por Javier Alvarado
INDULTO
Cruje la realidad entre la nube El cielo dispara una salvación Para todos Tan terrorífica, Tan magra.
EL INVENTO DE LA BOMBILLA SEGÚN EL AMOR
Durante los meses tristes, centelleó mi vida sólo cuando hice el amor contigo
como la luciérnaga
Tomás Tranströmer, Apuntes de Fuego
Durante los años de oscuridad, Era mi cuerpo un cable de alta tensión y tu cuerpo una bombilla. La plenitud y la hermosura en toda la derrota, Un camino de la leche que nos guiaba hasta el pomar. Un agua sempiterna que dejaba en mis manos los antiguos cauces, Las ubérrimas barcazas donde destiló la misericordia de tu piel, El amaranto negro de tus bragas y sus soles oscuros que aparecían En mi videncia de niño, en mi bitácora de viejo, en mi mocedad y en la pizarra. Durante los días infelices, centelleó mi vida cuando hice el amor contigo, Como las luciérnagas.
ENCUENTRO CON LOS ALMENDROS
A Carolina, Damiana y Mercedes, por compartir sueños debajo de los almendros
Camino y mi eternidad se va a buscar la sombra De todos los almendros. Alguien los ha cortado Y los vuelvo a sembrar en la memoria. Quizás indagando Sabré a donde están las frutas que cobijaron La vastedad de todos los dominios; esas estrellas sucias Que recrea el grumete regresando de la calma De su cimitarra hueca, De los vestigios de esa caza Y de esa numerología que nos hacía desenterrar los rostros De las antiguas cabalgatas, Cuando los campesinos amarraban Los caballos y éstos sacudían sus belfos En la corteza señalada por los augurios y el amor de antaño. Esa corteza fue nuestra madre y la placenta de otra tierra, De otros espíritus que hoy se enlazan en el brillo O en la jarcia encaminada De las iniciales de otros troncos Yo vuelvo a entrar a la casa de los abuelos con el sol desparramado En las gradas del verano, El invierno y sus lluvias Cosen un traje oscuro para que dome las tinieblas Cuando hay sangres De otros espejos tiritando Entre las hojas secas y verdes Que hacen renacer el pacto de Dios en la pupila Que jamás se apaga después de reflejarse en la corola de los cielos. Nadie me anuncia y llego al patio donde alguna vez estuvieron. Me reciben sus esqueletos y algunos vestigios de sus vestimentas. Quisiera imaginar que ahí están mirándome Con sus gibas y sus promontorios de fruta verde y rosada Y después color marrón para el asedio de nuestras bocas infantiles. Ahora el hambre es otro designio Para esto que no llevo Y no sé nombrarlo. Todas las coristas y las núbiles doncellas Apedreaban la pulpa viva hasta que aparecían los huesos íntimos De esa fertilidad eterna; Allí se quedaron nuestros juegos Y la muerte que es la brisa sacude el patio interior De ese recuerdo. Entre la suciedad y el polvo una fruta queda Para rememorar lo que ya existió. Tomo una piedra y machaco el milagro, Aparece la vida y la coloco sobre mi boca Y mi lengua almendrada rompe a llorar.
EMILY CON SU FIRMAMENTO HERMOSO
Hay otro firmamento
Siempre sereno y hermoso.
Dickinson
Emily mira el jardín interior que está más allá de las murallas Quisiera tomar ese territorio donde pule su cayado el peregrino: Donde la sombra encuentra su gemelo Y donde dice: Poeta entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento hermoso. En los días ella toma el hilo y la costura; Poda la perfección de la flor en cada paso Va sembrando una balada En cada pétalo que deshojan las alcobas Donde se yergue el mausoleo a la belleza En los ojos donde beben fuego las golondrinas de la sangre. De resistirse al océano de las almas Su padre un pastor de iglesia, la conmina A la reverencia de las luces Y las aguas En el rebaño del señor, Como una oveja saludosa Que va del pasto ennoviado Hacia pájaros y campanas que se apagan Es el recuento de una historia y de otra historia, Esposa purpúrea y blanca Donde el sol penetra como una cabra en el bostezo De los escarpados soles de nuestras vidas y las vidas. Allí plantando un verso, Un poema para la bolsa La crónica de plata Donde la sombra encuentra su gemelo Y donde dice: Poeta Entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento hermoso.
