por José Antonio Santano
DIME, MIGUEL…
Señor
heme aquí despoblado surgiendo entre los pájaros.
Ya ha sonado la hora en las quietas aguas de mi centro
mas yo permanezco abierto a la espesa influencia
de los antiguos soles que manaron los muertos.
Miguel Labordeta
Dime, Miguel, ¿quién eres tú? En un tiempo de olvido, las ciudades o los nombres de las cosas sencillas, poco importan, opacas se nos vuelven a los ojos y en el aire, invisibles van y vienen por senderos de sombras, se acomodan en la lluvia rebelde todas ya sinfonía de naufragios, como lo fuera el principio en los juncos a orillas del Ebro, perpetuamente. Dime, Miguel, ¿quién eres, en qué lugar naciste?, ¿quién engendró tu voz de agua y bosque, recién sembrada la tierra? ¿Quién eres, dime, acaso luz de otoño en la nevada cima del Moncayo, cósmica visión del mundo, violenta plenitud en carne y alma, quién tú?, anárquico y preciso en melodías de surcos y de arado, alto ciprés que crece en camposantos solitarios y al cielo, libre, remontas el vuelo, silencioso, consumado y abstraído, resucitando en luz una vez más, si acaso viento que te lleva preso a la cima enramada de los pájaros, al abismo secreto de la tarde. Dime, ¿quién eres tú? en este día y hora, dime, ¿cuál es el color de la palabra, el tiempo de la espera para seguir hablándote en susurros, lentamente, Miguel, dime, por qué me alcanzas con tu voz y me asaetas el corazón todo, como si por última vez la aurora su luz prendiera en las aguas del Ebro? Dime, ¿quién eres tú? Miguel me llamo dices en respuesta, soy hijo del agua y de estos campos, fruto del aire que arremansa el silbo en los labios de la noche más fría, en las fértiles huertas y la piedra sonora; fiel hermano de los hombres, canción del bosque y de las aves, sombra que encandila los días de verano, vida y muerte en las nevadas montañas, el último silencio en la llanura. Dime, Miguel, ¿a qué orilla del Ebro yo te espero para siempre vivir en tu presencia y a los ojos del mundo complacido? Dime, Miguel, ¿a qué hora el abrazo más fervoroso y puro, inextinguible? Dime, Miguel…
(Inédito, para la Antología homenaje al poeta aragonés Miguel Labordeta).
ÁNGEL Y PRINCESA
A Jacqueline Alencar. In memoriam
Princesa, tu mirada me alimenta,
amor, feliz me entrego a ti.
Alfredo Pérez Alencart.
Como tu nombre de ángel o princesa. Inmensa luz que aviva el río Tormes cuando atardece en la carne del verbo y en él proclamas tu fe y bonhomía, para luego crecer hacia las nubes, desnudo el mundo, el canto de los pájaros sobre la extensa sombra de la infancia que renace con la última luna para seguir viviendo entre los náufragos y los desposeídos. Humilde tú entre la multitud, discretamente apareces y sonríes colmando la noche con la llama de tus ojos. Como tu nombre de ángel o princesa. Así el corazón abierto espera la llegada del pájaro a tu patria boliviana, allá en Cobija o las aguas del Acre que avizora de soslayo, de nuevo, tu sonrisa, y del tucán el vuelo en las alturas del bosque. Gracia plena en la cornisa del cielo, temblor en la Amazonia de tus manos, ciclón del tiempo, estallido de luz en tu modesta casa de Tejares, en sus plazuelas y calles de antiguo, en la farmacia o la peluquería de Noelia, el supermercado Gama o el kiosko Don Miguelón, tal vez en cárnicas don Daniel o en la iglesia, la casa donde anidan las cigüeñas. Como tu nombre de ángel o princesa. A la hora bendecida del ángelus regresas, del amor sin fronteras, como antaño muy de frente miraste a la muerte y en la muerte toda el alma serena fluye ceñida entre rosas; a la hora más cierta, abrazada de auroras renaces, alzas el vuelo tal la vecina garza o cormorán y subes y subes, inalcanzable, hasta el jardín de los silencios y toda luz en su verdor floreces, eterna en los versos del poeta amigo, dulce esposo y fiel amante, y atrapada en su música miras la levedad del día en los estanques la escritura en sus aguas de tu nombre, inextinguible, de ángel y princesa.
