Estos poemas son parte de su poemario ¨Las Cortezas Cerebrales¨.
Maldad Las bestias que llevo adentro ya se mezclaron conmigo: raíces de un árbol centenario, gritos ahogados en mi casa de sustos, pasillos tenebrosos donde ni yo quiero caminar, eso son −así son−. Las dejo quitarme gota a gota la sangre y estoy segura de que no se cansarán hasta volverme un monstruo, quizá siempre lo he sido.
Síndrome de Ghosting Todos de alguna forma tenemos el síndrome de Ghosting. Huimos, hacemos del papel fantasmagórico algo tan común que se nos olvida que estamos vivos. Vos huiste de mí, de repente: no existías, no escribías, no besabas, no respirabas. Cualquier excusa es buena para borrarme como un garabato mal hecho del cual te sentís avergonzado. Imagino tus psicofonías como trozos de vidrio que pasan entre la carne. Y por último, lo único que queda es jugar con el teléfono mientras intentás hablarme desde la silla de al lado.
Literatura de supermercado El amor hay que traerlo como a una herida llena de sal o una roncha a punto de estallar. Anda lleno de curvas porque las líneas rectas no las soporta por mucho tiempo. Se ahoga fácilmente en la cúspide del pezón y cae en mi ombligo. Hay que verlo como el primer orgasmo donde se siente un renacer de algo desconocido, luego, ser adicto es la única salida. –Es ser esclavo más bien–. Colgarlo del llavero habitual para tener la fe de hallarlo frente a la parada de taxis. Dibujarlo en una banca de su color para reconocerlo antes y que nadie te lo robe. Al amor hay que soñarlo y meterlo por todos lados, porque es mejor unírsele que dejarlo al factor sorpresa.
I Usted y la neblina son de esas cosas que emborrachan y uno no hace por donde parar. He pensado inyectarme su neblina y pintarme de gris, quizá comprar una libra de frío e inhalarlo todo. Buscarme una noche congelada en alguna montaña suya, para que mis pies sean azules como el hielo, caminando en césped muerto. Como un limbo que me engaña porque me hace creer que si me pierdo usted y su agua fría son mejores que el Sol.
II Su neblina era perpetua. Decidió dejar pasar la luz, solo eso bastó para ahogarme y matar a golpes el témpano, hielo color sangre que reavivó otra vez. ¿Puedo retirar mis pies azules? Los quiero quitar del medio, usted no se merece los copos aguja que crecen en el zacate desangrado. Me llevo cada letra muerta, total lo estoy, y sus venas azules sirven para ahorcarse, más efectivas que una hebra de mi pelo. Déjeme caminar adentrarme en el volcán, quemarme en su plástico, tal vez así se me quiten sus espinas. Sus espinas son perpetuas, eso de la inmortalidad. es asunto suyo.
Johanna Picado Vargas, Cartago, Costa Rica, 1989
Escritora costarricense, publicista, máster en Comunicación Corporativa y Marketing Digital. Participó en el taller de poesía Tráfico de Influencias en 2013 del Ministerio de Cultura de Costa Rica. En 2019 publicó su primer poemario ¨Las Cortezas Cerebrales¨ con la editorial independiente Ediciones Perro Azul, que fue presentado durante la Feria Internacional del Libro de Costa Rica ese mismo año. Su trabajo se ha incluido en diferentes publicaciones como ensayos y revistas. Actualmente estudia canto lírico y trabaja en comunicación digital en su país.
Cinco poemas de CUARTO CRECIENTE POESÍA REUNIDA (Guayaba Ediciones, 2019)Las palabras
Las palabras no son de este mundo,
sino cuando caen a tierra
semejantes a frutos o demonios.
Vivir ha sido convocarlas.
Tengo una sola almohada,
un sólo respaldar,
pero cuido mi vaso,
mi risa;
en la espesura de las hierbas inclino mi cabeza.
Y también he llorado,
pequeña,
mal agarrada a la vida.
Mirad:
la belleza de un oficio me ha encorvado.
Maldición
El día, arco torpe, te ciñe.
Como una última paloma que se salva miras la soledad,
el surco de la luna donde ya no hay nadie.
Se aviva la cicatriz de los muros helados.
¿Dónde están las cosas que pugnaban por
formarse,
saltando ardientes?
Árbol segado es tu memoria.
Te has muerto varias veces:
si resucitas te volverás a morir.
Foco suspenso
Por primera vez un poco de calma.
No importa que esté aquí el insomnio
perseverando como un asunto de señoras
o como el sol que jamás se impacienta.
Oscuro es el ámbito del que creyó:
vuelve con sus seres crepitando.
Por primera vez un poco de calma.
Descubre esos rostros,
explora esos brazos,
círculo estrecho entre luna y tierra
que la mañana apaga.
Vuelve el insomnio:
voz que lee la noche
Me preguntas
Me preguntas cómo estoy
aún no he escrito el libro
tampoco ha crecido el árbol
no hay una noche ni día completos
más bien recorro
con una lagartija
a cierta hora las paredes
y llego a donde el mar dejó de ser una isla
hasta extender allí mi oscura inocencia.
Dolo
Debo encender la luz
y que inunde el verde rata.
Debo comer y no ser un garabato.
En mi bandeja, la maldad
deja caer su flor de plástico.
Debo quemar la flor,
comerme el incendio,
echarme a dormir aun sobre ceniza.