NOCHE DE QUETZALTENANGO CON LECTURA DE CARTAS Y UNA OFRENDA FLORAL A LA VANUSHKA
A María Elena Marroquín y a su Quetzaltenango,
por llevarme ante la tumba de la Vanushka para conjurar amores…
Y consultó al fuego la Vanushka,
Como una rama estremecida, como una lluvia agonizante,
Delirante,
Quieta en su ataúd de agua
Donde asperjan los soles
Y el tiempo horada sus destellos rosados,
Sus bosques de antracita y opopónax
Cuando se encienden los leones, los cordeles sucios
Las cimitarras de la tierra,
La colecta de guijarros
El pañuelo de gitano para extasiar los nervios
El cuerpo de los oros
Y la noche anudada por los bastos, la numerología del trueno
Y los dioses que nos caben dentro de la boca como badajos de sangre
Que se vuelven a exorcizar por el toque del remero de la nieve
Cuando nos salen islas y elfos de cabellos apagados
La fábula del amor que se arrincona en el molino
De los obsesionados, de los que succionan el follaje del amor
Los que chasquean la realidad
Con la lámpara somnífera del ciego
La ronda del caballo que se vuelve astronauta en los parrones del abismo,
La iniciación del ámbar en esta ciudad sujetada por diez columnas,
La noche de Quetzaltenango se vuelca como un canasto de mangos cosquilleados por la lengua del cuchillo
Donde los alfabetos ascienden hacia una casa que se ha enemistado con el opio,
La enemistad del opio que es un acertijo para los guerreros que portan los vestigios de la caza.
¿Vanushka qué edad tuviste
Diecisiete lunas o cuarenta y un estaciones avasalladas
Para acostarse con el deleite del invierno
Para el asedio del otoño
O las primaveras tronchadas que se asustan con el soplido del verano
O con el festoneo terrestre de las frutas
Y el frutero donde se aísla el hambre de todos los ancestros,
Las cartas de amor terrenales y divinas
Que se escriben en la pleamar de tu esqueleto?
Si el guardabarranco iluminará las aguas termales
Con su canto de flauta coronada por el quetzal
Y el quetzal se posará en tus huesos
Para escribir con su cola tu nombre en cada pecho,
En cada historia o en la hoja deletreada
Y yo escribiré sobre tu boca
Este poema de un amante trashumante en Guatemala
Frente a ustedes.
LA MADRE DEL DESEOSO
Deseoso es aquel que huye de su madre
Lezama
Huyo de la madre de Lezama Lima?
Néstor Perlongher
Deseoso al huir de nuestras madres Al huir del tiempo y de los humos habaneros y del llanto de la madre de Lezama Yo huyo de la madre de Perlongher (una reina que acaba Y hunde los solsticios de su coronación y va arrastrando la huesa de su armiño). Yo huyo de mi madre como para exorcizar mi miedo, La madre se yergue entre las realidades y el deseo, Cernuda y Lezama huyeron de sus madres, uno lanzándose a México y el Otro inventando su propio Paradiso; Mi madre me lanza contra las mazmorras de la asfixia Cuida de que nadie me toque el sexo a la hora visperada Ella espanta pretendientes y asume la fuerza de un temible Ulises Y de un colérico Telémaco. Me rocía con la leche de sus senos y vuelvo a entrar a la ambrosía de su placenta La memoria que tejemos con el cordón umbilical Es un cordel para anunciar el término de la estación El hecho de estrechar las manos y forjar la caminata del nacimiento indisoluble De los encuentros y el sonido Acercándome al cuerpo A la baba del caracol A la pericia del baobab Al idioma de los arneses que nos vienen sofocando Desde la ambigüedad de la cabaña. Asustarme/ violentarme contra la ventana/ vociferar de semen Estrellarme contra los vientres o contra los pechos que tienen mi nombre Escrito azucaradamente para lamer/ olfatear/ volver a ser el gato abisinio Del libro erótico de los