Ana la llaman, Ana “La Nana”. Cada mañana abraza la danza amarga: alza la casa, lava, plancha.
La carga cansa, acaba. La ama maltrata, paga mal. Ana calla, agachada. La ama, Sara Lara (dama malvada, capataz), la manda a labrar.
Ana acata cansada, labra la granja, amarra las parras, trabaja, trabaja, trabaja… Al acabar, Sara la amarra a la cama. Hasta la mañana la para. ¿A yantar? ¡Para nada!
Ana acata. Cansada abraza la danza amarga. Al acabar, acaba amarrada.
Ana trama matar a la ama. Al llamarla para trabajar al aclarar la mañana, Ana agarra la pala, ataca sagaz, la mata. Sara sangra. Ana la ata, agarra la pala, cava… Al acabar arrastra a la canalla al parral, a la zanja cavada. Al zamparla, la tapa.
—¡Rata malvada! ¡Larva!
Acabada la zangamanga tramada, Ana “La Nana” va tras la gata, la atrapa, la abraza.
Ana danza sardanas, alaba a Satanás. Satán alaba la hazaña.
Ana danza halagada, canta… canta…
Dios
Dictador de doctrinas, detentador, Dios dice: —¡Discípulos, dadme dinero, derramad dádivas dignas de Dios!
Decepcionado, Don Diablo, decente decano de demonios, decisivo dice: —¡Dios, deja de defraudar discípulos!
Disgustado, Dios desafía: —¡Defiéndete Diablo!
Defensivo, Don Diablo dice: —¡Desvergonzada deidad decadente, deja de delinquir!
¡Demuéstranos dignidad! ¡Déjate de discursos disparatados! ¡Danos democracia!
—¡Diablo..! ¡Déjate de diatribas! —Dios, desatado, desenfunda… dispara…
Don Diablo desfallece dolorido.
Dios, deidad divina disfrazada de diablo, desmoralizado determina desenmascararse.
Del porqué llevo un niño tatuado en el pecho…
Por una sencilla razón tengo en el lado izquierdo de mi pecho el tatuaje del niño que fui hace muchos años.
Durante un viaje a la Polinesia conocí a un viejo indio samoano. Él me dijo que el tatuaje es eterno e inmortal, trasciende al cuerpo después de la muerte.
Los samoanos se tatúan desde tiempos remotos. Yo no sé si ocurre siempre con todos los de su tribu o la fe de aquel hombre era tanta que logró salir de su ataúd y se elevó hasta desaparecer en el firmamento. Cuando llegó el fin de su existencia, se transformó en el dragón que llevaba pintado en todo su cuerpo.
Marcos Rodríguez Leija nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas (México) en 1973. Sus textos son utilizados como herramienta para aprendizaje del español por el Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) de la UNAM, por el portal académico del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM y para la formación académica en la Universidad “Mary Hardin Bylor” de Belton, Texas (Estados Unidos), entre otras universidades. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo 2000-2001. El Instituto Histórico e Geográfico do Maranhão de Brasil le otorgó en 2013 la presea literaria “Gonçalves Dias” y en 2015 su obra fue considerada de Interés Cultural Latinoamericano por el Senado y la Cámara de Legisladores de la República de Argentina durante el Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres.
Friolenta mañana amenazaba con condensar los impulsos de aquel despertar. Los ojos pesados, la mano izquierda dormida y la derecha indiferente. Las piernas indispuestas. Los oídos apenas podían evitar irritarse ante las ondas que, tras la ventana, anunciaban que el mundo administrado se ponía en marcha para repetirse en novedades prestas a ocupar un espacio en la anecdótica realidad. Mi boca saboreaba la espesura de la noche, dejando al olfato juzgarla como mal aliento. El estómago, aún indispuesto para cumplir sus funciones, no soportaría más que un trago de agua. Poco esfuerzo haría por levantarme. Poco interés tenían mis ojos de mirar las mismas manchas del mismo techo. Poca voluntad podía agenciarme para hacerme responsable de mi existir. El frío no cedía, aunque incluso bajo las cobijas podía percibir que los rayos del Sol se esforzaban por reflejarse en cualquier partícula a su alcance. De pronto, un aroma cruzó la puerta de mi alcoba informando sobre un café recién hecho. ¿Quién lo preparó? ¿No estoy solo en casa? Pensé que estaba solo. Siempre me pienso en soledad.
Insuperable
Reímos de lo que habíamos creído insuperable, afirma Max Striner, uno de los anarquistas más sugerentes. Yo no soy anarquista, nadie es perfecto. Pero sí sé lo que es reír cuando lo insuperable deviene vivible y deseable. No la risa simplona del que desestima lo pasado y lo remite al reino de lo anecdótico; no la risa sardónica del que pretende ponerse por encima de la realidad y se arroga el mérito de superar lo insuperable. ¡No! Ni simploneria ni arrogancia. Solo la certeza de saber que, cuando me reduzco a mi verdadero tamaño, los problemas de mi vida se vuelven divertidos.