Selección: Byron Ramírez
Vilma Vargas Robles (Costa Rica, 1961) Realizó estudios de sociología, derecho, y literatura en la Universidad de Costa Rica. Ha publicado los libros: El fuego y la siesta (1983), Premio centroamericano Juan Ramón Molina del Ministerio de Cultura de Honduras; El ojo de la cerradura (1993), Editorial de la Universidad de Costa Rica con prólogo de Jorge Boccanera; Oro de la vida (1996) Editorial Macondo, prólogo de Isaac Felipe Azofeifa; El fuego y la siesta (2004) Editorial Costa Rica, prólogo de Yadira Calvo y José María Zonta. Quizá el mañana (2007) Editorial de la Universidad de Costa Rica. Letra espina (2016) Editorial Arboleda y Cuarto Creciente. Poesía reunida (2019) Guayaba Ediciones. Su obra ha sido publicada en las siguientes antologías: Voces indómitas o las poetas en Costa Rica, selección, prólogo y notas de Sonia Marta Mora 162 y Flora Ovares, Editorial Mujeres, Costa Rica, 1994. Sostener la palabra, Antología de poesía costarricense contemporánea, compilador Adriano Corrales Arias, Instituto Tecnológico de Costa Rica, Lunada poética, Poesía costarricense actual, compilador Armando Rodríguez Ballesteros, Ediciones Andrómeda, Costa Rica, 2006. Es cofundadora de Casa Poesía en el 202. Participó en el Primer Festival de Poesía en Granada, Nicaragua, 2005; en el Congreso de Escritores de Centroamérica de la Universidad Tecnológica de Panamá, 2005; y el VI Congreso de Escritores Latinoamericanos, organizado por el Instituto Tecnológico de Costa Rica, 2009. Ha sido invitada al Festival de Poesía de Sao Paulo, de la Secretaría de Cultura de Sao Paulo y de la UNESCO.
Luché cegado en la quimera de que el héroe era yo, cuando en esta batalla fui siempre el villano.
En la psique abolida y en el corazón estremecido poseo clavada hace muchos años una daga de oro. Me desangran las agujas del mismo desgastado féretro de siempre cuando me observo en el espejo de entre los frescos de la cúpula, —ennegrecida por el fuego de lo desconocido que inunda nuestro Santuario—, repta el terrible monstruo sin rostro abriendo las fauces mientras me engaño de nuevo creyendo que escucharé cantar a la sirena que le obliga a dormir, que me salva de sus garras adamantinas y de sus pálidos ojos que me atraviesan el alma.
—Bestia mucho más terrorífica aun sin metamorfosis para la sirena que el monstruo para mí—. Pero lo lograste domar cortándole dos cabezas, atándole las manos y los pies.
Lentamente me incinero entre rugidos y soy prisionero de lo que hice; enfriaste mis pútridos despojos apenas balbuceantes de tu nombre
—¡María, María, María!… —
y me acariciaste en tus fríos regazos de forastera donde indiferente ¡me apuñalas, tan cruel, sin importar nada, una, otra y otra vez! —no duele menos que la primera porque mi carne se regenera para ti amor mío—. Sería incluso un solemne y prodigio halago nombrar a mi vacío rojo una rivera, que poseída a las largas y viejas raíces de tu amor taló, arrancó y quemó sin piedad.
Pero la Bestia ha sido encarcelada en su cueva de la cual nunca regresará. Es por este fatal y venenoso pensar que entre el profundo silencio grito y en delirios desespero y tiemblo por el hueco sentir de mi amor ilusionado, vano, enajenado y supremamente inconsciente de que tú me amabas, como Dios, jamás podrá amar.
Ajedrez
El ajedrez es un lago en el que un mosquito puede bañarse y un elefante ahogarse. Proverbio indio
Como el otro, este juego es infinito. Jorge Luis Borges
En su libre albedrío la obsesión les obliga a que en su propia cárcel se encierren prisioneros a ser el padre Pan detrás de Siringa, intriga que no cesará ni con dones ni Don Dineros.
Fausto universo donde se templan dos cerebros por un mismo objetivo, interpretar a la Tierra, sepultan diariamente fructíferos enebros los pérsicos tres actos que ríen en la guerra.
Será obsesión mi vicio que anhela a campeón ser proclamado, en ébanos cielos y albos mares que en mi pecho jamás resecarán el ciclón, las horas mueren entre desvelos de jaguares.
Glacial espejo que nos castiga los errores de la cínica forma en que los cobra la vida sacándonos los ojos y aullando en los albores nos dará una coraza por la carne mordida.
Un puente es el tablero, a Cimeria, arena abyecta de cardos explosivos, de océanos fungibles y salva para atrás, de izquierda a derecha y recta soñando el marinero en sus olas ilegibles
a las bestias que emergen en divinos patrones. Cada columna y fila esconde una cruz impía que forman este ciclo infinito. Los peones en cada partida una incógnita, ¿cuál sería
inmolado? Cadenas en que endriagos renacen. Alfil, el ruiseñor de Artemisa y arco de Apolo. Cruzada torre, mamuts que arduas murallas hacen. Caballo alado, cruel, sutil y al que no controlo.
La reina tan monstruosa es feroz arcángel toro. Y el que nunca vendría de su gran paraíso, el rey, es un tal bufón con una corona de oro, si no nos viese ahí ensangrentados por el piso.
Esfinges poseídas, guardianes ciegos, mudos que en su patria el espíritu parálisis halla. Avanzan las espadas, avanzan los escudos dispuestos a extinguirse en el campo de batalla.
Temerario pensó en sacrificar la gigante, quemarla en el sangriento festín del medio juego al rey que invoca eléctricas ánimas pedante, mientras saltó el dorado corcel por entre el fuego.
Los escaques partir con anacondas letales trepando las columnas a en Kraken transformarse y el tórax constreñirle y quebrar las cervicales que obligue al retador moribundo a retirarse.
El prodigio es profeta en su don ávido y arcano que rige la estrategia y alza muertos en combate e imitando la cruda melodía del piano la orca nació en su táctica para el jaque mate.
—Contrario de sí mismo—, espada que no hace daño, es una gran tormenta, un desierto, un manantial, es una verdad y ¡ay! acertijo y mentira y engaño, un augurio, apertura, un desarrollo y un final.
Los olímpicos: Carlsen, Capablanca, Fischer, Lasker, Morphy, Alekhine, Polgár y Kasparov; supremos. Y el Gambito de Dama entretejer y la asidua Española y la inusual Taimanov.
