por Carmen Villoro
VI TU TRONCO RESECO desplomarse tu corteza rugosa abrirse en grietas para exhumar el líquido caliente de tu vida interior. Yo vi escurrir la sangre por tu tallo Las gotas púrpura, aceitosas Saliendo de tu piel. Vi caer tu dolor sobre la alfombra Dejando una pequeña, inmensa oscuridad. Te oí crujir. Tus ramas se alargaban Angulosas, rehusando la quietud.
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QUÍTALE AL TRONCO su raíz. A la rama, el tronco. Quita a la hoja, la rama que la sostiene y a la flor, la hoja y al fruto, la flor que lo parió. Solo, sin su árbol Al fruto no le queda más remedio que ser árbol.
De Liquidámbar (2017).
Otoño
Yo escribo los poemas que me escribió mi madre, destilo su dolor a través de esta pluma extemporánea. Su dolor era el mar y yo así lo veía desde el naufragio. Ella tocaba el piano; sus manos se deshacían sobre las teclas cómo jirones de nube en el ocaso. Dejó guardada las palabras en el clóset y yo las fui a robar cuando el silencio estaba a punto de borrarnos. Ahora lee mis libros como quien hojea un álbum de recuerdos y algo de juventud se le atraganta mientras yo escucho una sonata inexistente y la tarde, a las dos, se nos deshace.
Zona de fumar
Miro a esas mujeres que fuman sus cigarros como si hicieran el amor. Una de ellas desprende la cintilla del celofán con la gravedad de quién descorche el cinturón o desnuda una corbata. Otra caricia con tres dedos la lisura blanca anticipando un fuego conocido, queriendo retrasarlo. Hay la que lo detiene con los labios disfrutando su peso su seca desnudez y después lo humedece para volverlo propio. La primera lo absorbe hasta el abismo, se hace un poco de daño para sentir que existe. La segunda lo mira iluminarse y consume en secreto sus recuerdos. La tercera sacude la ceniza, mira el humo como quien despide de una calle solitaria. Una lo apaga con pequeños golpes, sabe de espasmos. Otra lo tira al piso, lo tritura y esa violencia la desquicia suavemente. La tercera lo deja consumirse porque no le gusta apresurar ningún desprendimiento. Parece que platican, desayunan en este restorán, piden la cuenta, así, como si nada. Pero sus cuerpos habitan otra realidad, sus almas vibran, su soledad salvaje las denuncia.
Fútbol
a mi hijo Federico
Te miro a través de la malla que separa las gradas en la cancha. Algunos gestos tuyos me hablan desde lejos, quizá desde mi propia infancia. Otros, te vuelven tan lejano, tan dueño de ese ritmo que imprimes al paso de tu sangre. Qué poco entiendo de aquello que se fragua en el centro profundo de tu cuerpo. Qué poco entiendo de fútbol. Qué poco sé de ese jugador de once años que arde de pasión sobre la hierba. Me doy la vuelta y te dejo ahí, jugando tu partido del que sólo tú conocerás el marcador final.
Maternidad
a mi hija Mariana
te compré un corpiño de tela blanca y frágil como tus años un velo para las rosas transparentes que apenas se anuncian en tu pecho y sin brotar aguardan palpitando. Fue cómo decirte el gozo de que me sobrevivas, de que el amor abreve y no sólo el amor de la vida en el estanque germinal de tu presente. Fue insinuarte la dicha de que el tiempo permanezca aún después del tiempo, y, a la vez, la profunda nostalgia del futuro.
De Marcador final (2001).
Poema amatorio
Desnuda me miro en el espejo perturbable. No tengo rostro mi signo del zodiaco es el desorden. Sola estoy cuando podría ser otra vez el lento obstinado presagio de tus dedos. Este es sólo el exordio del placer. Después vendrá la imagen de tu boca atravesando un claro en la arboleda. Vendrá la llama tibia como el gato. Oscura la garganta se tragará tu nombre oscuro de saliva. Vendrán la lengua y tus rodillas. Escucha cómo suena el otoño en las ingles: gástame el vientre exacerba mi boca altera mi silueta rasga esta tarde hasta la pura muerte degrada este silencio denso como una zorra devasta quiebra asola mi virtual desatino. Sólo imaginación. Sólo un espejo. La humedad que te grita desde el bosque.

Carmen Villoro (24 de octubre de 1958, México) es escritora, poeta y narradora. Reconocida por sus obras literarias (cuentos infantiles, prosas y poesía) las cuales cuentan con una pizca de amor y nostalgia. Cuenta con una profesión en psicología y psicoanálisis, con su conocimiento ha ayudado a publicar diversos ensayos en libros y revistas especializados en psicoanálisis.