por Francisco Alberto Gutiérrez González
El cuadrilátero es una isla solitaria después de la lucha. En silencio, entre olores de palomitas con mantequilla y sudor rancio; la “Arena México” se convierte en un limbo alterno entre la vida y la muerte para los pugilistas. Los luchadores, actores incansables de fiereza heroica, ídolos dignos del coliseo (aunque la “Arena Coliseo” sea más pequeña) a menudo utilizan el recinto como oráculo para esclarecer sus más profundas dudas. Como en la antigua Grecia a la plaza de Atenas; e Imitando a los grandes maestros griegos en los relatos platónicos acerca de Sócrates, se pierden en disertaciones filosóficas para darles forma y sustancia a sus personajes intentando resolver dudas existenciales acerca de la forma de sus máscaras. La plaza de Atenas…lugar donde los filósofos iban a construir sofismas en busca de verdad: ahora es la Arena México, dominada por un grupo de enmascarados con miedo a mostrarse la cara, ¡booo! ¡Te asustoo! Piensan al mirarse el rostro en el espejo.
Ahí localizadas, suspendidas en un lapso atemporal se encuentran dos máscaras intentando descubrirse. Dos máscaras lanzándose preguntas que dejen ver más allá de lo evidente. Dos máscaras que invocan al ojo de thundera intentado rastrear su humor humano, que buscan tocar nervios sensibles, buscando debilidades ¿Qué es lo que se espera ver cuando alguien se esclarece?
En lucha libre ver la cara de tu oponente es el mayor de los bienes… detrás de la máscara hay carne y hueso, hay rostro y facción, hay esencia humana invisible a través de ella, hay claridad. El oponente queda expuesto, visible. Por eso es tan importante para los luchadores obtener las mascaras de los rivales. Una vez perdiendo su máscara el oponente es más vulnerable, se sabe en desventaja, por transparente… al luchador solo le queda la cabellera para ocultarse… la cual ocupara inmediatamente el lugar de la máscara como tesoro más preciado. Perdiendo la cabellera no hay más, solo queda la vergüenz, el retiro es inminente, como en la vejez la calvicie anuncia el paso de la gloria, en lucha libre la pérdida del cabello representa la derrota.
—Ontológicamente ¿Qué es ser rudo? —Le pregunta Abismo negro al Tinieblas. El señor oscuridad, intentando poner todos sus años de experiencia en el pancracio, le responde llanamente:
—principalmente no ser un técnico. —
A repuestas vagas, oídos sordos… el pupilo inexperto, dulce oscuridad ensanchándose en un cuero pequeño, no puede ocultar la inocencia de sus ojos de plato, testarudo y atolondrado, lanza una duda necia y por tanto castigada por todos los filósofos enmascarados… y… con cara de caricatura japonesa extasiada, pregunta:
— Y ¿Qué es no ser un técnico? Tinieblas-san —
El golpeteo de la necedad le retumba en los tímpanos. La gesticulación del hartazgo se hace presente en su cara que responde como síntoma con la parálisis facial, los ojos en desorbitados hacia arriba y el pestañeo tembloroso de tic nervioso que acompaña a quien está oyendo una idea repetida un millón de veces a la que el hastió ya toma por asco. El tinieblas, oscuridad consumada, negrura espacial y cósmica, abismo que ya se lleno de lo que se llenan los abismos; Responde:
— como definir ser rudo es fácil: ir sobre el rival como una bola de demolición. No darle tiempo para defenderse. Saltarse todas las reglas. Causar dolor con la victoria como único fin y por encima de toda ética. Ser un ente perverso. Ser oscuridad total. Ser un vacío cósmico. Y, principalmente, no ser un técnico.
Las palabras dadas caen como trueno, un trueno rompiendo el himen de una flor no lista para abrirse a recibir los cálidos rayos primaverales que todo rejuvenecen y fertilizan, la flor de la ignorancia esperando ser iluminada por el sol de la verdad; que linda es la fotosíntesis cuando la luz se convierte en alimento, la luz que todo sana, abismos y tinieblas se vuelven praderas y llanuras con tanta vida que es imposible negar su vitalidad. Todo florece, incluso máscaras yermas y resquebrajas pegadas a cueros resecos.