El cisne de agua y el cisne de fuego se destrozan las alas por la gloria del lago cristalino y caen en la fosa y de nuevo se destrozan por la ambición de otra harta victoria en su camino…
el cisne de aire y el cisne térreo… son las hoces que miran una gota en un mar interminable y es vaga su ilusión de vivir en libres goces por otro dios humano y otro más, inexplicable.
Lovesun Cole, (San José, Costa Rica, 2000). Escritor, músico, actor y locutor, cursa Bachillerato y Licenciatura en la Enseñanza del Castellano y Literatura en la Universidad de Costa Rica. Participó en el Segundo Encuentro de Poesía Joven De Costa Rica (2021). Sus trabajos han sido publicados a nivel hispanoamericano por revistas como Santa Rabia Poetry (Perú), Casa Bukowski (Chile), Campos de Plumas (México), Azahar (España), Hiedra (México), Small Blue Library (México). Ganador del Festival Estudiantil de las Artes (FEA) del Liceo de Moravia (2019). Ha participado en diversos recitales para revistas como Nueva York Poetry Press y Cardenal. Estudió en el Instituto De la Comunicación (2017) en San José, Costa Rica, graduado con certificado a la excelencia. En el ámbito escénico participó en la obra teatral El psiquiatra (2019).
Alelí Prada, poeta y cantautora costarricense, es la actual ganadora del Premio de Poesía Lisímaco Chavarría con el poemario titulado La gruta de sus pasos. Dicho premio se encuentra organizado por el Centro Cultural e Histórico José María Ferrer de Costa Rica, en el cual esta autora obtuvo el primer lugar en la categoría de “Autores publicados”.
“Para mí representa una sorpresa, no solo en el sentido común de la palabra, sino por lo significativo que es para mí un premio de este tipo, tomando en consideración el panorama actual de pandemia donde cualquier cosa que nos logre sacar de la faz de lo cotidiano se vuelve algo maravilloso” menciona la autora.
El libro premiado se encuentra constituido a partir del dilema de la memoria, tal como lo plantea Prada:
“El texto plantea un escenario húmedo y oscuro desde el cual el yo se ve obligado salir. Esta idea encierra un planteamiento específico: que hay memorias que son una gruta. La gruta de sus pasos se basa en esa búsqueda, en la pregunta de ¿qué tan escondida y húmeda es la memoria de alguien, o algo, que pasó por nosotras o nosotros?”
Estructuralmente, el texto se encuentra dividido en tres secciones:
“La primera parte se llama Lesiones. Desde ahí comienza, no desde la forma lineal de la memoria, sino desde el golpe, desde la herida. La segunda sección se llama Reminiscencias de la noche, que es el comenzar a recordar, porque después del dolor, después de la herida, queda esa reminiscencia, ese algo que quedó palpitando: el inicio verdadero. La última parte se titula Pena de muerte, pues considero que después de cada golpe y herida, y su consciencia, hay un retorno a esa crucifixión de la que hablo en los poemas; un saber que hay que morir y resucitar, para volver y volver (…) De esta forma, uno de los primeros poemas de esta última sección se titula “Viacrucis”, el cual plantea la idea de morir como un acto político, y el morir como una puerta para nacer diferente”
Su ópera prima literaria, Cuando llueve sobre el hormiguero, fue publicada por la editorial Nueva York Poetry Press en Estados Unidos a mediados del anterior mes de julio (Disponible en Amazon). Como parte de la presentación de este, Alelí participó en el Festival poético “Lectura del fin del mundo”, celebrado recientemente en Ciudad de México, junto con otra serie de poetas de Costa Rica, Colombia y México, organizado por Revista Literaria Cardenal. Además, como cantautora, Prada lanzó su sencillo “Animal” durante el mes de febrero, anticipando su primer EP, Mutamorfosis, que continuará presentando a lo largo del presente año.
La ceremonia de premiación del Certamen Lisímaco Chavarría se efectuará el sábado 28 de agosto en las inmediaciones del centro cultural organizador, en la ciudad de San José, Costa Rica.
Fotografía: Alejandro Cabezas Entrevista: Alberto Agüero
Alelí Prada es una cantautora, poeta y compositora costarricense. Estudiosa, creadora y entusiasta de las historias, las ideas y los sonidos. Ha participado en diversos escenarios artísticos, desde teatro, música coral, música original, interpretación de canciones, oratorias, recitales de poesía, entre otros. Hoy desarrolla su proyecto como solista con música original y producción literaria. Recientemente, sacó su primer sencillo “Animal” junto a la cantautora colombiana Laura Román en plataformas digitales; anticipando un EP del presente año. Asimismo ,además de su primer poemario “Cuando llueve sobre el hormiguero” con la editorial New York Poetry Press, algunos de sus textos se pueden encontrar en la antología “Y2K” de la Editorial Estudiantil de la UCR, en “Desacuerdos” del proyecto Escritoras Aflorantes, “Antología de poesía joven costarricense” por parte de Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, la revista Liberoamérica, Oxímoron, Atunis, entre otras.
Transito
Tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos
Gioconda Belli
Como la serpiente, tengo la sangre intacta
pero mi piel escamosa ya dejó mi cuerpo
en su lugar, poseo un lugar cálido
donde las alimañas no almuerzan mi corazón
ni los zopilotes hallan eco en mis canciones.
Ahora entiendo que el calor no lo da el sol
lo dan las rocas
refugio de aire limpio.
Me aferro a mi nueva piel, pues
n o
v o l v e r é
a l d e s p r e c i o.
Los pasillos del cactus
I
Frente a un borde rojo que se tragaba todo el amarillo del pueblo
nos conocimos:
Ese día turquesa
terminó con una falta de aire
y mililitros de mezcal en mi sangre
que me obligaron a huir en busca de agua
no sabía la dicha de que me acompañaras.
-¿Segura que quieres que te bese?
-No me preguntes más
El calendario dice que fueron pocos días,
no imagino que otros versos pude leerte
en el tiempo que realmente vivimos.
