LOTA A quién pudiera afectarle verte desaparecer. A quién, que este cuerpo y corazón de bronce detenga su traqueteo mecánico. A quién los barcos, los ruidos, el polen; si nadie volteó a mirarnos cuando a la tierra huérfana de la mano mesiánica se le fue privada de la voz. Pienso en la larva de los imperios del mundo. Oigo gemir, tras el reflejo de sus huesos en el pliegue marino, su quebrar de muelas: Pilpilco, enigma, cala vibra en la superficie del espejo. No sé si me importaría que me arrastraran tus aguas, que un niño tomara, de mis huesos, la semilla y soñara con un ojo en las nubes ver crecer un girasol. (de Los errores de nuestros padres, inédito). LOS GRISES DE BARRA (inspirado en los cuadros sobre la ciudad de Lota del pintor Osvaldo Barra Cunningham 1922-1999) Ante las contradicciones que ciñeron la espera las manos del pasado se abren, como cortinas por cuya sospecha respira el agua. El invierno es de un cálido abrazador, agarra mi espalda su anciano cuerpo y parece su frío jamás marchar. Desde el humo y la metralla de la barrena, chiflones, parque y sus fantasmas la ciudad se ahoga en un flujo salino. No me animo a pensar en cuántos perdieron aquí la vida, o en el pan desmigajado desde la piedra servido sobre la mesa familiar. Quiero esa arrítmica sonoridad de mi padre y su lectura, el fuego cuya sangre tranquiliza. Pero allí está el mar, lugar común de quienes claman la puerta escondida de los viajeros. Perdurarán en el ojo del Pacífico aunque cambien las cosas de lugar y el cielo se fracture contra la silueta de los árboles de acero. Aunque no logre sentarme en ese espacio (en ese muelle, o en ese parque), revivirán en mí cuando los busque y como en un óleo antiguo palparé la textura accidentada de la historia. (de la antología Palabras Necesarias, Valparaíso, 2020). HIJOS DE LA CENIZA Quiero que cuando veas el claro de luz no te ciegues, y recuerdes que hubo un momento en el que también fuiste oscuridad. Esta ceniza ciñéndonos los pies como los esqueléticos árboles son el vestigio del fuego, las famélicas figuras de metal es lo que fuimos. Hijo, quiero que entiendas tu poderosa flama como el elemento vivo, adoleciendo en la desazón y fluyendo en la expansión de tu existencia, y quiero que al ver el camino futuro reconozcas en ti los carbones consumados del sendero. Fuimos tomados, levantados y tirados al fuego, cortados de la infancia, quemados en la adultez, arrojados a la consternación. Seremos la ceniza, nos soplará el viento, pero aún por dentro no dejaremos de arder. (de Estirpe, 2017).

Alejandro Concha M. —(Lota, Chile, 1995)
Poeta, editor literario, miembro fundador del Movimiento artístico “La Balandra Poética”.Su escritura se caracteriza por tocar temáticas en torno a la identidad y el patrimonio cultural. Colaborador del equipo de edición de la revista “Sudras y Parias”, proyecto“ Crisálida Artes escénicas” y del programa “Por una educación poética para Chile”, donde participa como monitor en escuelas y en la coordinación de los “Festivales de poesía del Biobío”. Parte del equipo que organiza el “Encuentro poético internacional Pájaros Errantes”. Ha publicado el poemario “Estirpe” (2017) y junto a escritores de su zona la antología de escritores del carbón “Huellas” y la antología de escritores juveniles “Hilos Rojos”. Textos de su autoría han sido publicados en antologías, revistas y publicaciones en Chile y Latinoamérica, destacan Fragua de preces (Abra, España, 2020); Palabras necesarias (Viajero ediciones, Santiago de Chile, 2020); Me lo contaron mis viejos” (Fundación Cepas,
2016 y 2014); y Un mismo vuelo (ed. Universitarias de Valparaíso, 2014).
Fotografía por Guillermo Herrera