Las palabras dadas suenan como tambores de guerra, son más una sentencia que una respuesta, “maquina aniquiladora…ra…ra…”. Se repite el eco mentalmente en este abismo, abismo negro, maquina aniquiladora de luz engulléndola en sus profundidades, pozo sin fondo ebullendo en un cuerpo lleno de aire.
Que desgracia. Qué carta tan dada e irrevocable. Un monstruo sin rostro, condenado a deambular preguntándose ¿Quién es en mi siempre o a veces? ¿Qué es ser rudo si no una maquina aniquiladora? Qué es ser rudo sino ternura reprimida y negada al paraíso de la bondad técnica. Los técnicos personajes míticos de benevolencia inagotable, los técnicos realidad inversa, vórtice dimensional en donde los valores del “ser-abismo” y “ser-tinieblas” se recrean y transforman en “ser-luz”, «ser-llenura-firme-florecida», “ser-santo” y “ser-místico”. Esos y no otros, los técnicos, son la prueba de la pureza negada…ontológicamente negada desde el inicio de los tiempos y de la lucha. Sí, ellos son los responsables de que las palabras suenen a sentencia y no a respuesta. “Ser-rudo” es “no- ser- pureza” es “ser-abismo-negro” el pupilo del tinieblas por fin se entera y languidece de tristeza y furia.
— ¡Malditos técnicos! — masculla este abismo con el resentimiento de quien ve la vida pasar ante sus ojos sin poder intervenir—Maldito el Santo y el Místico, y el Santo Jr. Y todo su linaje santificado y los que estaban antes y los que vendrán después a intentar llenarme de luz y bondad, los que intentarán hacerme otro y convertirme “explanada- blanca” y abandonar este abismo que me llena y me consume al no conocer saciedad — Eso masculla y mientras piensa en su desgracia, algo le brota como traído desde una realidad alterna en donde se planean los actos antes de llevarlos a cabo, como desde el mundo de la ideas de platón o desde la extrañeza de los fenomenólogos, desde la metafísica a lo físico y a la existencia; Masculla, masculla y rechina dientes… aullando a la negrura de su abismo la tristeza de no ser santo.
Parpadeante y perplejo con el pestañeo típico de quien busca comprender algo que no le encaja, este abismo lanza otra pregunta necia a las tinieblas, buscando ver la luz reveladora.
—Y ¿quién nos dijo lo que es ser rudos? tinieblas-san y ¿por qué ser rudos nosotros y no otros, los técnicos por ejemplo?
Las tinieblas se pierden en la negrura de las preguntas en el abismo… que in-certera es la duda cuando no puede formularse en una cuestión. Preguntas agudas revolotean su fondo, como quien revuelve un estanque con petróleo o chapopote con las manos y sale con los brazos tintados y sucios. Tinieblas-san, intentando aclarar la duda de su pupilo interioriza la congoja y angustia del abismo en la pregunta, para articular una respuesta sincera. Nota que el fracaso solo se vive en la dualidad de caer del otro lado de la moneda. Tinieblas-san… piensa en la sustancia de la existencia repartida en un abanico de binomios que se contraponen… piensa también en la existencia del mal y el bien, quizás como el binomio más representativo en la vida de los hombres. El ying y el yang repartiendo papeles y roles desde el origen de los tiempos, cuidando no mezclarse entre sí pero lo suficientemente cerca el uno del otro como para notar su presencia e incomodarse. Une palabras, piensa conceptos, articula discurso y emite:
— Verás, abismo mío. Pupilo querido, llamarada consumiéndose por la flama de la duda. Agujero pletórico y rebosante lleno de preguntas. ¿Cómo te explico?, ¿Cómo?, Si el determinismo es en realidad un juego de azar sujeto al contexto de dos bandos, los rudos y los técnicos, en el que nada tienen que ver nuestras decisiones ni elecciones. Negrurita mía, escucha, digamos que en el principio alguien en algún sitio tenía un cubilete con un dado que en cada lado tenia las mismas dos figuras, la técnica y la ruda, una por cada bando…ese alguien te observaba como quien piensa su próxima mano de póker. De modo que antes de que tu llegaras al pancracio y decidieras ser luchador de manera profesional, ese dado ya había sido lanzado sobre la mesa de juego por ese alguien, la mesa es una metáfora de tu vida, tu destino ya tenía un rumbo, eres lo que eres por tu esencia que se encuentra de manera sustancial en tus acciones. Alguien o puede ser que tú mismo en abstracto lo ha decidido así (puedes creer lo que quieras). De modo que al momento de entrar a esta arena, la majestuosa “Arena México”, al momento de dar un paso adentro de este oráculo luchístico, todos nosotros vimos de inmediato a tu rudo interior, tu rudo interior está marcado en tu semblante como una estampa escandalosa que quisieras arrancarte pero te identifica a simple vista, te delata desde antes de emitir palabras, hay que saber leer a la gente me decía mi padre cuando era pequeño. Ama tu cara ruda, no intentes arrancar algo que tienes impregnado en la crisma, lograrlo sería arrancarte el rostro y la piel, quedarías desollado, porque tu rudeza se representa en cada uno de tus movimientos y gestos, cuando vuelas desde la tercera cuerda y engulles a tu oponente dentro de tus profundidades, es la rudeza y violencia de tu vuelo lo que te hace “ser-rudo”. Por más que comprendas lo que es “ser- técnico”, te maravilles ante sus hazañas heroicas y te conmuevas por su fortaleza, nunca podrás llegar a la paz de su gloria, porque no eres y nunca serás el héroe, sino el villano—.