Con los nervios congelados y otros mundos posibles nos despedimos.
II
Aún me preguntó qué tan inconscientes son nuestros deseos,
¿cómo terminé en el centro del cactus
esperándote?
No conocía los pasillos de estas plantas
recorrerlos me asustaba
así que bordeé sus espinas,
hasta que te vi lleno de sol en el parque.
Bebimos el agua entera
vimos la flor
aún recuerdo su olor
pero nos dio miedo tocarla.
-¿No nos besamos?
-No, dijiste que no podías
III
Los pasillos internos desaparecieron
ya no es solo un cactus,
ahora vivimos en las cactáceas
nos perseguimos la bendita espera
que supone cada flor
y no nos importa si es amarilla, roja o rosada.
Sus ojos se tragaron todo el sol que nos quemó,
lo recuerdo con un lazo naranja como su risa.
Cada tanto cantamos la distancia
para sentir el agua que recorre este matorral
donde mi cuerpo te busca
decide olvidar cada razón
porque deseo tocar las teclas de tu boca
encontrar melodías en tu cabeza
y cantártelas al despertar.
Escálame
Escálame
costilla por costilla sube
a donde el magma cristaliza tu aliento.
Escálame
suelta tus árboles en el camino
yo les haré crecer
y al bajar me encontrarás bosque.
Escálame
en mi boca sostengo las rocas
que adornarán tus ríos,
el resguardo de nuestro hogar.
Presagios de intuición
Me cansé de llorar la certeza,
de enterrar fotos donde la vida crecía,
y me rehúso a escuchar a Mon Laferte por las mañanas.
Ya no quiero detener el tiempo,
dejé de preguntarle a los ayeres sobre mi hoy.
Ahora me dibujo a mi misma
sufro cada lágrima
como el recién nacido al salir del vientre.
Mantenemos este amor atascado de mangueras
conectado a una máquina
que nos dicta los segundos que faltan.
Aún así, vamos a ir a la playa
quizá el mar disimule las lágrimas
y la humedad del Caribe
abra las grietas que tanto tememos.
Y es que acabar sin rencores, sin odio,
es más difícil que desearse la muerte
y finalizar la película con un drama cúspide.
Cuando el hijo regalado no pega en el jardín
a pesar del abono y del aporque diario,
no queda más que agradecerle su paso
y disponerse, para nunca ver crecer su raíz.
Valeria Morales Núñez. Nacida en San José, Costa Rica (1995). Desde niña ha encontrado en las letras un lugar seguro para desnudarse frente al espejo de su propio ser. Con el poemario Podremos ser recibió el segundo lugar del Certamen Literario Brunca 2019. Pueden encontrar algunas de sus obras en la revista ComeLibros (Ed. 2 y 3), Revista Kametsa (Perú) y en las antologías Certamen Desierto (Editorial Fruit Salad Shaker), Y2K (Editorial Estudiantil, UCR) y Atemporal. Fue gestora y compiladora de la antología de mujeres jóvenes Desacuerdos (2020), publicada por la Editorial Eva. Y, gracias a una Beca Creativa del Ministerio de Cultura y Juventud, gestionó el taller literario “Migraciones y escritura creativa”, dirigido a personas migrantes y refugiadas, el cual tuvo como fruto la antología Cuerpos en movimiento (2020). Es integrante de la colectiva de escritoras Las Jícaras y participa del Taller Literario Joaquín Gutiérrez. De profesión es trabajadora social.
“Su juventud fue el conocimiento de la poesía o el hallazgo de la soledad” Eduardo Cote Lamus.
I
Veo a la locura alojarse en mí ojo, las líneas blancas desfilar, el fondo de los vasos llenos, la oscuridad del sol. Hago rituales en mí cuarto ahorcando a mis padres, para besar la fragua de sus cabezas cuando sostienen la nube en la que lloró locamente derramando la runa del odio.
II
He visto el rostro de la muerte y poco a poco se ha descubierto el mío, el lavatorio está lleno de un agua morada, una bruja me toca el hombro y revuelve en el caldero la visión de mi juicio. Aprendo a comer con las ratas, ellas me ofrecen sus semillas endosadas con el polvo azul que deja la sangre y los químicos.. Yo alguna vez me creí príncipe y heredé una piedra hueca sobre la que reiné hasta igualarme a ella.
¿En qué momento comienza La Sombra a ir detrás del cuerpo?
III
Paso las noches atado a un árbol para descubrir la profundidad en la que caerán mis huesos, arbitrariamente esparcidos para la predicción de los magos. Los minerales al fin querrán jugar conmigo, llamarán a mis restos para abrazarlos y transfórmalos en un huerto. Interrumpirán el ritual de mis venas y me obsequiarán a la mordedura de un ángel.
IV
No me creíste cuando dije que estaba muerto, que tenía el cuerpo helado y la luz pesaba. Ahora recibirás de mí el abrazo de los disecados, vendrás a mí figura como quien sepulta y borra sobre los pasos. Apartarás esta luz de mí para que el viento como una pluma hermosa, haga regresar al ave que me ofrende a sus crías.
V
Bajo la saeta le pido a Dios que me ofrezca un cáliz del cual beber, mis labios están secos por la sed infinita. Tengo miedo de morir descalzo y con frío, morir solo, morir viendo nada. Pero no quiero la compasión de nadie; que mi cuerpo sea libre de quemarse, de viajar como el incienso que exhumen los dioses. Los nardos crecerán en las puntas de mis dedos, navegaré con el amor que me fue imposible, en un ataúd, por el río, donde al final me espere una catedral y el llanto de mi perro y de los conejos.
Hay una isla varada en mi ojo. Hay un rayo inverso en laTierra. Hay un dardo en la diana de mi mano.
Hubo un nombre bajo la frente. Hubo un corazón en la runa del fin. Hubo un cerebro abierto en el tallo del universo.
Yo, ahora me marcho a la Casa Eterna.
