Sobre la piel y otra minificción

por Edgar Nuñez Jiménez


Sobre la piel

para Raúl Alejandro Moreno

A veces una ráfaga de estrellas baja volando de mi pecho a mi ombligo y va dejando una estela brillante sobre los rastros, casi invisibles, que ha dejado el vitíligo sobre mi piel.

–No, Raúl, no estás solo –escucho que dicen. Y siento un leve cosquilleo en el brazo, a la altura del codo, en la espalda o en mis piernas y pantorrillas. 

Me remuevo sobre la cama y escucho el silencio de la noche. Desde que todos desaparecieron, sin decir a dónde, me contento con ver las estrellas detrás de las rendijas y escuchar los susurros que se desprenden de las tinturas.

Cuando la luna sube alta y deja caer su brillo sobre los escombros, es cuando me siento menos solo, mis tatuajes se remueven como un latido y danzan alrededor de mi cuerpo como en un caleidoscopio.


Gigantes en la casa

para Gildardo

Veinte hombres vestidos de rojo entraron a tropel a la casa de ladrillos. Mi abuelo los recibió en el patio y les acomodó los espejos de sus frentes.

–¿De dónde vienen, mamá, estos hombres de tierra?

–No tengas miedo, se irán pronto, solo vienen a danzar.

Se sentaron en el suelo a comer sin quitarse los penachos de papel. Enviciaron todos los rincones con su presencia.

–¿Y usted es el chunco, verdad? –preguntó un anciano imperturbable de ojos verdes.

Moví la cabeza en señal de negación.

–Sí, usted es el último, el último de la estirpe.

Mamá al fondo servía pocillos de comida. Padre atizaba los leños.

Los hombres viejos y jóvenes me miraban. Y de pronto sentí frío y vi que sobre la sierra se empujaban las nubes hasta pulverizarse.

–Quizá llueva más tarde, vendrá el norte –dijo uno de los más viejos.

–Sí, puede que llueva –corearon los más jóvenes.

Descansaron sus penachos sobre el suelo. Los espejos que los adornaban emitían destellos.

Comieron, se saciaron hasta el hartazgo, tiraron el trago sobre la piedra e injuriaron a los dioses. Al alba, antes de que la llovizna mojara las calles, me tomaron de la mano y, danzando, me arrastraron hacia afuera.

Mamá y papá no pudieron hacer nada, cerraron las puertas por dentro sin siquiera sollozar.


Edgar Nuñez Jiménez.  Nació en Copainalá, Mezcalapa, Chiapas. Ha aparecido en los libros En-saya. Antología de ensayos universitarios (Universidad Veracruzana, México, 2013), Brevísimos (Ediciones Equinoxio, Argentina, 2019), Esto solo podía pasar en verano (I Concurso Informal de Microcuentos de Verano, España, Tenerife, 2019), Perros (Ediciones Sherezade, Chile) Gatos (Ediciones Sherezade, Chile, 2019), Diversidad(es). Minificciones alternas (El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2020) y en Los excéntricos (Lapicero Rojo Editorial, México, 2020). Textos suyos también aparecen en la Antología Virtual de Minificción Mexicana (México).

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