Partir
Lo último que le quedaba por vender era la máquina de escribir que su padre le había heredado. Pasarían por ella al mediodía y esa certeza lo mantuvo despierto aquella noche en que la lluvia no dejaba de estrellarse en su ventana. El insomnio se estiró hasta la madrugada, tanto que antes de que amaneciera tomó una hoja en blanco y la insertó entre los engranajes que resistían para no oxidarse. Con los dedos sobre las teclas, postergaba la escritura eligiendo las últimas líneas que escribiría. <<jrveor9er493435ijpgvbojopbjbolkb33333oj3pvnfve>>, tecleó sin paciencia antes de dejar presionada la barra espaciadora hasta escuchar la campanita que anuncia el fin del reglón. ¡TIIIIN!, escuchó. Y pudo, finalmente, ponerse a empacar.
Tarde atardece
Tarde atardece en el umbral de los devenires dispuestos a desvanecerse. Las escaleras conducen al refugio de mis temores. Ahí, descifro las cacofonías de desesperadas pretensiones. Finjo que el azar es el anonimato de la necesidad trazado con las tintas de la libertad. El azar (continúo fingiendo) es la necesidad jugando a ser libre, es su infancia, su risa. Y así, abandono aquella banca que queda sola, cual flauta en Sinfonía Fantástica, la de Berlioz o cualquier otra. Aquella banca, esa que otrora estuviera plena de felicidad, ahora resguarda un desierto y una complicidad. Ahora se ausenta de aquellas esperanzas de resonancias que rutilan. A veces la felicidad consiste en apagar la tristeza, pero cuando el agua de la paciencia se agota y la humedad del presente sofoca, no queda más que a-hogarse, es decir, quedar sin hogar, sin lugar… vacío, como el atardecer que tarde atardece.
Matinal península
Volteo a la derecha y miro a través de la ventana. Sobre el muro recién pintado de blanco sobresale la copa de un árbol que le coquetea a la primavera con sus flores naranjas. No es un naranja intenso, no, es una naranja que parece que danza tras el zumbar de los vientos de la mañana. Devuelvo la vista a la sala. Estoy rodeado de personas que se toman muy en serio sus pesadillas, es decir, que ríen de la realidad. De gracia en gracia toman la palabra y alivian con paciencia su experiencia, mientras esperanza reposa en la frágil actualidad.
Soltar
Después de una caminata acompañada por calores y en que la brisa rápida soplaba y los flamboyanes se resistían a desflorar, llegué a aquel café al que hace algunos años le doné unos cuantos libros. Después de pagar un café más cargado de costo que de cafeína, me quedo postrado frente al librero para percatarme de que muchos de mis libros ya no están.
Me siento traicionado ante su ausencia. Pero reparo un momento y más bien me alegro de que esas letras que pensaba que me pertenecían, hoy viajan acompañando otros pasos, otros afectos, pero, sobre todo, otros defectos… como esos que me trajeron de nuevo a este café.
Autoengaño
Los días más felices de mi tristeza los pasé acalorado, soportando los rayos del sol como si fueran designios del destino. Me sentía extrañado por estar finalmente en casa. Me sentía arropado ante la presencia de rostros indecidibles que me enajenaban. Intenté no llorar y fracasé. La soledad, mi cómplice, me hundió en armonías que refrescaban. El naranjo y la palmera siguen de pie, deshojando en el agua de la alberca su sobria sequedad. Voy a esperar, sorbo a sorbo, a que en el café oscilen los deseos de ocurrencias planas. Voy a esperar a que todo pase, a que nada vuelva. Quieto, como una siesta sin sueños.
Tú y yo
Solo soporta la crítica quien es capaz de entender que es una práctica tan creativa como la creación misma; que su mundo, como el del creador, es el de la imaginación. Que sus afirmaciones no son juicios de valor, no deciden entre lo bueno y lo malo, sino que, como las creaciones, son insinuaciones de realidad, de lo posible y lo deseable.
En este mundo compartido de la imaginación, el creador realiza lo imposible como deseable; mientras que el crítico desea lo no realizado como posible. La creación y la crítica no se complementan, pero deben soportarse. La creación y la crítica no se necesitan, pero es justo esta ausencia de necesidad en donde el reconocimiento mutuo es recreación en plena libertad.
Amigo
Manuel no está en la ciudad, pero está en buenas manos. Es un alivio saber que no está con alguien que necesita fingir tanto la sonrisa para ocultar su infelicidad. Es un alivio saber que nadie le embarrara una lágrima en los labios con los dedos como gesto dramático.
Atena, la nueva novia de Manuel, tiene una sonrisa natural; Atena, además, tiene de qué platicar.
