por Rodrigo Arriagada-Zubieta
Extrañeza
Eternidad de los lugares para siempre vacíos como la noche misma espacios hechos de nada que varían en proporción directa a tu melancolía Imposible permanecer a solas en esa habitación en que envejeces como en una mala película a fuerza de no romper en pedazos lo que de ti permanece despierto y el exceso de vitalidad cae como gotas de todos los cielos hasta ahogarse en el vacío que realmente eres en el fondo o frente al espejo ciegamente penetrante de la imagen frustrada de querer vivirte Cae una sombra de tiempo en los horrorosos bellos instantes donde ilusoriamente estás de paso como en un cuadro de Francis Bacon, abismando recuerdos de un pasado desaparecido porque la nada que está en todo igual que los siglos en los siglos se ocultaba incluso en aquellos encuentros en los que nunca estuviste y en los que sí habrías estado si las cosas fueran reales si no desaparecieras a cada momento preso de aquello que hay entre la noche y el tiempo: gran desierto de tu oscura inexistencia.
Insomnio
Te miras en el espejo imaginando lo que podría ser de una noche en la que vas a perderte en la soledad de alguien más, dejarla sentar en el vacío vagón de siempre como un fugitivo destello en el andén alumbrando una fría estación de tu miseria Piensas en la vida que hay afuera descorchándose anhelosa por tanto añejar en su propia fatiga, beoda de su destiempo silencioso cuando tú no has salido aún a su encuentro como al de una muda extranjera en una sala de aduana Piensas y te duele pensar que para vivir un tanto tendrías que dejar de estar, estando fuera de ti entrar enteramente en otro cuerpo como una amarga hostia con sabor a muerte, lavando tus heridas del veneno que ellas mismas destilan asqueado de herir tanta carne deshecho en tu reflejo que amanece para nadie Piensas mientras te miras sin pensar que tu vida que no te pertenece podría desvelarse de ser vivida por otros que desconoces ellos desfallecerían en los bares y en las habitaciones sonámbulos de despertar para siempre de tu hastío Y no sólo ellos también tu doble que ahora te hostiga podría desvivirte de cuando en cuando dividido del insomnio de ti mismo.
De Extrañeza, 2017.
La Muerte en TV: David Lynch, 2017
Suplantar a una persona por ella misma fue lo que hizo Lynch - su obra maestra- el abrazo al fin de la fuente con Narciso, efímera limpieza del agua en el rostro del Agente Cooper, devolviéndole la propiedad de ser veinticinco años antes como si se pudiera visitar el vacío de unos minutos en que el tiempo se ensancha en el espejo oscuro que lo refleja. El actor fluyó por un instante un río más allá que las estrellas de Televisión acostumbradas a morir patéticamente de tanto retocar un hiriente maquillaje como Aschenbach en Venecia: la pose de un cuerpo que se suele citar a sí mismo en el lugar de siempre para terminar de quebrar el reloj a deshora con la puntualidad del desencuentro, música de Mahler como telón de peste y un descenso temprano a los infiernos del invisible ciudadano que desaparece en el celuloide dejándose velar por la semejanza de sus antepasados instantáneos. Figuras que muestran en vida la existencia como hecha de algo que apenas se le parece.
Japonesa
Esta playa la he escogido no para vivir, sino para soñar que no me encuentro en ella. Asomo la cabeza a la ventana de mi hotel lleno de libros chilenos, -de Lihn, de Kay, de Rojas- y así no quedar tan huérfano de la tierra por obra y eco de una lengua casi extinta, como si sus viajeros no acabaran de navegar mientras alguien confusamente los lee. Siguen lejos, muy lejos, de la Isla de los Muertos que Böcklin les hizo imaginar en sus ataúdes con la esperanza de llegar a su infierno a la hora. Lo que pudo ser sólo el olvido es la aparición de un cuerpo en su lago, la multiplicación del vacío en el poema sus reencarnaciones que hojear distraído, literariamente fraudulentas, difuntos que hablan, en tono ausente, mejor que los vivos. Nada sabe de eso y de mi mirada la japonesa más bella del siglo que posa frente al mar de Sitges con toda la luz del sol a su favor bajo el foco fotográfico, celosamente de pie en el que resplandece una y otra vez la sustitución de su cuerpo como si aquello le fuese a valer la eternidad: pensar que su sonrisa no se extenderá más allá de una orilla lejana del mundo donde otro espíritu recita este poema después ahora arrancando aullidos de lo invisible, escarbando en mi fantasma como si este sitio realmente hubiese existido. Y ella también, si no fuera por mí.
De Hotel Sitges, 2018.
Plaza Yungay
Es una pareja joven, nietos de Sara y Abraham. Bajaron del Barrio Alto para ver una plaza a escala humana. Volverán como los libertinos, rotos por su labor. No cometerán pecado y los días les serán ligeros. Es de noche, los tambores imitan los embates del día. Hay sudor de verano y la orina lava el vómito en el piso. A veinte pasos está San Saturnino tallado más de cien años, vieja fábrica de Dios a punto de derrumbarse. Siguen de largo. Reposan boquiabiertos donde diez polillas en el techo y aromas de incienso mezclados con el humo secundario de cigarrillos baratos. Echan atrás las sábanas. Sienten el calor de los cuerpos reducidos a un condón que siempre se enfría. Él mira el líquido espeso y piensa en la vida encapsulada a la que no dará vida. Ella se mira vacía de él, disuelta por un rayo blanco. Es una hermosa estación y de vuelta en la calle sobran los desperdicios. Antes de salir ella dijo “arroja los restos del amor a la basura, nuestros hijos muertos no son trofeos que exhibir al sol”.
