Selección por María Macaya
Coincidencias con amigas
I
Mi casa ya no es mi casa desde que salí de ella
con una caja de libros y el corazón en una bolsa.
Mido el tiempo según el lugar que habito
la humedad que cambia el ánimo
y el calor de las paredes que desmancho
en cada muda
en cada centímetro de concreto.
II
Mi casa, los novios o los trabajos
son las unidades con las que mido
esta vida
que me es más fácil pensar desde afuera.
Mi casa, que ha estado en el centro del país
y en todos sus bordes
se ha definido por espacios amarillos
y melancólicos,
las visitas de las amigas
y mi humor de temporada.
IV
Mi casa, que es templo y cueva
va conmigo
rodando de puerta en puerta.
La llorona
Entre el esófago y la lengua
tengo atorada
la marca de las magdalenas
el quejido de las que divagan
fantasmales.
Lloro al almuerzo,
cuando veo los árboles caer,
con el pálpito de las canciones,
después de los orgasmos.
Soy agua incontenida
pared que chorrea
savia y libertad.
Soy bosque tropical
manto acuífero
y lloro
guindada a la boca de mis amigas cuando sonríen
o descalza sobre la paciencia de mis sobrinas.
Soy la gota de siglos
sedimento
los recuerdos del desierto.
Tengo esta marca
la angustia por costumbre
en mi cuerpo líquido.
Lloro desde niña
en las fiestas familiares.
Soy incómoda
ya no saben qué hacer conmigo
cómo evitar que me derrita
que me deje de ir densa sobre los charcos.
Cómo hacer que me detenga
y olvide en los closets
las tinajas de agua estancada
qué cargo conmigo a los espacios sólidos.
Lloro
impertinente
frágil
cálida
soy Ixchel, luna que me habita
y Oshun, río que se desborda.
No hay modestia entre mis ojos
que absueltos
se precipitan.
Actriz Porno
Estoy convencida, por ejemplo,
de que mis manos tienen ojos
de que las estudiantes de teatro se ofenden
cuando nosotras, “las que fingen”,
les llamamos colegas
de que nunca podremos, por ejemplo,
formar un sindicato
escoger libremente la ropa interior
o repetir el primer orgasmo frente a las cámaras
-Aquel suave orgasmo que tuve arrescostada a la corteza de un árbol mientras Jaime me besaba sin tocarme-
de que nunca sabremos, por ejemplo,
el dolor de las niñas lituanas, eslovenas o polacas
que repiten nuestras escenas de 1000 dólares
a cambio de agua, pan y drogas.
Himen
Hace veintidós hombres y unos meses que no me pongo el himen donde debo.
Antier salí de la casa en miniseta y lo coloqué sobre mi ombligo.
El himen como las cosas gastadas, lo guardaba en el cajón sintético del closet.
En otras ocasiones lo había usado de diadema o arete,
pero ya soy grande
así que lo planche y lo use sobre las carnes.
Un himen es así, impecable
y se luce
como los regalos maternos.

Silvia Elena Guzmán Sierra (1991) es Máster en Derechos Humanos y Educación para la Paz. Es también parte de la Colectiva Jícaras.
Ha publicado artículos, poemas y cuentos en diferentes revistas y antologías nacionales y latinoamericanas, tales como Repertorio Americano, Íkaro, Revista Toxicxs, Revista Catarsis y Liberoamérica. Es autora del libro de poesía Juana (Editorial Eva 2020) y Enfermas de Juventud de narrativa corta ( Editorial Bosque 2021). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés y al portugues.
Ha participado en diferentes festivales poéticos nacionales y centroamericanos tales como la Fiesta Nacional de la poesía en 2017, Feria Internacional del Libro 2018 y 2019, Encuentro de la Espera Infinita 2020 y Festival Internacional de Poesía Costa Rica 2020, II Encuentro Centroamericano de Escritura de Mujeres Ojo de Cuervo: Deshilar las Costuras de la Nación.
Actualmente es asesora en género, diversidades y juventudes para agencias de Naciones Unidas en Costa Rica y el Programa Integral Transfronterizo (Argentina-Bolivia). También es investigadora en temas de género y derechos humanos, y coordinadora de la revista Repertorio Americano en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional.