Poesía mexicana actual: Yobany García Medina

Para María

De tu mano busco la tregua con el vacío. Tocarla, que las líneas de mi mala suerte lleguen a la pulpa de todos sus incendios: empezar de nuevo. Sembrar las cenizas de mi mano en mi mano para ver nacer tu lumbre. Cosecharla. Quiero llenar mi casa con los brotes de tu fuego, un jardín repartido en barro; en las esquinas friolentas de mis nervios adornar con tu calor encapsulado; arrimar mis ojos al fogón y sólo mirarte en todos lados, convertida en llama, en pedacería de hoguera. No me basta. Quiero cobijar mis entrañas guangas que tiritan. Devorar tu fuego. Quiero calentar mi voz desde dentro, pronunciar tu nombre hasta que no sepa distinguir a la fiebre del incendio. Quemarme. Quemarme para firmar esta tregua con el vacío.   

Carta póstuma

Perdónenme, soy un mal padre: 

Envenené todos los vientres 

que remaban en el rayo, 

les trituré el ombligo con un dedo,

el mismo que le arranqué a la sombra de un árbol;  

así se domestican los rebaños de luz 

para conciliar el sueño: 

uno a uno sus flashes saltaban sobre mi cara

para entibiar el tiempo. 

Lamento haber dislocado su desfile de caricia, 

su marcha de arrullo, de canción de cuna. 

También suturé los gestos de la luna 

y la acostumbré a mirar con un solo ojo cerrado. 

Nadie hallará esa cara asomándose en el cielo;

nadie podrá girar su cuerpo de perilla, 

entreabrir su brillo y mirar a Dios

recostado suspirando estrellas.  

Decidí que reencarnaran en el vacío, 

que sus bocas estuvieran bordadas 

fuera de este mundo, malcriados 

por intravenosa con el aguijón

infinito del abismo. 

Por mi cuerpo corrían sus voces 

como un acorde que avanza rugiendo. 

Sus huesos tronaban de hambre 

como el estornudo de las hojas muertas

como la electricidad antes de fracturar

las venas de una bombilla vieja.  

Los salvé de mi genética de buitre,

de mi fe por la carroña.

Até sus microscópicas vértebras 

a mi única pluma sin mancha:

herencia transparente de su estirpe;

y cayeron, con unas alas inventadas,

en el arpegio lánguido del sol.

En algún callejón de sus venas

en una nota de su ligera voz

aún estaba la maldición de mis penas.

Tenían que morir, que morir, morir

antes de heredar el color de mis ojos;

y antes de mí, fueron de mi padre,

y antes de él, de mi abuelo

y así hasta llegar al tono limpio

que nunca será mío, ni de ustedes,

ni de nadie.

Su nombre fue y será de semilla

y echarán raíces sólo para ahorcarse. 

Mal de ojo

En medio de la lumbre entrecortada 

                                            donde el párpado se arrodilla para alargar la oscuridad                              quiero deshacerte de mí

desOjarte sin hache 

sin esa letra enmudecida etimológicamente

que cambiaría el sentido de este verso

y las ganas de despostillar tu mirada.

Dedicarte un mal de ojo

una perrilla en el alma 

                                             un empacho indescifrable en los labios

que nadie pueda tronar el espinazo de tu lengua

              y mueras de silencio

con ese malestar que provocan las palabras incorrectas:

espacios          ecos en blanco    entre tú y los que vengan. 

Quiero deshacerte de mí

tirar de cabeza cada uno de tus rezos

    que

                                                   se descarapelen 

que nazcan de la profundidad 

sin más fuerza.

que los verbos se te desjuguen

             se desmoronar en tu boca

y se perder remedio humano para nunca 

se ir ese olor a muerto

que correr en vez de amar

que caer en vez de salir.

Quiero deshacerte de mí

que cada vocal sea una metáfora intraducible

con un sentimiento jeroglífico:

un te quiero como un pantano derramándose 

en el fosfeno 

de tu calma.

Quiero deshacerte de mí y no de otra forma

Romper todos los incendios 

Triturarlos con un golpe de pulmón

o dejar caer mis pies viejos sobre tu espalda.

Deseo complicarme las cosas

Me conoces

No quiero deshacerme de ti


Yobany García Medina. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Facultad de Estudios Superiores FES-Acatlán (UNAM). Maestrante de Literatura Mexicana en la UNAM. Miembro fundador del Seminario Permanente de Metaficción e Intertextualidad (fes-Acatlán). Ha publicado en diversas revistas y antologías, tanto de creación, como de investigación, nacionales e internacionales. Además de ser galardonado con el Premio Nacional de Poesía “Rogelio Treviño” en 2017, con el poemario Sótanos del insomnio. Está incluido en la Enciclopedia de la Literatura en México de la Fundación para las Letras Mexicanas.

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