Ayer, en una foto de Instagram, los vi sentados en el avión para partir al sur del continente. Le di like tras la certeza de que, con ella, por más que se aleja, Manuel siempre estará en casa.
Información
Las noticias no dan cuenta de lo acontecido. Se limitan a indicar los incidentes de lo que ocurre en la superficie. Cambio de canal y en todos informan lo mismo. La opinión de la gente en las redes es tan divergente que se agota en la irrelevancia. A lo lejos se escucha una turba que provoca un tumulto de sonidos desperdigados. Siento miedo. Apago el televisor, salto de la cama y sin ponerme las pantuflas me asomo por la ventana. Parece que la turba se ha dispersado. La ventana está abierta, así que no pierdo oportunidad para encender un cigarro. El vecino de enfrente, al otro lado de la calle, hace lo mismo, pero él no puede verme.
Tedio
Aquella tarde ya no llovería. De hecho, el sol se atrevía a asomarse por los resquicios del cielo que el gris no alcanzaba a ocupar. Debajo de un árbol, Melina intentaba remangarse los pantalones para seguir caminando sin que se le mojaran. Aquella calle llena de charcos la conduciría al encuentro con su habitual existir.
Alonso ya estaba sentado en el café, leyendo a Pessoa mientras Melina arribaba. Cuando esto sucediera, la besaría en la mejilla y le pediría un café; Melina lo bebería en silencio, sin prisa y dejando que sus miradas se perdieran en cualquier cosa que no fueran los ojos de Alonso. Al terminar, dividirían la cuenta y volverían a casa por la misma calle encharcada, con la única certeza de que aquella tarde ya no llovería.
Tiempo
–No es fácil respirar– de la nada le dijo Paulo a Lupita, –si lo fuera, estaría sujeto a nuestro libre arbitrio, como el pensar.
–Aja– respondió Lupita, esperando más razones para convencerse.
–Pensar es muy sencillo. Hasta yo lo puedo hacer -dijo Paulo, con un tono irónico que Lupita no logró captar.
–Aja…
–Respirar… ¡eso vaya que es complicado! De solo pensarlo, lo cual es sencillo, me sofoco hasta perder el aliento. -exclamó Paulo.
–Aja…
–La memoria es el pensamiento respirando; es fácil recordar.
–Ajá…
–…el olvido, por el contrario, es la respiración pensando; no es fácil olvidar.
–Ajá…
Gerardo Allende Hernández. Capitalino de nacimiento, yucateco por convicción. Docente en la licenciatura de Letras y Literatura Moderna de la Universidad Modelo (Mérida). Miembro del Taller de Escritura Creativa del Centro Estatal de Bellas Artes de Yucatán.
A veces una ráfaga de estrellas baja volando de mi pecho a mi ombligo y va dejando una estela brillante sobre los rastros, casi invisibles, que ha dejado el vitíligo sobre mi piel.
–No, Raúl, no estás solo –escucho que dicen. Y siento un leve cosquilleo en el brazo, a la altura del codo, en la espalda o en mis piernas y pantorrillas.
Me remuevo sobre la cama y escucho el silencio de la noche. Desde que todos desaparecieron, sin decir a dónde, me contento con ver las estrellas detrás de las rendijas y escuchar los susurros que se desprenden de las tinturas.
Cuando la luna sube alta y deja caer su brillo sobre los escombros, es cuando me siento menos solo, mis tatuajes se remueven como un latido y danzan alrededor de mi cuerpo como en un caleidoscopio.
Gigantes en la casa
para Gildardo
Veinte hombres vestidos de rojo entraron a tropel a la casa de ladrillos. Mi abuelo los recibió en el patio y les acomodó los espejos de sus frentes.
–¿De dónde vienen, mamá, estos hombres de tierra?
–No tengas miedo, se irán pronto, solo vienen a danzar.
Se sentaron en el suelo a comer sin quitarse los penachos de papel. Enviciaron todos los rincones con su presencia.
–¿Y usted es el chunco, verdad? –preguntó un anciano imperturbable de ojos verdes.
Moví la cabeza en señal de negación.
–Sí, usted es el último, el último de la estirpe.
Mamá al fondo servía pocillos de comida. Padre atizaba los leños.
Los hombres viejos y jóvenes me miraban. Y de pronto sentí frío y vi que sobre la sierra se empujaban las nubes hasta pulverizarse.
–Quizá llueva más tarde, vendrá el norte –dijo uno de los más viejos.
–Sí, puede que llueva –corearon los más jóvenes.
Descansaron sus penachos sobre el suelo. Los espejos que los adornaban emitían destellos.
Comieron, se saciaron hasta el hartazgo, tiraron el trago sobre la piedra e injuriaron a los dioses. Al alba, antes de que la llovizna mojara las calles, me tomaron de la mano y, danzando, me arrastraron hacia afuera.