VI
Oyeron un grito sostenido secretamente en las paredes, un llamamiento a la locura del ave ciega varada sobre su roca. La inscripción de otra sangre en los vitrales, innombrable. El presagio de una bestia merodeadora que empuja las puertas, el ritmo interior de una semilla. Las flores de plástico crecen en el jardín donde yacen los cadáveres de cabezas de rubíes y manos de arena.
Hay una música debajo de la tierra.
La casa parece derrumbarse, los hombres la tienen rodeada, dan vueltas con sus trompetas, los padres que viven en ella corren a ver a su hijo antes de que caiga su pequeña Jericó.
Sobre la cama ya no hay nadie, no hay tiempo para los padres, el techo empieza a desmoronarse, las paredes colapsan, los vidrios rotos y los alambres del patio hacen su cárcel. Debajo de la tierra hay una música; los padres encuentran a su hijo.
Ignacio Aru, Costa Rica, 1999.
Ha sido ganador del premio internacional de cuento de Fundación Mapfre (España 2014), y en poesía ha ganado el Tercer lugar del premio Nacional de Poesía Letra Joven (Costa Rica, 2017)
Publica su primer libro “Lupercalia” (México, 2020) y su segundo «Catorce días bajo la nieve» (Costa Rica, 2021)
Estudiante de Derecho de la Universidad Hispanoamericana. Incluido en la Antología “Nueva Poesía Costarricense” (Costa Rica, 2020). Participa en diversos Festivales Internacionales de Poesía, así como lecturas para diferentes colectivos de Perú, Bolivia y Argentina. Aparece en revistas como Altazor (Chile) La Raíz Invertida (Colombia) Liberoamérica (España) New York Poetry Review (USA) Círculo de poesía (México).
La vida es un cuento, la muerte, el punto final de una oración.
Escribir estas líneas es el pecado más grande que he cometido en la vida. Por favor perdóname si es que puedes, si no, ya es muy tarde.
Mi papá murió en una cama de hospital, como muchos otros. Su cabeza de pájaro yacía bañada de un sudor divino. Su respiración le estremecía el cuerpo como el viento levanta súbitamente las hojas secas del cielo.
¡Cuántos otoños enardecidos pasamos en Vermont! Cortando el aire frío con un Ferrari rojo, a través de pueblitos de cuento a medio día. “Mais quelle belle vie, en esperant qu’elle dure toujours !”. Exclamaba él sacando el brazo por la ventana y extendiendo los dedos. ¿Fue acaso esto un sueño?
Era de noche. Las ventanas cerradas de la habitación guardaban una luz melosa, el ruido del aire acondicionado, los números rojos y verdes del equipo médico, y las sondas como lianas. Su respiración era un niño que sollozaba solo a la distancia, las últimas costras de vida que se aferraban empedernidas. Un berrinche digno. Pero con cada movimiento brusco de la cabeza hacia atrás salían expulsadas y se unían como gotas a la bruma de la escena. En comunión formaban parte de algo más grande y se relajaban.
Algo parecido a aquellos atardeceres sobre la colina en días frescos. La última gota fosforescente se resbalaba y caía sin remedio entre las piernas de la montaña. Sus ojos grises, fijos en el agonizante punto rojo, lo reflejaban. “Pedí un deseo, mi amor, ¡qué atardecer más lindo!”. Y me daba la mano.
Su mano yacía inerte sobre las sábanas, muy de vez en cuando un dedo temeroso saltaba. Las manos que sostuve desde que nací no me sostendrían más. Pero este instante me cargaría hasta la muerte.
No puedo describir el momento exacto de su victoria, porque no me lo permito y no me lo perdono. No soy digna de su santa euforia pero estas palabras bastarán para sanarme.
Estaba amaneciendo.
La perla
Te tengo guardado como a una perla el dolor más valioso que tengo en el cuerpo. Porque si no lloro estas lágrimas pedazos de plomo puede ser que nada de esto haya pasado.
El día que te vi por última vez entre enfermo gentío en una camilla en el corredor de un hospital público, fue un sueño, fue un sueño, fue un sueño.
Estás todavía en tu apartamento en el sillón de la sala viendo la ciudad por la ventana cerrada.
Te cuido como a impuro tesoro custodiado por capas y capas de nácar, risas exhaladas despreocupadamente como si estuvieras todavía en el mundo conmigo, no tuviera que molestarme y procesar tu muerte.
Eres semilla pegada por allá en el fondo de una muela. No madurarás nunca en palabra suelta o verdad absoluta.
Tu nombre es un avión que cae desde el cielo, cómo podría permitírmelo, Dios mío.
Empedernida en rabieta privada me frustro porque te tenía y de pronto no te tengo. Me incomodas a diario y me encantas, pero no logro alcanzarte cuando quiero.
Me siento idiota cuando te pierdo en algún rincón de mis múltiples acueductos.
Se me hincha la cara, estoy infectada porque tú trabajas desde tu escondite carcomiéndome tan lento, tan lento, que no te percibo malvado gusanillo.
Llevo meses ingenua, caminando por el mundo podrida, comiendo de todo, glotona, y permaneciendo vacía.
Propiedad privada
Tengo una casa donde no vive nadie; y así me gusta, con las paredes blancas como praderas. El piso es una pista de hielo donde me deslizo como un niño cuando necesito llegar rápido a conclusiones.
En esta casa cabe todo y no cabe nada. Es solo mía porque pago los impuestos. Y así será siempre, le daré mantenimiento, digan lo que digan. No se vende ni se alquila.
Todo es blanco, el piso, las paredes, el techo, el aire que respiro, la luz por la ventana, el viento… Que no se atrevan a cantar los pájaros.
En los muros desnudos como el hueso veo todo lo que quiero y me pierdo.
Me deshago en el espacio, sentada en una esquina me fundo en el concreto. Aquí no hay teléfono.
Me esfumo y me hundo muy hondo.
El silencio me arrulla como una madre, me acompaña por mis caminos internos como un perro.
Me esfumo y me hundo muy hondo.
