por Ezequiel Martínez
Los hijos de todas las madres fabrican la humareda de rumores –mientras germinan las premisas de las golondrinas y enésimos desabridos bizcochos agotan los centavos de un asalariado- ¡y nos seducen como sus alaridos al hacer de mi nombre una gárgara celestial!
Luego de admirar la conjunción lograda por árboles y avenidas, ¡qué atrocidad es rememorar nuestra omnipresencia! Si tan solo pudiera degustar la belleza en mis alrededores y en mis periferias…
En sus milagros, raciones hartas de cólera; los corazones -que se amamantan de mi tacto- eyaculan desamparo. ¿¡Jarabe o compasión!? Si tan sólo pudiera degustar la belleza en mis alrededores y en mis periferias…
Antaño ¡Oh!, agraciado latido.

Ezequiel Martínez. Argentina (7 de febrero de 1999). Resido en Ensenada, Buenos Aires. Tengo 22 años recién cumplidos. Estudiante de la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).