muertos, comiéndome las páginas Con el sopor de la tinta ecuestre, ese gemido de dios y de faisán Para volver a encontrarme. Mi madre me ha criado con todos los principios Y la moralidad de sus ancestros. Ella es terrible como una jaula Y lo refiere Octavio Paz: Como una madre terrible que ahoga, como una leona taciturna y solar. Todos queremos huir de nuestras madres Y yo no puedo rendirme ante su pose de matrona y de guerrero Rememorando toda su porción de crianza y sacrificio A ella todo el amor y la rosa Todo el enjambre y la enjundia de las mieses El tesoro de los piratas y la Perla Peregrina para que cuelgue de su cuello A ella todo mi cuajo de ternura A ella que sin ella Yo soy el de vivir Imposibilitado
LA MURALLA CHINA
Construye una muralla Y deja una puerta entreabierta. Quizás entre los miles de bárbaros Quiera entrar una extranjera, una mujer reencarnada Entre los bambúes Que resulte ser la luna, Una mandarina, Una osa panda, Una grafía, una abstracción, una pregunta de jade Para los dioses oscuros Que habitan las sucesiones del color en la porcelana; El ying y el yang sobre la concha del caracol Arrastrándose sobre las gibas montañosas Y los monzones, Deletreando un rastro de plata, Un colmenar con su saliva Sin delimitar muros y fronteras. Ya muerto, No puedo entreabrir puertas Ni ofrecer defensas. Pensé llegar a la gran muralla; extraviarme entre cada roca Y entre cada muro, protegiéndome De las tribus invasoras. Pensé en servir al Emperador, en escribir las sagas del imperio, Pero morí atravesado por una lanza enemiga, no hubo piedra Para proteger mi cuerpo, Allí recibiendo pisadas en el polvo, Como una ofrenda de arroz o una lámpara flotante en la agudeza del río; Allí donde el fuego revele Su milagrosa agonía, Donde una y otra vez Me despierte esa foránea Haciéndome muralla en la tierra, Crisis migratoria en el orbe, Un gusano de seda armando una invasión En la astronomía de las hojas. Yo guerrero ocupante Abrazado con la forastera invasora Posando Sin ser percibidos Ante el flash de los excursionistas.
RENOVACIÓN DE CÉDULA
ante las situaciones kafkianas…
Cada uno se va como puede
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo.
Roberto Juarroz
Hoy he tenido miedo de mi identidad. Ha expirado mi cédula. No estoy aquí subiendo este piso, No estoy allá consumiendo esta escalera; Cada ser con su paso, cada ser con su pose, Cada uno con sus kilos, en su peso Donde no haya fuego ante la propia voz, La propia voz, una revolución, un manuscrito. Hacer filas inmensas Para renovar tu vejez en la foto. Llenar mis datos, volver al nacimiento Y al dolor parturiento de mi madre. Gatear y caminar sobre papeles Burócratas. Una fecha exacta para la entrega, para volver a plasmar Las huellas, comprobar solicitud Y dar fe de vida o dar fe de muerte Como si alguien se despidiera en medio de la luz, al otro lado. Unos se van con su espejo, Otros se van con su perro, Otros se van sin su pensión con un sello en la frente, Otros con su nacionalidad y cédula de extranjería, Aquellos con una carta rasgada antes de tiempo. Otros se van sin escribir su mejor obra, Otros se apresuran a tomar talleres literarios y a dejar anaqueles llenos de letra innecesaria, Insisten en dejar un libro detrás del árbol o detrás del hijo. Mejor no se apresuren a nada. En ese lapso de tiempo, ningún banco o trámite aceptan De que estás ahí, en ese lapso de la otorgación no existes, mientras Alguien vive, alguien escribe, alguien rompe papeles, alguien renueva su cédula, Alguien se equivoca escogiendo a un diputado, a un alcalde, a un presidente, Alguien asegura que todo ha caducado.
