Desde el diván

por Ivette Estefany Fernández Espinosa


Cada vez que sentía el rose de su pierna junto a la mía la piel se me ponía de gallina, un sudor recorría mi espalda y mis manos se humedecían, estudiaba cada una de sus facciones y mi corazón se estremecía… en esa época no podía apalabrar lo que sentía, sabía que era raro, nunca lo había visto antes ni en las novelas que mi abuela ponía a la hora de la comida, ni en nuestros paseos por el parque.

Tania tenía permiso de venir a casa cada 15 días, pasábamos horas planeando lo que íbamos a hacer, pero todo siempre terminaba en lo mismo, tomadas de la mano viendo una película de terror, era mi momento favorito ya que yo aprovechaba cuando ella gritaba de miedo para abrazarla y sentir su olor.

Constantemente me preguntaba ¿Por qué no me atraen mis compañeros del sexo masculino? Cada que llegaba un profesor de biología y empezaba con la cantaleta de que el hombre se debe casar con la mujer y reproducir me causaba nauseas, porque una mujer debía tener contacto con un ser tan arrogante y nauseabundo, lo que me llevo a confesarme…

Me acerqué a mi abuela mientras preparaba la cocina y le dije todo lo que sentía por Tanía, después de todo ese sentimiento ya había durado toda la primaria y secundaria, para ella yo era su mejor amiga y para mi ella era lo que yo más quería.

Siempre creí que mi abuela iba a entender, después de todo gracias a ella había tenido mis primeros acercamientos al alcohol y tabaco, siempre hablaba del liberalismo y que las mujeres debían ser la persona fuerte de la casa, pero no fue así… al escucharme me hincó de forma violenta y con un palo de escoba golpeo mis piernas hasta dejarlas dormidas y con poco funcionamiento, me dijo que a partir de ese momento iríamos a la iglesia todas las tardes y rezaría hasta que Dios me borrara esos pensamientos. ¿Dios? Me preguntaba yo, si lao que proclama es amor ¿Por qué yo no puedo amar a Tanía?

Pasaron alrededor de 4 meses, la iglesia se había vuelto una tortura, el padre se acercaba a mí, con sus manos jabonosas tomaba mi cabeza y rezaba un padre nuestro, me ponía agua bendita y le pedía en voz alta a Jesús que me salvara, que sería una cierva obediente, que yo estaba arrepiente de mis perjuriosos pensamientos.

Al no poder confiar en nadie decidí plasmar todo en un diario, después de todo ¿Quién se atrevería a leer lo que escribe una niña de 14 años? …fue una idea estúpida, pero bueno solo era una adolescente buscando inmortalizar el amor, para mi sorpresa mi madre aburrida, viviendo en soledad lo leyó…

…lloró durante 2 noches y al 3er día como Cristo cuando resucitó en ella nació una idea, visitaríamos mi primer hospital.

Al acercarnos al lugar comencé a sentir miedo, quienes eran estas personas babeantes, vegetales, despeinadas que se encontraban en esa puerta ¿A qué clase de hospital me trajeron? ¿Es tan malo amar a alguien? La psiquiatra se acercó a mi madre y con voz de preocupación le dijo que de acuerdo a la clasificación del DSM III (Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales) yo tenía un trastorno mental, no recuerdo el nombre especifico que le dio pero se me tachaba de volteada, descompuesta, rarita, finalmente  homosexual… mi madre decidió dejarme internada, durante ese mes recibí más pastillas de las que me puedo imaginar en conjunto con platicas de curación que me harían ser una persona normal ¿Normal? ¿Normal para quién?

Pasó por mí y en el camino me preguntó ¿Cómo te sientes? ¿Estas curada? … yo respondí que seguía amando a Tania, ella aparcó el coche y me golpeó, fue tan fuerte y tantas las veces las que lo hizo que me desmayé…cuando cobré consciencia estaba en la entrada de mi casa, con las maletas listas, decidió junto con mi padre mandarme a UTAH a un retiro espiritual y de buenos modales ¿Qué clase de estupidez fue esa?

