por Giselle Lucía Navarro
A pocos días del natalicio de Kafka sus palabras vuelven a repetirse sobre mi cabeza: “Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara ¿para qué molestarnos en leerlo?”. Y es exactamente ese puñetazo lo que busco mientras leo. Así fue como conocí a Ángelo Néstore, un poema suyo llegó a mí por azar y el instinto me hizo buscar. Aunque nos unen ciertas preferencias literarias, entre ellas la impronta kafkiana, no conozco al poeta, pero lo que he leído de su obra basta para que me den ganas de penetrar su mundo con mi abrazo. Estas son las cosas que me inspiran a hacer entrevistas y reseñas en el poco tiempo que deja la escritura, conocer la voz del otro y hacerle el espacio que merece.
Ángelo Néstore nació en Lecce, al sur de Italia, en 1986. Actualmente reside en Málaga, lugar al que llegó a los 21 años para estudiar castellano. Además de poeta es performer y profesor del Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga. Co-dirige el Festival Internacional de Poesía de Málaga Irreconciliables y es director editorial de la editorial de poesía Letraversal. Ha publicado Hágase mi voluntad (XX Premio de Poesía Emilio Prados, Pre-Textos, 2020), Actos impuros (XXXII Premio de Poesía Hiperión, 2017), traducido al inglés con el título Impure Acts por Lawrence Schimel en la editorial neoyorquina Indolent Books y Adán o nada. Un drama transgénero (Bandaàparte Editores, 2017). Con dieciocho años se alzó con el Premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Concurso Nacional de Teatro Vittorio Gassman de Roma. Sus últimas obras teatrales son el monólogo en homenaje a Gloria Fuertes Esto no es un monólogo, es una mujer (autor y director) y la pieza en solitario Lo inhabitable, en la que dialogan poesía, teatro y performance. En 2018 se le ha otorgado el Premio Ocaña a su trayectoria poética en el XXI Festival Internacional de Cine LGBT de Extremadura.
Tras leer algunos textos de sus dos últimos libros, no solo percibí una voz fuerte, profunda, sincera, la voz de un individuo seguro de sí y de su palabra, también pude escuchar las voces que se acoplaban sobre él, voces recogidas de las durezas adquiridas por la propia circunstancia de la vida, y recreadas por él con paciencia y cierta dulzura.
La familia como punto de partida. El ser humano como punto de equilibrio. Lo autorreferencial aquí no es la marca de un poeta cómodo, sino de un poeta valiente. Exponerse y ser objeto de estudio. Ser coherente con cada verso. Ahí está el ejercicio de su resistencia, la raíz que hace que su palabra no se quede en el papel y fluya.
No es Ángelo quien se retrata a sí mismo entre esos poemas, es la propia naturaleza humana la que media en cada instante, la pulsación de una conciencia social deshabitada por algunos, tan cierta y ineludible como sus palabras. Limpieza y concisión llenan de frescura un verso en el que también asoma un diálogo político necesario. La resistencia del amor sobre el odio.
Su poesía tiene la suerte de contaminarse por el teatro, y habitar la riqueza de su gestualidad. Lo inhabitable es habitable. La nada no es una estructura vacía. ¿Acaso es una estructura? Lo corporal, lo reflexivo, lo rebelde, lo anecdótico, la madre, el padre, el sexo, los roles, el género, la religión, el emigrante, el niño, la niña, el espacio, el interior, el espejo… son fragmentos de una expresión poética que se destruye para construirse. Resiste lo que no se nombra.
Su diálogo entre la masculinidad y la feminidad, me recuerda una frase de Poullain de La Barre al referir que la mente no tiene sexo. Las fronteras, los espacios y las etiquetas las hemos creado nosotros. Hay un discurso al borde de todo lo impuesto. El límite que transgrede, que transforma, que interroga, que molesta, que golpea…es siempre más real, más interesante.
