por Mariana Bernárdez
Tu lenguaje inaudible se confunde con rumor de agua apenas roce en la ventana que protege de la ventisca quietud en risco al imaginar tu dedo. fuego entonando los signos en surco de labranza que acusa la línea del bisonte y del ciervo que velaron hasta el tercer día en lo hondo de la cueva cuando tu clamor atronando removió la estela y te sentaste sobre ella a contemplar cómo al dictado de tu voz la luz en su iridiscencia fue un león caminando sobre el margen del desierto.
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Tu índice sobre mis párpados limpiando la polvareda de lo vivido adentrando el sosiego y el marasmo de un centro marcado por la cala de un tálamo y el cruce de un camino porque de guijarros se va trazando la ruta de navegación en las formas agrestes del desierto rojo en el manto que brilla contra el resplandor al deslizarse en el sonido de la arena cuando se arremolina en cierzo en el exilio allende del deseo ese vértigo del punto cero cuando la ruta múltiple del Nilo confunde las historias y los rostros y tu pericia convulsa hunde el puñal para saberte por siempre perseguido por la furia de los dioses.
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Arrasada hasta sus cimientos Nínive la de las 15 puertas custodiadas por toros alados fue el lugar donde tu corazón trazó el contorno del palacio sin rival con sus lajas de alabastro y el friso de la cacería de leones Tu puño guarecido con una daga protegió del quebranto la biblioteca sin par cuyas tablillas inscritas en letra cuneiforme dicen guardaron para siempre el Poema de Gilgamesh Tres días con sus tres noches no bastaron para delimitar sus orillas y a su horizonte llegaron provenientes de la India caravanas de seda, aceites y especias para el Templo de Innana La ambición no atrevió el saqueo de la tumba de Jonás ni de sus reinas cubiertas con finísimas hojas de oro repujado pero sí el asedio y la destrucción que hizo desvanecer hasta su nombre y cubrir los pedruscos de su muralla con la tierra de la sequía Fue ese tu susurro el mismo que avivó su despertar cuando con una chinilla dibujaste el curso del Éufrates y del Tigris sobre mis palmas y soñé con un Edén que nunca existió y supe de tu rostro vasto e indomable.
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Pétalo de arena no de gacela en fuga ni de juncos al amanecer semejaba tu mirada al filo de la penumbra contraluz en fulgor de la bóveda que cubría nuestros cuerpos en el gemir de la unción
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Sentado en el pretil tu cabeza giraba vigilante abarcando la borrasca y forcejeabas entre lo temible y lo numinoso con el hilo fino de la cordura que pronto trozarías.
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En cualquier minuto se te enredaría el ovillo y los recuerdos en tropel soltarían su traza vaso roto cuyo derramar sería la mordedura de toda sapiencia.
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Y el libro escribía Cuando en lo alto… es decir antes del antes Cuando lo inexistente cuando el nudo Cuando no se extendían los cañaverales y la mano a la par seguía el rastro de luz hendiendo en la arcilla el verbo cuneiforme ni se habían establecido los destinos ¿qué fábula y signo se habrán de deshilar en el tramado de los dedos? sus nombres fueron pronunciados… ¿quién escribe? ¿escribir y a la par ser escrito? que la palabra de mis labios no sea revocada y siglos después entras rompiendo el espejismo y el delirio y desatas la ventolera para que de entre sus velos surja Nínive de alabastro con sus 22 mil tablillas de arenisca y el misterio del Enuma Elish.
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Vieja herida la del costado que con la lluvia parece una compañía querida declaración de una vida más alta no la de los pronombres como sentenció un poeta ni la de la lumbre de los secos es una herida no a imagen del rey pescador ni menor a un silbo vulnerado no hecha con una espada ni en el desplome a ras del acantilado del ánima en su vértigo punza en astilla dentro y abulta su herrumbre y su queja para advertir que se nace de un sueño que aún referido tantas veces se vaticina en limo de ciencia y silogismo puntual donde abreva el azar esta es una vieja herida y esta es la daga y este ya no mi pecho por el que nacieron las luces y lo incalculable de una escritura proveniente del barro Cuando en lo bajo…
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Quede por siempre entre los hombres en este friso de mármol y ajez el poder concedido a tus manos cuya fuerza inusitada te coronó en rey de reyes usurpando la gloria del clan de los leones Quede para siempre suscrito en la historia tu gesto al estrangular la fiera del desierto en símbolo de coronación y señorío Que nadie cese de temblar ante la imagen de tu fuerza capaz de doblegar los mares y las tinieblas del abismo Que cada saeta encarnada sea la belleza inmemorial de lo terrible.
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Después de Nínive tus labios no pronunciaron sino lo albo Hubo momentos donde no supe si la ceguera y la cólera te habían traído desde lo antiguo para murmurar el viento que resguarda las grietas de Wadi Rum Te miré en los vitrales policromados de Chartres en las gárgolas de Santiago en el mercado de seda de Antioquia y en su Primera Cruzada en las fotografías del Kilimanjaro y el registro de la maleta encontrada de Capa en la incisión geográfica de las montañas en la guía de Miguel de Molinos y en la firma de San Juan de la Cruz ¿o era yo quien en mi desesperación te descubría en tu ausencia? yo quien no aceptaba un dolor arrancado incluso de su soledad la que necesitaba de tu confidencia en mis oídos o la que en azoro confesaba la incongruencia de constatar tu partida.
Mariana Bernárdez, “El Palacio de Alabastro” de El pozo de mis ojos. México: Papeles Privados, 2015.

Mariana Bernárdez Zapata, nacida en la ciudad de México, es poeta y ensayista; realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía especializándose en el vínculo entre poesía y filosofía; aborda una tradición de autores para quienes la poesía sobrepasa la orilla del lenguaje eficiente y comunicativo. Sus diferentes oficios le han permitido a acercarse a autores definitivos en la literatura mexicana como Dolores Castro, Ramón Xirau, Raúl Renán, Angelina Muñiz Huberman, entre otros. Ha trazado una trayectoria que enlaza la creación poética con el ámbito académico y el editorial. Es una de las voces más singulares de su generación por su concepción metafórico-simbólica; sus libros cuentan con prólogos de Ramón Xirau, Dolores Castro, Raúl Renán, Bernardo Ruiz, Antonio Colinas, entre otros. Ha sido traducida al inglés, italiano, portugués, catalán y rumano; cuenta con más de una veintena de libros publicados entre poesía y ensayos; entre sus libros de poesía recientes se cuentan: Don del recuento, 2012. Nervadura del relámpago, 2013. Escríbeme en los ojos, 2013; traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa, 2015. En el pozo de mis ojos, 2015. Aliento, 2017, traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa, 2018. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte bajo el género de poesía en la emisión 2018-2021.