Dejo que el blanco me invada, que me perfore el pecho, y me consuma por dentro. Me entrego sin vacilar a la nada.
Me esfumo y me hundo muy hondo.
Ya no me exploro ni siquiera, me dejo atrás y me olvido, solo soy parte de este reino.
Me esfumo y me hundo muy hondo.
Me voy de mi casa blanca.
Hasta que suena el teléfono, y tengo que ir a recoger a los niños.
Pero ahí está mi casa, y me espera inmaculada, cuando quiera y donde sea.
No se admiten visitantes.
Existir duele
Soy una ciudad abandonada con su relieve infinito de edificios, calles como venas, puentes, tiendas y tragedias.
Hay alcantarillas, charcos, caños sucios. Hay acantilados grises, callejones solitarios, una cobija tirada en la esquina.
Hay muchas casas vacías en fila, puertas negras cerradas con cerrojo, ventanas que quedaron entreabiertas. El viento silva a lo largo de las caderas.
Hay escaleras decadentes, el vaho apestoso de la urbe subterránea. Hay un metro que no funciona, hay andenes desiertos, una bolsa plástica.
Hay bulevares tan amplios que arden incrustados en medio del pecho. Hay árboles que no crecen.
En la intersección la luz del semáforo todavía cambia de color, verde amarillo rojo verde amarillo …
Hay autopistas oscuras tan anchas como mis piernas. Hay caseríos y tugurios, miles en el fondo de la lengua. Hay mansiones anticuadas con vitrales quebrados en los ojos.
Hay techos y chimeneas, muros manchados por el humo. La noche no espera.
La neblina llega sigilosa como de costumbre. Entra a los templos, cubre estos huecos de concreto.
Desciende y se expande como la marea.
En la torre más alta, en la última alcoba del piso cincuenta; se nota apenas un bombillo incandescente.
Alguien trabaja en vano, tratando de habitar la ciudad
inhabitada.
Quiero que me odies
Quiero que me odies, que me veas y quieras que me muera. Quiero ser el dolor más cálido que has sentido, la aguja que te tragaste y no ha caído todavía.
Quiero tanto, tanto repugnarte de todas las maneras posibles. Que un espontáneo pensamiento de mis manos se te meta en el centro de la cara y te la arrugue.
Que detestes con tu corazón suave a todo aquel que pronuncie mi nombre, para bien o para mal, no importa. Ojalá ese sonido ambiguo sea un grito espeluznante en medio de callejón mojado; el tap de las patas de las ratas del desagüe. Que te duela en el cerebro, en la panza, en el pecho.
Quiero ser el alma en pena encerrada en tu cabeza que solloza todas las noches y reniega.
Si logro algo de esto será suficiente, podré morir tranquila algún día.
Y, tú, no te preocupes, no sufras, que te acompañaré piadosa a mitad de tus noches en vela. Te abrazaré cuando el odio se expanda como el moho en tu casa.
No me apartaré nunca de tu lado, te lo prometo. Puedes contar conmigo.
Le suplicarás al fantasma de lo que fui que no se vaya, que no descanse. Llorarás y te retorcerás para que te arrulle, porque sabrás que de cualquier otra forma estarás solo.
Cuando te levantes y la casa esté sucia, no te importará porque me sentirás hundida en tu piel interna como sanguijuela, el gusano del tórsalo, el huevo de la mosca, y estarás tranquilo.
Enfermo, adicto, tranquilo.
Cuando el cuerpo se te descomponga, brotaré desde adentro como hiedra, y estaré contenta.
Tranquilo, mi amor, esto es lo que te espera. Por no amarme más me odiarás toda la vida. Yo no aguanto emociones tibias y lo sabías desde el primer día.
Todos los textos forman parte de Viento inmóvil (Editorial UCR, 2020)
María Macaya Martén (San José, Costa Rica, 1991). Master en Literatura Comparada de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Se especializó en poesía, en el simbolismo francés y el modernismo hispanoamericano. Previo a su maestría, sacó la carrera de Literatura Comparada en Middlebury College, en Vermont, Estados Unidos. Durante su tercer año universitario fue estudiante visitante en la Universidad de Costa Rica y la Universidad de Nueva Sorbona, en París. Al completar sus estudios regresó a Costa Rica y dio clases de inglés en la Universidad Latina y en el programa Inglés por Áreas de la Universidad de Costa Rica. Su primer libro de poesía, Viento inmóvil, recibe una Mención Especial del Jurado en el Certamen de Poesía 2019 de la Editorial de la Universidad de Costa Rica, y se publica a finales del 2020. Su trabajo ha sido publicado de forma virtual Revista Chontales Litterae. También participó en el Segundo Encuentro de Poesía Joven de Costa Rica, el Festival Virtual del Libro SIBDI, la Feria Internacional del Instituto Iberoamericano y otros recitales virtuales.
En algún momento fui a catequesis, una vez creí en Dios y ocasionalmente regreso al pecado de hacerlo.
El tiempo vendrá por nosotros como quien busque robarnos la billetera en una casa abandonada donde caímos por el sueño y tres pesadillas.
Nuestra única diferencia ante las otras bestias es no entender qué putas hacemos
y destruirlo todo mientras huye la respuesta.
Si hubo o hay alguien arriba, nos dio libre albedrío y quizás nos dice que nos hacemos las pajas mal.
La viga siempre está en nuestro ojo y el amor y la elección serán para todos los cuerpos,
y por nuestra sordera vienen los tornados en tiempos del bruto humano.
Padeceremos y seremos sepultados sin resurrección en ningún día según nuestra estulticia. Así como manda el cielo.
Estoy sentado a la derecha de la iglesia y de nuevo cometo los pecados de creer en Dios y juzgar a vivos y poetas en un error sin fin.
Algo así fue lo que entendí de esas tardes catecúmenas de dos o tres personas donde mi fallo fue no prestar atención.
ANTIMUESTRA
¿Cuándo consideraron buena idea pintar de negro las entradas?