Mamá y papá no pudieron hacer nada, cerraron las puertas por dentro sin siquiera sollozar.
Edgar Nuñez Jiménez. Nació en Copainalá, Mezcalapa, Chiapas. Ha aparecido en los libros En-saya. Antología de ensayos universitarios (Universidad Veracruzana, México, 2013), Brevísimos (Ediciones Equinoxio, Argentina, 2019), Esto solo podía pasar en verano (I Concurso Informal de Microcuentos de Verano, España, Tenerife, 2019), Perros (Ediciones Sherezade, Chile) Gatos (Ediciones Sherezade, Chile, 2019), Diversidad(es). Minificciones alternas (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2020) y en Los excéntricos (Lapicero Rojo Editorial, México, 2020). Textos suyos también aparecen en la Antología Virtual de Minificción Mexicana (México).
¡Sal, Soledad! Susúrrame sabios sonidos, sorpresivos silencios, suaves soliloquios. Septiembre suena sarcástico, sus sombras sólo saben silbar. Sí, Soledad, siempre sueñas soleadas selvas, semillas sabor sal, símbolos seniles. Suma semanas, segundos, sirenas. Suelta soledades, saborea sufrimientos, sutura secretos, seduce solsticios, siembra sueños. ¡Sálvate!
El plagiador
—¿Quién castigará, por fin, el plagio de su vida, su Señoría? No duerme tranquilo porque a media noche siente la comezón de un lápiz y unos ojos que hurgan entre su carne para arrancarle la existencia en unas páginas apretadas que, dicho sea de paso, lo han reducido a ser un escribiente apático y grisáceo que no sabe decir más que tres palabras.
Que uno plagie a otro constituye, según su ley, un delito; que se plagie a sí mismo resulta hasta ridículo, pero que sorba la savia de estos seres etéreos, mal llamados “personajes”, ¿no es un acto criminal?
—¿El demandante exige algún tipo de compensación?
—Preferiría no hacerlo.
Sobre la corrección de textos
En recuerdo de Montaigne.
Es la agudeza un aparejo imprescindible en la corrección de cualquier tipo de texto, por eso yo la aplico toda vez que hago una revisión. Si se trata de un escritor primerizo, con más motivo recurro a la perspicacia, hojeando el tejido con ojos frescos; luego, si lo hallo con demasiadas erratas, consulto mis prontuarios. La norma de poder corregir todo menos el estilo es una máxima del corrector, y de las más importantes. A veces procuro convertir un texto semejante al tapete del baño en el tapiz de una bella estancia, buscando qué puntadas y qué nudos lo refuerzan; otras, mi sutileza pasea su vista en un tejido tan armoniosamente colorido en que ningún matiz puede corregirse, puesto que las frases están tan bien trenzadas que no hay más alternativa que admitir su coincidencia o acertada excepción de las normas lingüísticas. En los primeros la corrección se transmuta en coautoría, se escoge el tipo de figura que mejor conviene, y entre mil estambres se prueba que este o aquel son los más resistentes. Escojo, de ser posible, el primer manuscrito que vea; todos los temas para mí son atractivos y nunca formo el designio de volverlos perfectos, pues ninguno me devela por entero su sentido y significado: no garantizan otro tanto los que escriben críticas al suponer que entendieron todos los aspectos de una obra. De tantas posibles formas de lectura que cada una ofrece, prefiero la placentera, ya para disfrutarlo solamente, ya para desmenuzar la trama, a veces para llegar hasta su armazón; reparo en la cadencia y ritmo de las frases, no con severidad, sino con toda la musicalidad que me es permitida, y las más de las veces tiendo a releerlas con el hipérbaton más improbable. Me atrevería a escribir yo sola un libro si me conociera menos y tuviera una idea errónea del valor del corrector de estilo. Rehaciendo un discurso patriótico aquí, corrigiendo un reglamento allá, como retazos separados de la alfombra de los géneros, variables, sin reconocimiento ni publicación, no estoy obligada a figurar en los créditos o eventos públicos, ni a concentrarme en escritos de una sola textura; corrijo en el telar cuando bien me parece, sumergiéndome en el murmullo y el silencio de las palabras, y a mi ambiente habitual, que es el diálogo interno.
Sara Paola Mateos Gutiérrez (Puebla, 1995) estudió la licenciatura en Literatura y Filosofía en la Universidad Iberoamericana Puebla. En 2016 fue ganadora de la beca de creación literaria del PECDA, dentro de la categoría “Jóvenes creadores: cuento”. Ha publicado textos literarios en las revistas Contratiempo, Crítica, Cuaderno de hojarasca, Rúbricas, Argonauta y Plesiosaurio; en el boletín semanal Torpedo y en el suplemento digital de cultura Consultario. Actualmente se encuentra estudiando la maestría en Literatura aplicada.
por Nodirabegim Ibrokhimova traducidos al español por Daniela Sánchez
UN «VALIOSO» CONSEJO
–Me he enamorado de mi amigo… y vengo a que me des un consejo… El problema es que ella está casada. ¡Tanto lo he pensando!
