por Alma Cervantes
La celebración
Poco duró la flor de la celebración, murió, como muere todo, se apagó como pájaro drogado, atiborrado de alcohol. Balbuceando deseos de amor y salud empuñando una copa nueva con vino viejo. No puedo ver la belleza de la que todos hablan, las noches se coronan con cierto argenteo y no me basta. Las flores propias de la época me martirizan, la blancura del Jazmín no refleja la ominosa oscuridad del mundo el amor entonces come sin hambre aturdido de esos ruidos chinescos casi claudica. Y la música se levanta como daga endulzada cerca de mi yugular, la sangre carmín clama por inaugurar un río donde pueda brotar en libertad sin ataduras, mis venas cantan lejos de las celebraciones un villancico que aprendieron cuando eran tiernas venas frágiles y zagales. Lívida y silente, observo.
All the world is green
Salgo cuando recién oscurece,
25 de diciembre y me envuelve el frío como cristales en los poros, me atraviesa antes de subir al automóvil.
La soledad de las calles me consuela,
como mano de manco que sabe de mi ardor; porque soy una flama a principios de invierno del año 2019, atravieso calles y largas avenidas que en otros tiempos fueron fieros pájaros en mi corazón extranjero.
Me acompaña en la radio Rosemary Standley ( All the world is green) y la alegoría de mi silencio se entrega a la música y a esas calles donde en otros días yo corría con la velocidad del amor.
Abro las ventanillas del auto para que el frío invada mi espacio vital y entra una ráfaga de hojas secas en perfecta armonía con los violines en la radio.
A esa hora estoy tan lejos de mi cuerpo,
en otros tiempos llenos de soledad quizá, donde mi boca era un rojo clavel aventando humo al rostro de un dulce abismo.
Pero es 25 de diciembre del año 2019, y llevo una bufanda verde al cuello que se agita vigorosa al ritmo de la música, parece una bandera anunciando vivir, recuerdo la historia de Isadora Duncan, la bailarina que murió estrangulada por su bufanda enredada en las llantas de su convertible azul.
Pero mi bufanda verde y yo anunciamos la vida, la soledad y los corazones incansables, que juegan a que mueren pero no mueren.
Voy prendida de un adiós y memorias como lámparas en esta oscuridad lunar, como aleteos de pájaros salvajes con frío.
Ya estoy lejos de este mundo que amo tanto, amo sus casas adornadas ahora con contenedores de basura atiborrados de envolturas destrozadas de regalos en sus puertas, amo sus edificios que en mis delirios he confundido con montañas que jamás pude escalar porque me traga el vértigo, amo las bocas calladas de mis vecinos pálidos, amo este silencio que rompe la voz de Rosemary Standley:
<Pretend that you owe me nothing
And all the world is green
We can bring back the old
days again
And all the world is green>
Atravieso lentamente la Park ave. hasta la Preston rd. Y creo ver ese viejo hotel donde solíamos ir los fines de semana, lo derribaron para hacer un banco, fui muy feliz en esos días eufóricos, nuestros cuerpos desnudos tendidos en la oscuridad con sus paredes impregnadas a perfume y tobacco, eras como un pinchazo de veneno en mis pupilas dilatadas; ahora solo hay un banco ahí, un limpio y cuadrado banco temblando de frío, adornado con un árbol navideño, mudo, solitario.
Alcanzó a ver a lo lejos un automóvil que se aproxima <otro, delirante como yo> pienso; <podría ser otra mujer, una mujer llorando al volante, quizá alguien que se ha perdido y necesita un mapa, un hombre tal vez, un hombre que se pregunta igualmente quién soy> el automóvil abruptamente da vuelta en una calle y se pierde, desaparece, sin saber si alguien más tirita, como yo a esta hora.
Este momento me basta, la melancolía de una ciudad plástica, despilfarradora, llena de confederados amenazadores, sus calles de concreto casi nuevas, casi pulcras, que tanto amo, porque aquí conocí al hombre que amo, aquí creí morir mirando la felicidad de otros, bajo un cielo atravesado por aviones haciendo piruetas anunciando su día de la independencia, anunciando la belleza de lo ajeno y la desgracia del extranjero.
Mientras el aire frío entra por las ventanas del automóvil ya de regreso a casa veo el parque donde mi hija solía jugar, recuerdo su sonrisa, casi siento su corazón apresurado cerca de mi, llamándome, envuelta en la gracia que nunca más volverá, porque crecer es horrendo.
Antes de llegar a casa se encienden varios aspersores en los jardines, sin importar el frío, la lluvia, a la misma hora se encienden todos, dan ganas de parar el auto y congratularme con ellos llorando un poco, mojarme en ellos porque a esta hora esto es la vida, el frío, el dolor, este silencio, las calles desiertas, solitarias, las casas como casas de muñecas, vacías.
Finalmente llega a casa mi cuerpo montado en mi automóvil, helado, pálido, despeinado, con el rímel corrido y los labios quemados por el frío, llegan mis manos vacías, mi jugoso corazón, mi cuerpo entero llega; pero aún, no llego yo. Y me reprocho por eso.
La mujer
La mujer aliña las carnes en la cocina, perfumada de afrodisíaco ajo, albahaca y con una lágrima sabor cebolla, sabor olvido. Esta mujer tararea la canción que la radio en otro tiempo tocó. Ella no sabe que en su cerebro inquietante un explosivo se cocina, una sentencia poderosa se edifica. Y mientras saborea la hiel que la vida provee, empuña la pluma que la llevara a explotar seniles cerebros y castos ojos cerrados.
Universos paralelos
En todos los universos he sido huérfana, he enterrado a mi madre y he llevado el luto hasta el día de hoy. En todos los universos paralelos he amado al hombre con vehemencia he entregado mi loco diamante, y he recibido tanta piel, como para vestirme de ellos y no me basta nunca. En todos los universos he sido un pájaro infante, pequeño, diminuto, aturdido y con ojos extraordinarios, impertinentes. En todos, todos esos universos, a cierta edad el mundo me ha dejado de conmover, el desencanto no me deja ver lo azul del día, se prende de mi boca un abecedario estéril. En todos los universos paralelos, dios se agazapa de mí, se hace invisible, intangible, me despoja de todo y no da la cara. En todos los universos tengo sed, sed de carne, de palabras que abran la puerta que da a ese lugar donde nunca he estado pero sé que debo estar. En todos los universos soy un animal con piel de mujer y reniego, hablo otro lenguaje y camino de noche con lirios que germinan en mis ojos. En todos los universos soy la misma, que no llega a tiempo y no termina el poema

Alma Cervantes. Ciudadana del mundo. Estudió psicología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México. Es provocadora textual. Ha participado en una veintena de antologías poéticas (España, Colombia, Perú, México, Chile, Canadá, Libia y Estados Unidos) Escribe para plataformas digitales en España, México, Colombia y Estados Unidos. Es Directora y coordinadora en Estados Unidos de Abigarrados Revista literaria. Es directora del proyecto Plural Foro Literario. Conduce el segmento Germinando con La Cervantes en Radio Germinal. Es autora del blog de poesía La Cervantes. Es madre, esposa, amante de las letras y gestora literaria. Es autora de varios poemarios: Pulsaciones (El Beisman press 2019), Las piernas de Lilia Prado (2018) Palabras verdes (Saltapatrás Editorial 2020) entre otros. Actualmente coordina en su totalidad el libro de los Escritores en el exilio (Saltapatrás editorial 2021).