RECUERDO FLORAL
Mi madre no pudo cortar los olivos en Tarábulus. Mi madre no pudo cortar más las rosas de Beirut. Mi padre no pudo escanciar los perfumes en la noche del Líbano. Ambos se quedaron besando las maderas preciosas cuando partimos con rumbo inefable. Nunca invocamos al carnero para el festín. Mi madre cantaba para arrullarnos En medio del polvo del desierto. Su boca fue un oasis para nuestras maravillas. Padre se iba al pozo a bendecir el agua para destellar la sed. ¿A dónde se fueron esos hábitos y esas costumbres libres sobre la tierra? ¿Dónde las cosechas que sembramos y dónde la verticalidad de la semilla? Nuestros manos se desparramaban al viento transidas de locuacidad y mirra. Nuestros ojos trataron de llevarse la greda de los platos y la palmera donde solíamos jugar fue alcanzada por el rayo. ¿Dónde quedó la flor Y los dátiles con miel para la espiga del tiempo? Mis padres no emigraron. Esta nueva generación heredó La migración de la ceniza. Quedan esos pies para el rastro, Este velo para el éxodo. Invoco un número triste de tres hermanos Tratando de llegar al mar después de largas caminatas por la arena de los montículos de color rosa. Rememoramos aquel viaje de la salida de Egipto. En nuestra aldea quedó nuestra casa Destruida por el fuego. ¿A dónde se fueron nuestros padres? ¿Qué será de la rosa sucedánea exterminada ante la belicosidad? Esa columna de humo negro marcó el funeral de nuestra vida en El Líbano. ¿Por qué los camellos no nos devuelven a Tarábulus? Un gran funeral de muros y paredes. Un gran funeral de animales domésticos Y de caminos cubiertos de hollín. A todos nos aprisionaron en ese cielo que nunca volveríamos a ver. Las imágenes traspasan una y otra vez nuestros ojos. Yo, Jorge Juan, siempre adelante. Melquisedec protegía a mi hermana Leilah del polvo de las despedidas. La tierra fue lágrima y el mar ¿Dónde está el mar? El mar se extiende como un lamento sordo. Después del mar, más allá, está la roca de gritos.
LOS TRES HERMANOS Y EL MAR
Hay una distancia que no ha podido definir el mar. Hay un testamento que no se invoca en las versiones del agua. El mar de mis antepasados no es el mismo mar para mí, Allá atrás se quedaron sus pertenencias y sus recuerdos En la niebla profunda. Nadie podrá invocar las carpas Y la escalera donde se amontonaron sus pies En esa marcha por conquistar el cielo de las águilas reales. Mi familia reposa en una roca familiar, en una roca de gritos Donde todos invocamos un cielo de mirra Y una ejecutoria melodiosa para el laúd y el tamboril. Se ha secado para siempre el arbolillo de laurel. No conozco otra música que el canto de mi hermana Leilah Sobre el sueño, dentro del tintero de un poeta. Su voz es una metáfora y un perfume de sonidos. Su canto en el bosque y en los desiertos es como una yunta De descendientes que se encuentran entre las palabras justas Y en las imágenes de una justicia prometida. En el mar, ella se mareaba y cantaba por nuestros muertos. En Brasil se quedó y ya no hubo miel Para mi hermano y para mí, en la centuria. Me escribí con Leilah varias veces, pero al morir, quemaron las cartas. Mi hija Lucila pensaba que en la carta desfilaban culebritas En vez de los caracteres en árabe clásico. Ahora escribo sobre ella, una guirnalda de flores. Mi otro hermano, el único que queda, se bajó en tierra colombiana. Allí despertó el inicio del Amazonas y el instante de las grullas. Yo lo recuerdo como un monarca pensativo, Como un manojo de llaves en cada puerta de la selva Donde de su cuello podían colgar los tucanes y las jerarquías del color. Melquisedec se fue en una cabalgata de visires, Su manto blanco se adentró ¿en un río? ¿en una voz? ¿en un desierto? No lo sé. Yo invoqué para mí El nombre de otra tierra. Muy cerca de allí, El Canal de Panamá Empezaba a zigzaguear como una sierpe Bajo la flauta de un encantador de reptiles Sin que la muerte fuese un veneno en las comisuras de una travesía. Me bajé del barco con toda la humanidad que me quedaba. Al pisar aquella luz, aquel barro encarnizado, Me quedé vacilando entre la hierba Y entre la luz solar. Dentro de mí, cantaba una turba de grillos.
EL CANTO DE LA HERMANA
Ven del Líbano, …,
ven del Líbano, ven.
Tendrás por corona la cima de los montes,
la alta cumbre del Hermón.
