FANFARRIA DE METALES
Pongo la mesa, sirvo la comida
y te observo marcharte.
Siento que tengo la cabeza
metida entre las piernas,
apenas contengo el vómito,
las ganas de arrojar todas las sillas
y romperle la sombra a la luna.
He buscado el descanso de las escaleras
para sentarme a interrogar cada plato roto
que ahora ya no puedo buscar en los basureros.
Nada responde, pero toda grita.
No se puede alcanzar ninguna paz
con planes de regreso
a lugares a los que nunca se ha ido,
con una olla de carne a la leña cada sábado,
con abrir el oído para que entre el estiércol
que sale de una boca
que dejó de encontrar tu beso.
El tedio le busca una miga de pan a la esperanza,
pero es el mismo tedio
el que repite siempre los rituales
en los que se acaban las boronas.
Tres metros de soga
se sientan en el mismo descanso
de la escalera
y simulan no ser una invitación
a la condena.
El ventanal proyecta un horizonte
lleno de luz, de luces;
un espejismo que interpreta
la Sinfonía Dante
en el primer movimiento:
“Abandona toda esperanza,
tú que entras aquí.”
Cierra en un fortissimo
mientras desciendo con Franz Liszt
a mi ajustado infierno personal
sentada frente a dos platos de comida.
BUKOWSKI PIDE CHICAS TRANQUILAS Y LIMPIAS CON LINDOS VESTIDOS
“No traigan más una puta por acá”
Bukowski
De pronto un hombre al final de su vida,
después de repartir sus bienes y sus fuerzas
entre mujeres que le han cobrado el amor,
requiere una mujer “buena”.
La necesita tanto que logra imaginar
todo lo que haría por ella.
Sin construir nunca la vereda,
conseguir almohadas para su cabeza
o provocar su risa.
La necesita, dice,
pide a sus amigos que no le lleven más putas.
Sabe que existe,
pero no la encuentra.
Volvé a nacer, Hank,
y dejá el alcohol, los celos y los puñetazos en el papel,
no en las mujeres que convertiste en putas.
LA ÚLTIMA CARTA
“Y la luna,
bajo su oscura capucha,
se cae del cielo cada noche,
con su hambrienta boca roja
para lamer mis cicatrices.”
Anne Sexton
Apenas viste el pico de mi iceberg, perdón por el lugar común, no encuentro otro
modo de llamarle a esta forma que tuvo la vida de obligarme a tener que buscarte
de nuevo para encontrarnos frente a frente en un espacio infinito al que fuiste y yo
aún desconozco.
Había secado al sol la bandera blanca que pensaba mostrarle a la muerte, tres
parece que fuera un número suficiente, hasta que de nuevo se te hace pequeño el
momento y más negro, todo negro el futuro. Y cuando el clavo de la circunstancia
te obliga a preguntarte si existe ese tiempo pendiente, o si solo hay un camino en
una línea que siempre se quiebra. ¿Cuál futuro?
Yo que nunca he renegado de las cicatrices, me siento harta de serlo yo, cada
pedazo de corazón que apenas sana, vuelve a abrirse y el llanto, que de tanto
mostrarse a pocos, ya no puede salir, se atora, se queda en el pecho y se hace
latido.
Ya no te llegará esta carta, ni todas las cosas que íbamos a decirnos serán
realidad. Somos una historia que ni siquiera encontró cómo empezar y se quedó
en el tiempo, derrapó en alguna calle húmeda y oscura para estrellarse y
provocarme el grito que ya jamás vas a escuchar.
Y, sin embargo, te escribo la carta, porque quiero poder leértela cada vez que se
la lea al mundo y así tal vez llegue a vos como un susurro al otro lado del dolor.

Rebeca Bolaños Cubillo. (1973) Graduada en RRPP y Comunicación y en Bellas Artes. Estudiante de Antropología. Publicó su primer libro “41 meses en pausa” en el 2018 – Editorial Nueva York Poetry Press. En el 2019 la plaqueta “Reporte del tiempo”- Proyecto Editorial La Chifurnia.
Su segundo libro se encuentra en revisión.
Productora Ejecutiva del FIPCR (2016 y 2017); y de los proyectos Fuego Cruzado y Canto a la Semilla, además de colaboradora del proyecto Ojo de Cuervo – Encuentro Centroamericano de Escritura de Mujeres, iniciado en El Salvador en el año 2019.
Certificada como facilitadora de escritura terapéutica y reflexiva por el Fondo @TrustedWords.