El sol ya estaba a punto,
A una punta de ponerse,
Pero, se arrepintió,
sacó una mano, de su gran cobija,
Y después la otra.
Tal vez fue que te vio,
O fue un momento de inseguridad
Pero salió y corrió,
Hacía arriba, hacía la derecha,
hacía cualquier lado.
Ahora juega,
contigo y conmigo,
A que ninguno conoce los finales,
A que las puestas de sol no existen,
A que el mundo está hecho de amaneceres
Y en donde las palabras nunca se pintan de morado.
Dime una mentira
Dime, Fortuna,
Cuando el mundo se quiebre,
Y que la muerte sea una invitación abierta a cenar,
¿A quién me podré aferrar?
Ya no puedo tomarle la mano
Al hombre de toga tan blanca como su barba.
Tal vez las cartas tengan más respuestas.
Tampoco tomar la de su primo,
Con la barba llena de sangre
Y con espinas en lugar de laureles.
Tal vez le pueda pedir a las estrellas
Que ya han terminado de formar mi persona,
De definirla en tres partes.
Algún día, puede ser que me digan
cómo me definirían en el futuro.
Si pudiera tomarle la mano a mi papá,
Pero su mundo está tan roto como el mío,
Y él, tampoco, sabe como pegarlo.
Algún día saldremos a buscar, Fortuna,
Un poco de pegamento blanco
Para pegar los trozos con alguna teoría,
Aunque mañana se caiga de nuevo.
Si me paro de cabeza,
¿podré aplazar un poco la última vela que podré soplar?
Dime, Fortuna, si rompo o aplasto tu cubierta de harina
¿Me dirías un secreto?
Uno que sea sólo mío,
Dime una mentira, Fortuna,
dime que tú conoces mi futuro,
y que éste es
Mío y de nadie más.
Sólo una letra
Soy una letra,
Que se ha escrito una y mil veces.
Quisiera ser la letra a
Una forma más redonda, más concreta
Una vocal más útil, más cómoda.
Pero, no lo soy, aunque quiera,
Soy una letra impronunciable
Entre la u muda y la incomodidad del diéresis.
Tal vez sea mi culpa, me quede demasiado tiempo
Viendo las estrellas en la página en blanco,
Buscando el tiempo a futuro en los verbos,
Nunca pude seguir a las demás.
Soy sólo una letra,
Que se puede borrar con goma o corrector,
Que se puede cambiar o se puede evitar mientras escribes,
Pero, aún la letra más pequeña
Puede completar el abecedario.
Una muñequita de porcelana
Alguna vez existió una mujer pequeña, tan pequeña
Pero que siempre quiso poder encogerse un poco más.
Quisiera ser como una muñeca,
Del tamaño perfecto para guardar en un estante,
O para pasear sobre la palma de una mano.
El problema es que si un día me cayera, no tendría la culpa
la altura o el piso que recibiera mi caída
Me rompería como porcelana, justo a la mitad.
Quisiera apagar por un segundo el viento
Y que por sólo un minuto ya no me lleve más
Que el tiempo ya no siga,
Y que la tierra no se mueve ni un centímetro.
Pero, yo no puedo encoger más,
No me puedo romper por la mitad, y
El viento no parará, ya no me puede esperar.

Daniela Sánchez (Ciudad de México, 1998) estudia Escritura Creativa y Literatura en el Claustro de Sor Juana en la Ciudad de México e Ingeniería en Innovación y Diseño en la Universidad Panamericana. Participó en las Microficciones del Claustro de Sor Juana en el 2018. En el 2019 cursó el Diplomado en Literatura Europea Contemporánea en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia. Actualmente, es editora de poesía y jefa de traducción en Cardenal Revista Literaria.