Cantar de los Cantares
Lejos estamos de la cumbre del Hermón. El canto de mi hermana atravesó el arco de piedra. Se hizo invisible y abstracto Hasta que lo pude palpar en otra tierra, En otro mar. Es su voz El arbitrio de una lámpara En nuestra aldea irradió con todas las flores Con todas las rosas petrificadas del desierto. En mi mano se pulverizó su cántico, Su alabanza. Me comí todo el polvo De la roca de gritos. Mi hermana siguió cantando a su Dios, A su familia, A su esperanza. Yo me quedé sin su canto. Hermana, ven, ven de El Líbano Tuyas serán las cimas de estas montañas Americanas, Tropicales. Lejos estamos de la cumbre del Hermón.
LAS MEMORIAS DEL CAFÉ*
En el pueblo de Ocú, a principios del siglo XX, durante las noches, un hombre cubierto con una sábana blanca y arrastrando una cadena asustaba a sus habitantes. Ninguna persona salía por miedo hasta que mi bisabuelo, Jorge Juan Medrano Herrera (ya con apellidos castellanizados), proveniente de Líbano, acompañado de un termo de café y una taza; se decidió a esperar y desenmascaró al cobarde apuntando con su inseparable pistola y diciendo: “O la paro o la tiro.” El cobarde se identificó y la abusión no volvió a asustar a nadie.
I
Sabio el café en su actitud de observarlo todo. Este retrato de mi bisabuelo entre sus dos perros y su rifle Atisbando la nostalgia y catando la soledad del siglo XX. Yo me derrumbo en el borde de la foto para recordar a los parajes De la desértica llanura, las palmeras y los dátiles Y el camello arrancando la corteza Y así rumiar La corola del sol y la sequedad de los muros vegetales, Cuando una mano Se disponía a desordenar los círculos concéntricos en el agua y a escribir fechas Sobre las caídas de ciertos imperios, guerras de religión o la construcción del Canal de Panamá, ganando un flete en aquel barco. Sólo así comprobaste que ciertas hazañas y ciertas esperanzas son inhundibles. El bisabuelo libanés acogió el néctar del cafetal en sus labios En la noche atestada de poderes, Esperando a que el aparecido apócrifo Iniciara su arrastrar de cadenas y gemidos Hasta el enfrentamiento y desenmascaro del cobarde, geómetra en su atisbar de constelaciones Y de avivamientos con la turquesa y el fuego, en la humareda expectante con sus lágrimas, el recuerdo transatlántico de recorrer el estrecho de Magallanes y quedarse anudando la orfandad en cada puerto. El bisabuelo se mantenía a sus saudades Y a su familia A través del servido en el termo, La absorción del café y la noche fue honda sin remedio Hasta el claror horadante de la mañana exacta. Sabio el café en su actitud de espera. Dádiva en la actitud del cántico, Manos de muchachos y muchachas Que se yerguen sobre la tierra, arbustos en su furia, (En su pasividad arbórea), cuentas de coral, inexistentes, Como las parábolas del aire Y las fronteras entre la turba y el sueño, Del gusto y el olfato (Deviniendo) en el tamiz antiguo de las horas, En la fecha gregoriana, en el pensamiento árabe, en la actitud taoísta De meditar en el éxtasis de los colores Anunciando la vertiginosidad De una ofensiva, de una lluvia sobre el mortero, de un éxtasis perpetuo Tronchando el aire, Excitando a los labios a sorberlos En señal de plegaria y alabanza. Viene de tan lejos y es tan cercano a la glorificación De sus verbos de montaña y valle, que devienen en la alegría sonora de las cosas, A mensajeros diurnos y nocturnos que van detrás de las vaharadas A dirimir sus dones, sus sonatas, sus fragatas de verano o invierno. Ay, si el otoño se demora en balancear sus vestiduras. Ay, si la primavera se vuelve café en la oleada de un exilio.