–Si ella también te quiere, yo quiero que las dos estén juntas, ¡la vida sólo se da una vez! – dije yo, al instante.
–Pero su esposo es…
–Su esposo lo superará. ¡¿De qué sirve vivir con una persona que no amas?! –insistí. –Mi consejo es ¡que la hagas feliz! Ese es.
Poco después de esta conversación, mi esposa me dejó repentinamente.
MIEDO
–Ya vete a dormir, mi amor– diciendo esto, mi madre iba a apagar la luz.
–¡Mamá! ¡Por favor no apagues la luz! ¡Me da miedo la oscuridad!– dijo el hijo ciego.
LA ELECCIÓN
A los dieciséis: ¡Si tan sólo tuviera un novio guapo! A los veinte: ¡Si tan sólo tuviera un novio inteligente! A los veinticinco: ¡Si tan sólo tuviera un novio rico! A los treinta: Si tan sólo tuviera a alguien…
LOS NIÑOS HOY EN DÍA
Yo fui joven. Solía creer en Santa Claus y en sus regalos. Cuando crecí, me pareció muy difícil de creer que era un mito. No quería creer. Luego, un día le dije a mi hijo de cuatro años:
–¡Si te portas bien, Santa te traerá regalos!
Él me dijo:
–Mamá, Santa es un personaje mitológico. ¿Acaso eres una niña?
LA ETERNA VERDAD
Primero, la madre desliza a su hijo en la cuna. Luego, el hijo escoge el ataúd de la madre. Ésta es la amarga y eterna verdad de la vida.
LA PATRIA Y EL AMOR
Ellos se conocieron en el internet. Después de tres años de escribirse sin parar, finalmente entendieron que no podían vivir uno sin el otro. Pero, desafortunadamente eran de diferentes nacionalidades viviendo en diferentes países.
–No puedo dejar mi hogar ni mi tierra– dijo la chica– si quieres que seamos felices para siempre, ¡ven acá! Aquí viviremos felices por siempre…
El chico inmediatamente aceptó. Cuando se encontraron cara a cara…
–No puedo casarme contigo, –la chica le dijo al chico, que estaba de rodillas frente a ella,– me pregunto si puedo vivir con una persona que puede dejar tan fácilmente la tierra que lo vio crecer.
AMOR
Tenían 18 años cuando se enamoraron. Encuentros a escondidas, cartas y el extrañarse , locamente, uno al otro… todo hacía que sus corazones sollozaran. Nadie sabía de su amor secreto. Finalmente, la chica se comprometió con alguien más. El chico no podía hacer nada, después de su boda él también se casó.
Después de veinte años, sus ojos se encontraron una vez más. Pero los sentimientos en esos ojos eran diferentes.
“Cómo es que pude amarla, mira su cara, está llena de pecas…”.
“¿Por qué, alguna vez, quise escogerlo a él? ¡Mira su panza gorda!”.
Se dieron la vuelta. ¿Y tú quieres decir que no hay amor en el mundo?
Sí, nunca sintieron amor. Si lo hubieran sentido, tal vez hubieran intentado luchar por su amor… aunque sea un poco…
ESCRITOR
–¡Yo quiero ser un escritor!– le dijo a su esposa y a sus hijos, –¡No me molesten mientras esté escribiendo!
Trabajó duro, días y noches enteras. No vio a su hija que lo estaba observando, no abrazó a su hijo que lo estaba esperando. Escribió todas las expresiones de amor que no podía decirle a su esposa. ¡Dibujó toda la amabilidad y el cariño que le tenía a su familia en sus libros!
Se convirtió en un escritor conocido. Su obra creativa fueron publicadas por millones de copias. Se cubrió de fama y popularidad.
–Ya no más escritura– se dijo a sí mismo,– ya estoy muy viejo…
Después de decirlo miró a su alrededor.
No quedaba nadie, excepto las pilas de sus libros que lo rodeaban…
LIBRO
Él usaba los libros de diferentes maneras. Los usaba para prender el horno. Para envolver algunas nueces mientras trabajaba. Los usaba como un arma ante las moscas. Hizo un modelo de un “avión” para sus hijos. Limpió ventanas. Hasta los usaba en el baño…
Pero nunca leyó alguno de ellos…
ADULADOR
Cuando alcanzó un puesto alto en su trabajo, EL apareció frente a él. EL siguió diciendo “tú eres el mejor”. Hasta le daba masajes mientras estaba sentado en su silla. EL alzaba su copa, durante los eventos, expresando aduladores brindis en honor a él.