No hay enmarques, ni pedestales. Dicen que fui el artista; no lo ignoro, lo descarto. Pero no mentiré: me gusta ese concepto de exhibir al desnudo; como mi velatorio de anoche.
A ver. Esos pies marinos tienen una uña encarnada y los pies del niño tienen quemaduras de tercer grado. Ese gato no se paralizó: está muerto. ¿Nadie recogió los rastros de vodka ni la bala? ¡Aquellas hojas ya están roídas! ¡No todas las heridas curan, carajo! Al final, aquel muchacho saltó del autobús: cayó de cabeza. Muchas veces, se necesita más que abrazos para suturar las heridas. no lo digo yo, ¿lo hace mi evidencia?
Dicen que fui el artista; no lo ignoro, lo descarto. Nunca he tenido ojo para el arte, solo veo el dolor en él. Miente quien me llama artista.
Pero la muestra no es ni la mitad del contenido real. Creo saberlo. Ojalá la destruyan con dinamita; pronto. Quien quiera que sea el artista, ojalá se desdiga y haga más.
¿Y cuándo consideraron buena idea pintar de colores las salidas?
INSTRUCTIVO PARA UN ELECTROCHOQUE
En caso de máxima necesidad o de activación de un Protocolo de Eliminación Espontánea, proceda de la siguiente forma:
Ate al individuo a sus emociones, miedos y pérdidas; láncelas sobre sus brazos, ojos y columna
QUE SUBAN COMO ELECTROCHOQUE.
Y no lo deje huir. La descarga posterior será meramente protocolaria.
Nadie sobrevive a sí mismo.
Bienaventuranza de la noche
Bienaventurados sean los que orinan a las 12:40 a.m. y dejan la luz apagada a la entrada y a la salida. Ellos saben cómo moverse ante la vida.
Se vuelve suicida y engañoso andar por los túneles para buscar la luz la buscar la luz y no saber que el túnel solo sigue.
La vida no es del ojo claro o de la pierna ágil. Anda más quien sabe ser ciego y quien cojea, se estrella y cae pacientemente.
El sentido de la vida toma el mismo rumbo de quien corre al sanitario a las 12:40 a.m. y orina con las luces apagadas.
Solo hay oscuridad al otro lado.
Ominosa oh impasible impasable impensable oscuridad. Justo a la hora en que orina Dios.
Bienaventurados, y mucho, sean los que orinan a las 12:40 a.m. Me contó Dios que ellos ya le descubrieron la trampa a este juego.
Daniel Araya Tortós, nació en Pejibaye, Costa Rica, el 22 de agosto de 1998. Estudiante de Filología Española en la Universidad de Costa Rica. Integrante actual de Otro Taller Literario en Costa Rica. Varios de sus textos han sido publicados en diversas revistas a nivel latinoamericano. Además de aparecer en las antologías Y2K (Editorial Estudiantil de la Universidad de Costa Rica, 2019), Nueva Poesía Costarricense (Ministerio de Cultura y Juventud, 2020) y el fanzine de Otro Taller Literario (2020). Su ópera prima, Reposo entre agujas, fue publicada en el 2019, bajo el sello de Nueva York Poetry Press.
Busca salir de su incómoda soledad, extendiendo sus raíces por patios, puertas, ventanas y lienzos. Cruza con la vista las calles mudas espera verlo en la esquina, pero solo está la sombra de una caseta, escarba en las hojas del recuerdo, eso no la salva y se le cae la noche de las manos.
Vacío
Hay que tomar el reflejo del pelo y sacarlo. Dejar el espejo vacío.
Cuando todos duermen yo salgo a caminar por el cafetal
Sueño que mi abuela resucita, me presta su bordón para jugar y me llama a comer pan con aguadulce.
Me pide que le cambie los zapatos, toma mi mano y me señala las plantas, luego nos sentamos en el escaño y ella empieza a leer en voz alta.
Escucho el chillido de las hamacas y es la realidad que se mece, las rosas se deshojan contra la puerta y frente al corredor luce un jardín destruido, inundado por la lluvia de mi niñez. Queda una silueta borrosa donde mis ojos gritan su nombre.
Plaza baldía
Con timidez me acerco No sé lo que desea
Mis cinco extremidades fuertes simpáticas enérgicas
Me deja tomarlo Decidimos bailar Impregnando nuestras huellas Sobre la plaza baldía
Toñito
Limpia el aire de recuerdos y telas de araña; como si las patas no volvieran a construir y la memoria no regresara tirando piedras a la ventana.
A veces, hay que coser los pies a la cabeza para caminar sin hundirse en las franjas del recuerdo.
Ella lo hizo bien. Pero nunca cesa de limpiar el aire. En las noches no duerme, ¿será que escucha piedras en la ventana?
Al comedor le sobra una silla. Hoy cumple años, no comimos queque. Recogimos flores, celestes, así eran sus ojos. Ella hizo un rezo y me obligó a ir a misa. Cuando fuimos a dejar las flores, pensé que cada gesto era un regalo a nosotros mismos.
Sin él, soy la mayor. Los menores llevan ventaja, cuando tienen que pasar el portón ya está abierto.
Un aguacero me despertó, las tres de la madrugada. Dicen que se fue a esa hora con la carita tierna y más mangueras que cuerpo.
Las salas de los hospitales están llenas de esperanza.
Llenas de mentiras, telas de araña y mangueras atascadas.
Una piedra choca contra el vidrio y pregunta: ¿dónde van los niños cuando mueren?
Pamela Monge, 1995. San Ignacio de Acosta, San José, Costa Rica. Se ha desarrollado en los ámbitos de la literatura, la gestión cultural, el diseño y la arquitectura. Cuenta con diferentes poemas, microrelatos y artículos publicados en revistas y antologías de corte nacional e internacional.
Ha participado en diversos festivales, recitales y exposiciones, entre ellos el Art City Tour, Feria Internacional del Libro de Costa Rica, Festival Nacional de Poesía de Costa Rica ,Encuentro Poético Internacional Pájaros Errantes, Biobío, Chile. Encuentro de Poesía La Espera Infinita, El Progreso, Honduras.