(Del libro Sembradora de poesía, Ed. Azul, Valladolid, 2021).
MADRE lluvia tu nombre entre gotas de lluvia golpeando ventanas corazones ausentes cuando mudos los ojos acarician las nubes que la tarde dibuja en el ángulo oscuro de una sala silencio y un sillón de orejeras los cabellos nevados la sonrisa en el aire de los dedos la artrosis una herida profunda en la rosa marchita los recuerdos que sangran y en la hora más negra los cuchillos se clavan como música antigua y la casa es infierno en la ausencia y la carne de ese vuelo infinito al abismo nutriente de la muerte y la nada que al abrigo del tiempo a la tierra enardece en la impía frontera de un eterno sollozo que al sueño despierta. Madre lluvia tu nombre cada día como el pan alimento de lluvia de un otoño infecundo cuando solas las aguas en la mar son herida que los años invocan pero ya no hay salida que nos lleve al edén de las risas primeras cuando todo era luz en los campos de olivos y en los ojos el agua avivando la tarde repicar de campanas y en la sala el vacío invisible a la lluvia a su tacto de diosa a su muerte imposible por la puerta cerrada de su nombre la espera el perfume de rosas que la tierra sea leve un enorme silencio una lágrima inmensa en los labios del aire que me trae sus aromas de mujer madre lluvia y el sillón de orejeras que en la sala no existe, la cabeza caída sobre el filo del sueño una siesta profunda en las venas ya mustias por venir el desierto de los pasos a golpes en negror del asfalto de las horas urgentes en la voz del silencio atrapado a los muros de una casa encalada en la esquina del tiempo cuando fueron las lluvias en la calle humedal de una senda secreta conjurada en su nombre. Sin embargo es ahora cuando todo es neblina y los versos guadaña que vacía la sala y el retrato una sombra muy adentro en la sangre y su voz todavía una luz infinita que se agolpa en las sienes y me nombra los nombres de otro tiempo aviejado en las gotas de lluvia que incesantes destilan soledad en el rostro, la cabeza caída moribunda la tarde en otoño de lágrimas poco a poco cayendo sobre las blancas manos de la tierra al abrigo en un día cualquiera. Para siempre el silencio la invisible mirada esa música sorda de las gotas de lluvia que monótonas caen en los ojos cansados y en la luz de los labios madre lluvia la vida.
(Del libro Madre lluvia, Ed. Olifante, Zaragoza, 2021).
PLEGARIA
Madrenuestra que habitas en el aire y la rosa toda tú en los campos en el agua de lluvia en la aurora celeste en la música clara de la luz en los sauces de regreso a la tierra una tarde de enero en las nubes grisáceas. Madrenuestra de lluvia Madre Lluvia la vida para siempre en mis labios.
(Del libro Madre lluvia, Ed. Olifante, Zaragoza, 2021).
X
a Pilar Fernández Labrador
Sentado frente al sol el tiempo esquivo, un café contiene los segundos mientras llega la señora en su luz de luciérnaga. Con pasos lentos camina sobre el tapiz de un himno, sus trenzas de trigo sobre la tarde los balcones anuncian, el aire de unos ojos a otros en la penumbra febril se antoja. La señora en su luz me recuerda esos campos de mieses y de luna, ese verso atrapado al olvido que nunca muda que nadie repite que solo es sendero que regresa a este siglo, a sus manos de lirio, a sus labios de estirpe, como ayer a ese hijo que huyó a las trincheras y le canta a escondidas una nana con trinos en su luz de crepúsculo otros versos refugio bien entrada la noche en su pecho de llama. En la terraza del café la espero, como siempre lo hice a esa hora que el cielo dibuja racimos de nubes y un son de silencios. Son las cinco -hora del té en Londres, según dicen- pero aquí nada importan las horas y el reloj es el mismo, incumben las palabras, su cortejo de luces, las que cierran heridas y engrandecen ensueños. A su lado conforto este instante que hondo y primigenio en el puente del Tormes brama y en el corazón se hospeda. Luego de mirarnos conversamos sin prisas sentados el uno junto al otro de todo lo divino y de lo humano. Azul como una estrella te derramas en piedra y luz sobre la tierra o remontas el vuelo a la sagrada altura del abismo. Sé de tu nombre ligero como pluma, redivivo de la umbría selva de los hombres. Hurtemos a la tarde su alegría, el don de la palabra; recorramos el mundo y detengamos el tiempo, ahora, mientras la vida sigue.