Cuando él perdió su autoridad, EL nunca volvió a aparecerse, aún SU nombre no era memorable. Sólo SU voz, que podía oírse desde su antigua oficina. EL estaba elogiando al nuevo director…
COINCIDENCIA
–¡Yo quiero a una mujer virgen y decente para casarme!– les dijo a sus tías. Fácilmente, ellas encontraron una mujer así, que también buscaba a un hombre decente para casarse.
Así que fueron a su primer cita.
–¡¿Tú?!– ambos impactados se miraban, uno a otro.
UN HOMBRE ABURRIDO
–Por favor, cásate conmigo– le dijo el hombre, revelando sus pasiones, por mucho tiempo escondidas.
–Eres muy aburrido –respondió inmediatamente ella. Las flores cayeron al piso. La mujer se casó con otro hombre que ella quería. Su esposo nunca era aburrido, siempre estaba haciendo cosas interesantes cuando estaba libre: salía con sus amigos, jugaba con su teléfono, hablaba con otras chicas, surfeaba en la red, chateaba con amigos. Ella se quedaba aburrida, sentada sola…
SMS
Chico: “¡Todo se ha terminado! ¡Es el final de nuestra historia, tus sentimientos son falsos y, siendo honesto, me alegra que nos separemos! ¡Por favor, no te molestes en contestarme!”
Chica: “¡No soy estúpida como para contestar tu SMS! A mí también me hubiera gustado no haberte conocido. ¡No te molestes, ni siquiera, en leer mi mensaje!”
Chico: “¿Qué no lea tu mensaje? ¡Ni siquiera lo abriré, inmediatamente lo borraré!”
DESPUÉS DE 40 AÑOS…
–¡Ese es un tazón muy caro!– gritó la madre a su hijo de cuatro años. –¿Qué has hecho, pequeño bastardo?
El pequeño niño inclinó la cabeza, después de haber roto el tazón. Había corrido sin tener cuidado, y lo rompió.
-¡Recibirás tu castigo en cuanto tu papá llegue a la casa! – dijo la mamá. El niño fue a su cuarto y empezó a llorar.
MUCHO TIEMPO HABÍA PASADO
-¡Ay Dios mío! – gritó la nuera,– ¿por qué no te mueves con más cuidado? ¡Ese era un tazón muy caro, que me había dado mi papá!
La vieja señora susurró avergonzada:
–Eso fue muy repentino, yo sólo trataba de tomar mi bolsa…
-¡Le contaré a tu hijo lo que has hecho! ¡Ya no puedo más con tu locura! La vieja mujer se fue a su cuarto con lágrimas en los ojos…
PROCRASTINACIÓN
-Nunca me das flores… – sonrió tristemente la esposa.
¿Pero, cómo? ¡Si te lleve el día de nuestra boda! – respondió el esposo queriendo ser chistoso.
Eso fue hace diez años…
No te preocupes, te daré muchísimas flores. Todavía tenemos mucha vida por delante… Pero, todos los días el esposo pasaba frente a la florería y pensaba “¡Algún día, definitivamente, le compraré flores!
… Finalmente el esposo cumplió la promesa que le hizo a su esposa. Le compró flores y las puso sobre la tumba de su esposa.
UN NUEVO PAPÁ
Un niño se convirtió en un pobre huérfano después de que su padre muriera. Su madre, todavía con dolor, se casó con otro hombre. El niño le temía a ese “nuevo” papá, al principio. Sus amigos le dijeron que los padrastros, normalmente, eran malos. El niño se escapaba cada vez que el “nuevo” papá trataba de abrazarlo. Huía hacia el sótano y lloraba, recordando a su verdadero papá.
-¿Por qué lloras? – el “nuevo” papá le preguntó.
-Extraño a mi papá…
-Yo también extraño al mío.– el “nuevo” papá lo abrazó cuidadosamente, – Yo también lloré cuando mi papá murió. Aún me hace falta.
-¿Tú tampoco tienes papá?– le preguntó el niño, curioso.
-Sí… Yo también me siento sólo, como tú, hijo. ¿Serías mi amigo?– el “nuevo” papá le propuso con lágrimas en los ojos.
-Sí, sí quiero…– el niño tomó la mano de su “nuevo” amigo. Después de eso, los amigos dormían juntos todos los días.
EL PUNTO DE VISTA DE UN NIÑO
-¡Mamá, mira esto, dibujé un gatito!– la pequeña hija recibió a sus padres, que apenas llegaban del trabajo.
-¡Wow, qué bonito quedó! Se ve muy real. ¡Ahora intenta dibujar otros animales!
La niña comenzó a dibujar otra vez.
El esposo volteó a ver a la esposa, y se preguntó:
-¿No es un gatito, o sí? Sólo es una mezcla de garabatos…
-Mira la imagen desde el punto de vista de mi hija. Muestra un adorable gatito…
EN EL ORFANATO
–¿Vendrá hoy mi mamá?– el pequeño niño repetía su usual pregunta al mentor.
