por Carolina Castellanos
Cuando vives en pareja aprendes a convivir con esas cosas que no te gustan. Por ejemplo, la decoración de su casa, los cuadros de su cuarto, las sábanas y los adornos. Las lámparas, los muebles y la distribución de su familia en las fotos familiares. Cuando vives en pareja aprendes a encontrar un huequito dentro de ese espacio ajeno, dentro de las discusiones entre su papá y mamá, de las críticas o chistes de sus amigos.
Estar en pareja no es fácil. Te enfrentas a una persona con una educación distinta. Conoces a sus papás, hermanos, hermanas, tíos, abuelas, primos, y te aceptan aunque sabes que eres juzgable. Lo sabes porque convives con ellos y escuchas las quejas de la esposa del hijo tal, que si el nieto tal, que si es un huevón, que si es un envidioso, que si su esposa lo trata no se qué. Y sabes que dentro de esas críticas estás tú pero también están ellos y ellas y cada uno aparece como pólvora en distintas conversaciones a lo largo de las reuniones de la vida familiar. Hasta que muere la generación y quien te recuerde, solo conoce tu nombre. Pero no sabe nada de ti y no tiene por qué saberlo.
En pareja no solo convives con cosas físicas. También con olores. Por ejemplo, un cuerpo desnudo y limpio, o sucio, o recién levantado de la cama o después del sexo. Conoces el olor salival, el sabor del semen, la textura de su piel y el olor de su cuello con un perfume, y otro, y otro. Reconoces cuál de ellos se lo dio su papá y cuál olor lo aprendió de los olores con los que ha crecido. Reconoces sus movimientos y expresiones. Sabes que toma mucha agua después del sexo y él sabe que tú tomas menos y que a veces te da mucha sed. También sabes cómo excitarlo y si tienes suerte, él también. Conoces su cuerpo logrando responder a la pregunta ¿ qué día empieza a brotar el cebo de su cabeza? o reconoces cuándo fue la última vez que se rasuró. Conoces sus manías, su nerviosismo y aprendes a convivir con eso. O más bien tus manías se entienden con las suyas.
Vivir en pareja es algo que se aprende viviendo en pareja. A diferencia de mi tía que se casó con su marido después de asegurarse que sus suegros seguían casados –porque algunas personas solo se guían si los padres de su esposo siguen juntos–mi visión es un tanto distinta. Sé que si los papás de alguien siguen juntos no significa nada, mas que probablemente han querido separarse desde hace mucho y que quizá alguno tiene su mistress. Todo eso pertenece a los secretos de los padres y al silencio que queda en las reuniones familiares cuando no están lo suficientemente ebrios para entregarse a sus deseos o confrontar sus desilusiones. Eso es secreto. Solo lo ves cuando estás con la otra persona.
Viviendo en pareja, desde lo aprendido en casa, está comprobado que los momentos difíciles son causados por la presencia familiar ajena, pues termina siendo, en algún punto, una molestia, la causa del divorcio. Claro que hay otras razones, por ejemplo el cansancio, el aburrimiento, la soledad de uno mismo y las ganas de deshovar tus manias en un cuerpo ajeno que te mire y te escuche con interés y curiosidad como se suele hacer en las primeras citas. Sin embargo, más allá de los pretextos, lo que termina o hace terminar a una pareja son los bloqueos infantiles que regresan como amigos para desprendernos de nuestro presente regresándonos a los caprichos traumáticos de la vida infantil. Eso es lo que pasa. Y la familia es un trauma. La familia de uno y la familia de la pareja.
Yo no creo en los matrimonios felices ni duraderos. Solo creo en las parejas que aprenden a convivir y están relativamente cómodos con eso. Creo en las parejas que de vez en cuando se enamoran de alguien más y que a veces se enojan entre sí. Tampoco me voy al extremo de pensar que porque llegan a la violencia son una pareja honesta, no. Esas parejas solamente son violentas. Pero incluso puede ser que no quieran serlo y son deshonestos ante sus propios comportamientos.
Ahora que vivo en pareja busco espacios para hacer lo que me gusta. Por ejemplo, escribir esto mientras él me mira y me sonríe con amor y limpia la cocina y prepara la comida. Y para ser franca, no es que vivamos juntos. Más bien creo que todo esto en pareja es algo así. Nosotros estamos juntos durante esta semana porque el bicho este nos distanció un poquito.

Carolina Castellanos. (Cancún, 1996). Es estudiante de comunicación en la Universidad Iberoamericana y considera que es difícil escribir una biografía personal porque la vida está hecha, como escribió una vez Lichtenberg, de puros instantes. Y pues a falta de excentricidades cotidianas, sus escritos representan una «autobiografía de instantes» de la imaginación y de las lagartijas. Ha publicado en sitios como Perro Crónico o Cuentos Fósforos.