Insepulto Mi madre compró un nicho en Italia y me dijo: aquí descansaremos los dos con tu padre. Y, de repente, imagino su cráneo apoyado sobre mi cráneo, refugiados en la madera del árbol que nos vio nacer, y le sonrío. Su esperanza me roza como una caricia para que un día deje España y vuelva, la suya es una promesa de amor eterno. Pienso en mi madre, en mi padre y en mí, convertidos en polvo, una familia sin descendencia, mediterránea, unida en la muerte como nunca lo estuvo en vida. Algún día el conserje barrerá las flores podridas, nos dejará desabrigados frente al mundo, mirará el nicho e intuirá nuestro amor en la foto familiar con fondo blanco entre tanto hueso desnudo, igual de seco, igual de blanco. Si lo pienso un nicho es la utopía perfecta: sin hombres o mujeres, todos extranjeros. Guardamos un mundo ideal dentro, en nuestros huesos, pero tan lejano. La tumba es el modelo de familia definitivo. Deberíamos meter todos la cabeza en un nicho hasta que deje de dolernos el mundo. (de Hágase mi voluntad, Pre-Textos, 2020)
Sección de caballeros Yo sé que existo porque tú me imaginas. Ángel González Yo soy hombre porque tú me nombras. Si tuviera un cuchillo, sin embargo, partiría mi cuerpo en dos como un pescado y cogería tu mano para llevarte a los lugares más fríos y más íntimos de mi interior. ¿Te sorprendería ese corazón helado y hueco que imagina el calor de tus manos? ¿Ese cuerpo de hombre muerto, aún por construir? (de Hágase mi voluntad, Pre-Textos, 2020)
Cíborg No me busques en la mitología. No me busques en la historia. No me busques en la ciencia. No me busques en la religión. Lo que ocurre a mi alrededor está escrito, pero no me nombra. Me dejo ser carne que se abandona a ser carne y nada más. Por eso he decidido dejar atrás el brillo de esta barba, salir del género para que no me toques. En mi lámpara de noche encuentro toda la luz que necesito. Cuelgo mis fotos del revés, para que tuerzas un poco la mirada. Y mientras buscas en mis ojos la tristeza, yo ardo. (de Hágase mi voluntad, Pre-Textos, 2020)
E io chi sono? Por la mañana abandono mi sexo. Al atardecer vuelvo cuando me desnudo para entrar en la ducha. Mi madre siempre dice que tengo los hombros de mi padre. Con el vaho en el espejo el contorno es más ancho, más generoso. Dibujo una línea recta con los dedos, con la mano la deshago. En los ojos guardo la tristeza de las muñecas que jugaron a ser hijas y que mis padres acabaron regalando. El agua fría me trae a mi cuerpo, escondo el pene entre las piernas. Mamá, ¿a quién me parezco? (de Actos impuros, Ediciones Hiperión, 2017)

Giselle Lucía Navarro (Cuba, 1995) Poeta, narradora y diseñadora. Es licenciada en Diseño Industrial por el Instituto Superior de Diseño de la Universidad de La Habana y egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Profesora de la Academia de Etnografía de la Asociación Canaria de Cuba. Dirige el Grupo Literario Silvestre de Balboa. Ha obtenido diversos reconocimientos entre los que destacan el Premio Edad de Oro 2018, el Pinos Nuevos 2019 y el David de Poesía 2019 que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ha recibido menciones en los concursos internacionales Ángel Gavinet (Finlandia, 2012), Poemas al Mar (Puerto Rico, 2012) y Nósside (Italia, 2019). Ha publicado Contrapeso (Colección Sur Editores, 2019), El circo de los asombros y ¿Qué nombre tiene tu casa? (Editorial Gente Nueva, 2019). Textos suyos han sido traducidos al inglés, francés e italiano, y publicados en antologías y revistas de Cuba, España, Chile, Perú, Estados Unidos, México, Finlandia, Venezuela, Argentina, Puerto Rico, Italia, India y Bélgica.