Hoy, tu mamá está un poco enferma. En cuanto se ponga mejor, ella seguro vendrá por ti, cariño.
¿Y mi papá? ¿Él también vendrá?– una pequeña niña se unió a la conversación.
Tu papá no ha podido pedir permiso para salir de su trabajo. Él te visitará en cuanto terminé su trabajo, querida.
El mentor ya comenzaba a pensar qué les respondería a los niños el siguiente día…
UNA DECISIÓN
“¡Mañana iré a ver a mi mamá!”.
Todos los días, él se lo plantea.
LA VIDA
-¿Por qué siempre cometes errores en tu vida? ¿Cuándo comenzarás a vivir sin fallas?
-Perdón… No los haré en mi siguiente vida. Ésta es, apenas, mi primer vida…
IDIOTA
Él nunca lastima a otros. Siempre sonríe. No está interesado en ganar dinero o autoridad. Acepta los retos de la vida con una sonrisa en la boca. Nunca se queja con Dios, siempre le agradece…
Los otros simplemente lo llaman “idiota”.
HERMANO
-Hermano… en verdad necesito tu ayuda. Tus sobrinos están enfermos, mi esposo siempre termina tomando… ¿Me prestarías dinero?– una lastimosa voz sonaba del otro lado del teléfono.
-Por favor, hermana, tú sabes que mi salario difícilmente alcanza para mi familia… deberías de entender mi condición,– suspiró el hermano. Después, repitió que estaba ocupado, y colgó el teléfono.
-¿Qué opinas de esta pulsera de oro?– le preguntó la mujer a su lado, dudosa–, ¿me la comprarías?
-¡Por qué no! ¡Compra lo que quieras, hoy me siento muy generoso!
UNA DOLOROSA RESPUESTA
-¿Quién quieres ser cuando crezcas? ¿Un piloto? ¿Un ingeniero? ¿Un administrador? El hijo respondió al instante:
-Me convertiré en un hombre ocupado, papá. ¡Y les diré a mis hijos que soy un hombre muy ocupado y no me deben molestar!
LA PENA
-¿Por qué todas mis hijas serán infelices?– el padre se lamentaba todos los días.
Pero, no podía recordar todas las mujeres que había engañado frente a ellas.
EL MOMENTO MÁS FELIZ
-¿Cuál fue el momento más feliz de tu vida?
-Fue nueve meses antes de mi nacimiento. Vivía feliz bajo el corazón de mi madre…
UNA CARTA
“¡Papi, por favor, ven pronto! Mi mamá ha enfermado esperándote. Si tan sólo nos visitarás un día, mi mamá ya no se sentiría enferma. Sólo un día… Tu hijo.”
Después de escribir esto, el niño dobló la carta formando un “avión” y lo lanzó desde su ventana. Él creía que, así, llegaría a su padre…
ENVIDIA
Un chico quedó discapacitado. Se enamoró de una chica que no tenía impedimentos. Desafortunadamente, él no podía alcanzarla… Pero, un día ocurrió un milagro. Un mago apareció frente a él y le dijo:
-Recibirás tu amor, hijo mío. ¡Desea lo que quieras!
El mago esperaba que el chico deseará curar su desventaja. Pero las palabras que salieron de su boca fueron:
-Deseo que la chica, de la que estoy enamorado, quedé discapacitada…
COBARDE
-¡Si no aceptas mi propuesta de matrimonio, me suicidaré!– el hombre le dijo a ella directamente.
A la chica le dio miedo ser la causa de su muerte, y aceptó casarse con él.
-¡Si me dejas, me suicidaré!– le dijo a su esposa. Pensando en cómo rompería su familia después de un divorcio. Una vez más, ella aceptó quedarse con su irresponsable esposo.
Todos esos “si’s” se incrementaron rápidamente. “Si tú me dejas… Si te enojas conmigo… Si me juzgas.. Si me cuestionas… Si no me das dinero… me suicidaré.”
Ella murió justo antes de llegar a sus cincuenta. Finalmente, dejó a su esposo, librándose de tanto sufrimiento y de tanta tristeza.
Él nunca se suicidó. No podía… vivió mucho tiempo más.
MADRE
–¡Tu poema sobre las madres ha ganado nuestros más grandes premios! Felicidades,– le dijo el reportero al poeta.
–¡Muchas gracias!– respondió el poeta, agradecido.
Viendo esto, las lágrimas resbalaron de los ojos de su madre con orgullo y felicidad. ¡Su hijo por fin se había convertido en un poeta respetable! Después, todas las luces del asilo se apagaron.
La madre se fue a la cama.
«EXCESO»
-Le pedí a mi esposa que abortará. Cuatro niños son suficientes por ahora. Estamos teniendo problemas económicos.– Le dijo el hijo a su madre.
