por Mateo Mansilla-Moya
Josephine, yo te digo
que no he descansado, no desde que conduje
esas calles con una pistola en mi regazo,
no desde que todo modo de hablar
ha fallado y los residuos de mi vida continúan hacia adelante.
Carolyn Forché
En El país entre nosotros, el segundo libro de la multipremiada poeta estadounidense, Carolyn Forché, la autora documenta las atrocidades y la violencia en algunos momentos históricos de los que ha sido testigo a lo largo de su vida, como lo es el inicio de la guerra civil que azotó a El Salvador a finales de la década de los años setenta, o la particular forma de vida de algunos individuos en Praga, durante el régimen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Forché reconoce, como lo haría la crítica Jill Magi en Poetry in the light of documentary, que la estética no es apolítica. La poeta –quien trabajó como defensora de derechos humanos en el territorio de El Salvador, y quien además ha sido reconocida como una ferviente activista en la materia– se reconoce agente en una esfera social y política determinada y, por ende, sujeto obligada a actuar en relación con la misma, incluso desde la poesía.
En su poemario, la autora documenta sus experiencias personales y se reconoce también en las experiencias de los otros: Tengo los párpados gruesos / de una niña de fábrica eslava, / el cabello pálido de la sangre mestiza[1], trasladándose al dominio de lo social (el estadio entre lo “personal” y lo “político”), donde la poeta Sandra Beasly sitúa a la “poesía del testigo”.
Desde ese estadio, Forché observa de primera mano las atrocidades:
El coronel le dijo que se callara y se alejó de la mesa. Mi amiga me dijo con los ojos: no digas nada. El coronel volvió con la bolsa que se usa para llevar la provisiones a casa. Regó muchas orejas de humano sobre la mesa. Eran como mitades secas de durazno. No hay otro modo de decir esto. Tomó una de ellas en sus manos, la agitó frente a nuestras caras, la soltó en un vaso con agua, donde volvió a la vida. Estoy harto de pendejadas. Y por los derechos de quien sea, dile a tu gente que puede irse al carajo. Barrió las orejas hacia el suelo con el brazo y sostuvo el último trago de vino en el aire. Algo para tu poesía, ¿no?, dijo. Algunas de las orejas en el suelo captaron los despojos de su voz. Algunas de las orejas en el suelo fueron pisoteadas contra la tierra.[2]
En un tono similar, la autora también logra distinguir la normalidad de la violencia, la violencia que se ha invisibilizado en la normalidad:
La paella llega, una cama de arroz y camarones, dedos y almejas, los labios de aquellos cuyos labios han sido removidos, mejillones del suave azul del hueso de la cadera. Esto no es paella, esto es en lo que se han convertido aquellos que permanecen en Buenos Aires…[3]
La galardonada con el Poetry Society of America´s Alice Fay di Castagnola Award sabe que no debe eliminar del texto la expresión propia para hacerlo completamente documental, como opinaría el escritor portugués Martin Earl. Así, en Retorno, opina:
[…] No es el Ché Guevara esta lucha. Camilo Torres está muerto. Víctor Jara fue rodeado con los otros, y José Martí es una pista de aterrizaje para aviones de Miami a Cuba… [4]
Y describe, desde los actos líricos (lo personal), su regreso a Estados Unidos:
Sobre mi regreso a América, Josephine: las bebidas heladas y las sombrillas de papel, limpios baños y las palmeras de Los Ángeles moviéndose como mujeres delgadas, más asustada de lo que jamás he estado, incluso de los moteles tanto que por meses cada reventar de neumático era definitivo, cada coche extraño cerca de casa era vigilado y me esforzaba por hacer memoria cosas imposibles de olvidar. [5]
El país entre nosotros se divide en tres partes: En El Salvador; Reunión; y Nosotros mismos o nada. Carolyn Forché, en cada una, le presta imágenes sensoriales al lector para que, con ella, atestigüe y desprecie las atrocidades que cualquier conflicto armado tiene como consecuencia, no solo en la actualidad, sino siempre, y que los concibamos como también lo ha visto una mujer / que ha frotado tanto sus brillantes ojos grises / durante el dolor que puedes ver en ellos todo lo que ella ha visto / el siglo, del cual se han ido veinte años, / muchas guerras, un fuego de papas negras / y quizás un momento cuando al otro lado / de la mesa era amada…[6].
NOTAS
[1] FORCHÉ, Carolyn. La isla, en “El país entre nosotros”. Traducción de Andrea Rivas. México: Valparaíso México, 2015, P. 12.
[2] FORCHÉ, Carolyn. El coronel, op. cit., p. 19.
[3] FORCHÉ, Carolyn. La memoria de Elena, op. cit., p. 16.
[4] íbid., p. 21.
[5] Íbid., p. 20.
[6] Ídem, p. 20.
FUENTES DE CONSULTA:
BEASLY, Sandra. Flint and tinder – Understanding the difference between “poetry of witness” and “documentary poetics”. Poetry Northwest. August 19, 2015. Consultado en junio del 2020 en: https://www.poetrynw.org/sandra-beasley-flint-and-tinder-understanding-the-difference-between-poetry-of-witness-and-documentary-poetics/
CORSON, Josh, Una introducción a la poesía documental, Círculo de Poesía, consultado en junio del 2020 en: https://circulodepoesia.com/2020/05/introduccion-a-la-poesia-documental/
FORCHÉ, Carolyn. El país entre nosotros. Traducción de Andrea Rivas. México: Valparaíso México, 2015.
MAGI, Jill. Poetry in the light of documentary. Chicago Review. Consultado en junio del 2020 en: http://www.chicagoreview.org/poetry-in-light-of-documentary/

Mateo Mansilla-Moya (1994). La temporada de ballet clásico ha terminado (Buenos Aires Poetry, 2019). Licenciado en Derecho por la Universidad del Claustro de Sor Juana.