Celebrar el día de la infancia Repartieron postales en la plaza principal por el día de la infancia, picaban el cake como si fuera una hoja para escribir los versos sencillos de Martí. Repartieron postales con una foto de los grandes o de los que estiman grandes para hacerse famosos y llegar a la cúpula. Repartieron postales en la plaza principal por el día de la infancia. Cuando escogí la de llevar a casa, supuse que no eran postales, solo era un cartón para poner el pedazo de cake, el trozo mismo de la miseria que anda y va por los brazos de los niños. Repartieron postales o trechos de cartones, pero al menos repartieron algo por el día de la infancia. Canto a quien no supo ver el miedo En marzo del año pasado vinieron a casa para preguntar cómo estábamos. Vinieron todo forrados para ver si no contagiamos a las demás personas. Mi novia con voz de luto se quedó en su casa para hacerle frente a la situación o no tan frente sino al menos alejarse de mí. Se aprovechaban del virus para hacerse ricos los del negocio de la esquina, se aprovechaban del virus los médicos para salir a buscar dinero se aprovechaba del virus mi novia para dejarme a un lado. Hoy no temo al virus sino más bien a lo que pueda traer el virus, el tiempo dirá quién soy, o quien quise ser en medio de esta pandemia. Hora del regreso Regresamos muchas veces al punto de partida, creo que empezar de cero nos hizo ver el horizonte juntos cada mañana. Han matado los perros han matado los perros de la mujer de la esquina. los animalistas salen a la calle sin saber el rumbo que tomarán. han atado los perros de la mujer de la esquina, voy a defender esos decretos también, han matado los perros, ya nadie sabe cuándo van a robar. Las tres de la tarde La vieja del barrio daba los buenos días a las tres de la tarde, te saludaba con sus marcas de la almohada en la cara, le daba vuelta a la vida cada día. Solo vivían sus gatos y una muñeca que guarda de su época de niña. La vieja del barrio vive de los recuerdos, del mismo sitio donde conoció a su amor. ¡Venga vieja!, asome la cabeza, son las dos y cincuenta y aun te espero, faltan diez minutos para tus buenos días que son mis poemas, para salir con marcas en la cara de la almohada. La vieja del barrio te sabe al dedillo las locuras hechas pedazos. Soy la misma vieja ahora que padezco de estas enfermedades, ahora que la esquizofrenia se vuelve el antídoto a la miseria de mi alma. Soy el mismo reloj que marca las tres de la tarde y da los buenos días a la vieja del barrio. Ya no hay miedo a despertarse y saludar a esa señora, más bien a las tres de la tarde, a la hora del café vespertino desayuno junto a ella. Soy la misma señora, la misma vieja con esquizofrenia que va y viene al mundo sin darse cuenta.

Manuel Eduardo Jiménez Mendoza, nació en la Villa San Juan
de los Remedios, Villa Clara, Cuba (2000). Estudia Lic. Educación Biología en la Universidad Central Marta Abreu de las Villas. Pertenece al club literario unidos por el agua del poeta remediano Luis Manuel Pérez Boitel. Ha publicado alguno de sus textos en la revista El diario de Laura (Buenos Aires, Argentina) y en Revista Chontales Litterae (Nicaragua) Participó en varios concursos literarios, así como en eventos académicos obteniendo resultados en la universidad a la que pertenece, ganador del primer concurso internacional de cuento Guillermo Vidal