–Qué interesante… hace mucho tiempo, ¿qué hubiera pasado si tu padre me hubiera pedido lo mismo? ¿Podría ser que hoy seríamos más ricos si no hubieras nacido tú?
El hijo quedó asombrado…
Nodirabegim Ibrokhimova nació en la región Fergana, en Uzbekistan el 18 de julio de 1989. Estudió Periodismo Internacional en la Universidad de Lenguas Extranjeras en Uzbekistan durante el 2007 y hasta el 2011. Sus áreas de mayor experiencia incluyen la escritura de libros, de cuentos, de narrativa y de artículos periodísticos, así como la traducción de libros de literatura mundial. E-mail: yopo.89@mail.ru
El texto del Maestro Ricardo Bugarín, publicado en la página 15 de este Dosier de Minificción, tiene como título Correr por el aviso y no «Correr por el vaso», como se lee en el índice y en la referida página.
En el rincón más oscuro del infierno las flores brotan y los corazones se purgan –murmuró el diablo al ser crucificado–.
Ahab
Navegó por mares de conocimiento entre cientos de libros, miles de ideas y millones de palabras: han sido el peor de sus fracasos.
Doña Mancha
En algún lugar de estas manchas, de cuyo tintero no quiero acordarme, yace desde hace tiempo la idea de terminar esta novela.
Armando Noriega (Estado de México, 1988) Periodista, escritor y promotor cultural. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle de México; cursó el diplomado en Periodismo Cultural en la Universidad de Periodismo y Arte en Radio y Televisión; el Diplomado en Creación Literaria en la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM); ha tomado cursos y talleres en literatura, periodismo, diseño gráfico y artes digitales. Actualmente estudia la licenciatura en Psicología en la Universidad Lucerna. Ha impartido talleres literarios y periodísticos y conferencias con temas sociales y culturales. Ha sido locutor y productor de Radio. Es director de Mood Magazine, un medio de difusión cultural que publica a escritores y periodistas consagrados nacionales e internacionales; fundador y organizador del Festival Universitario de Literatura y Artes (FULA 2019), y organizador de los Giros Culturales Mood Magazine. Ha publicado en el libro “Letras azules y emociones doradas”, V antología literaria de profesores del CCH.
Ahí estaba, en un lugar donde sólo habita la luz. Un pedazo de tierra, rodeado sólo de mares. Una isla tan al sur, tan llena de frío; y me preguntaba, ahí, diminuta, rodeada de nada, porqué antes creía que la soledad sólo le pertenecía a la noche. Ese sol inacabable, me engañaba con sus horas. Parecía un atardecer infinito. Todavía me parece difícil definir en dónde empieza el día y en dónde acaba. Aunque había tanta claridad en la mirada, todo pensamiento era borroso, era llevado a rastras por el viento. La oscuridad sólo entraba al cerrar los ojos. Ahora, todo lo que parecía eterno e inmenso, queda como una gota de sombra en los recuerdos.
Y ahí estará alguien, en un lugar donde sólo habita la nada.
***
Cuando pienso en C siento que mi cuerpo se vuelve de arena, que unas manos gigantes y protectoras pretenden no dejarme ir sin cumplir su cometido. Me voy deshaciendo hasta que me disperso con ayuda del aire, sin fuerza para poder ser sólida, nuevamente. No me brotaron alas, ni caí, me enredé en una cuerda hecha con palabras.
En tu río llevas mis flores Entre tus manos, mis plumas.
***
RITUAL
Lloraba. Gruesas lágrimas se deslizaban por su rostro hasta tocar el suelo. Tirada, acariciaba la tierra con sus dedos, clavaba las uñas. Sentada, se mecía hacia un lado y hacia otro, hacia adelante y hacia atrás, daba vueltas la cabeza, la sacudía. Se tomaba el cabello, tapaba sus ojos. Seguía llorando. De pie, sacaba flores de sus bolsillos, las lanzaba al suelo, se mezclaban con las lágrimas, las pisaba. Uno… dos… Cada vez más rápido, uno, dos, uno, dos. Más rápido undosundosundosundos. Subía los brazos, los bajaba. Su cabellera despeinada, sus uñas negras. Su rostro húmedo.
Él la veía. Hizo llover.
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Déborah Ruiz Cedeño, México, 1995. Viajera, bailarina egresada del INBAL y estudiante de la licenciatura en Letras Hispánicas, UAM-Iztapalapa, donde realizó una planeación de taller para la transducción literaria: de las letras a la danza. En el 2018, becaria de movilidad internacional en la carrera Pedagogía en lenguaje y comunicación de la Universidad Austral de Chile. Participante en el CEEECIL XX como ponente con «La Quintrala y el imaginario del mal», ganadora del segundo lugar de poesía en dicho congreso.