Mas no desenlace

Mas no dijimos adiós
dejamos las palabras
retorciéndose en el suelo
hicimos una pausa
entre esta madrugada y el siempre
nos asimos de las manijas del reloj,
convencimos a nuestros pechos
que éste no era puerto de despedida,
pero sin querer derramamos las señales de retorno en suelo agreste
-temo que allí no van a germinar jamás-

hubo introducción, nudo
mas no desenlace,
la cuerda del tiempo
desató la mudez

Sembrada quedó
una tenue luz
un hito inamovible
una frontera minada
un niño ahogado en la orilla del mar
pues sin las palabras de rigor
esto es apenas una pausa,
tal vez indefinida,
en esta tierra de bocas
sembradas en el asfalto,
en este humedal de lenguas
todas tuyas, todas mías
pero
que ya no se tocan más.

Terrón de soledad

Hay un mundo en llamas
en cada rincón de la tierra
un paraíso sumergido
debajo de cada charco
que adorna estas calles

estas ahogadas letras
lo saben muy bien
por eso emergen ya sin aire
de esos inmensos espejos de luz
y se abrigan dentro
en un pedazo de esta alma
que vaga como marinero bengalí

Cada palabra recorre una turbia tarde,
se encadena y tira al mar ,
aferrada a un ancla que nunca toca fondo
y en la orilla, desnudo de esperanza,
rodeado de un horizonte que se aleja silencioso,
no soy más que un terrón de soledad
que clama auroras por venir,
para ver en el llano una hoguera,
mejor si gigante, mejor inmortal
o al menos una brisa de brasas
que alcance a calentar
estas manos de alquitrán
que parecen huir
sin dejar casi rastro de sí

sé que un rumor de cenizas
se acerca desde adentro en mi ausencia de sol,
soy un árbol que nace regado con lágrimas y cantos

que morirá de pie sabiendo que no hay presente alguno,
que todo instante debe ser incendiado
para ser abono de madrugadas
donde finalmente habrán surcos y pastizales ardiendo
desde donde gritar al futuro
¡mi corazón es ya un puente hacia el abismo!

Llenos de pólvora

Ya vendrá una linda balacera sobre toda la ciudad.
Cuatro pesos de propina – La balacera

Cuando la ciudad quede en llamas,
salpicadas de hollín las catedrales
harán mutis como zaguanes,
ninguna sotana o palabra sacra
levantará la voz
para que la agujeren nuevamente

No serán más las esquinas
nidos de solitarios y mujeres
que pendulan sus diminutas gracias
y que mutuamente secan sus cabellos
de lágrimas y barro
a punta de lengüetazos
y canciones de cuna
habrán señuelos
barricadas
escondrijos
desde donde apuntar
a todos los miedos
y a las voces que se estrellan
en las paredes del estómago

Debajo de los escombros
de estos oxidados edificios,
apenas quedarán certezas en pie,
simples, ínfimas, urgentes
y también los calcinados cueros
de las bestias del silencio

cuyas mandíbulas cuelgan
y huelen todavía a vergüenza

Estarán aún calientes
y sonrientes
los casquillos de las centenas de miles de balas
que usaremos para demoler
hasta las catacumbas
y mucho más abajo
los cimientos de esta ciudad
porque cuando el humo se disperse
estaremos nosotros en pie
con los dedos llenos de pólvora.

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