recuerdo algo de mi infancia por mi madre” (16) que evoca la melancolía no vivida, pero sufrida “la soledad me cosió los labios, desde niño” (51). El entrelazamiento de elementos relacionados con el telar de Penélope, en el poemario caracterizado por la mecánica del reloj, guarda dentro de sí la historicidad lírica de una voz melancólica, doliente y extraña de sí misma.

El uso de palabras alusivas a la figura de Penélope que caracterizan su labor de tejedora, pero de tiempo, recuerdos y olvidos, se concentran en el movimiento de sus manos: “las manos de / teresa serán siempre dos momentos, / el primero para nacer / y el segundo para dar” (18). No es gratuito que esta sea la única parte del poema que delata la hechura del tejido que unirá el recuerdo del esposo y el esfuerzo del hijo para no olvidar, como ocurre en el poema “Invención de Telémaco”. Los tópicos marinos y el punto de enunciación provocan que el tiempo de la lectura sea percibida como un vaivén de recuerdos.

La poesía que ofrece Penélope frente al reloj es una invención de la historicidad del sujeto donde afecto y símbolos son inseparables, es un continuo que subyace en el discurrir de la palabra y va desde la forma del poema a la forma de vida a la vez que retorna a ser una forma de la palabra; algo que Henri Meschonnic llama ritmo. De esta forma, el ritmo que condiciona la enunciación del poemario es un hilo que atraviesa sus cuatro partes: “Penélope frente al reloj”, “Algunas huellas de mi padre en una isla de lotófagos”, “Telémaco espera las naves” y “Otras cartas de la incomunicación”. El verso que construye el poeta se experimenta como una fuerza que mantiene la voz lírica dentro de un relato dando continuidad a las preguntas que el poeta se hace como extrañeza de la madre, del padre y de sí mismo. Esta concentración del continuo lírico retorna a la palabra en la última sección:  “Dos barcos por epílogo”.

III

El punto de enunciación de la voz lírica en el poemario es uno que termina por volverse tres: la narración lírica va constantemente desde el yo “no me conozco / salvo las veces / que puedo mirarme / a distancia” (57); al “[tú] no eres inocente, madre / dejaste de serlo /porque yo vine / a corromperte” (36); pero en algunas ocasiones termina en un nosotros “a veces uno abre los ojos / y se da cuenta de que esta despojado” (52).  Se trata de acompañar la experiencia del otro en la propia conciencia, pero no como una vida interior cerrada en sí misma, sino a la manera empírica. La voz lírica toma el lugar de un testigo de la espera que va a narrar la subjetivación del tiempo en el tejido creado por la madre recurriendo a la memoria “mi madre me llamó Francisco / desde entonces / me convertí en un hilo entre su mano” (23) y el olvido “¿es que el mar te desvía, padre? / Es que eres el mar y no vienes, ningún viento te empuja” (42).  

Estos juegos, presentes en los versos, trastocan el uso de los pronombres e instauran la ajenidad en el pasaje de “yo” a “tú” que provoca el extrañamiento. En el epílogo, la voz lírica termina extrañándose de lo que en otro momento eran certezas: “puedo ser lo más renegrido / soy la cólera de los océanos / soy el agua que colma los mundos de sustancia” (15) a través de cuestionamientos producidos por la distancia: ¿qué fui?, ¿quién era yo? ¿qué fue de Francisco? ¿quién soy ahora? El extrañamiento sujeto al ritmo del lenguaje es la metáfora del tejido del tiempo que Penélope se encarga de hacer y dar en una fábrica de relojes.

Con Penélope frente al reloj, Francisco Trejo nos entrega un poemario no sólo intimista, sino de un alto grado de sensibilidad que abre grietas, a través de la metáfora universal del tejido de Penélope, en lo que conocemos por el distanciamiento y nos demuestra que éste se encuentra presente no solo en el tránsito de la vida, sino que toda escritura –todo poema– es un intento de aproximarse, aunque no siempre se consigue. El poeta nos ofrece cartas por el alivio del distanciamiento que se escriben en fragmentos pedazos sueltos que nunca terminan por hacer una totalidad, sino que crean inmanencia, la inmanencia de la historicidad de una vida en el poema y de la poesía en la vida.



Fuentes consultadas

Trejo, Francisco. Canción de la tijera en el ovillo, UCEVA, Bogotá, 2017.

———————. Penélope frente al reloj. El Ángel Editor, Quito, 2019


Odeth Osorio Orduña. Egresada de la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea de la Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco. Ha colaborado en las revistas Reflexiones Marginales, Campos de plumas y El Camaleón. Ganadora del III Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide 2019.

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