Trovar
A Juan Arabia
He tomado sitio en la habitación junto a las gardenias largas que crecen en la mesa de luz. Todo está roto por la noche, abierta de piernas desde el balcón. Ustedes no ensayan nuevas formas de vida. Abusan de la mezquindad. Finalmente lograron encerrarme de tanto viajar por los ojos de los idiotas, ese circo ambulante que invoca a las plagas. Ha desaparecido mi cabeza en un barroco jardín narcótico, píldoras pinochetistamente eficaces en la toma del poder mientras unos pocos luchan contra un mundo de ciegas velocidades, amargo como un metal fundido en la boca. Me creen fuera de combate, pero lo que nunca verán es la otra sombra acumulada que se detiene en ciertos libros que leo a sus espaldas, palabras llenas de inexactitud que pueden hacer confundir la poesía con la mentira. La vida ha muerto y sin embargo viva la vida les grito enarbolando un verso de Cocteau en una época en que he vivido intensamente, contra toda mi voluntad. Mi riqueza está en la espera, mi margen de interés en la venganza. Libertinos y usureros merecen ser hervidos para destilar Sangre Avaricia y Mal. Cuando aparezca mi tropa de trovadores construiremos una fortaleza hecha de insomnio y torbellinos donde anidará el colibrí inadaptable junto a una verja en que un unicornio brama. Porque no hay que seguir el orden que el día preparó para nosotros. Ahí la niñez perdió su rumbo en un invernadero lleno de vidrios gélidos con toda la sombra del bosque a su pesar. Por eso escuchen mujeres del último hastío: preparen los vientres de hilos de sangre como una cosecha de espíritus agresivos y que sea descubierto el misterio de este siglo en la abertura exigua de cada poro. Antes las seduciremos con flores inversas: Nieve Hielo y Escarcha. No habremos comprendido sus leyes ni su idioma, pero imitaremos a los pájaros. Todo será canción en riscos y colinas; los edificios, repugnantes malezas, jaulas estacionarias en las cuales defecar. Entonces esplenderá el pan en las tabernas en el fondo de un licor sin precio, remojado en la fábrica de Satán. Será de noche sobre un camino de tierra y junto al fuego temblaremos de frío. En nuestra patria seremos extranjeros a la vez bienvenidos y rechazados Ciudadanos de una nueva oscuridad.
De Zubieta, 2019.
Baudelaire, 1841: Paquebot des mars du sud
En la Bahía de Grand-Port las noches azules son tan suaves que sólo la tristeza es una copa tan honda para contenerlas. Las olas destruyen las ramas de los mangles, las mulatas, bellas como la angustia, pasan y pasan con sus paños de color sujetos a las caderas y en el cielo, tinto de pájaros de fuego, reposa la melancolía del mar púrpura. El aire es como la memoria, familiar, pero de implicaciones desconocidas imágenes que se deleitan en su desaparición como una lengua muerta. La mirada es bohemia como la luz, como el exilio, como los sueños, barcas averiadas en las que uno nunca se va. Así que viajo asfixiado y tenue como tres generaciones bajo un mismo techo hasta que las pesadillas suelten, años más tarde, láudano, neurastenia y licor, delirios más amplios que el silencio, provincias olvidadas como versos que morirán esta noche y sin embargo perdurarán.
Jerónima de las Cuevas: El Greco, despedida
Yo vivo al borde del río sin amigos ni discípulos y una mujer silenciosa. Como un pez volador entro en aire más ligero y esta locura es mi belleza. Los santos se convirtieron en antorchas y ardieron en mi ventana envuelta en nubes negras cerrada por mi mano manchada de colores. Uno no elige este destino. Algunos dicen que el bien y el mal son el mismo y luchan con la cabeza gacha contra los muchos rostros de dios. Sufren y viven al modo de las rocas. Pero nosotros, Jerónima, conocemos el gran secreto. La carne es una columna de arcilla. Mira mis imágenes, los odres de cuero se aligeran ¿es una flama, o lo que llaman alma? Ahora podemos sentarnos a mirar las aguas verdes y vivir como el fuego, el mar y el viento deslizándonos bajo el doble arco del Puente. Dios y el mundo son demasiado estrechos. Soy un hijo de rayo y de trueno y si quiero nievo. Debí leerlo en un dístico, en Creta, con una rama de albahaca en la oreja. O quizás lo inventé: Entrega tu juventud, disuelve la tierra a tu medida-
De El Greco, 2020.

Rodrigo Arriagada-Zubieta (Viña del Mar, Chile, 1982) es un poeta, traductor y crítico literario chileno. Es director de la colección Pippa Passes de la revista y editorial Buenos Aires Poetry (ARG), sello que ha publicado su trilogía conformada por los poemarios Extrañeza (2017), Hotel Sitges (2018) y Zubieta (2019). Sus poemas han sido traducidos al italiano y al inglés, y publicados en medios de Chile, Argentina, Venezuela, Colombia, Perú, México, Estados Unidos, Italia y España. Su obra ha sido antologada en Chile por la editorial Santiago Inédito bajo el título Una temporada en la cabeza (CL), 2020. Actualmente reside en Toledo, España, donde finaliza sus estudios doctorales en Letras.