II
Me levanto nuevamente entre las heredades de la haya Y el cafetal me espera con su sonido seco, Con su esperanza húmeda; no me callo Ante las voluntades de seguir por la autorruta De los minerales de la sombra, argumentando un cuerpo Entre marmitas, reposiciones y batracios, Las puestas de sol ante la abdicación de un rey, Sus vasallos de oro, la carne elemental Con el soplo en la nuca, la caricia en la miel de los cortejos, La nube trepidante en el solsticio, el café voluntario En la voz de las cocineras, el café que se va a dorar En las plenitudes de las playas, convoco al pescador Y el ermitaño en su bosque, al eremita y al cantor del mundo Entre las hojas, entre las colmenas y sus laboriosas habitantes, Las torrenteras que van a las bocas, a la sumisión de los rostros, El café que ondula en mis iniciales como un vapor de antorchas, Otras vidas y otras muertes que van conmigo, en pequeños pueblos, En caóticas capitales, en todas las entidades posibles Que se puedan apoderar de la porcelana, de la totuma, De la turba y de la casa, así voy llegando al árbol de la trasparencia, A la nomenclatura sin nombre, llevando y despidiendo Al pan y al surtidor y la corona desayunatoria del perfume.
III
Aquí me detengo para tomar un sorbo. Soy un sorbo y todos los sorbos en la taza de la historia. Somos conocidos, somos extraños, Ante el capuchino, Ante el americano, ante el expreso, ante el café helado Que transitan por las tiendas, bajo el techo cubierto de palomas, En la cocina, en el balcón, en el patio del hogar Que se renueva con el aroma de la bebida que algún dios Olvidó esconder sobre la lumbre del desmadre. Soy joven, soy viejo. Infancia y senectud se definen En un pocillo de café como una luz pálida, como un neón creciendo De súbito dentro de la boca, donde la toma Me ha convertido en exiliado y habitante, De mi casa y otras casas. Mi bisabuelo deja a un lado el tazón Y apunta al hombre disfrazado y convoca A su identidad en la tierra. El nombre se revela Entre el aleteo de las lechuzas silvestres En medio del campanario hispánico. El café lo supo acompañar En la resaca de la noche. La cafeína acrecienta la voluntad Y la valentía de los hombres. Nada me puede aguardar con un motivo de conmoción, Con una naturaleza anudada a mis dedos, como los granos Orientados al molino y al espolvorear sobre el agua hirviente Las angustias y la quietud del ansia renovada, En la mutabilidad de lo que existe y no existe, Así quedándome sobre el nimbo y la pureza, Sobre la abyección y el mutismo, sobre la fijeza y la inestabilidad, El todo y la nada y la ambigüedad de sorber y sorber La tertulia de los vivos y los muertos, de las esquinas fantasmas Donde Dios y el hombre se congregan, Donde tomo el café eterno con mi bisabuelo, aguardando a la abusión En el portal de Ocú, en la mesa bendecida allá en el Líbano, En un café concreto, en un café atemporal, ganado o vencido, En una sensación bucólica o abstracta.

Javier Alvarado (Santiago de Veraguas 28 de agosto de 1982). Hizo sus estudios en el colegio Panama School y después obtiene el título de Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá en el año 2005. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000, 2004, 2007 y 2014. Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007. Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010 con su obra Carta Natal al país de los Locos (Poeta en Escocia). Primer Premio de los X Juegos Florales Belice y Panamá, León Nicaragua con Ojos Parlantes para estaciones de ceguera. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011 en poesía con el libro Balada sin ovejas para un pastor de huesos. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua por su libro El mar que me habita. Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2012 por su libro Viaje Solar de un tren hacia la noche de Matachín. Finalista del Festival de la Lira (Ecuador) 2013 por su libro Carta Natal al País de los Locos (Poeta en Escocia). En 2014, un jurado conformado por el poeta español Antonio Gamoneda, el poeta peruano Rodolfo Hinostroza y Julio Pazos de Ecuador, le otorgaron el Premio Medardo Ángel Silva a obra editada por su libro Carta Natal al país de los Locos. En el 2015 obtuvo el premio Ricardo Miró de poesía, máximo galardón de las letras panameñas. En 2017, obtiene el Premio Hispanoamericano de poesía de San Salvador. Premio Juegos Florales de Quetzaltenango, 2018. En 2019 obtiene la Mención de Honor del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo. En 2020 obtiene junto a Lucía Estrada y el traductor Russel Karrick the Gabo Prize in Literature in Translations & Multilingual Texts. En 2021, obtiene el Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana en Salamanca, España.