por Margarito Cuellar

Recién tuve la oportunidad de leer Se llamará piedra de Fermina Ponce y mi primera impresión es que establece un punto de unión entre la lluvia y el llanto, entre el río y la mirada, desde donde florece el canto de la tierra.
Este primer trazo parece definir la ruta de los poemas de la poeta colombiana, que de varias maneras propone un recorrido por el atlas de la poesía en varias direcciones. En una de estas rutas está el deseo como un abrazo encendido que se oculta del frío. En otra, la palabra, el lenguaje o el poema, y a partir de ello establece un diálogo con el silencio y los susurros. ¿Pero, el silencio es diálogo o vacío que espera ser llenado gota a gota al paso del tiempo?
En un sentido el poema es nido y objeto de búsqueda del yo poético de este libro. El poema puede estar en todas partes o en ninguna, donde “todas” partes” puede ser dios, la infancia o el jardín. Al otro lado del espejo están los seres que iluminan desde la oscuridad: Lorca, Van Gogh, Poe, Jorge Teillier, Nicanor Parra, Vallejo.
Luego está también el lenguaje como materia para moldearse y en este sentido, gracias a la creación poética las flores del mal pueden convertirse en las flores y el mar. También se hacen presentes un par de haikús, bonsáis capaces de atrapar el mundo en una mirada. El libro habla también de los contrastes entre la nieve y el paisaje soleado, aunque a veces el sol es un villano que se niega a desplegar sus rayos.
Lo fugaz también es fruto de este árbol de poemas: en sus páginas viaja también la locura, la esquizofrenia, el delirio, alternando con el deseo y el encuentro amoroso.
La fuente de la poeta Fermina Ponce parece ser inagotable. En ella confluyen las líneas fronterizas, la condición de la mujer, los migrantes y hasta la pandemia. Y justamente es la pandemia la última estación de este libro, abordada de una manera discreta, con imágenes, como una interrogante al suelo que pisamos y al cielo que nos cubre.
En fin, el libro es un despliegue de imágenes y sensaciones, de sentimientos y evocaciones y es también volver la mirada a la tierra, a lo sublime, a lo que se queda y a lo que se va, pero que de alguna forma hecha raíces y plasma la experiencia de la vida en palabras.

Margarito Cuellar. Escritor y periodista mexicano originario de Ciudad del Maíz, San Luis Potosí, México. En el campo de la poesía es autor de una veintena de títulos, entre ellos: Heridas luminosas que se quiebran (Universidad del Externado, Bogotá, 2021); Nadie, salvo el mundo (Moguer, Huelva, España); Señales luminosas bajo el cielo de cobre (Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2020); Poemas en los que nunca es de noche (Ibáñez, Bogotá, 2019). Premio Hispanoamericano de Poesía Festival de la Lira 2019 (Banco del Austro, Cuenca, Ecuador). Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez 2020 convocado por la Diputación de Huelva, España con Nadie, salvo el mundo. Su libro Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas obtuvo en 2021 el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (Salamanca, España). Sus textos poéticos han sido traducidos parcialmente al inglés, francés, portugués, alemán, griego, chino, búlgaro, rumano, ruso, árabe, italiano, uzbeko, danés, croata, latín, euskara, bengalí, catalán, letón, hindi, islandés, quechua, maya y armenio.
SOBRE SE LLAMARÁ PIEDRA
por Mateo Mansilla-Moya
En 2021, el sello neoyorkino Sudaquia Editores, en su colección “El Gato Cimarrón”, publicó el libro Se llamará piedra de la reconocida poeta colombiana Fermina Ponce. Un título que, sumándose a la extensa trayectoria literaria de la autora, viene a reafirmar la calidad de su trabajo poético, y cuya lectura nos transporta por ricas imágenes sensoriales que dotan con sentido de verdad a quien los lee.
Se llamará piedra, con un lenguaje claro y figurado, es una exploración y un (re)descubrimiento –poético– de lo cotidiano, en el que la poeta aborda el amor (también desde lo erótico), la locura, la esperanza, la alegría, y numerosos temas cuyo carácter universal admite lecturas sin límites espaciales ni temporales.
No únicamente a través de la apertura sensible de la autora a lo que sucede a su alrededor, sino también por medio de poderosas imágenes, Fermina Ponce logra generar un diálogo con sus lectores que coloca como centro de atención el acontecer de la normalidad y su relación personal con el entorno, deviniendo experiencia compartida y, por ende, una guía para acercarnos a la cotidianeidad desde otra perspectiva, una más musical, y con mayor minucia.
En los poemas que componen este libro, el estrecho vínculo que existe entre los sentires y la naturaleza se asoma en múltiples metáforas en las que, como diría el poeta Margarito Cuellar, se “establece un punto de unión entre la lluvia y el llanto, entre el río y la mirada, desde donde florece el canto de la tierra”. Sirva este fragmento (de Sol de papel) como ilustración:
Soy una nube sin nombre con cuarenta letras encima, cuarenta oraciones extraviadas. Tal vez, una vez, un día.
Los versos de Fermina Ponce son también visitados por los fantasmas de los autores a quienes algunos temas aluden: Poe, Van Gogh, García Lorca, Nicanor Parra; y hacen referencia, también, a quienes como ella son mujeres y son migrantes. Leamos este fragmento de Gato:
Tengo un gato negro me roza como si le perteneciera llueve y no me mojo el aire es denso nadie respira.
Los poemas de Fermina Pone en Se llamará piedra llegan, en 2021, a pesar de la pandemia, como el registro de una sensibilidad que, aun durante el encierro, se manifiesta viva, ardiente, atenta a la existencia.
Ponce, Fermina. (2021). Se llamará piedra. New York, NY: Sudaquia Editores. P. 136.