Abismo negro, colapsado por su verdad irrevocable, fatigado por tratar de entender los trucos de azar, de pronto, siente un palpitar por dentro, el tamborileo de la presión sanguínea punza en sus sienes, una descarga eléctrica va erizando cada uno de los poros capilares haciendo estática, la piel de gallina se hace presente, la vista se le nubla, la respiración se agita, el ritmo cardiaco es la aguja de una máquina de coser cuando se aprieta el pedal hasta el fondo, Shock..shock… ¡panicooo! Pánico es la palabra que define a la respuesta de su mentor, un pánico paralizante, el pánico como un trance catatónico. Un trance que lo desmorona a nivel atómico, cada electrón de su cuerpo tiene miedo, la nausea de Sartre sería un mal chiste intentando explicar su situación actual, un trance del que si se sale ocurrirá una resurrección. De pronto algo llega a su cabeza, primero como un rescoldo de algo luminoso, luego como un destello y finalmente como un rayo de luz. ¿Por qué ser técnico tiene que ser mejor que ser rudo? La esperanza coquetea con un cambio de visión del mismo horizonte, la luz es otra pregunta necesaria, necia hasta las trancas pero necesaria, así que con congoja, tímido y con miedo de desatar la ira de su mentor se atreve a preguntar otra inocencia.
— Tinieblas-san , perdón por mi atrevimiento y no es que yo pretenda dejar de ser lo que soy, ni ponerme por encima de sus enseñanzas, pero, ¿quién nos dijo que “ser-tecnico” es mejor que “ser-rudo”? ¿Qué es ser técnico tinieblas-san? —
Tinieblas, ya más oscuro que de costumbre, fatigado de tanta duda y con poca idea de cuáles son las respuestas a las preguntas del abismo, articula lo más definitivo a la definición que le exigen. Después de esta respuesta, lo siguiente que recibirá este “black hole”, será un sillazo en la espalda con la silla que está debajo de ellos, una silla de utilería , que se quedo ahí de la lucha anterior para reivindicar su condición de rudos.