Otro mes escuchando sobre dios, además utilizando faldas largas y aprendiéndome a comportar como una “Señorita”, tenía que aprender a cocinar para que mi esposo me amara, dar las gracias, sentarme bien, masticar bocados pequeños, rezar 5 veces al día, agachar la mirada cuando un hombre se acerara ¿En qué momento iba a parar? ¿Cómo podía escaparme de esa realidad tan horrible?

Pasé siguiendo órdenes, había perdido el contacto con Tania así que los siguientes años hasta llegar a la mayoría de edad decidí pasar desapercibida, fantaseando constantemente en que un día sería libre…

El día que cumplí 18 años comencé a salir con un grupo de amigas y así descubrí Zona Rosa, un lugar lleno de pequeños bares en la zona céntrica del Distrito Federal, la gente parecía más suelta, y despreocupada, dejé de usar faltas y me comencé a vestir como a mí me gustaba con camisas muy grandes, mezclilla y las famosas Dr. Martens, la gente me veía feo, pero no me importaba, claro que en mi mochila traía un vestido y zapatillas para que al llegar a casa nadie sospechara.

Llevaba una doble vida, a mis padres y su círculo les hacía creer que ya me había “Curado” pero cuando salía mi verdadera yo podía tener unas horas para mostrar su personalidad, preferencias y creencias.

Una tarde en un bar cerca de Reforma, una chica comenzó a mirarme, sonreía y bajaba pícaramente su mirada, así se mantuvo durante un largo tiempo la situación hasta que con una cerveza Tecate en la mano se acercó a mí, me dijo al oído que la acompañara afuera… sin pensarlo salí, tomó mi mano y me dijo que camináramos un poco, al llegar al final de la calle, bajo un árbol metió su mano a través de mi pantalón y comenzó a introducir sus dedos en mí, me besaba y yo solo disfrutaba ese placer nunca antes sentido.

Comenzamos a frecuentarnos y en cada rincón de la ciudad buscábamos llenarnos de caricias y besos… una tarde calurosa en Chapultepec, Lucia me dijo que me amaba, la emoción recorrió todo mi cuerpo y me llevó a besarla frente a una buena cantidad de personas, todos ellos comenzaron a aventarnos cosas, a gritar “pinches lenchas”… un camionero se detuvo al ver lo que ocurría y nos golpeó con un bate, el bochorno, los gritos, el bullicio de la situación hizo que llegara la policía, entrevistó a unos cuantos y  sin pensarlo nos llevó al MP, los cargos no me quedaron claros pero era algo así como exhibicionismo en vías públicas, violencia con arma blanca, alcoholismo, etc.

Ahí encerradas en los separos, con miedo, fuimos agredidas nuevamente ahora por la policía, “Te la voy a meter toda para ver si así te haces mujer” “Estás marranas recibirán su castigo” “Deberían estar aprendiendo a cocinar”

….

Ahora tengo 40 años, estoy sola, triste, abandonada por mi familia y lo único que me pregunto es ¿A quién tengo? Claramente Dios si es que existe nunca estuvo conmigo, la sociedad no aguantó a dos mujeres que se aman, mi familia me puso al olvido para no convivir con una anormal, ¿Cómo puedo vivir con tanta angustia? ¿Cómo puedo aceptarme a mí misma si los demás no lo hacen?

¿Quién creo estas leyes que no permiten a la gente ser lo que se es? ¿Quién me dejó sufrir tanto? ¿Quién me ayudará a encontrar nuevamente un camino? ¿Seré algún día una buena mujer? ¿Dónde está ese dios que en su reino y en las leyes de la tierra castiga?


Ivette Estefany Fernández Espinoza es licenciada en Criminalística, trabajó como perito en Criminalística de Campo en la Fiscalía de la CDMX,  ha impartido cursos de Cadena de custodia y Procesamiento del lugar de los hechos. Actualmente estudia de Psicología en la Universidad del Claustro de Sor Juana y es practicante en COAPSI.

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