Nirvana

La insoluble penumbra de la huida
aún embiste mis pasos.
Los amaneceres se apagan,
fui nube de otro cielo.

Mi rostro anhela renacer
en la mirada de un sonámbulo.
Pretende aligerar este equipaje.
Navega hacia las tinieblas.

Aposté mi cumbre
y me ganó el abismo.
No pediré muerte
sino tregua;
mi cuerpo será palabra.

Despierto en el estero del oráculo,
enfrentaré a los dioses
con los párpados cerrados.

Sombras viajeras

La noche dibuja las Cruzadas
vigilan mis madrigueras
abofetean mis desvelos.
Se apresura el galope de los viajeros
desenfundo la espada,
mis victorias son cantos de muerte.

Si el delirio no es ajeno a la travesía,
¿temeré las estocadas sobre mis sendas?
¿Perduraran el miedo y la herida?
Espantaré las sombras de Lord Byron
mis pies desamparan huellas en el fuego.

Contemplación

No sé si la devoción
es grito o plegaria
en medio del esplendor
que enmudece
el eco sordo de mis pasos.
Si mis andares
han sido la huella,
un símbolo desposado
con mi propia imagen.

¿Contra qué me enfrento,
si no es contra las brumas?
Una luz libera
los crepúsculos
de mi canto.
Mis cenizas
-himno a la osadía-
derrumbarán
estas murallas.

Atravieso ciudades
donde el humo abandona vestigios
de un tiempo sin regreso,
noches sin ceremonias
angustias cambiadas por promesas.
Contemplo una ruta,
una huida
«y aires de nacimiento me convocan»

Penitencia

Tus labios cortan los hilos
de mis heridas.
Despojo la vestimenta manchada,
logro enmendar el sudor de este ruego.

Rescatemos esta insidia
elevándonos uno al otro.

El tiempo despierta
mientras el perdón nos besa
en la cúpula del ocaso.

Entonces el polvo se volverá sangre,
justo donde el fuego renace
más allá de nuestras rodillas.

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