(Del libro Alta luciérnaga -Plaza Mayor-, Ed. Diputación de Salamanca, 2021).
XIII
a Antonio Colinas
Qué distinta esta luz en la piedra, una llama encendida en los labios del monte resplandor del silencio en su origen de grito ese don impreciso del estanque en su otoño o el color de esta agua penetrando en el frío, en la humana presencia de tu sombra suprema. Qué distinto este canto penetrando en la noche amarilla que descansa orillada en los labios del bosque o al calor de la lluvia que sedosa acaricia la piedra templaria y en su voz no se apaga y en su ser se engrandece por venir de la luz que alumbra el silencio en Tarquinia y regresa a tu voz de alameda como así fue al principio de todo para nunca ceniza. Qué distinto este cielo y su brazo infinito en el aire y la Plaza, qué perfume envuelve su espacio y nos habla al oído y en los ojos se hospeda para ser alborada de cantos y risas a la orilla del Tormes en brutal armonía, qué profunda la huella que los arcos dibujan si atardece en los labios el color de las sílabas y en tus dedos se agolpan y se escriben los signos en la mar castellana y en sus olas de trigo la vida reluce. Qué distinta esta lluvia de otoño en la Plaza en su centro de espejos y una tarde cualquiera, qué distinto este musgo el color de la aurora cuando crece el silencio en los ojos del verso y la mano recoge su fruto. Qué distinto este tiempo en el bronce de los días y las noches que ahora nos viven y como un trueno o un grito renace del fuego y en la llama se extingue, qué distinta esta calma de agua en los pechos del aire, qué distinto el rumor de tus versos, el sutil aleteo de las sílabas en plenitud creciendo. Qué distinta la luz en el lienzo, qué distintos tú y yo en las trenzas doradas de Simonetta Vespucci en la eterna Belleza, brevedad de la vida y la muerte.
V
HASTA después de muerto, más allá de la abisal mirada de la muerte vives en mí, te siento en esta casa que no es aquella casa de la infancia, te veo en la oficina y en las calles y un hórrido dolor se clava fijo en las pupilas cóncavas del sueño que levita en el aire de otros días tan lejanos y amargos como ausencias repetidas al son de las campanas a la hora del rosario y la oración con paso de beatas y de luto abriéndose caminos de crepúsculo y de olvido, de ofrendas que retornan a los labios azules de esa triste fragancia que no acaba sometiéndose al tirano dictado del temor sentido a cada instante, a cada hora abrasado en la llama y el gemido de la embriaguez cansina de la noche, del tormento y la angustia, del aullido insomne, refugiado en el dintel de la puerta, perpetuo en la memoria. Hasta después de muerto, solo sombra y trueno de palabras sobre el filo de auroras celestiales, y del tiempo que arremete feroz contra la carne hasta elevarse lívido a la cúpula adornada de sangre y llanto, y fuego; de muerto te apareces y entre sombras que nacen del abismo y al abismo vuelven, aún pervives y me alzas la voz como la noche ahora, giras el pomo de la puerta y en tus ojos, de nuevo, la mordaz mirada atisbo, la misma soledad de siempre late entonces en la estancia y todo vuelve a ser tristeza solo y se repiten ofensas y amenazas, las palabras son astas y rejones en los labios que buscan otros labios y mejillas, la desnudez del vientre, los costados sangrando por la herida dolorosa del desamor ungido por un aire gélido, poblador de los desmanes, cuando ya no se salvan ni las almas que anidan en las nubes, en las llamas de un tiempo fugaz, vivo en la memoria de las manos que fueron seda y beso en el origen casi de los tiempos. Hasta después de muerto se prolonga su sombra, feroz siempre, irreductible, y nada queda, nada es lo que fuimos cuando la fresca brisa del verano teñía las palabras de colores y la hueca sandía iluminaba de lunas y de estrellas los deseos, y aromaba la calle el jazminero, y maullaban los gatos de alegría sobre las grises tejas de la casa. Después de muerto, padre, los recuerdos se agolpan en las sienes, los ojos de una noche cualquiera, y se silencian las mentiras y el miedo en cada esquina; no hay vuelta atrás, la vida sigue, toda eternidad devora, y calcinada su luz la muerte surge luminosa, convertida en crisálida y espejo de otras muertes, señal anunciadora del origen del tiempo y sus silencios en la negra espesura de los días.