Es arquitecta. Forma parte del Taller Literario Joaquín Gutiérrez y la Colectiva Jícaras.
De hecho, la autoridad de tránsito no me considera apto para conducir, aduciendo que no respeto a los peatones, que abuso del claxon, que no comprendo la semiótica de las señales, que soy corto de vista, que no tengo reflejos, que convierto las rotondas y los cruces en coliseos romanos…
En fin, que si quiero un permiso lo solicite en Bagdad o en Disneylandia.
Pero como no me gusta conducir, da igual.
Cuando lo he tenido que hacer —en la clandestinidad— me he dicho siempre para animarme:
“Dejate de cosas. Hoy sos Niki Lauda y esta puerca vida es el Gran Premio de Daytona”.
Pero no resulta.
Una vez que leo, sentado al volante, aquello de: “Los objetos en el espejo pueden parecer más cerca de lo que están”, ya nada tiene sentido.
Conduzco.
Regreso el auto. Y otra vez bípedo, fijándome bien en las mujeres, en los demás, en todo, comprendo.
Parecen estar cerca pero no lo están.
ORALIDAD
Lavar un ojo con la lengua.
Grabar un manto en sus cuatro paredes de carne dulce.
Hacer minería nocturna en el Atacama.
Rezar un Padrenuestro ante el pollo congelado es casi lo mismo que lamerte, casi como al cruzar la calle bajo la mano bendita del Señor que todo lo ve.
Es que comer de todo en vos es leer en griego con la boca muy abierta —es arar en el vidrio— y volver al paladar con ron maduro de la caña más injusta.
Esa miel que sabe a perlas como si fuera El Juicio Final.
Y salir de vos. con una sopa de ángeles en el cielo de la boca es en sí caer ante un altar sin Cristos hechos a la medida de su Calvario.
Uno te come así como el oso polar lame la grasa muerta de las focas:
por supervivencia.
FOTOGRAFÍA
Buscaba una foto de Katy Perry desnuda, pero ha de estar en un álbum de los de al fondo: de los mejor guardados, de los más sucios, los del olvido.
Sé que tengo por ahí una foto de Katy Perry sin nada encima, ladrándome como una pared acumulada desierto tras desierto.
Se mueve, como una paloma.
Las posibles implicaciones eróticas quedarán muy entre Katy Perry y yo.
Las evidentes fortunas de la piel cobran mudos intereses y yo trago puré de hielo con la ansiedad de un vagabundo.
Así devoro el ojo bueno con el que veo a Katy Perry desnuda hasta el borde de sus vapores, hasta la bruma metálica que la trae /y la lleva de la punta de California a la punta de mi corazón.
FRUTERO
I El limón es la manzana de los solitarios.
II
La uva es el ojo extirpado de la noche.
Embotellada sirve para lo mismo que el querosén.
III
La fruta de la pasión es el antepasado más recóndito de cuantos hay en el árbol genealógico de las mentiras.
IV
La guayaba, firme y saludable.
No sabe a grandes cosas: es una delicia imposible.
V
La naranja es pobre en esencia. Miserable.
Pero imita muy bien al sol de la mañana.
VI
La caña de azúcar va al trapiche como María Antonieta fue a la guillotina.
VII
El banano, insultante y grosero. Se involucra con la tierra más verde y lastimada de cuantas hay en este mapa de soledades.
VIII
No diré mucho de la pera.
Cierta vez una de las mujeres más hermosas que conocí metió su seno izquierdo en una copa de vino.
Y al hacerlo demostró la existencia del alma.
IX
No hay barco más hundido que un árbol de arrayán en flor.
X
El itabo no es, formalmente, una fruta, pero en las casas luce como un degolladero de palomas.
Sabe perezosamente bien.
XI
Pocas cosas más sensibles que el limbo del aguacate.
XII
El ají es la cápsula de cianuro que en momentos de gran confusión uno muerde para acabar con sus días.
XIII
La manzana es el limón de los insomnes.
SUPERMERCADO
El poema está en el coche del supermercado, como parte de las compras nocturnas. A él se suma la lechuga crujiente y la cerveza, el fervoroso tomate, la lata de anchoas sin una sola ventana. Algo de pan fresco que me dispongo a cubrir con la perfecta ortografía del queso fundido. El poema junto al hielo empacado, junto al garbanzo tierno y específico. En el coche, el poema y yo buscamos obsequios para confundir a la muerte. Tal vez un envase de mermelada convincentemente fría. El poema perdido entre las compras como una compra menor. Una pieza de jabón para desinfectar la lástima. El poema es un pedacito de literatura sin grandes ganas de ser. Vas y lo comprás en el supermercado como un ramo de tomillo con el que le darás sentido a tus alimentos. Contra los metódicos ladrones de historietas, el poema ladra de dientes para afuera.
Alfredo Trejos. Poeta. Nació en San José, Costa Rica, en 1977. Hizo estudios en Antropología y Filosofía en la Universidad de Costa Rica. A la fecha, ha publicado nueve poemarios y dos antologías personales, siendo SAD HILL (Ediciones Perro Azul, 2019) su obra más reciente. Además, ha ganado el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en la rama de poesía en dos ocasiones, 2012 y 2018. Entre sus últimos trabajos se encuentran el Taller/Laboratorio Tráfico de Influencias, en el año 2013, para el Ministerio de Cultura, en el marco del Programa Enamórate de tu Ciudad (espacio que se mantiene activo en otras instancias); el Taller de Escritura Creativa para la Municipalidad de Heredia, en el Centro Cultural Omar Dengo, año 2018 y el Taller de Creación Literaria para el Centro Cultural de España en San José, en el año 2020. Así mismo, ha realizado la corrección y participado en la edición de varios poemarios de otros autores costarricenses. Los siguientes poemas pertenecen, precisamente, a SAD HILL.