Por Rubén Márquez Máximo
El otro mar de tu mirada
Todos miraban el mar aquella tarde de junio cuando el silencio cubría las palabras con la cálida brisa de los días que aún no llegan pero ya se anuncian. Todos miraban el mar y yo te miraba a ti disuelta en el instante de otro mar que ceñía la luz de la memoria llamado silencioso del deseo que se anhela. La tarde crecía en tu mirada y las aves volaron al encuentro de un lejano aroma de puertos olvidados que habitaba el instante de fantasmas como un espacio devorado por el tiempo. Era junio y en tu mirada había tempestades un mar distante que siempre te contaba la verdad extraña de quien nunca llega porque el hogar se encuentra en la deriva. Todos miraban el mar aquella tarde mientras yo tocaba tu mirada con la mía y algo distinto zarpó de tu presencia como un faro distante que se acerca como una voz en medio de la niebla.
Las huellas de tu ausencia
En estos versos debiera estar tu nombre tu mirada abierta al horizonte tu manera de tocar la tarde cuando las cosas parten sin decirnos a la otra orilla que se vislumbra entre las horas. En estos versos debiera estar tu nombre aquellos instantes de agitado respirar de cabellos al viento galopando en la mañana murmurando en tu mirada la tibieza que acaricia el día que comienza. En estos versos debiera estar tu nombre tus palabras que incendiaban el aire el instante querido de los besos y tu mirada abierta al árbol de la infancia donde los días cantarían el reencuentro. En estos versos debiera estar tu nombre pero queda el silencio las huellas de la ausencia de los días que dejaste en la memoria en el aroma de las flores no tocadas.
Tiempo de Eurídice
La música de Gluck habita en estas horas y Orfeo invoca entre las notas la imagen de Eurídice en el verdor de la tarde y apareces como uno más de mis fantasmas que llega de regiones distantes para poblar el tiempo de lo que nunca ha sido. La tarde oscurece y se adivina tu boca tu cuerpo temblando al roce primero la humedad de los mares que te nombran que vienen y van al ritmo de las voces. Eres la que parte para estar presente la que muere cada día en cada rosa como la luz que en el ahora se disipa como el suspiro de quien cierra los ojos y nos deja el leve peso de sus días. Al fondo del estudio oigo las voces que reviven la memoria de tu imagen y una vez más mis versos te tocan y una vez más entre mi aliento te vuelves ceniza.

Rubén Márquez Máximo. (Puebla, México. 1981). Poeta y ensayista. Es egresado del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica y de la maestría en Literatura Mexicana de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Actualmente concluye el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la misma Universidad. Sus poemas han aparecido en diversas revistas nacionales e internacionales. Ha sido incluido en las antologías de poesía mexicana: La luz que va dando nombre (1965-1985): Veinte años de la poesía última en México (2007), El oro ensortijado. Poesía viva de México (2009), Antología de poesía contemporánea. México y Colombia (2011) Antología general de la poesía mexicana (2014) y Al menos flores, al menos cantos. Antología de poetas del mundo (2017) En Ediciones Alforja ha publicado el poemario Pleamar en vuelo (2008) y en Valparaíso México Las batallas de Eros (2016). Es co-fundador de Círculo de Poesía. Revista Electrónica de Literatura y de su Casa editora.