—¡¡¡LOS TÉCNICOS, LOS TÉCNICOS, LOS TÉCNICOOOOS!!! —
— ¿Qué es ser técnico? Fácil: como las crisálidas que guardan algo horrible dentro… ser un monstruo de lucha que en vuelo se convierte en algo bello. Representar la magnificencia de la bondad desplomarse desde la tercera cuerda y en la embestida dejar pegada una etiqueta beatificadora en el rival, que al levantarse estará rehecho y purificado. Abrir las alas como mariposa o ángel para después lucir aureola sobre la cabeza. Ser un santo plateado, un Cristo mártir, una supernova eyectando luz iluminando el costado de una galaxia cada vez más llena de sombras, ser paz y nobleza como etiqueta de presentación, ser esperanza pensando que el mal puede ser transformado en bondad si se le da un golpe certero, y, fundamentalmente, no ser un rudo. —
El pequeño abismo finalmente lo entiende pero no le cuadra, ser técnico parase bastante aburrido, y de pronto, como quien con solo ver los planos ve la obra negra terminada, tiene la epifanía, sabe lo que ocurrirá. La silla esta coqueteando estática esperando definirlo, por fin . Observa a su maestro, con expresión de misterio y miedo. Su maestro ha tenido la misma revelación y le mira con una sonricilla cínica, se leen la humanidad bajo las máscaras, el plan de lucha ya ha sido trazado en sus mentes. Esto pasará a la velocidad de los reflejos gatunos, el que tenga la mejor garra saldrá victorioso. Los dos miran la silla como si fuera la última albóndiga en un plato de spaghetti compartido, la competencia terminará en un pardeo. Es un momento decisivo, el abismo lo sabe y el cuerpo le tiembla…la escena vista desde fuera, es como observar un duelo en el lejano oeste, las manos más rápidas podrán la bala en su sitio, El abismo mueve su brazo a una velocidad antinatural, en una torsión como de máquina revolvedora toma la silla y se levanta, el impacto es inminente, las tinieblas son el blanco y están muertas de miedo. Tinieblas-san lo mira hacia arriba sentado aún en el cuadrilátero. Intentando huir se baja a la explanada y se para frente a las cuerdas, ve al abismo subir la primera, la segunda y la tercera cuerda como si fueran una escalera de resortes, el salto sucede de inmediato, ve descender al abismo en vuelo en cámara lenta, la silla brilla con la luz de los reflectores, sabe que está acabado, cierra los ojos, se oye un golpe seco y metálico que hace eco en la arena, las tinieblas se iluminan y se apagan con el impacto, caen noqueadas al momento.
La cabeza del tinieblas está ensangrentada, el abismo se le echa encima y lo pone a espaldas planas. 1…2…3 palmadas, la lucha termina, el alumno siempre supera al maestro, lo deja fuera. La ley del más fuerte es universal, comprende con la práctica que eso es “ser-rudo” no respetar nada, ni a nadie, sabe que le ha tocado la mejor cara de la moneda, la más realista en un mundo de competencia. Que aburrido ser técnico se repite mentalmente. Nublado por el frenesí y la adrenalina, agarra aire y se llena los pulmones, observa al tinieblas noqueado en el suelo, se levanta… y como un animal que ruge para mostrar su poderío grita:
—¡¡¡LOS RUDOS…LOS RUDOS…LOS RUDOOOOOOOOSSSSS!!!—
El eco sale disparado del Ring en todas direcciones, pasa por las butacas y atraviesa las puertas, cruza la calle, algo así como una peste que avanza silenciosa e invisible contaminando las avenidas. Afuera nadie lleva máscaras pero el mundo es una lucha, los técnicos no tienen lugar en la realidad, son pura teoría beatificante, la moneda ha sido lanzada, la cara siempre cae del mismo lado, —LOS RUDOS… LOS RUDOS… LOS RUDOOOOOOSSSS!!! — Vuelve a gritar alienado, el abismo lo entiende para siempre y se sienta a esperar que las tinieblas despierten.

Francisco Alberto Gutiérrez González (1989) Nació en Hermosillo, Sonora, México. Es estudiante de lingüística en la Universidad de Sonora. Ha publicado en distintas revistas: Hayaza No.20 (2016) del departamento de letras y lingüística de la Universidad de Sonora; Revista Mala Palabra No.0 (2016) bajo el seudónimo de Mr. Muerte; Revista La Nave Errante No. 1. (2017). Ha sido publicado en varias revistas en línea de poesía nacionales e internacionales, entre las cuales se encuentran las revistas “Revista El Humo” “Hologramma” ”Digo.palabra.txt” “Revista Cantera” “un 17 de marzo” “Revista antagónica” “Revista Shandy” “el coloquio de los perros” “Pez banana” y pertenece a la antología en línea “Poetas del siglo XXI”. También ha colaborado en varias ocasiones en la organización y lectura de obra literaria en el encuentro anual de escritores Horas de Junio, organizado por la Universidad de Sonora (2012, 2013, 2015, 2017). En 2012 perteneció al movimiento poético sonorense “Los poetas del fin del mundo” con el que coexistió en inquietud literaria todo ese año. Actualmente es editor de la revista de literatura en línea “La máquina parlante”.