(Del libro La voz ausente, Ed. Alhulia, Granada, 2017).
V
En qué estás pensando, me preguntas y el crujido del viento se clava en las paredes de la casa, justo allí donde el reloj pronuncia su última arenga de silencios y la alacena esconde los secretos de la infancia o el hule de la mesa muestra sus colores de siempre, y sus arrugas de cráter; cuando crece la tarde entre las manos de una niña pecosa y pelirroja, princesa de otro tiempo que se aleja mientras la lluvia humedece los geranios con un hilo de agua cristalina. Pero ahora la vista alcanza en lontananza un mar de plástico y de espejos sobre esta tierra de poniente donde viven y resisten, heroicos, los apátridas del mundo y sus confines a la espera de un verbo o una sílaba que los haga más hombres y más libres. Y para qué quieres que te diga en lo que pienso, si vuelas por las nubes buscando otros mundos, otro cielo distinto de áureos y magnánimos destellos donde no quepa el aire de los besos ni la voz afable de los ríos y las acequias o el tacto ardiente de la llama en el pecho; quizá la luz de los ojos y la luna en los altares de la noche y los desiertos que el tiempo quiso para consigo después de haber peregrinado hasta la cúspide infinita del silencio. Para qué me preguntas qué pienso como si no fuese contigo esta historia que ocultas y niegas cada día ante los cientos y miles de vencidos que obedecen las órdenes precisas de los amos del mundo en esta hora; pienso –digo- en la fuerza del aire, en su semilla que crece lentamente bajo el blanco de los plásticos que dibujan sobre el valle otro mar de intensa mudez y de azabaches. Pienso en la abrupta soledad que los conmina a ser nada en la inmensa geografía del plástico, en los colores de la tarde sobre viejas bicicletas, en las casas que lucen cicatrices de espanto en sus fachadas, en los caminos abiertos por la herida xenófoba, por la vil calumnia que cercena los sueños y la vida. En qué piensas, me pregunta facebook, y yo, sin más, contesto reafirmándome en lo dicho, en la tristeza de ver en la mirada el desencanto de estos seres que callados sobreviven en la frontera del miedo, al límite siempre del abismo y la derrota. Y yo, aferrándome a los colores del día proclamo en sus colores la vida, y oigo los rumores del beso en la brisa que se clava hasta sus huesos, pues ya solo me importan sus pesares y en ellos reconozco la dignidad de ser hombres cabales aun siendo la piel de mil colores o el habla tan compleja y tan distinta, que a su lado la huella de la vida se asemeja a una luz intensa y única que alumbra los caminos de poniente entre mares de plástico y de soledades.
(Del libro Tiempo gris de cosmos, Ed. Nazarí, Granada, 2014).

José Antonio Santano nace en la localidad de Baena (Córdoba), el 11 de mayo de 1957. Es Graduado Social por la Universidad de Granada, Técnico Superior en Relaciones Industriales por la de Alcalá de Henares y Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería. Es autor de numerosos libros y publicaciones desde 1986. Alterna la poesía con colaboraciones en revistas especializadas (Entre Ríos, Nueva Grecia, Tierra de Nadie, entre otras), prensa, etc. Pertenece a la Asociación Española de Críticos Literarios (AECL) y de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía (AAECL) y a la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE). Es fundador de la corriente HUMANISMO SOLIDARIO junto a los escritores Manuel Gahete, Francisco Morales Lomas, Francisco Huelva, Alberto Torés, José Sarria y Remedios Sánchez. Sus textos están traducidos al gallego, catalán, vasco, inglés, francés, italiano, alemán, búlgaro, rumano, ruso, árabe, portugués, griego y chino. Actualmente colabora con el periódico Diario de Almería, con la Sección Salón de Lectura (crítica literaria) y en revistas literarias (Revista de Letras -suplemento digital La Vanguardia-, Papel-Literario (digital), Revista Libros y Letras (digital de Colombia y América Latina), República de las Letras (digital Asociación Colegial de Escritores de España), Revista Vallejo & Co (digital Hispanoamericana), Web Asociacion Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, Web Asociación Colegial de Escritores (Andalucía), digital crearensalamanca.com, y otros medios de comunicación. Posee el blogs: www.elolivardelaluna.blogspot.com y está incluido en la Enciclopedia General de Andalucía y en la Biblioteca Virtual de Escritores de Andalucía.