Cicatriz y otro texto de Renán L. Cuervo

por Renán L. Cuervo


CICATRIZ

Los padres primerizos se alejan del hospital, su recién nacido en el asiento trasero y una sonrisa cansada en sus rostros.

—¿Estamos listos? —pregunta ella.

—No sé —, contesta él, su mirada fija en la carretera.

La mujer mira hacia abajo y juega con sus dedos. El hombre quita una palma del volante y la detiene.

—Pero hagámoslo por Sofía.

Ella sonríe y lleva la mano de él al espacio debajo de su ombligo, donde la cicatriz que sanó hace meses aún le duele por las noches.

En el retrovisor, la bebé aún duerme. Más allá, enfermeras, doctores y una mujer en bata de paciente corren de un lado a otro en busca del infante que falta.


ES POR ALGO

Estás en la azotea de un departamento, donde una bocina solitaria toca reggaetón desde la esquina de la terraza.

¿Mujeres? Pa’ traer de arriba a abajo / Mañana yo no sé y no me importa / Hoy echamos fiesta y relajo / Y el próximo fin, repetimos con otra

Alguien envolvió los focos que delinean la barandilla con celofán rojo y azúl para darle un toque underground al lugar. El resultado, como cualquier iniciativa de gente borracha, te causa más pena que asombro.

Pero no importa, no estás aquí por el ambiente —lo que tú quieres es suficiente ruido, alcohol y cuerpos ajenos para apaciguar la tempestad que ruge en tu cabeza, el huracán con nombre y apellido que no te ha dejado navegar la vida agusto desde hace semanas. Sin embargo, algo sucede que cambia el objetivo de la velada.

La ves ahí, parada en una esquina rodeada de sus amigos. La reconoces por su pelo liso color ámbar que cae sobre sus hombros pecosos y llega hasta el huequito de su espalda. Si el escote de su espalda bajara más, verías su tatuaje de kanjis que poca gente conoce.

—Significa esperanza en japonés —, te dijo en el estudio de tatuajes.

Aquel día, le preguntaste si tenía miedo. Recuerdas cómo te miró y dijo que no mordiéndose el labio y achinando sus ojos con ese brillo que tienen. No soltó tu mano durante toda la sesión. Al final, le regalaste un dije de jirafa, su animal favorito. Rara vez la volviste a ver sin él puesto.

Lo último que querías era topártela aquí, pero la ciudad es pequeña y todo el mundo se conoce entre sí. De cualquier forma, y por la naturaleza terca del amor, no puedes evitar que el momento inflame las brasas de un fuego que lleva tiempo perdiendo calor. ¿Tendrá puesto el dije?

Echas la cabeza para atrás empinando la segunda cerveza de la noche; dejas que el valor líquido se escurra hasta el centro de tu pecho y se expanda. Agarras la tercera botella de la hielera, la destapas y te abres camino entre la multitud.

El parloteo del grupo donde ella está se mezcla con la música de turno.

Y sé que tú sientes lo mismo que yo / Por acá sigue lloviendo, y no dejo de pensar en la última vez que te hice mujer / ¿Por qué tan lejos, girl?, si ya yo estoy aquí

Logras murmurar un hola bastante manso, pero nadie lo escucha. Tomas un aliento profundo. El segundo intento parece más un grito que aterriza en el silencio entre canciones. Todas las miradas caen sobre tí, incluida la de ella. Una persona del grupo se ríe, de repente todos lo están haciendo. Ella se da la vuelta y huye hacia los baños.

Piensas ir tras ella, pero decides retirarte a tu lugar junto a la hielera. Mientras te alejas, las risas se van perdiendo con la música y el bullicio. La conmoción no te dió oportunidad de ver si tenía puesto el dije. Del puro coraje, tomas de la tercera cerveza hasta que pruebas aire. Abres la cuarta botella.

—¿Por qué te gustan tanto las jirafas? —le preguntaste aquel día afuera del estudio de tatuajes.Jugaba con la alhaja entre sus dedos, recuerdas cómo sonreía mientras lo hacía.

—Me gustan que son altas, que ven más lejos que cualquier otro animal.

El cosquilleo del alcohol en la parte de atrás de tu cráneo se arrastra hacia tus brazos y piernas. La valentía comienza a perder terreno, mientras las dudas lo ganan. Decides ir a la parte de la terraza que da a la ciudad. Lejos, las luces de las casas y los edificios bailan como chispas titilantes. Piensas en el brillo de sus ojos y tienes un debate contigo mismo:

No me quiere aquí.

¡Pero vino! Seguro vino a buscarme.

Hay otras personas; es una fiesta, sonso.

Pero estoy aquí, y ella también… Es por algo.

¿Es por algo?¡Es por algo!

Le das vueltas a la frase como cadena de bicicleta mientras paladeas un sorbo de cerveza. Piensas en lo misterioso que te has de ver ponderando filosofía con la noche de fondo. Decides que la respuesta es obvia: el destino los puso a ella y a ti sobre esta terraza, en esta fiesta, con la intención de reunificarlos.

Es por algo.

Con ánimos renovados, la buscas entre la multitud desde el barandal. Después de un rato, la ves salir del baño buscando a sus amigos entre la gente. Justo cuando decides caminar hacia ella, te ve, pero no lo hace más que por un instante —toma nota de ti como una persona se fija en una silla rota o un muro vacío.

En ese microsegundo, cuando sus miradas se encuentran, te percatas de dos cosas: la primera es que no tiene el dije de jirafa puesto; la segunda es que, en ese momento, cuando sus ojos cruzaron caminos, a los suyos les faltaba su brillo.

La borrachera se evapora. Algo en tu pecho se expande, cruje y desmorona. Volteas a la ciudad y recargas los brazos sobre la orilla del barandal. Piensas que si fueras una jirafa podrías ver más lejos, más allá de las luces mercuriales que parecen arder como incendios en un bosque. Dejas caer la botella y buscas la explosión de vidrio, pero la música retumba y no escuchas nada.

Hace mucho tiempo que le hago caso al corazón / Y pasan los días, los meses pensando en tu olor / Ha llegado el tiempo para usar la razón / Antes que sea tarde y sin querer me parta en dos

Le ruegas al destino por una respuesta.Te la repite: Es por algo.


Renán L. Cuervo (Monterrey, N.L. México, 1989) es un escritor de ficción corta y especialista en comunicación medioambiental graduado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales del TEC de Monterrey (ITESM) y la Maestría en Desarrollo Sostenible del Instituto de Estudios Sociales (ISS) en La Haya, Países BAJO. Cuando no está escribiendo boletines de prensa, artículos para blogs y posts para redes sociales, Renán está creando cuentos sobre monstruos, criaturas extrañas, magia negra y otros miedos que le fascinan. Actualmente reside en la capital Yucateca de Mérida y pasa sus tardes agarrando el fresco en su balcón.

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